“Arco
de interrogaciones” de Bernardo Colipán
Permaneciendo de pie en esta vida
por José
Ignacio Silva A.
www.plagio.cl
Dentro de ese equívoco canon de medidas de buena conducta
que se da en llamar lo “políticamente correcto” se encuentra
aquella dedicada hacia nuestros pueblos originarios. Nada puede ser
peor visto hoy que aportillar a quienes pertenecen a pueblos nativos.
Se pecaría de algo casi imperdonable
en nuestra sociedad. Es un faux pas del cual es muy poco probable
redimirse.
Si bien esta medida puede hacerse extensiva a la literatura (ya se
hizo extensiva a la política, como buena medida para ganar
prosélitos), la realidad nos muestra que no es así.
Sin embargo, en este caso debería hablarse de lo “poéticamente
correcto”, pues las cuestiones de raza no tienen ningún tipo
de influencia cuando lo que se intenta es descubrir la buena poesía.
Los poetas mapuches se han tenido que dar a conocer por sus propios
medios y en su propia tierra. Son ellos los que generan sus propios
espacios de expresión, y con particular fuerza y cohesión;
no son pocas las antologías poéticas sureñas
que se editan en diversas ciudades más allá de la Frontera.
Da la impresión de que generan una suerte de hermandad. Por
lo menos han logrado introducir ciertos cambios, como por ejemplo
el haber despertado a algunas letras medio dormidas de nuestro alfabeto,
como la “w” y la “k”.
Con todo, dentro de los cánones de la poesía chilena
actual, esta hermandad ha tenido pocos poetas reconocidos. Pruebas
al canto, en la famosa y requetemanoseada antología “Cantares”
de Raúl Zurita, solamente un poeta “autóctono” fue consignado
en la dispar selección, es el caso de Juan Paulo Wirimilla.
Otros más célebres como Elicura Chihuailaf o Jaime Luis
Heunún (que sí fue consignado en el número 9
de esta revista) brillan por su lamentable ausencia.
Un compañero de andanzas del autor de “Puerto Trakl” es Bernardo
Colipán (Rahue, 1966, aunque LOM lo haya hecho nacer un
año más tarde en la solapa del libro), una de las voces
más potentes de la poesía mapuche –huilliche, en estricto
rigor-, actual. “Arco de interrogaciones” (LOM, 2005) es una
de las primeras aventuras editoriales que este profesor, antólogo
y poeta emprende en solitario. Antes ya había publicado “Pulotre,
Testimonios de vida de una comunidad huilliche. 1900-1950” (Editorial
Universidad de Santiago, 1999). Al revisar las páginas de “Arco
de interrogaciones” surgen inmediatamente algunos rasgos bien
poco disimulados en estos versos.
La ligazón con Jorge Teillier es evidente. Esto resalta especialmente
en poemas como “Para todos tiene el silencio un gesto”, notoriamente
tributario de los poemas “Sentado frente al fuego” (del libro “Para
Ángeles y Gorriones”, 1956) y “En la secreta casa de la
noche” (del libro “Poemas del País de Nunca Jamás",
1963). O bien en el poema de Colipán “Difícil como el
de Sechuán es el camino a Panguimapu” (la palabra Sechuán
aparece tildada en el título, pero no en el texto del poema.
Inexplicable), donde “el hermano muerto” campea casi igualito a como
lo hace en “Un desconocido silba en el bosque”. No es que digamos
que Colipán le copia a Teillier, para nada. Lo que sucede es
que el poeta huilliche de Rahue ha heredado los mismos pinceles, las
mismas brochas y pinceles que los que utilizó magistralmente
el poeta lautarino. Su técnica aún evoca una presencia
grande del maestro, evoca el estado en que aún el pupilo no
ha podido superar al maestro, evoca un parricidio literario que seguramente
ha de venir.
Ahora, esta afiliación a Teillier trae sus ventajas. Colipán
evoca en sus poemas la nostalgia que evoca el autor de “Muertes
y maravillas”, crea ese mismo ambiente, con lluvia, cerezos, mapuches,
retenes de carabineros, simpleza campestre. Bernardo Colipán
maneja esos mismos elementos, la imagen campesina, húmeda,
familiar (no quiero llegar a usar la palabreja “lárica”). Teillier
y Colipán han crecido en mundos similares (no creo que difieran
mucho entre sí, Rahue y Lautaro), estas cosmogonías
los han forjado a ambos, y en ambos han dejado profundas huellas,
tanto así que han dominado su palabra poética. Al menos
así fue en Teillier, en Colipán esto se verá
con el tiempo, pero todo indica que seguirá en esa senda.
Colipán pone en evidencia todos sus orígenes. Es una
apuesta arriesgada, saca a la luz todo su mundo, lo expone a que gentes
de cualquier especie emitan cualquier tipo de comentarios sobre él
(tal como está sucediendo en estas líneas). Con todo,
el autor entrega momentos felices en su texto, versos acertados, cargados
de la profunda –y no siempre armónica- amalgama entre el mundo
indígena y el hombre blanco que llega a interrumpirlo todo.
De ese sincretismo Colipán (y la mayoría de nuestros
poetas autóctonos) es heredero, condición que ha sido
convertida acertadamente en verso. En ese sentido, la apuesta de Colipán
queda bien dibujada en sus propias palabras, en “El áspero
sueño del cronista”:
Aunque estas palabras
no tengan ningún sentido
ni oculten alguna clave de lectura
o refieran solamente a sí mismas
o aunque simplemente
yo las callase, las escribo
suponiendo que sin ellas
habría sido imposible
permanecer
de pie en esta vida
Elocuentemente Colipán nos dice en su poesía, de qué
va su poesía, una poesía que remite a la historia, a
las tradiciones, a las creencias, mediante imágenes que están
cargadas del entusiasmo, de la emoción. Pinceladas precisas,
imágenes marinadas en añoranza, en vida que es una estación
de espera de lo venidero: "En casa de Isidora Marimán
sorprendimos a Dios/ llorando dentro de una semilla”, “la muerte es
un accidente, lo demás no tiene importancia”, “El silencio,/
tu sabes/ es un rostro semejante a un espejo olvidado.”. Es todo
esto, y, por momentos la justa mixtura del mundo ajeno a todo esta
cultura, mundo donde pueden penetrar los personal estéreo,
CD’s, la Coca-Cola, Leo Dan y Michael Jackson.
Algo que habría sido deseable en este libro es la inclusión
de un glosario, o al menos alguna nota a pie de página (las
que hay son insuficientes), pues bastantes son las palabras propias
del idioma mapuche que se usan en el libro, pero de las cuales los
winkas no tenemos mayor noción. Discriminación al revés,
quizás.
Bernardo Colipán ha dado un buen paso con este libro. Un paso
seguro para darse a conocer en el universo poético que aún
no le da el reconocimiento que merece. En ediciones futuras veremos
qué pasos –o qué nuevas interrogaciones-, sigue dando
Colipán, pasos que hasta ahora lo han sindicado como una de
las voces representativas (en el sentido extenso de la palabra) de
la cultura huilliche y su poesía.