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LAS PLAYAS DE FUEGO

Bárbara Délano



.. . .. .. .. .

Los muertos no nos rehabilitarán
Tadeusz Rózewicz

 

He regresado para sentarme
como una vieja se sienta a la orilla de las lamentaciones
y hunde sus dientes contra una piedra
para no hablar
para no hablar ya más
y dejar que el mar susurre su voz de nieve ardiente
He vuelto a este rincón enfermo
donde me obligan a tragar una hostia mancillada
por las bocas que dijeron todas las mentiras

Entonces veo desfilar en el caleidoscopio del agua
las grandes y pequeñas traiciones
bajo el delirante sol de febrero

Allí están los que osaron aspirar eternidad
sin pedir permiso
comieron carne ajena e invadieron casas
donde alguien oraba en secreto
Luego se sentaron en la sala
pidiendo café y cigarillos

Y allí estamos nosotros

Insomnes mudos los rostros
sin orillas flotando sin destino
tratando de ver a Dios en la tierra de nadie

Porque todo lo que se pierde va a dar al mar
me tiendo en el borde
para oír a mis hermanos muertos
Puedo ver en la ciudad desierta
a mujeres que amontonan cachureos en los patios
pequeños objetos que se pudren

La trivialidad del poder atraviesa
civilizaciones de sangre
para luego ofrecer té y cuidar de los heridos

Puedo verte
danzando sin cabeza
desnudo sobre las olas llameantes
moviendo apenas los labios
los dedos apuntando hacia arriba
donde los pelícanos baten sus alas mudas

La ciudad . . . una botella soplada por un viento
. . . . . . . . . . . pútrido
. . . . . . . . . . . se hincha
Y a través. . . sólo veo muertes solapadas
por todas las mentiras dichas para robarnos a Dios
para hacer de nosotros buenos chicos chicas listas

Quieren ponernos las cosas difíciles te dije
considerando que las palabras ya no designan
objetos ni situaciones
sino relaciones lingüísticas
dejándonos sin frutos sin sombra
en este infame terruño de las representaciones
Bajo el aire salobre del puerto
el viento agitaba sus certidumbres contra mi rostro
Eramos jóvenes. . . . lo sé
tenía el cabello despeinado
y el mar de pronto fue una bóveda
encerrando todos los secretos todas las visiones
Entonces vi la puerta que daba al Jardín
donde mamá y yo mirábamos caer la nieve
sobre los duraznos desnudos mirábamos
caer la nieve sobre los duraznos desnudos

Porque no soy yo la que habla
me he tendido en la colina para que hable el mar

Desde aquí veo la extensión del agua
perderse en el horizonte
una gran lámina plateada y brillante
bajo el sol ardiente del verano

La palidez del agua es un muro invisible
entre los mundos donde habremos de perdernos
allí entregaremos la palabra de fuego
que nos arrojaron desde el traspatio de los crímenes
para ser otra vez tomados de las manos
y acariciados por el viento

Aquí he regresado
al pie de nosotros mismos a dejar mi ramo
Voy soplando copos de ceniza
que se esparcen en el Jardín quemado
el único paisaje de Klee
al final del caleidoscopio

Reconozco un zumbido de abejas
las patas de las arañas rozando suavemente la hierba
y sé que nos han abandonado a las puertas del sueño
para decirnos que no hay tregua

Aquí donde los damascos crecen maduros
para alimentar a las hormigas
año tras año la pulpa exige su tributo de sangre
y se relame en su sed inextinguible

Porque es fracaso la saciedad
esa traición de pequeños animales
sacando sus lenguas de fuego
para arañar la nieve las olas llameantes
que se levantan desde este mar estanco
donde todo lo que abandonamos ha ido a perderse
como se pierde en la tarde
un eco de campanas

Sin embargo
sé que otra vez
estaremos frente a ese Jardín
callados y felices
escuchando cómo cae la nieve sobre las ramas
de los hermosos árboles invernales

 

Junto al mar se extiende la ciudad
La noche se desprende como un susurro
Veo a los feriantes marchando a casa
después de pedir vino en la cantina
donde una gorda pintarrajeada
canta tangos de Gardel

Los niños desarman la Rueda de la Fortuna
donde subían las novias del barrio bajo
sonrojadas y sucias comiendo palomitas

Cae la noche sobre el puerto y las calles
son el único rastro que dejan los asesinos
Mañana será otro día. . . . . y habrán de volver
a abrocharse los zapatos
subir peinados al micro maloliente
para llegar al fin de la jornada
a dormir a un hotel equivocado
un sueño equivocado

Este es el lugar de los crímenes
La muerte es el único museo abierto

Aquí están los que iban a comer carne de Dios
y fueron sitiados
los que sobrevivieron al banquete de restos
cuescos de damascos carcomidos sobre las bandejas
una cita que la Historia anunció
demasiado tarde.

No soy yo la que habla

El mar dibuja los paisajes que nosotros olvidamos
para no decir malas palabras ni delatarnos entre vecinos
y recibir la recompensa de un nombre
la única investidura para ser reconocidos
cuando la Historia reparta su premio de canicas

 

Desde aquí veo a los que estuvieron antes

Juana la pecosa se durmió al sol
esa tarde que la encontraron sobre la arena

Veo al loco Pepe
no dejó su sombrero de fieltro regalo de su padre
cuando lo arrojaron al Pacífico

Ese océano que todo lo guarda
porque todo lo que se pierde va a dar al mar

Amanece y la ropa tendida en las azoteas
ondea bajo la brisa
He subido por el camino y desde el monte
contemplo el sol sobre la tierra mojada
Pero los grillos ya no cantan himnos imperiales
y las mujeres ya no lucen sus preciosos tocados de ayer

A orillas del mar la Historia ha ido a perderse
sin justificaciones. . . sin héroes. . . sin santos

Son las palabras las que matan. . . . te dije
Y fue cierto

Abajo la bahía enciende luces de ceniza
Hay quejidos de peces suspendidos en el aire
un eco venido de otras aguas
donde las algas son diademas de muchachas
y no éstas cabelleras muertas

Son otros los puertos donde habremos de perdernos
para reencontrarnos con las manos manchadas
y los zapatos viejos
como en la plaza florida de septiembre
cuando nos citábamos bajo los ciruelos
para no decirnos nada
para susurrar esa canción que tanto nos gusta
y que ya no podemos recordar

Porque ése era el Jardín nevado
el pedazo de tierra para dormir bajo las fragantes nubes
sin buscar nada sin desear nada
con el oscuro presentimiento
de que el mar es un espejo
para ser mirado por los ojos de Dios

Era el día preciso para arribar al puerto
La hora que nos recuerda y nos salva
Encumbrados por el hechizo de fuegos artificiales
bandas de muchachos . . . .nalgas apretadas
brazos tostados que cantaban
viejas canciones sobre marinos y sirenas
que se besan
bajo la luz de petróleo de una lámpara
en la cubierta de una nave
hemos atravesado todas las edades

Pero lo veo
el agua arrastra el peso de un muerto
y los dulces amigos danzan en la arena
un ritmo triste

Un perro ladra en lo oscuro
invitándonos a una embriaguez leve
seducción escondida en la humedad
hasta que despertamos y perdidos en la orilla
permanecemos callados. . . . alegres
viendo cómo oscurece sobre la gran ciudad
como si fuéramos los últimos guardianes
de un país innombrado bajo el aire salobre
Cerrados los cinematógrafos escuchamos a Pathy Smith

Alguien dice que el festín no ha terminado

Fue entonces cuando vi a la diosa tenderse
cansada y sucia
a la orilla del mar

 

He danzado al pie de los ídolos

He bebido y comido todos los frutos de la tierra

He subido montes nevados y pisado las arenas ardientes

Una mañana me asomé desde lo más alto de las Torres Gemelas
y sentí satisfacción

He sido pobre y rica
ataviada por finas coronas de hierbas

Odié y amé en la lujuria y el reposo

En los festines fui bataclana
y en la soledad me recogía

Conocí campos y ciudades. . . preparé platillos deliciosos
y disfruté el sencillo pan que me ofrecieron

Entré en las pagodas
prendí cirios a los santos romanos

Peregriné hacia los oscuros monasterios
y me hinqué en la Sinagoga

Me convertí en araña peiné.. . . mi cabellera
a orillas de un abismo

Prendí fuego a los palacios de los nobles
me hice ruin y sin embargo
al doblar la esquina
sentí la sombra del temor

Vagué todos los puertos
bebiendo con marinos y prostitutas

Canté canciones divinas y paganas
me arrodillé frente a mi Padre y comí
y bebí de Su Copa la sangre de mi sangre
así como amé a Danae a orillas del Nilo
y besé el pecho del extranjero en las tiendas del Sahara

Iluminé con velas el regazo de mi Madre
Oré por mi madre
Siempre en todos los caminos
oré por mi Madre

Luego regresé a casa cargada de regalos
telas chinas . .pipas turcas le llevaba
licores de frutas tropicales .. máscaras olmecas
y cuentas y espejos y confites

Había cargado mucho tiempo un tiempo largo
y entonces aparecieron mis amigos y parientes
vivos y muertos en silencio uno a uno
golpearon la vieja puerta y se sentaron a la mesa

Pero las botellas de vino
ya no esperaban en la alacena
y las tiendas habían sido saqueadas
por una pandilla de embusteros

Y ahora estoy aquí tendida en la colina
donde sube el humo de las fábricas
y se escucha el entrechocar de las grúas
y el bullicio de cafetines y confiterías

Fui diosa fui reina

No en vano somos nada mis amigos muertos y yo

Por ellos me he tendido aquí
para abrazarlos amorosamente
como lame el mar a lo lejos la orilla

 


Ahora que el mar azota certidumbres y ya no están
Laurel y Hardy en el cine de la plaza


Ahora que no sabemos dónde quedó el loco Pepe
que vendía pescado en la feria semanal o la señora Ana

de quien cuentan siguió tocando el piano cuando
entraron a su casa

Ahora que la estampida abandonó las cartas sobre la
mesa de la cantina y no queda nadie que se siente con
nosotros a jugar la última partida
pego mi cara al vidrio llovido


Solo veo en el patio jugando a una niña muerta

Las calles del puerto despliegan caleidoscopios
derraman palacios deshechos
terrones bajo la rompiente
como si de pronto una desconocida recordara
un cuadro de Klee que nunca ha visto

Alguien se ha quedado para siempre
perdido en este puerto inmundo

Alguien camina con los dientes apretados
y pregunta en otro idioma el nombre de antiguas calles
la esquina del Central donde tomamos el último café
o esa marca de cigarrillos que pasó de moda

Pero el mar no habla la lengua de los muertos

Hay un zapato tirado en la arena

Una vieja lee el destino a los forasteros

. . . . . . . . . . . Viento sur . . . fortuna en el amor
. . . . . . . . . . . Soledad . . . . .no batirán tus alas

Aquí regresaremos
Los pelícanos se entregan a la noche
y van hacia el azul del cielo

Al fin sabemos
no es necesaria ninguna excepción para morir
Las horas abren su huella como un ciego
que trastabilla
susurrando Nosotros por la acera

(Aquella mujer es viuda de padre y madre
el señor Moreno quedó cojo el último verano)

En balde giran las veletas . . . el viento
no se detiene en este rincón
Al cerrar la feria
un puñado de ladronzuelos
se lleva las últimas ágatas
Las venden
en pueblos que no aparecen en el mapa

Un hombre pasea por la plaza con los labios resecos
Dicen que los forasteros violaron a su mujer
que incendiaron la casa

Pasó la caravana por la ciudad
dejando un reguero de trastos viejos
Un puñado de frescolines hizo de las suyas
vendiendo baratijas y hablando demasiado alto

Hay una mujer en la cubierta del último navío
una mujer que se niega a zarpar
y recuerda la última refriega

 

El paraíso tiene muchos nombres

Se mecen goletas en el agua
pero no hay consuelo para mi boca seca
Soñé con el agua desbordada y tú mi amor venías sin
cabeza bailando sobre el mar todo de colores

Había mucha gente que quizás conocí


Gritaban y corrían de un lado a otro

Mi sueño era mudo

Sólo te veía a ti avanzando sobre el mar

Las mismas manos huesudas . . . . Tu paso

Y el traje con que te vi la última vez flotaba en el agua

Lo habíamos comprado una mañana, hace muchos años en la tienda de Avenida Prat y
era azul como el color del agua. Ahora lo recuerdo.



¿A quién escupiré sobre el rostro?

En el cristal del caleidoscopio la ciudad se derrama

Cuadrillas de gente desentierran trastos y huesos
¿De quién son todas estas cosas que sacan de la arena?

Oigo tu voz susurrándome al oído
una canción que no logro recordar
tu voz como eco de antiguos pasos
donde el deseo encendía la tarde
Te iban a matar
¿Lo soñé o fue cierto?

En ese tiempo íbamos a una Iglesia
Un amigo tocaba a Bach para nosotros
Luego nos despedíamos anónimos
al entrar a la calle sitiada

Las esquinas no nos recuerdan
No hay huella aquí
Tal vez sea cierto
que nunca estuvimos

 

Ciudad ruinosa . . .. Puerto inmundo
En tus calles no galopan ya jinetes devoradores
Se amontonan ruedas de óxido en las esquinas

Es hora de marchar
Alguien se despide desde cubierta
Alguien conocido cuyo rostro
no alcanzo a distinguir

El miedo agita sus alas
El invierno arrasó con las tiendas gitanas
Una caterva de chiquillos husmea en los arcones

. . . 20 centavos por Objeto perdido
Se pagan Datos. . . . . Descripciones
. . . . . . . . . . . Domicilios

Los días caen como aguatinta
y en el muelle una desconocida silba Eleanor Rigby
Se pudren los restos
del banquete ofrecido al tonto del pueblo
Y en la cocina un gato gordo se lame los bigotes

Hemos regresado al sitio donde nacieron los dioses
Aquí no nos escucharán

Los besos duermen en el fondo de un pozo
donde arde el deseo
Otra vez habremos de partir
como si no tuviéramos nada que hacer
más que arrojar besos desde cubierta

El atardecer cae y su sombra
expande el caleidoscopio del agua

No hay llanto en mi corazón

(El odio tiene su propia letrina
escondida entre la carne como una joya)

Si por un momento nos dejáramos ir
sólo veríamos espuma golpeando las rocas

No habría nada que agregar
apenas la mímica de una canción
los labios silentes de un muchacho
en una esquina en otra ciudad
donde las palabras nombraban a las cosas

La Historia es una corona demasiado pesada

 

El acantilado se despeña frente a nosotros
y va a caer junto a las olas
donde los huiros son cabelleras
de mujeres muertas

Allí la veo

Juana la pecosa duerme
su última siesta bajo el sol

Allí lo veo
Pedro mucho antes de todo
el marinero del tatuaje azul camino a casa
con una sarta de jaivas colgando del hombro

La noche va trepando por las rocas
Una víbora anuncia no es éste el reino
ni son estos restos las manos enjoyadas de los príncipes
ni el alivio ni el descanso
bajo el sol ardiente de las playas

El frío destempla sus constelaciones de hierro
y se hunde en las sombras de las ciudades derrotadas

Sentados en la cuneta
los chicos cuentan las monedas del botín
Un centavo ha ido a perderse
para siempre en la alcantarilla

 

Con mis amigos paseamos por la plaza del puerto
allí habita la noche el príncipe Tzutzín

Donde Teresa nos sentamos en la barra
Hacía frío. . . . los chicos bailaban frenéticamente
y las chicas compraban pasta en el baño
para estar OK

Toda la noche nos siguió una mujer de abrigo rojo
con los zapatos en la mano
Se subió al último taxi pero el diablo no quería llevarla

. . . . . . . . . . . "Esa calle está en otra ciudad señora
. . . . . . . . . . . Además aquí es muy peligroso". .. . le decía

La dejamos ir . . . . Ella se agarraba la cabeza
Nosotros sabíamos que esa calle estuvo aquí
Entramos al pasaje La Ilusión
Esperamos a que abriera un Café
Esa mañana estaba olorosa como la piel
de los que habitan ciudades olvidadas

Era cierto
Has estado saboreando el principio de la sed
la ardiente llama que sube del Gólgota
hasta nuestra pequeña escalinata
donde nos asomamos para desnudar nuestros sueños
Has visto a una niña de nueve años orinando en el Jardín de las Delicias
y has lamido su pequeña vulva húmeda

Abajo los huiros se mecían en el agua como cabelleras muertas
y las bodegas de los navíos despedían olor a encierro y desperdicio

El viento miente
El sol miente
El silencio enrojece su rostro

En esta hora todos somos buenos todos somos malos

El pájaro de las sombras
aún se alimenta en el granero de tus sueños
Has estado allí besando su entrepierna y escuchas
cómo han ido a perderse las voces del mediodía
castañas que caen y quedan para siempre escondidas en las hojas

El tiempo guarda su ley exacta
crujen las puertas
con un arrepentimiento leve
. . . . . . .. . . . .. . . . con un suave rubor

En el Jardín una niña orina a la luz de la luna
Como una temprana traición
el oro ha sido derramado sobre el agua

El sol miente
El viento miente
El atardecer adorna las plumas del acantilado

Sobre los cerros señales de luz anuncian la partida
El faro ilumina en silencio los resquicios que nos salvan
Las pequeñas cavidades húmedas de la inocencia

 

Estábamos sentados en el Jardín

Caía nieve sobre los duraznos desnudos

Te dije tal vez sería posible vivir allí para siempre y tratar de ser buenos en el rincón
donde Dios nos pertenece todavía
Todo había terminado
Siempre tenemos un minuto para descansar dijiste
Posaste tu mano en la mía porque así la nieve nos dolía menos

Así estuvimos mucho tiempo

Todo el tiempo con las mejillas sonrojadas por el
frío de la tarde

Alegres y dolidos sabiendo que éramos dueños sólo de un minuto. .. Luego la nieve
dejaría de caer

Tendríamos que entrar a casa buscar los zapatos tratar de reconstruir nuestra vida y
preguntar a los vecinos por nuestros objetos perdidos . . . Porque otra vez tendremos
que partir y el invierno acabará inexorablemente

Entonces sólo tendremos el recuerdo de la tarde
en que nos amamos bajo la nieve en un jardín que existe para siempre

 

He buscado una palabra . . solamente una palabra
para decirte . es cierto que dejaremos de oír
el trajín de la ciudad. . . . las pisadas de transeúntes apresurados
lo que nunca se dijeron esos amantes
que ayer paseaban por la plaza como si fueran eternos

Una palabra solamente
para ver la cara de los dioses escondidos
el dulce gesto de los santos en martirio

Ya no podemos reconocer
la triste alegría de lo que fuimos

Porque estuvimos juntos sólo un instante
dos viajeros que se cruzan
se saludan se despiden con las manos en los bolsillos
y se marchan silbando

He buscado esa palabra como una misión secreta . . Esa palabra que oscurece el
sonido de nuestra farsa
Lamentaciones al despertar cuando pasan los micros
bufando rumbo al puerto cargados de quienes no tienen
un nombre más que para decido al oído de una desconocida a la salida del turno

 

Nunca nos dijimos nuestros nombres

Esos nombres que escondían lo que íbamos a ser
se perdieron en un rincón de esta ciudad
un día del que no tenemos memoria
Nunca supimos lo que íbamos a ser
Ahora que la guerra terminó
ahora que hemos visto las olas llameantes
y danzado el "baile de los descuartizados"

(¿Lo recuerdas? ¿Puedes recordarlo?)

Busco una palabra como una ciega un anillo
que ha ido a perderse
en el fondo de un pozo

Entonces sé que esa palabra
está apenas. . es apenas
que no es reconocible en su rastro de sangre
y cuando comenzamos a pronunciarla huye
como huyó de nosotros la certeza de lo imposible

Y no obstante estamos alegres

Abrimos la ventana
desde donde se ven las gigantescas grúas
las tiendas y las madres y los escolares
van y regresan todavía

Porque esa palabra no está aquí en la ciudad
ni en la colina
ni en el fondo marino de las visiones
caminamos al fin por las calles como niños
como salvajes . . como salvajes adorando
adorados una vez más bajo el aire salobre
Las horas abren sus bocas como pájaros
entrechocando en el azul del cielo
y el día camina sobre la arena
bajo las nubes agitadas

Los gigantes tienden sus carpas a la vera del camino
dejan ver sus látigos de fuego
para que sepamos que han perdido la fe

Las gaviotas rastrearán el agua
buscando moluscos muertos
sobre las manchas de petróleo

A este rincón de enfermos regresaremos

No hay consuelo para mi boca seca
Huye de mi casa el forastero
Las mujeres hablan de mí tras de las puertas
La lluvia resbala
hasta tenderse sobre las agujas de los pinos

Entonces un olor de otros paraísos
abre su ventana frente a la ventana del mar

Recuerdo las iguanas tendidas bajo el sol de Tulum
más allá y antes de todo

El paraíso tiene muchos nombres
lejanos y hundidos como botellas en el agua
Preponderancia de lo grande
Aquí el agua pasa y no se detiene

Mil colores se deshacen sobre tu rostro
Tu rostro hace una sola pregunta
¿Hay silencio en el fondo del mar?

Ciudad en ruinas
el doblez de mis ojos termina en tu orilla
No hay soporte para el trono de los elegidos
Vagarán los poetas por los caminos del óxido
Y la noche pasará . . . el día pasará
Y vendrán las sirenas otra vez
a poblar estos mares del sur

 

Veo a una niña en la plaza
donde van los jubilados a jugar al azar
Lleva una falda azul y el pelo tomado en la nuca
Oscurece
Tañen las campanas de la iglesia

El odio remonta sus cicatrices
hasta hacernos morder el polvo
hasta yacer sobre la acera con las rodillas descubiertas

Las campanas repiquetean para decir que no hay perdón
en esta tierra de nadie donde hemos venido a perdernos
Inunda tus venas de color. . . . forastero
Haz tu agosto en esta tierra de desolación
Puedes esconder los cadáveres en el mar
que todo se lo lleva

Bajo el agua vive el crimen

 

Entonces vi el avión atravesando el cielo
la nieve blanca se extendía abajo
y el sol era más grande que nunca
como en los dibujos de los niños lo vi

Tómame la mano pecosa. . . dije
para que no sintiéramos

Pero sentíamos de todas maneras
el carraspear de las bobinas y las alas
las magníficas alas . . también se caían
y se estrellaban contra el suelo

Tómame las manos le dije a mi hermana
basta ya de esta chingadera

Y salí por el pasillo hacia la cabina del piloto
saqué mi aka y le grité alto ahí . hijo de puta
alto ahí. .. . hijo de puta.. . Me miró
Ya no recuerdo.. . . me desmayé

Veía como bajo el agua
Era Juan el vecino decía la pecosa. . Ella era muy fuerte
había visto al hijo de puta. al vecino pero no
le importó . no le importó. . igual se lo echó
ahí mismo quedó su cremallera reventada contra
las ventanas del avión

las ventanas del avión que dejaban pasar el azul del cielo

Un día salimos de casa sin nada bajo el brazo
con la leve certeza de que jamás volveríamos
Caminamos hacia el Parque Forestal
donde se apiñaban los coches
que no podían entrar al centro

Los transeúntes caminaban rápido

No había nada más que la certeza
de que todo se había acabado

"Va a caer" . gritó un joven azotándonos La Nación
en el rostro

"Va a caer" . gritaba

Y cayó y tuvimos que marchar
como marcharon los judíos

Nos habían dejado sin casa. . sin sueños
sin escuela y nuestros padres se fueron
y los vecinos se arrinconaron en sus cocinas
y cuando llegaron a preguntarles dieron nombres
y entonces fueron a nuestra casa

Muchas veces entraron con sus mascarillas
se sentaron en la sala a hacer preguntas
revisaron la alacena y los cajones
dejaron todo desparramado

Dijeron que era rutina
La rutina duró años

Y tuvimos que cambiar de nombre
dar claves telefónicas a los amigos
juntarnos en las esquinas oscuras
a leer al buen Maiakovsky. . . al buen Esenin

Éramos cuatro gatos y queríamos vivir

La generación perdida nos llamaron
y fuimos carne de cañón

Nos juntábamos en el Jaque Mate o en la Unión Chica
a conversar de poemas de la Frontera
y a tomar vino
Al principio creíamos que alguien nos oiría
que alguien vendría a buscarnos

Sólo nos buscó la muerte
la enfermedad . .. el éxodo

A veces íbamos al mar y comíamos almejas
en algún boliche barato del puerto
Dejábamos que el sol pegara sobre nuestras piernas
y al salir escribíamos en las paredes
frases heroicas que he olvidado
para después correr y perdernos en las callejuelas
para volver a sentirnos tristes
porque es la tristeza la que salva
la rotunda melancolía de no saber
de no tener destino

Leíamos a Eliot a Fiódor a Maupassant
dejábamos los libros sobre la mesa
llena de colillas
donde planeábamos grandes acciones
para que las calles fueran otra vez caminables
y no nos dejaran a medianoche en la oscuridad
obligados a volver a casa sin ningún cine abierto

Derrumbados los castillos
y cerradas las puertas de las iglesias
no se despliegan ya las visiones
que les dieron morada a nuestros padres

He ascendido por el camino hacia el mar
donde vivían mis antepasados

Desde aquí contemplo el Éufrates. .. el Misissippi
la Isla Delfos. París.. Tulum

Atrás han quedado las huellas de la feria
y después de la cena los comensales
se van a casa

Los hombres desarman la rueda de la Fortuna
y toda su gloria no es más
que un puñado de fierros viejos
a la orilla de la playa
El olor del mar azota mi rostro
queriendo decir algo
que no me atrevo a comprender

Pasa serena y oscura la gran máquina negra
Arrastra sus ruedas por el riel
y a su paso rechinan ecos de viejas melodías
de amor .odio. . piedad

Sobre el mar la historia ha ido a perderse
sin héroes
ni santos
Arrastra sus pesadas ruedas sobre un riel
demasiado estrecho

Nunca supe bien a bien quiénes fuimos

Íbamos a ser otros. . . íbamos a ser
quienes debíamos ser y algo para siempre
quedó trastabillando como un ciego que no logra
llegar a casa después que han cerrado
todas las cantinas

De modo que éstos son entonces los tiempos venideros

Todo lo íbamos a hacer ahora
pero en el zaguán. . tirados los rastrojos
ciertos ropajes antiguos. . . . libros sellados
cuentan historias ciertas
sobre hombres y mujeres que existieron de verdad

Más arriba. . más arriba del terruño
donde las serpientes se muerden la cola
las fragantes nubes se arremolinan y pasan

Obligados a mirar el camino
sin prepararnos a morir . . . sin oír
cómo cimbra la nota del arpa allá
en el azul del cielo
como si de pronto hubiéramos descubierto
que un enemigo atroz nos vigilaba
agazapados entre nuestras escasas pertenencias
dándonos un veneno razonable
vagamos sin ropaje. . sin recuerdos
con la herida abierta manchando
las calles horribles

Nada tan miserable como la ausencia de Dios
en esta casa sin Padres donde sólo habita
el tigre castrado de la Duda

Tengo miedo. .. Todos tenemos miedo

Allí donde quedó el eco suspendido
de lo que no alcanzamos a decir

Esa huella de sangre que esconden las piedras
como la lengua de un niño esconde el secreto de la voz
Allí quedó la nieve cayendo para siempre
sobre el Jardín de los duraznos desnudos
como queda un instante el último hálito
sobre la límpida superficie del espejo

 

 

 

* * *

[Bárbara Délano (1961-1996) nació en Santiago de Chile. Estudió literatura hispánica en la Universidad de Chile y luego se tituló de socióloga en la Universidad Autónoma de México. A los diecisiete años publicó su primer poemario México-Santiago. En 1984 edita su segundo libro El rumor de la niebla. Fue becaria del primer taller de poesía de Fundación Neruda. Murió en un accidente aéreo frente a las costas de Lima. Su cuerpo nunca fue encontrado. Playas de Fuego fue publicado de forma póstuma en 1997]



 

 


 

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Bárbara Délano