Hoy 28 de diciembre de 2025 a los 91 años ha fallecido Brigitte Bardot. Icono indiscutible de la libertad sensual y la rebeldía. Ella anticipó como reflejó en su actuar y decir, y siempre con dignidad y mucha valentía, la revolución sexual y el feminismo de los setenta en un tiempo en que la mujer aún estaba encadenada a roles domésticos y a una moral sexual asfixiante que lo reprimía todo. Fue siempre una mujer que, sin teoría, vivía ya la autonomía y libertad que muchas solo soñaban.
Dejó el cine para abrazar la causa animal con la misma pasión con que vivió, ganando la gratitud eterna de todos los que amamos a los animales.
Simone de Beauvoir, que la admiró siempre, y que dijo que esperaba que "madurara, pero no cambiara", escribió en 1959 un ensayo memorable a la joven actriz de entonces “Brigitte Bardot y el síndrome Lolita”, del cual publico un extracto, pero invitando a leerlo completo descargando el libro gratuito de Beauvoir que acompaño al texto...

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Ella rechaza no sólo la hipocresía y las reprimendas, sino también la prudencia, el cálculo y la premeditación de cualquier tipo. Para ella, el futuro sigue siendo uno de esos inventos para adultos en los que no tiene confianza. “Vivo como si fuera a morir en cualquier momento”, dice Juliette. Y Brigitte nos confiesa: “Cada vez que estoy enamorada, creo que es para siempre”. Morar en la eternidad es otra forma de rechazar el tiempo. Ella profesa gran admiración por James Dean. Encontramos en ella, en una forma más suave, ciertos rasgos que alcanzan, en su caso, una intensidad trágica: la fiebre de la vida, la pasión por lo absoluto, el sentido de la inminencia de la muerte. Ella también encarna, más modestamente que él, pero con bastante claridad, el credo de que ciertos jóvenes de nuestro tiempo se oponen a los valores seguros, a las esperanzas vanas y a la fastidiosa restricción.
Es por eso por lo que una retaguardia vasta y de mentalidad tradicional declara que “Brigitte Bardot brota y expresa la inmoralidad de una época”. Las mujeres decentes o no deseadas podían sentirse tranquilas cuando se veían confrontadas con Circes clásicos que debían su poder a oscuros secretos. Eran criaturas coquetas y calculadoras, depravadas y reprobadas, y poseían una fuerza maligna. Desde lo más alto de su virtud, la prometida, la esposa, la amante de gran corazón y la madre despótica condenaron enérgicamente a estas brujas. Pero si el Mal adquiere los colores de la inocencia, están furiosas. No hay nada de la “mala mujer” sobre Brigitte Bardot. La franqueza y la bondad se pueden leer en su rostro. Ella es más como un pequinés que un gato. Ella no es depravada ni venal. En En cas de malheur, ella se ata la falda y le propone un trato cruel a Gabin. Pero hay un tipo de candor desarmante en su cinismo. Ella es floreciente y saludable, silenciosamente sensual. Es imposible ver en ella el toque de Satanás, y por esa razón parece más diabólica para las mujeres que se sienten humilladas y amenazadas por su belleza.
Todos los hombres se sienten atraídos por la seducción de Brigitte Bardot, pero eso no significa que estén amablemente dispuestos hacia ella. La mayoría de los franceses afirman que las mujeres pierden su atractivo sexual si renuncian a sus artificios. Según ellos, una mujer con pantalones enfría el deseo. Brigitte les demuestra lo contrario, y no están en absoluto agradecidos con ella, porque no están dispuestos a renunciar a su papel de amo y señor. El vampiro no fue un desafío para ellos en este sentido. La atracción que ejerció fue la de una cosa pasiva. Se precipitaron a sabiendas en la trampa mágica; fueron a su perdición como uno se arroja por la borda. La libertad y la plena conciencia siguieron siendo su derecho y privilegio. Cuando Marlene mostró sus muslos cubiertos de seda mientras cantaba con su voz ronca y miraba a su alrededor con ojos sensuales, estaba organizando una ceremonia, estaba lanzando un hechizo. Brigitte Bardot no lanza hechizos; ella está en camino. Su carne no tiene la abundancia que, en otros, simboliza la pasividad. Sus ropas no son fetiches y, cuando se desnuda, no está desvelando un misterio. Ella muestra su cuerpo, ni más ni menos, y ese cuerpo rara vez se instala en un estado de inmovilidad. Ella camina, baila, se mueve. Su erotismo no es mágico, sino agresivo. En el juego del amor, ella es tan cazadora como presa. El hombre es un objeto para ella, así como ella lo es para él. Y eso es precisamente lo que hiere el orgullo masculino.


