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Bárbara Délano.
Textos de un manuscrito sin nombre.

Publicado en "
Antología de la nueva poesía femenina chilena" de Juan Villegas Morales
Editorial La Noria, 1985



.. .. .. .. ..

TIEMPOS DE REPLIEGUE

El estadio está vacío
y sin embargo
hemos permanecido desde hace muchos años
Aquí frente a este partido que nos fue postergado

(¿recuerdas? estábamos en una ronda gigante
un carrusel indetenible
cantando
empezando a decirnos adiós)

Las líneas están trazadas a media cancha
a pesar
desde mucho tiempo el estadio está vacío
Aquí
donde no hay árbitro porque
murieron los jugadores cansados sudando
un tiempo ya perdido
Aquí
Donde sólo se escucha el ruido de un reloj
reflejado en un espejo

¿recuerdas cuando cantábamos?:
... "Ana se irá. Y no volver nunca
y jamás retornar
y pasar
porque nunca habrá después
otro nombre para escribir con sangre
y galopar
galopar hasta jamás volver ... ")

El estadio está vacío aunque
desde el fondo
seguimos en silencio esperando las canciones
Aquí
Donde las voces son todavía un instrumento mudo

(recuerdas esas voces visionarias, intuiciones esperantes
que cantábamos:
"...Ana, algún día estaremos solos en la noche
sudando frío en el rincón del patio donde
caen fetos de gorriones después de las lluvias
y nos querremos decir palabras
y querremos recomenzar
y será tarde. Ana,
olvidar es morir ... ")

El estadio está vacío y sin embargo
hemos permanecido obstinadamente
Aquí
donde esperamos el principio del partido
para siempre,
otra vez.
Olvidar efectivamente fue morir.

 

 

FOTOGRAFIA I

Aquí el bufón no ríe
observa:
La madre abre los placeres
que oculta en su pubis.
Fragante resaca que tira y retira.
Contracciones para un hijo que huirá.

Absorto,
el adolescente tiene sus primeros
sueños eróticos.

Aquí
en el paraje
está el Rey
deseando ocupar su territorio.

La princesa mayor espera
a lo largo de dos meses consecutivos
la llegada del hombre
que irá a la guerra por ella
citando versos de Homero.

El adolescente ha entrado ya
entre las piernas de la madre,
Contracción interminable
de una resaca que no tiene
olor a mar.

Aquí el bufón no ríe
calla
y hunde sus pies en agua tibia
con yerbas blancas y olorosas
para encontrar alivio.

Vacío el trono de la madre
porque ese es su destino:
abrirse hasta reencontrar su engendro.

Afuera
el resto de la familia
es un bajo continuo
sonando en el Brandenbrugués número 2.

El adolescente
grave,
minucioso se lo introduce:
el mundo adquiere una redondez inacabable
Perfecta ecuación al borde del abismo.

Aquí el bufón no ríe
pero tampoco se acongoja
Sabe que después de la larga paciencia
el hijo se voltea contra el cielo
y piensa en el futuro
y en la huída
Sabe que la madre se sobajea el sexo
con insistencia
y mira
monótona
perdidamente.

La luna equidista
precisa
en el sitio exacto donde convergen
todas las miradas de la familia.
Pero el bufón no mira la luna
el bufón apaga la luz de los pasillos
y se encamina al campanario.

El Rey
se sienta glorioso en el trono
mapa en mano
mientras suenan las campanadas
en el campanario de la capilla
donde el bufón piensa al fin
en la próxima comedia
y el resto de la familia
abajo

se retira a esperar

el próximo día.

 

 

FOTOGRAFIA II

Yo soy el hombre con cabeza de toro
y patas de toro.
Tengo los ojos amarillos
como todos los que estuvimos el día de los muertos.
Desde entonces duermo recostado
sobre las juncias.

Valeria
la mujer de la trenza larga
me cuida.
En su seno materno cabría todo un pueblo.

El día de los muertos no fue el primero de noviembre.

Valeria es bella como una estatua
marcada por el moho del tiempo,
Jamás se creyó bella
como las estatuas que no saben de sí mismas.

Estoy aquí
en este bosque
donde jamás nadie podrá hallarme
y donde no hay ni un solo espejo.
Cada mañana me llevan a una oficina
donde me hacen firmar cientos de papeles
que desconozco.

Valeria espera mi regreso
y me mira con sus ojos de estatua
que no son ojos sino huecos
abominables hacia la muerte.

Aquí nadie jamás podrá hallarme.

Aquí no hay ni un solo espejo.

 

 

FOTOGRAFIA III

Quédate allí
estática
con tu minifalda del año 1968.
El patio era frondoso entonces.
Hoy en cambio
comenzamos otra década
y ya hace mucho que pasó el año 1968
y esa especie de victoria
que se te veía en los ojos.
¿Ves al lado
a un costado del marco
esas bellas enredaderas?
Esas eran las enredaderas que
se extendían en el reino
a lo largo de todos los jardines.
Hoy en cambio el polvo cubrió las hojas
aunque esto parezca un lugar común
... y ese hombre que te acompañaba
el que está al lado de la ventana
¿lo vez?
¿puedes verlo?
Ese hombre también se ha ido
dejándonos el diafragma lleno de rabia
Hoy comenzamos otra década
han pasado muchos años desde 1968
y tienes los ojos más tristes
la minifalda pasó de moda
este daguerrotipo se ha puesto sepia
y mágicamente
al igual como apareció la imagen
se ha ido borrando el tiempo
hasta obturar el paso de la luz.

 

 

FOTOGRAFIA V

Este es el baile de los muertos.
El inmenso territorio yerto de la muerte.
Círculo salvaje donde esperamos el sacrificio.

Aquí estamos tú y yo.
Solos.
Mirando al vacío.

He dicho que estoy ciega,
Atrás el mar es un espejo de dioses
olor de patios abandonados.

El horror con que me miras no tiene límites.
Hoy ha llegado maldita la hora de la muerte
mártires y verdugos
héroes y patrañas
escollos de una civilización perdida
para enterrarte y desenterrarte del olvido.

Tu cuerpo flota como un río
donde pasó rápida la luz,
Tu cuerpo lleva mi estigma,
el signo en que perpetuó nuestra muerte.

El día
la tarde
la noche asustan.
Todo asusta en este rincón enfermo

donde se grabó para siempre
el desamparo del tiempo
(Cezanne mira tristemente desde
el otro lado del mundo).

Allí estas tú
magia estática que congeló los cuerpos.
Este es el baile de los muertos.

Aquí estamos tú y yo.
Solos.
Mirando al vacío.

 

 

MULTITUDES EN SANTIAGO

Sobre la desértica estepa
un rumor de multitudes se divisa:
son los antiguos corazones de los muertos
abriéndose y cerrándose;
resonancia en cardos floridos.

Quién dijo que en el desierto no crecerían las flores
al son de los yertos corazones.

Un valle
o un rumor de multitudes que se expande:
flora que resuena antiguo pulso
recuerdos abriéndose y cerrándose;
la certeza de todo
incluso la elegida muerte
los entierros cantados
los felices sepulcros.
Memorias, lloviznas, disparos.

Quién dijo que las flores no irían a la muerte.

Helecho sobre helecho
este rumor de multitudes que se abre:
eco o amplificado tictaqueo ese ruido
de yertos corazones resonando en estas voces
vegetales que se abren en felices cataratas,
florido paisaje.

Quién dijo que la muerte no moriría.

 

 

EL VIAJE

El fuego no prende pues
llueve y estamos desnudos.
En la orilla
un encaje de leños se balancea.

Hacia el abismo.
Sobre el monte nubes grises.

El rumor de la niebla que se expande.

(no veo nada ¿dónde estás?
¿dónde están los otros?
En el borde sobre la madera camino
con los brazos extendidos yo también
ando buscando un foso para morirme)

Apenas arden minuciosamente algunas
astillas sobre la tierra mojada.
Toda la extensión
es el último camino.

Hacia el fin.
Desde la tierra.

La niebla que nos cubre.

(no veo nada ¿dónde estás?
¿dónde están los otros? ¿los ves? ¿puedes verlos?
Hemos venido aquí para perdernos
para cansarnos de no ver bajo la lluvia
¡Déjame cargar este madero!
Yo también soy una cruz
buscando el sacrificio)

No hay fuego pues
llueve y estamos desnudos.
He aquí el paisaje
en toda su extensión.

Hacia lo largo y ancho de las cruces.
Sobre el abismo,

este inútil paseo de solitarios.

 

 

LOS VIAJANTES

Estamos tras la puerta
observando a los que se van de este baile
donde nos reímos de nosotros mismos.
Mañana, en una esquina que no quiere encontrarnos
volveremos a decirnos: He ahí el placer;
un foso abierto en cruces crueles,
una fila de muñecas rotas en el Porvenir.

Escuchamos el ruido de un reloj que retumba
en los espejos de un sueño que no logro recordar.
La memoria es un cadáver que se incendia
para siempre en la llanura,
un labio vaginal que palpita sobre la fina comisura
de la boca de un bosque de plateados diamantinos
(orfebrería de sabios al borde de las aguas infinitas
que esperan impacientes y no saben
que nunca volveremos a humedecer la trenza muerta
con que nos hemos engañado tanto).

Hoy apenas disponemos de una sutil abertura
para depositar las fotografías de nuestros héroes de infancia;
Este tiempo es un foso que siempre nos anda buscando,
una estaca que persigue su destino.
Estamos aquí despidiendo a los que se van
a la otra orilla de este viaje
el mañana es un fonógrafo perdido en una selva virgen,
una estepa que bien podría ser un mar

Por la ventanas abiertas para siempre
a las tumbas regresantes
huyen infinitos caballos perdidos de carruseles
y en los sueños que llevamos al abismo
nuevamente rebrotan los mirtos
que nos acompañaron siempre las silenciosas,
frías
e inconfundibles noches de Santiago.


 

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Textos de un manuscrito sin nombre.
Publicado en "Antología de la nueva poesía femenina chilena" de Juan Villegas Morales
Editorial La Noria, 1985