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Alejandro Zambra en palabras líquidas y letra impresa
Por Marilú Ortiz De Rozas
El Mercurio, Lunes 7 de abril de 2014
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"La imagen de una persona sola frente al computador es una de las postales de este tiempo", precisa Alejandro Zambra, quien, fiel a la estampa que entrega, prefiere ser entrevistado por correo electrónico. Este escritor, que acaba de recibir el Premio Príncipe Claus de Holanda por el conjunto de su obra -dos poemarios, tres novelas, un libro de cuentos, uno de ensayos-, profundiza en 
este fenómeno en su último libro. "Mis documentos" (2013) es un conjunto de relatos centrados en el pasado, uno donde el computador surgió para amoblar el cotidiano de un narrador que juega a ser Zambra. "Fuimos una generación de transición, de la máquina de escribir al computador, pero éste rápidamente pasó a convertirse en una ruina con la que convivimos. Me interesaba, en particular, cuando escribí estos relatos, la obsolescencia de esos objetos", explica. Instrumentos de comunicación virtual, también han influido en la escritura: "Creo que ahora las palabras son más líquidas. No escribimos para que lo escrito quede, sino para que pase, lo que entra en conflicto con la letra impresa", comenta.
— ¿Juega a la autoficción en su obra?
— Es un efecto que trabajé, sobre todo, en 'Formas de volver a casa' (2011), que es mi primer libro en primera persona; en rigor, las dos anteriores novelas mías no son menos autobiográficas. De todos modos son máscaras que uno va construyendo, unas más elaboradas que otras, del antifaz al pasamontañas. Y la ausencia de máscara también es una máscara; en la literatura más autobiográfica late ese deseo de verdad, la lucha imposible contra la máscara. Yo soy el primero en dudar de lo que dice el espejo.
— ¿Sus últimos libros redescubren una y otra vez los personajes y territorios de la infancia, la familia, la casa, Maipú?
— La literatura para mí sigue estando ligada a Maipú, en muchos sentidos. Maipú era, en primer lugar, la realidad. Me hice lector y por ende escritor gracias a esos viajes eternos en micro al centro y después a la Facultad, horas que pasaba leyendo y mirando por la ventana. 'Formas de volver a casa' es una novela sobre un mundo negado que necesitamos recuperar, pero que está medio borrado, no sólo por el paso del tiempo, sino también porque queríamos dejarlo atrás, clausurar el espacio de la infancia. Julio, en 'Bonsái' (2006), y Julián, en 'La vida privada de los árboles' (2007), son personajes que quieren empezar de cero, sin pasado, sin padres. En los dos últimos libros hay un deseo velado, pero imperioso, de recuperar el origen.
— Además de la contraposición de sucesos dramáticos mayores y menores, ¿es la relación de pareja otra gran fuente de tensión en sus relatos?
— Me temo que sí. 'La vida privada de los árboles' es una novela sobre la voluntad de construir vínculos verdaderos, a pesar del efecto disuasivo de absolutamente todo lo que sabemos sobre el amor. A decir verdad, me interesa muchísimo el amor. Muy tempranamente desconfiamos de los vínculos de pareja: del matrimonio, de la posibilidad de tener hijos, de construir familias. Y esa distancia enorme respecto de como nuestros padres experimentaban el amor, me interesa. No sé si para hacer novelas, sí para la vida.
— "Mis documentos" es una obra propiamente narrativa, en tanto las anteriores, más bien novelas de corte poético. ¿El poeta se está volviendo un contador de historias?
— Puede ser, aunque lo que estoy escribiendo ahora se parece más bien a mi libro de poesía 'Mudanza' (2003). Mi relación con la poesía, en todo caso, es conflictiva, porque nunca la he abandonado, pero sinceramente hace años que no escribo algo que me parezca bueno, por eso no publico desde 2003.
— ¿Qué proyectos literarios aborda actualmente?
— Estoy en una novela y acabo de terminar un guión basado en 'Vida de familia', el penúltimo cuento de 'Mis documentos', pero todavía no sé en qué va a parar.
