Madres que caen en el desmadre: «Estampida», de Bernardita Bravo Editorial Cuneta, 2018, 77 páginas. Por Antonio Díaz Oliva Publicado en La Tercera, 20 de diciembre de 2019
Dos mujeres limpian un baño en un centro comercial. Es un trabajo de turnos largos y mal pagados. De esos trabajos que establecen relaciones de poder cotidianas en las que uno escasamente repara. "Que tus manos limpien sin dar paso al asco y al cansancio", dice Julia, una de las protagonistas de este relato. "Pon tu mente en otro lado".
Dice Bernardita Bravo que este, su cuento favorito de la colección, le gusta porque hace visible algo que casi siempre pasa desapercibido: "que hay otra mujer que limpia los restos que yo, como mujer, dejo en un baño público". No solo eso dice: las protagonistas del relato, asegura, "tienen una relación cercana por compartir este día a día sofocante que las obliga a encontrar pequeñas fugas, y al mismo tiempo, una relación frágil que de un minuto a otro puede desaparecer".
Estampida es el libro que tiene a Bernardita Bravo como finalista en el Premio Municipal de Literatura 2019 junto con Fanfiction de Daniel Hidalgo y Yo soy un pájaro ahora de Vladimir Rivera. Son nueve relatos repartidos en 77 páginas que, como dice la escritora Juana Inés Casas, atrapan "con una fuerza arrasadora, con la misma potencia que tienen las mujeres que pueblan sus páginas, una potencia que es la del deseo y los cuerpos, la de las mujeres que defienden una soberanía maldita y cuestionada".
Nacida en Santiago en 1980, y licenciada en Literatura y Estética, y Máster en Literatura en Madrid, esto es lo que Bernardita Bravo dice cuando se le pide que se presente: "Creo que me es difícil responder porque estoy conociendo otras versiones de mí misma en este momento". Y luego agrega: "Soy mujer, eso engloba una multiplicidad de seres."
Los cuentos de Estampida provienen de distintas épocas de la vida de la autora: asegura Bernardita Bravo que varios de ellos, de hecho, llevaban años guardados y fueron escritos en talleres, en viajes o simplemente en el tiempo que pasaba a solas; un tiempo, dice, "donde la escritura no siempre ocurre en el escenario idílico del cuarto propio, sino entre medio de la vida doméstica, la crianza, el trabajo".
—¿Y por qué el título?, ¿qué te gusta o suena bien de esa palabra: estampida? —El título se le ocurrió a Galo Ghigliotto el 2014, cuando asistí a un taller con él y leí unos textos donde se repetía la presencia de animales, entonces me sugirió que debería pensar en un libro con ese nombre y ahí quedó la palabra, dando vueltas... El cuento "Estampida" vino como un año y medio después, y nació como si fuera una pulsión psíquica ajena y propia a la vez. Recuerdo exactamente dónde estaba al escribirlo y salió de un tirón, incluso escribí el final antes y luego seguí escribiendo "el medio". De la palabra "estampida" me gusta la idea de huir decidida y salvajemente de algo. Tiene que ver un poco con el animal nervioso que llevo dentro, ansioso de libertad.
—Uno de los temas que circula tu libro (y que mucha gente ha mencionado) es algo que podría ser resumido como 'madres que no quieren ser madres', ¿no? —La madre que cae en el desmadre está presente en varios de los relatos. Me interesa como figura que por excelencia está impelida a proteger y muchas veces no puede, no quiere, no debe, y que se le juzga constantemente a diario de mil formas privadas y públicas. Pero más allá de ella, lo que abordan los cuentos es el ejercicio del cuidado que mantenemos unos con otros. Un cuidado sujeto a la demolición, sujeto a extremos, a deseos y rechazos que me interesan especialmente para desmantelar el ideal de los lazos puros y desprovistos de miserias y perversión. Por eso además de mujeres que son madres, hay otras que no lo son, viejos enfermos, hermanas, hombres abusadores, mujeres brutales pero lúcidas. Igual si lo piensas, la madre puede contener a todos esos seres en su ejercicio.
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"Estuve en un pueblo donde las mujeres decidieron partir. Aclaración: no todas las mujeres, sólo aquellas que habían sido madres; las que tenían hijos pequeños y no tan pequeños, las que ya sabían lo que era dormir poco pero sobre todo lo que era estaradisposición", cuenta la narradora del relato "Estampida", aquel que da título a la colección y que gira en torno a la maternidad, en parte, porque el libro de alguna forma nació cuando la autora estaba con posnatal. O en "ese estado de demanda materna, donde en mi caso necesitaba un cable afuera, me impulsó a juntar y enviar varios textos", dice. Fue entonces cuando vio una convocatoria que Editorial Cuneta abrió por redes sociales el año 2017 para escritoras. "Y después de que fui seleccionada, vino un trabajo de un año para trabajar mejor los cuentos tanto a solas como con el editor; en esa etapa fue importante dejar que los relatos respiraran, retomarlos después de varias semanas, despojarlos de la ansiedad para que el texto te revele lo que necesita cambiar, sacar, incluir. La escritura sigue ocurriendo dentro nuestro aun cuando no estemos escribiendo".
Dice Bernardita Bravo que su manera de escribir no responde a estructuras muy rigurosas. Que aparecen imágenes, ideas, una necesidad imperiosa de decir, y sobre eso trabaja una estética y una historia que casi siempre en un principio fluye bastante torrencialmente. Y que el trabajo arduo de dar sentido, tensión y coherencia es posterior.
"Lo que escribo viene de temas que me interesan ya sea porque me incomodan, me preocupan y creo que la literatura debería en algún punto incomodar, remover la víscera y el pensamiento, si no para qué", dice.
—¿Te interesa que tu literatura tenga mensaje? —No sé si llamarle mensaje propiamente tal, que puede confundirse con moraleja. Creo que la literatura debe decir algo que nos haga cuestionar los sistemas, que problematice ciertos fondos y formas, que ilumine zonas oscuras para mostrar esa oscuridad. Me gusta pensar en la idea de que al mismo tiempo que cuento algo, estoy diciendo algo sobre eso que cuento, y también otra cosa.
Hoy Bernardita Bravo coordina las bibliotecas escolares de una red de colegios. El proyecto, dice, se centra en la literatura "por gusto", cosa que a ella y a su grupo de trabajo le interesa reforzar en de un ámbito más que nada académico. "Nutrimos las bibliotecas de una colección variada, donde ocurren sesiones de lectura, actividades culturales, vínculos con el medio", cuenta. Y sigue: "Lo que esperamos es que en un sistema donde prima la nota, se produzcan también espacios de goce y aprendizaje, donde niñas y niños puedan hallar por sí mismos y con una buena mediación, sus intereses y sus propias formas de expresión que, creo, son cruciales".
—¿Qué te gusta de la literatura local? —Me gusta que, junto a las grandes editoriales y las editoriales independientes, exista también gente que acude a otras formas: publicaciones artesanales, comunitarias, la oralidad, etc. Creo que hay que validar esas formas de expresión que en muchos casos son también buena literatura y no por que no estén ocurriendo en los espacios formales y mercantilizados, o no salgan en el diario, dejan de tener valor. Quizás un ejemplo contingente de ello es lo que está pasando ahora en las calles.
—¿Qué no te gusta de la literatura local? —Como todos los medios pequeños, tanto amiguismo y sus adulaciones un poco vacías. Hay gente muy talentosa que deberíamos conocer y leer, en cambio a veces, no siempre, los que más vemos no son precisamente los mejores.
—Y qué viene ahora: ¿novela?, ¿segundo libro de cuentos?, ¿otra cosa? —Tengo guardado un libro de poesía que me gustaría desempolvar, y en proceso un proyecto de novela que me imagino como novela, pero que no sé en qué derive, estoy escribiendo, pero también leyendo, escuchando, investigando…
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Editorial Cuneta, 2018, 77 páginas.
Por Antonio Díaz Oliva.
Publicado en La Tercera, 20 de diciembre de 2019