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Bernardita Bravo Pelizzola | Autores |


 

 








Bernardita Bravo, escritora chilena:
“Nuestra cultura ha hecho parecer natural cuestiones que no lo son, como el deseo de tener hijos”

"No reinas", Alfaguara, 2022, 152 páginas

Por Pablo Retamal N.
Publicado en La Tercera, 6 de diciembre de 2022


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La escritora nacional acaba de presentar su novela, publicada por Alfaguara, en la que se interna en los recovecos de una maternidad conflictuada. Cuenta la historia de una madre que decide matar a su pequeño. Sobre las implicancias de esta narración, y el hecho de pasar de ser cuentista a novelista se refirió en charla con Culto.


Fue en la tina. Una mujer ahoga a su pequeño hijo de tres años. El chico muere. Luego, la madre asesina envuelve el pequeño cadáver en una toalla limpia que se robó del motel donde trabaja, haciendo la limpieza. ¿Qué razones la llevaron a ello? La precariedad, primero, luego otras razones que se van desprendiendo a lo largo de la narración.

Ese es el hilo que mueve a la novela  No Reinas, de la escritora nacional Bernardita Bravo Pelizzola y que acaba de publicar vía Alfaguara. Como suele ocurrir en el mundo literario, la idea, cuenta, se basó en una historia real que conoció. “Hace unos años una mujer en el edificio donde yo vivía mató a su hijo. Ese hecho real, de una cercanía relativamente mayor que la de una noticia en la tele o en los diarios, instaló esa inquietud donde aquello que consterna también atrae. Intenté ponerme en ese lugar desafiante, y a partir de ese hecho central se desprendieron ideas como la de los prejuicios, lo inescrutable, la muerte”, comenta a Culto.

Ganadora del Premio Municipal de Literatura de Santiago 2019 por su anterior libro (el volumen de cuentos,  Estampida), Bravo comenta que escribió esta novela “sin prisa y sin pausa”. De alguna forma, se ancla en una incipiente tendencia en la literatura a mostrar maternidades poco tradicionales. Lejos de la imagen de familia feliz, Bravo nos muestra a una mujer que nunca estuvo preparada para ser madre.

“Nuestra cultura ha hecho parecer natural cuestiones que no lo son. Como el deseo de tener hijos, por ejemplo. Bien por aquellas que decidimos ser madres y bien por aquellas que decidieron no serlo. Entremedio de esas dos posibilidades hay varias, y una está en no quererlo y ser igual. Ahí se produce una fractura innegable que tiene consecuencias muy sutiles e imperceptibles y otras concretas y visibles como la de un asesinato, cosa que ocurre de manera más habitual de lo que creemos. Esto se cruza con la idea de que hacemos poco lo que realmente deseamos hacer. Y por ahí va mi interés, explorar aquellas zonas donde ese engranaje se traba, se libera, se reprime”.

—Hay libros que han tocado el tema de maternidades conflictuadas, como  Los abismos,  de Pilar Quintana; o  La hija oscura,  de Elena Ferrante. ¿Qué le parece que el tema del discurso tradicional de maternidad la literatura lo esté al menos repensando?
Hay textos narrativos, teóricos y poéticos, que ya tienen décadas o son clásicos, que abordan la maternidad para sacarla del lugar fijo de la pureza y la abnegación. Lo que creo que ocurre ahora es que existe mayor validación y por lo tanto se visibiliza más. No es necesario escribir con pseudónimo para decir lo que tengamos que decir sobre las mujeres y lo que pasa por sus venas.

—En general, ¿qué tipo de maternidad le interesa mostrar?
Me atrae mostrar los matices de las relaciones, depositarias de ternura, atención y cuidado, pero también de violencia y tormentos. Esas contradicciones que conviven sin anularse.

—¿Le interesa de alguna manera repensar los cánones de las otras familias?
La cita de Tolstoi calza bien aquí, las familias felices se parecen y las infelices lo son a su manera. Hay más riqueza en lo segundo, obviamente, sin dejar afuera los momentos de dicha en esa revuelta familiar. Creo que en general desarmar cualquier canon es interesante, así como rescatar sus bondades.

—Esta mujer trabajaba de limpieza en moteles, luego aparece en la cárcel. ¿De alguna manera le gusta situar a sus personajes en lo marginal?
Me interesan ciertos trabajos que ponen en evidencia la precaria relación entre lo que el ser humano es y lo que hace. Cómo el cuerpo y la mente deben moldearse a la rutina laboral y muchas veces son consumidos por esa rutina. En ese contexto, las relaciones humanas que se dan en los trabajos están sujetas a afectos y también a miserias, envidias, tensiones. En cuanto a la cárcel, lo que quise fue mostrar las relaciones de poder que se establecen entre mujeres. La estructura patriarcal, sabemos, no solo se trata del binomio hombre versus mujer o disidencias. Me interesó abordar la crudeza y también el afecto entre mujeres, en este caso bajo un contexto enjuiciador y sofocante. La protagonista, tanto en su trabajo como en la cárcel se enfrenta a la interacción cotidiana con mujeres como ella y distintas a ella: esos lazos pueden ser muy cómplices pero también muy despiadados.

—¿Considera que hay una vinculación de la temática de su novela con los feminismos?, ¿cuánto le influyó?
No me interesa el panfleto y por otro lado, soy una lectora poco disciplinada sobre teoría feminista. Vengo leyendo desde mi época universitaria y tengo un interés claro por cuestionar y defender algunas posturas, pero tengo muchísimos textos pendientes. Sí puedo afirmar que desde mi experiencia vital, que también incluye la experiencia vital de otras personas, se erigen ciertas convicciones, algunas implantadas desde pequeña y que luego les he dado cuerpo y fuerza, que sí determinan la aproximación que tengo al escribir.

—En No reinas aparece un niño que al mismo tiempo es algo parecido a una bestia, ¿es de algún modo un guiño al realismo mágico?
Para mí, es una especie de metáfora de cómo concebimos la infancia desde una mirada adulta, que es, sabemos, una mirada ya domesticada. El niño es libre en muchos aspectos, es literal e impúdico. Lentamente nos volvemos más opacos, lo que también es fascinante. Los “aparecidos” en la novela juegan un poco con eso indómito frente al deber ser, con eso descalzo que tenemos todos mientras calzamos distintas prendas para movernos aquí y allá. Nos contenemos y nos entregamos en este juego de ser adultos acarreando nuestra infancia.


De cuentista a novelista

—Enrique Lihn decía que la literatura es un proceso colectivo. ¿Pasó esta novela por los comentarios de otras personas?, ¿la trabajó en algún taller literario?
Si bien el momento mismo de la escritura es un acto solitario que requiere total sumersión (estás volcada al lápiz o al tecleo, literalmente) es cierto que si no fuera por ese flujo de información de todo tipo, la creatividad difícilmente se desplegaría tal y como la conocemos. Hay que vivir y nutrirse de lo otro y de otros para crear. En el caso de esta novela, fue un proceso más bien solitario, con entregas precisas a medida que había bastante avance. Fue una elección consciente y tiene que ver con aspectos de mi personalidad en relación a lo que se cuenta en No reinas.

—¿Algunas lecturas que la hayan ayudado durante el proceso de escritura?
Generalmente los ensayos me resultan inspiradores. Por mencionar un par,  Hacer las paces con el animal, de Dominique Lestel y  La bestia en la guardería, de Adam Phillips son lecturas alucinantes. Pero la verdad es que generalmente leo cosas que no tienen directa relación con lo que estoy escribiendo e igual subrayo fragmentos que para mí tienen un nexo.

—¿Considera que su libro de cuentos anterior, Estampida, está de alguna manera emparentado con No reinas?
Ciertas temáticas se repiten, pero también surgen otros sentidos y otras formas. Al menos para mí la experiencia fue distinta y si bien dialogan, también cada uno va por cauces propios. Creo que los lectores pueden establecer mejor esta relación dialógica y distante. Es probable que la obra de los autores tenga un ritmo subyacente que reúne todas sus obras, pero los desvíos también las conforman como únicas.

—Usted pasó de escribir cuentos a una novela. ¿Cómo vive el proceso de uno y otro formato?, ¿en qué se parecen y diferencian?
Para mí, el cuento es algo medio torrencial, una fuerza impetuosa que luego ordenas agregando, sacando, corrigiendo. La novela quizás se asemeja más al agua vista en un mapa geográfico: está el océano, el mar, los ríos, los lagos, y así hasta ese hilito de agua que no se ve pero que también está. Y de cierta manera hay que respetarlas a todas y saber que provienen de una mayor. En todo caso,  No reinas  es de capítulos cortos y es una novela corta. Creo que hay mucho de cuento en ella.

—¿Se siente más cómoda en el cuento o en la novela?
Soy una aprendiz en ambos y tengo en proceso otro libro de cuentos y otra novela, por lo que estoy en un trayecto donde sigo explorando, a mi ritmo, que es bastante lento. Ese tiempo propio es el que me resulta cómodo y donde me siento libre.

—Pasó de una editorial independiente, como Cuneta, a una más grande, como Alfaguara. ¿Qué espera de este paso?
Tengo pocas expectativas frente a las cosas en general, porque una tiene muy poco control sobre lo que pasa cuando el libro ya está afuera. A la vez, me siento segura frente a mis deseos y eso abre posibilidades. En los dos casos fui afortunada de poder publicar y creo que ambas tienen sus ventajas. Y moverse es muy ventajoso también, nada permanece inmóvil, es bueno explorar distintos lugares y estar abierta a las posibilidades que entrega la vida.

 

 

 


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“Nuestra cultura ha hecho parecer natural cuestiones que no lo son, como el deseo de tener hijos”
"No reinas", Alfaguara, 2022, 152 páginas
Por Pablo Retamal N.
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