Por
Roberto Brodsky
Amigo
y compañero de generación de los chilenos Enrique
Lihn, Oscar Hahn y Pedro Lastra,
el autor limeño
visita Chile con la palabra de quien -alejado de las
modas- encuentra en las
formas clásicas nuevos
filones para sacar la voz.
La presencia en Chile del poeta
peruano Carlos Germán Belli, quien está
participando en el encuentro ChilePoesía, no es una
novedad. De hecho, su última visita tuvo lugar a
principios de este año, cuando ofreció en la
Universidad de Concepción un recital con una
selección de su obra, que desde el poemario
"¡Oh hada cibernética!" hasta la
antología "Boda de la pluma y de la letra"
suma cerca de una decena de títulos.
Pero la razón de fondo para no considerar una
noticia la asistencia de Belli al encuentro
internacional de poetas reside en su larga y fraterna
relación con los poetas chilenos de la generación
del 50, de la cual él mismo destaca su amistad con
Óscar Hahn, Enrique Lihn y Pedro Lastra.
Al igual que ellos, Belli tomó de la vanguardia
hispanoamericana y de sus distintos "ismos"
el ansia de innovación y libertad formal, aunque su
caso derivó con el tiempo hacia una búsqueda
personalísima de la tradición poética universal.
"Desde esa situación extrema de la vanguardia,
un buen día me di cuenta de que estaba en un
callejón sin salida", recordó a modo de
explicación durante su visita a Concepción, en
enero último. "Ahí opté por volver a mis
fuentes primigenias, o sea a los clásicos de los
siglos XVI y XVII. Ahí vino mi adhesión o adicción
por las formas expresivas tradicionales del
idioma".
Muestra de ello es su libro "Sextinas y otros
poemas", que Editorial Universitaria publicó en
1970, cuando Belli ya comenzaba a ser reconocido como
una de las voces más originales y también secretas
de la actual poesía hispanoamericana.
"La poesía de Belli es un cuestionamiento de la
realidad a partir de la experiencia individual",
escribió entonces su compatriota y crítico Julio
Ortega, quien puso de manifiesto las bondades ocultas
de aquel volumen en apariencia leve y confesional,
como lo ilustran estos versos: "Un asno soy
ahora, y miro a yegua,/ bocado del caballo y no del
asno,/ y después rozo un pétalo de rosa,/ con estas
ramas cuando mudo en olmo,/ en tanto que mi lumbre de
gran día,/ el pubis ilumina de la noche".
-¿Estima relevante la actual ausencia de
vanguardias en la escena de la poesía
hispanoamericana?
-No creo que sea cuestión de vida o muerte la
ausencia de un espíritu de innovación. Claro está,
las vanguardias cumplieron un rol capital como fuerza
literaria transgresora, y allí están
"Trilce", "Altazor" y "En la
masmédula". Ese afán de exploración sigue
como un rescoldo inapagable, sea para descubrir
nuevos mundos o para rastrear en las obras ejemplares
de ayer.
-¿Qué evolución detecta usted en la poesía
hispanoamericana desde los años 80, y qué
horizontes que se le abren a futuro?
-Intuyo que nuestro parnaso ha dejado de ser blanco
de poderosas influencias, como ocurría en el pasado,
y que hoy los ecos lejanos le entran por un oído y
le salen por el otro.
-La tradición de la literatura peruana indica que
ésta siempre se ha mantenido en tensión con los
contrastes sociales y los hechos de la política
local. ¿Cuál es la situación actual?
-Creo que nuestro sino se mantiene igual, es decir,
como usted señala, en tensión con el entorno
social, que puntualmente resulta plagado de
vicisitudes. Sin embargo, pese a todo, o sea contra
viento y marea, los escritores de la última década
prosiguen afianzando la arraigadísima tradición
literaria local.
-¿Hay una tarea de la poesía respecto a la
actual dificultad por hacerse escuchar?
-En un evento internacional, un poeta hindú afirmaba
que la poesía es inaudible en el mundo de hoy. Pero,
sea como fuere, está vivita y coleando en todos los
confines, porque es consubstancial con el hombre. En
resumidas cuentas, la tarea le corresponde al propio
sujeto receptor de ella.
-Sin embargo, el encuentro ChilePoesía constituye
una de las escasas iniciativas en que poetas de
distintos países pueden compartir su trabajo con el
gran público. ¿Qué ha ocurrido con la poesía en
los últimos años para que quede como un coto ajeno
a los circuitos de consumo masivo, cuestión que no
ocurrió hasta la década de los 80?
-De acuerdo a nuestra experiencia peruana -antes y
después de los 80-, las lecturas de poesía se
realizan frente a audiencias pequeñas, o en casos
excepcionales ante una concurrencia un poco más
nutrida. En consecuencia, y en honor a la verdad,
estoy habituado a que los recitales no sean ante
grandes públicos. Por cierto, entre nosotros hay
quienes anhelan que estas lecturas dejen de ser un
coto cerrado. Naturalmente, enhorabuena si los versos
que se componen en medio de la soledad pueden alguna
vez llegar a muchos lectores y oyentes.
-Disculpando la amplitud de la pregunta, ¿cómo
ve al mundo de hoy y qué problemas plantea para los
escritores, los poetas y el arte en general?
-Creo que hay que hacer todo lo posible para que la
imparable revolución cibernética pueda estar al
servicio de las artes. Que nos sirva para expresarnos
lo mejor posible. Por otro lado, el acto de
escriturar ha sido el mejor medio para revelar
nuestro reino interior. Bien lo prueban los garabatos
de los niños, que anuncian en ellos el inminente
acto de escribir.
Adiestramiento estilístico
Transgresora y musical a la vez, generosa en sus
silencios, la poesía de Carlos Germán Belli es
también la experiencia de un hombre del siglo XX,
pero tamizada por la ironía que le otorga el uso de
los moldes clásicos. Es desde allí, según dice el
propio autor, que su obra evoluciona, salvando la
brecha cada vez más honda que hoy separa a las
palabras de su entorno real.
"En mi caso se da una preocupación cada vez
mayor por las estructuras poéticas, incorporando a
pausas algunos otros temas", explica.
"Luego de las sextinas, descubrí la villanela,
la canción petrarquesca y, ahorita mismo, la balada
medieval. Es decir, he proseguido mi adiestramiento
estilístico para sentirme más seguro. En el fondo,
no dejo de considerarme un precario usuario del
idioma."