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Alejandro Zambra: “Lo mío es el ocio, no el negocio

Por María José Viera-Gallo

Revista Capital. Viernes 19 de Abril de 2013

 

 



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El éxito fulminante, regresivo o muchas veces inesperado de un libro, puede terminar aislando a ciertos escritores. Confinar sus existencias –literalmente– a una cabaña en el bosque. Alejandro Zambra (37) no vive en un bosque, pero sí en una casa en La Reina baja, casi Ñuñoa, que parece una cabaña. Entre sus paredes recubiertas de madera y los movimientos de una gata llamada Oscuridad, el autor de Bonsái, La vida privada de los árboles, Formas de volver a casa y No Leer, termina los últimos retoques de su primer libro de cuentos próximo a publicarse en Anagrama, que se llamará Yo fumaba muy bien.

La maqueta de los 12 cuentos está puesta al frente de un piano eléctrico, en un andamio para leer partituras de música. ¿Por qué? “No sé”, dice. Con un oído privilegiado, que lo acompaña desde que era poeta antes que narrador, no es raro imaginar a Zambra leyendo a solas y en voz alta sus textos inéditos, como si fueran sonatas. Sí es más raro constatar que haya dejado el cigarro, que coma sano, sólo beba té y prefiera conversar sobre cualquier otra cosa que de los exitosos reviews de Formas de volver a casa que están siendo publicados en Estados Unidos e Inglaterra, y antes en Alemania, Francia y Holanda. Ya es casi normal que en la prensa internacional aparezca su nombre o que escritores como Junot Díaz declaren públicamente que el “verdadero último gran libro que leyó” fue Bonsái. “No estoy tan pendiente de la recepción de mis libros. Y tengo por norma nunca hablar en público sobre mis reacciones ante las reseñas, me parece que es un camino sin salida”, dice en su casa y luego camino a una pizzería del barrio. Explica: “No me gustan esos diálogos, son muy falsos, cuando el autor agradece o reclama por la crítica. Si los critican bien, el crítico es bueno, si los critican mal, es malo. Eso me parece un poco triste”. Después de un año hiperactivo –invitaciones a la Feria de Arte Documenta en Kassel, lecturas en varias ciudades europeas y una residencia en Bruselas– Zambra encontró su forma más armónica de volver a casa. Seguirá viajando, pero en agosto retomará sus clases de Literatura Creativa en la UDP, donde trabaja desde hace más de 10 años.

-¿Qué ha cambiado en tu vida desde Bonsái a Formas de volver a casa?
-Dependiendo del día tiendo a pensar que mucho o casi nada. Hace poco di una conferencia en la Facultad de Filosofía de la Chile, lo que fue importante para mí, porque no había vuelto en 20 años. Entonces pensé mucho en esos cambios y en Bonsái, que habla sobre esa Facultad. Pensé en el deseo de escribir algo como Bonsái cuando estudiaba ahí. No sé si he cambiado tanto, la verdad. Me gustaría haber cambiado más

-¿Por qué?
-Perdona… Son esas frases que uno dice cuando no hay nadie que pueda preguntarnos por qué…

-¿Pero el éxito literario puede cambiar a alguien?
-Bueno, también ha habido períodos en mi vida muy inciertos y erráticos. No creo que sea bueno desesperarse, en ninguno de los casos. Estoy contento con mis libros, sí.

-¿Te gusta llegar a un público más masivo, incluso afuera de Chile?
-Sí, está muy bien, me alegran esas vidas suplementarias y largas que tienen los libros. La idea de que alguien en alguna parte esté leyendo un libro mío me parece halagadora. Incluso si el libro le está pareciendo muy malo.

-¿Cómo ves tu carrera a futuro a diferencia de la de otros contemporáneos tuyos? ¿Sabes en lo que no quieres convertirte quizás?
-No es una carrera, en el sentido de que no hay una meta, al menos no una tradicional. Nunca hago directamente “promoción”, eso me incomoda. Nunca digo “compren mi libro”, nunca lo diría. Mejor que compren otros libros… Lo mío es el ocio, no el negocio. Una novela es una obra de arte, no una mercancía. Siempre he buscado ser más libre, cada vez más libre, como escritor y como persona, no atarse a nada. No me gustaría publicar por publicar, por estirar la cuerda. Por el contrario, siempre he pensado que alguna vez voy a dejar de publicar.

-Has dicho que escribes cosas que jamás publicarías. ¿Queda algo del poeta romántico en el Zambra actual?
-Casi todo lo que escribo es privado, la verdad. La porción que muestro es muy poca. Y escribo poesía, también, todo el tiempo.

-Mientras más se escribe más uno descubre qué tipo de escritor es. Una de las cualidades de tus libros es la de parecer artificios naturales. ¿Tú eres un escritor autoconsciente/racional o más bien espiritual/intuitivo?
-Una mezcla de ambos, yo pienso. El momento de la escritura es para mí una disolución. Tengo ideas, tengo intenciones, pero al escribir las voy perdiendo, las voy traspasando. A veces, al escribir, hay un momento en que realmente no sabes lo que haces. Suena a trance y en cierto modo es eso. Me encanta ese momento, esa locura al escribir. Por eso los libros nunca me salen parecidos a como los pienso.

-Viajas naturalmente entre los géneros; de la poesía a la novela, ensayo, y ahora al cuento. ¿Cómo ha sido escribir un libro de cuentos? ¿Hay una sensación nueva detrás?
-Mi sensación siempre ha sido la de estar escribiendo libros. He querido indagar en algunas atmósferas, en algunas imágenes y encrucijadas, y quiero seguir haciéndolo. Eso es lo decisivo. Bonsái era muy corta pero yo sabía que era un libro, que no podía publicarse junto a otros textos. Y con estos cuentos de pronto tuve esa sensación, más gradualmente. Al principio eran 12 libros distintos, pero de a poco se fueron pareciendo o fui descubriendo que se parecían. Es un libro que me tiene muy contento, aunque estoy en la fase maniática de corregirlos.

-A estas alturas, me imagino que ya sabes cuál es tu método de trabajo. ¿Qué tan disciplinado eres?
-No, yo creo que las disciplinas van cambiando. Soy muy hiperkinético, estoy lleno de cábalas y ritos. Pero van cambiando. Maniático, sí. Lo que hago todos los días es bocetear, anotar cosas en un diario, soltar la mano.

-Me decías que te gusta leer tus textos entre amigos, pasárselos a personas. Uno creería que Zambra no es inseguro. ¿Lo eres? ¿O es necesidad de diálogo simplemente?
-Estoy absolutamente seguro de ser inseguro. Y te juro que el juego de palabras no ha sido voluntario. En cuanto a los interlocutores, me crié así. No creo que haya mejor taller literario que juntarse con los amigos a leer los manuscritos al ritmo de los cigarros y las cervezas.

-En Chile se conoce poco el mundo literario por dentro. Están ocurriendo instancias interesantes de diálogo entre los escritores latinoamericanos de tu generación. Tu nombre suele asociarse a otros autores de la región como Alvaro Enrigue, Guadalupe Nettel, Valeria Luiselli o Daniel Alarcón. ¿Qué los une a nivel humano o de sensibilidad literaria?
-Bueno, me gustan las comunidades que se forman en torno a la literatura. Tienen mala fama, porque es cierto que los escritores pelean mucho entre sí, pero yo he encontrado sobre todo buenos amigos, interlocutores, gente a la que quiero y cuyo trabajo valoro. Me gusta ese mundo que va mucho más allá de lo inmediato, del pragmatismo.

2. La Reina, no Barcelona

Le gusta vivir en casas porque le gusta tener animales. En su barrio tiene picadas donde lo saludan, y otras donde jamás ha ido. “A usted yo lo ubico”, le dice una mesera cuando nos sentamos en una pizzería de Príncipe de Gales. Él niega en redondo con la cabeza. Después le dice, riendo, con un humor muy suyo, “soy Jaime Coloma, tal vez me vio en Rojo”. Muchos pensarían que el lugar de “un escritor latinoamericano Anagrama” debería estar muy lejos de La Reina, en Barcelona o en Nueva York. Y sin embargo, Zambra no tiene intenciones de moverse.

“A pesar de los viajes soy bastante claustrofílico, me gusta estar en casa. Me costaría vivir en otros países, la verdad. He pasado temporadas lejos, pero nunca me he propuesto radicarme en otro sitio. Barcelona me gusta, la ciudad es hermosa, ahí está mi editor y tengo algunos amigos, pero me gusta también construir o cultivar una cierta distancia protectora, y me importa estar acá, me interesa profundamente lo que pasa en mi país. Cuando hago viajes muy largos extraño muchísimo Chile”.

-¿Qué es lo que echas de menos?
-A las personas que quiero. Y nuestra forma de hablar, nuestro ruido, nuestro silencio. Nada en especial, y todo.

-Decías que te interesa mucho el momento histórico que está viviendo Chile. ¿Crees que el escritor puede y/o debe tener un rol público hoy día?
-No creo que los escritores estén obligados a tener un rol público, pero a mí me interesa participar, siempre me ha interesado. Me gusta lo que está pasando, la manera en que los jóvenes han remecido a la sociedad chilena, han cambiado la agenda. La posibilidad de que el Congreso se renueve verdaderamente, con gente como Giorgio Jackson o Camila Vallejo, me parece maravillosa.

-¿Votarías por alguno de ellos?
-Hace unos días me cambié de circunscripción electoral para poder votar por Giorgio Jackson.

-Lo mejor de la reseña de Formas de volver a casa en el NY Times era que hablaba sobre el libro en sí, sin paternalismos “primermundistas”, de literatura a secas, pero no siempre es así. ¿Te molesta la lectura extra-literaria que a veces se hace de la literatura latinoamericana en Europa o Estados Unidos?
-No me sorprende. Hay quienes leen literatura a secas, como tú dices, y quienes leen “literatura latinoamericana”, como si ésta fuera un género específico que trata obligatoriamente sobre dictaduras, pobreza y narcotráfico. Me parece que esa expectativa banaliza lo que dice respetar, y también es cierto que varios escritores se han hecho famosos victimizándose. Son temas delicados, y no siempre los lectores y los autores están a la altura. Lo que no entiendo es la obligatoriedad. Pienso que en literatura no hay temas obligatorios ni vedados.

-¿Hay algo sobre lo cual no hayas escrito aún y sospechas que tarde o temprano terminarás escribiendo?
-Ah, muchas cosas. He escrito muy poco, además. Tengo muchas ganas de seguir en la novela que estoy escribiendo. No se parece a nada que yo haya hecho. Se llama Instituto Nacional.



 

 


 

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