Entrevista a Bernardo González Koppmann
Por Ivo Maldonado
In Memoriam a Sergio Hernández Romero (*)
- ¿Por dónde me aconsejas empezar tu Cantos del bastón?
- De atrás para delante, definitivamente. Lee primero Memorias del Bardo Ciego (2009), y remóntate como los guanayes el río Maule cuando subían a Puerto Perales a buscar y dejar mercadería remolcando sus lanchones legendarios. Así vas haciendo una retrospectiva de esa obra, a partir de una poesía que estimo ya decantada; viaja lento de regreso hacia formas experimentales que acosé en la búsqueda de un estilo, el cual supongo logrado cabalmente en los últimos trabajos porque me reconozco íntegro en él. Verás en el trayecto varios registros, aunque la misma temática, el mismo universo poético neorrural sobreviviendo a los acosos de esta postmodernidad que me ha tocado en suerte padecer.
- ¿Es tu hija menor la alegría en medio de la vejez?
- Todos mis hijos y amigos del alma son mi alegría cotidiana. ¿Quién te dijo que estoy viejo a los 53? Magdalena (5 años) es sin duda la ternura que condimenta la existencia; pero amo la rectitud de Pepa (30), la fortaleza de Andrés (24) y la inocencia del Juanito (18) que todos llevamos Maule adentro.
- ¿Te consideras un poeta lárico?
- Poeta nomás. Deja a los cacadémicos la dilucidación de cuestiones teóricas. En un tramo del camino me dio por hacer disquisiciones literatosas, pero hoy francamente me parecen inútiles; salvo una que otra precisión para no salirme de la huella. Para poesía nada mejor que conversar con los arrieros o las alumnas del Insuco de Talca.
- ¿Por qué y para quiénes escribes?
- Primero para mí, para resolver contradicciones subjetivas e históricas - ¿se pueden éstas separar? -, que me acosan e interpelan y exigen una síntesis que sólo he resuelto en la metáfora-símbolo. Sólo en ese lenguaje poético que fusiona los misterios del alma y del cuerpo - ¿se pueden éstos separar? -, he resuelto mis conflictos éticos y estéticos con mayor precisión, belleza y hondura que acosando impunemente a filósofos, credos religiosos y otras yerbas. La belleza me absolverá, dijo por ahí un poeta. Y adhiero a su predicado. Luego si mis textos encuentran lectores, como gracias al tao ha ocurrido, es una satisfacción adicional que se agradece pero no condiciona ni una sola de mis palabras.
- ¿Qué es la identidad maulina? ¿Existe?
- Sí, existe. Pero se ha ido enmarañando con un estilo de vida híbrido, que intenta sobrevivir al advenimiento del consumismo y la relativización de las relaciones humanas, y de éstas con el entorno natural. Creo que la clase política anda más perdida que el teniente Bello. La política no le llega ni a las canillas a la poesía. El poeta en este contexto ultra conservador con un gobierno privatizador y plutocrático como el actual debiera atinar; ser rebelde y contestatario a la cultura de la muerte, ser el desacato que a contracorriente sostenga la hermosura de ser plasmada en sus obras. Por ahí la identidad maulina podría proponer al país y al mundo algo más que buenos vinos y buenos embalses donde sólo lucran algunos elegidos. Además, urge vislumbrar un estilo de vida coherente con la naturaleza y los adelantos tecnológicos y científicos que nos permita un ocio creativo real, concreto, establecido y asumido por todos para la creación estética. Incluso urge un ritmo de vida que valore las reuniones familiares, tertulias, vagancias bajo las estrellas, silencios llenos de voces; en fin, un tiempo y un espacio donde podamos vivir en armonía con nuestros ángeles y demonios, y no como el perro y el gato. El Maule lleva un gran camino adelantado en este aspecto, por la enorme cantidad de poetas potentes que ha producido; sólo mencionemos, a modo de ejemplo, la existencia de un premio Nobel y varios y destacados premios nacionales de literatura en nuestra región para que le tomemos el peso al asunto. Pero las autoridades no cachan una; en materia de cultura pesan menos que un paquete de cabritas. Con el circo parafernálico del bicentenario y esas vainas hueras e insípidas del gobierno piñerista, sólo intentan impresionar a los incautos y turistas; pero guatean feo, porque el vecino de a pie va quedando más vacío que biblioteca pública parado en una esquina bajo la lluvia contando las chauchas para la micro.
- ¿Qué significó González Bastías en tu obra?
- Una ética. Ya del “viejo guanay” he hablado bastante en más de algún ensayo. Incluso publiqué una antología y un estudio crítico de su obra, los cuales se pueden ubicar íntegros en mi página web poesía-maule.com Ahí me explayo en su poética y en la vigencia de una obra imprescindible para entender el origen y mito de la maulinidad como fenómeno cultural. Dejemos que el lector indague solito en esas materias, si realmente le interesa.
- En un poema dices "Hay una hora que amo/ por sobre todas las horas transcurridas"; estoy citando tu poema "Cuando los pájaros se van". ¿El poeta se va, o es sólo una repetición en el tiempo?
- Curiosamente este poema está dedicado a uno de los narradores chilenos que más admiro, Juan Mihovilovich, puesto que él “voló” hacia las profundidades místicas del ser humano abandonando el mercadeo de las grandes ciudades. Si tú lees su obra te encontrarás que sus páginas están pobladas de pájaros, tal vez como un símbolo de este peregrinaje. Este poema apunta, no tanto a la muerte física del hablante como a un cambio interior de toda persona que se aleja para siempre de un lugar amado, en este caso Curepto, dónde viví una etapa hermosa de mi vida, y donde ahora mismo vive precisamente Mihovilovich. Yo parto del pueblo en 1987 y él llega en 1995. Por eso se lo dedico a él; aunque estimo que también va a partir. Todos partimos, tanto de un lugar físico como de un sentimiento o visión de mundo. Ayer mismo, para no ir tan lejos, el poeta Sergio Hernández emprendió el viaje definitivo; la delantera nomás nos lleva.
- ¿Qué le dirías a los jóvenes que escriben?
- Que es un arduo trabajo este oficio de ser poeta. Que se padece mucho antes de llevar las experiencias al papel. Que “la belleza es el primer eslabón de lo terrible”, como dijo Rilke. Que se está desamparado frente a la hoja en blanco, como al borde de un abismo. Que se escribe por necesidad de expresar visiones y relaciones ocultas que sólo captan nuestras aprensiones de marginales delirantes, apenas dotados de una voz desconocida, de un lenguaje aún inédito que clama en el desierto, y que si no vislumbráramos tales visiones nos volveríamos locos. Que hay que estar dispuesto a correr el riego de vivir en las palabras con todas las carencias al alcance de la mano, por nada, casi por nada, salvo por un largo suspiro al final de la jornada.
- ¿Cuéntanos sobre tu experiencia en el manicomio?
- ¿Cuál manicomio? ¿Vivir en un mundo esquizofrénico y baladí? Las ciudades no se adaptan a mi forma de ser, y yo jamás me voy a adaptar a una ciudad. Pero sí podría vivir en un pueblo chico, llámese Curepto o Comala o Macondo. Fíjate que yo habito en mi obra; ahí me siento pleno. Ese es mi pueblo. He ido con el tiempo creando un universo poético donde me hallo conmigo mismo, con mis obsesiones camperas, con esos rincones íntimos que no puedo olvidar, con seres entrañables que he recuperado del vacío existencial donde deambulaban, o, sencillamente, me refocilo todavía con el asombro inaudito que experimenté la primera vez que me topé a boca de jarro con el majestoso Maule: “He aquí el río”, me dijo mi padre, y quedé deslumbrado para siempre. Es hermoso asumirse poeta y no ceder a los cantos de sirenas ofertando tarjetas de crédito.
- A ratos aflora en tu poética el animal social. Creo que si alguien quisiera conocer al verdadero Bernardo debería olvidarse un poco de la idea campesina que te ronda. ¿Estás de acuerdo con esa afirmación?
- No quisiera desligarme de la idea campesina que me ronda; es mi habitat originario. Por eso admiro a Miguel Hernández, a Efraín Barquero, a Jorge González Bastías. Pero coincido plenamente con la tesina que planteas en la pregunta: soy una animal social, soy un animal político a ratos en mi poética. He escrito algunos pocos textos de poesía contingente por la premura que nos embarga, pero no es mi temple verdadero; me hallo más cómodo conversando con los espíritus del valle de cosas triviales, nimias, cotidianas. Esos planteamientos rotundos, perentorios y dogmáticos de los líderes carismáticos no van con mi forma de concebir una obra de arte. A veces he debido subirme a la tribuna porque ningún gil se atreve, por cobardía o por comodidad, a tomar la palabra; y debo asumir esas tareas, con mis pobres poemas panfletarios, que debieran abordar cabalmente los mejores cuadros de los partidos de vanguardia. No me convence la utilización de la poesía con fines prácticos. Para eso existen los manifiestos, los petitorios, las proclamas, las arengas, los discursos públicos, etc. La poesía es silencio, esencialmente silencio. Pastelero a tus pasteles, diría Violeta Parra.
- ¿Por qué elegiste la montaña como un lugar de viaje permanente? A veces siento que al poeta González le faltó un par de viajes al extranjero; haber cruzado no sólo las fronteras de la naturaleza, sino también las del hombre.
- ¿Cómo que no he ido al extranjero? ¿Ya se te olvidó cuando visitamos el país pehuenche en Butalelbún, y conocimos su mitología, el arte culinario de sus ancestros, las artesanías, sus leyendas y el mágico territorio de sus hazañas? Mira, monseñor Carlos González Cruchaga, presidente de los Conferencia Episcopal de Chile en tiempos de dictadura, gran conocedor de poesía, baste hablar de los textos de poesía política del Antiguo Testamento, en mi primera juventud me planteó la posibilidad de estudiar literatura en Madrid. Deseché la idea porque tenía una hijita recién nacida y debía trabajar para su mantenimiento. Luego, mi hermano mayor, ex cura radicado en Providence, USA, me invitó todas estas veces a estudiar un master literatoso a una prestigiosa universidad de Boston; pero debía contribuir a la crianza de nuevos hijos que natura me seguía regalando. Y he postergado dicha posibilidad indefinidamente. Para otra vez será, como dijo Pepe Cuevas. Además, francamente no me agrada el estilo de vida americano. Punto. En fin; ahora, recientemente, mi última pareja me invitó a Finlandia a tentar suerte; con ella también tuvimos una preciosa hija. Mas, estimé innecesario un viaje tan improvisado para mi poesía, para mi oficio, puesto que aún no agoto la rica tradición maulina, chilena, castellana. Además, con plata se compran huevos. Y para viajes de placer no sirvo; no tengo vocación de turista ni de consumidor. Ella sí viajó. Pero a visitar a su familia; padres, hijos, sobrinos, etc. Quizá por eso elegí la montaña; porque ahí hablo con el silencio y así las palabras se me dan un poco más honestas, más limpias, más vivas… Aunque no descarto ir a visitarte a Madrid cuando te radiques allá el próximo año, y solazarme con el idioma en su crudeza originaria. Veremos qué pasa.
- Recomiéndanos 10 libros de poesía que consideres "vitales" para apagar el "vacío" existencial, como diría tu amigo Enrique Villablanca.
- Mira; en estos libros, y otros muchos más, encontré gran poesía: Kavafis Íntegro, de Miguel Castillo Didier. El llano en llamas, de Juan Rulfo. Muertes y maravillas, de Jorge Teillier. La Compañera y Epifanías, de Efraín Barquero. Edades, de Antonio Gamoneda. Elegías de Duino, Reiner María Rilke. Trilce y Los heraldos negros, de César Vallejo. Florecillas, de Francisco de Asís. Residencia en la tierra I y II, de Pablo Neruda. Desencierro, de Juan Mihovilovich. Además deliro con la poesía china, la poesía mapuche, El Kalevala, Ezra Poud, Cervantes y un largo etcétera.
- Para los que hemos leído y releído tu obra, podemos afirmar que eres un poeta que conversas con el viento y que no te cansas de cantarle a una desconocida en un campo de lentejas y que siempre serás un aprendiz de pájaro. A propósito, dices pertenecer a la "Generación del roneo", aunque yo no te veo dentro de ninguna generación, mas bien fuera de todo lo que sea sospechoso de círculo. Como diría Teillier: "Siento que no pertenezco a ninguna parte/ que ninguna parte me pertenece". ¿Qué te motiva a escribir de tal forma y estilo?
- Bonito verso del gran lárico. Mira, Ivo; no creo en la clasificación de poetas ni por edad, ni por región, ni menos por camarillas. El poeta trasciende toda categorización, como dice mi coterráneo Naín Nómez; desborda toda teorización que quieran hacer de su obra, como si trataran de echar al Maule en una calabaza. Pero, objetivamente, sí me reconozco heredero de la tradición neorrural maucha; nieto y bisnieto de González Bastías, de Mariano Latorre (sobre todo de “Zurzulita”, porque ahí recupero el paisaje íntimo que habité en mi infancia), y fundamentalmente, sobrino directo y regalón de Efraín Barquero. Todo esto dicho lúdicamente, por supuesto. También asumo que el golpe de Estado de 1973 determinó mi vida entera. Yo desde niño desarrollé una conciencia de clase bastante bien definida; mi madre me contó en la cuna que los patrones del abuelo Carlos le robaron sus imposiciones. Además, mi ñaña me llevó a los dos años al ranchito de sus padres, y ahí vivencié la salvaje naturaleza geográfica y humana del secano costero maulino que palpas en mi escritura. (Estoy casi seguro que fue por esas experiencias infusas de mi niñez que hace un par de años atrás me hice militante comunista). Luego, siguiendo con el cuento, en la Universidad Técnica del Estado, la que después derivaría en lo que hoy es la Universidad de Talca, estudié pedagogía en historia; ahí un poeta del sur me hizo leer “Las riquezas injustas”, un texto notable y esclarecedor de Ernesto Cardenal que me dejó clarita la película. Así, por esos días formamos un pequeño colectivo y empezamos a publicar nuestros primeros versos en hojas de roneo, las que imprimíamos en la pastoral juvenil de mi ciudad. Te hablo del año 77, más o menos. Coincidentemente, en el país se daba un fenómeno similar; el arte contestatario emergía de las catacumbas, al amparo de una parroquia poblacional, en medio del apagón cultural más rotundo de la historia republicana. Eran los tiempos del auge de la teología de la liberación, antes de la visita del papa a Chile cuando vino a prestarle ropa a Pinochet. ¿Vas entendiendo? Bueno; y mi otra vertiente, además de la naturaleza y el sentido social de la poesía en mi obra, que se me estaba escapando, es el eterno femenino, la erótica, que he ido practicando humildemente desde una inocencia casi adánica hasta el sexo tántrico de los monjes chinos. Pero no te entusiasmes, muchacho; de eso hablaremos en otra oportunidad. ¿Te parece? Como vez, soy hijo de un tiempo y de un espacio; pero he intentado trascender. Por empeño no me he quedado. Ahora, si soy Maulino, de la Generación del Roneo, de la Editorial Poetas Antiiperialistas de América o Inubicalista, me importa un huevo.
- ¿Cómo es tu relación con los poetas del Maule?
- De mi relación con los poetas esenciales del terruño ya te he contado algo más arriba. Con los actuales poetas maulinos tengo una relación tajante; me agradan o me desagradan. Y se los hago saber sin anestesia. Los poetas de mis afectos con los que suelo intercambiar una que otra conversa en el Maule son Naín Nómez, Matías Rafide, Fernando Quilodrán, Alejandro Lavín, Juan Mihovilovich, Felipe Moncada - aunque es oriundo de Chiloé, vivió su infancia y adolescencia en Talca -, Edgardo Alarcón, Américo Reyes, Rodrigo Jara, Ricardo Opazo y Mario Meléndez, que por estos días está radicado en México.
- ¿Qué autores han marcado tu escritura, y cómo realizas el proceso creativo?
- Los poetas que me han dejado marcando ocupado son, coincidentemente, los que te nombré como autores de los libros que tú llamaste “vitales”. Ahora, en cuanto al proceso creativo hay mucho paño que cortar. Trataré de sintetizar. Llevo a la hoja en blanco experiencias que ya han decantado y macerado su dolor o su júbilo, con un estilo literario que he adquirido en 30 años de oficio y que tiene una personalidad y un carácter definidos. Poesía sobria, metadescriptiva, neorrural, entrañablemente humana, con referencias al entorno emotivo e íntimo de los elementos a la manera de Gastón Bachelard; en fin, una poesía que, sin petulancias, estimo madura. Autoedito desde 1981. He publicado la friolera de 15 títulos, los cuales he compilado en una obra poética llamada Cantos del bastón, de la cual he realizado dos ediciones (2002 y 2006). En la tercera edición de Cantos, en preparación, voy a incorporar los textos de Memorias del Bardo Ciego que estime necesarios; pero, a la vez, voy a eliminar 64 poemas de la edición precedente que ahora no me satisfacen a plenitud. Con los años me he puesto más exigente con mis propios textos. También creo en la reescritura; así, en mis ratos de ocio creativo me doy a la tarea de revisar y corregir poemas viejos que por algún oculto detalle intuyo que no están listos todavía, hasta que encuentro el defecto y enmiendo. Estimo que un poeta que se precie de tal debe considerar que su producción poética cada vez irá llegando a lectores más atentos y más agudos, y, por lo tanto, su responsabilidad y obra deben ser también cada vez más rigurosas.
- Has ganado muchos concursos literarios dentro del país. Alguien por ahí llegó a afirmar que eres uno de los escritores con más concursos en el cuerpo. ¿Sirven realmente? ¿Para qué?
- Creo que sirven en la medida que los tomas en su justa dimensión. Indudablemente, son un estímulo en un país donde la poesía, el arte y la cultura en general son considerados como el pariente pobre del crecimiento macroeconómico. A mí los premios me gustaron, sin duda, tanto por los montos en dinero como por el minuto de fama que vivía en los medios de comunicación local. Pero lo más importante para la literatura nunca han sido los concursos literarios, sino la escritura seria y responsable. Piensa lo que quieras; pero si me dices que los concursos son pura vanidad, no estás muy equivocado. Después de los 50 años, precisamente después que gané el Premio Stella Corvalán en Talca en el año 2004, dejé de participar en certámenes porque mi autoestima estaba alta y con mi trabajo de profesor municipalizado podía financiar mi ocio impune, como decía Alone. Últimamente, he dado cátedras de poesía en alguna universidad, he colaborado como jurado en concursos regionales y he participado en Santiago como evaluador en el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, por lo que ya no tengo tiempo ni ánimo para seguir figurando en torneos y competencia. Me llegó el viejazo literario. Ahora disfruto mucho más la lectura, la escritura y la reescritura, y evito a brazo partido participar en recitales, charlas, ferias, ponencias y, obviamente, en concursos, porque ya no tolero que traten a los poetas como si fuéramos caballos de carrera.
- ¿Te interesa algún otro proyecto literario, una vez que concluyas Cantos del bastón?
- Ivo, el proyecto Cantos del bastón es un viaje sin fin, como la vida. Hasta el último día de mis días le seguiré echando una hojeada. Es un ente orgánico vivito y coleando Espero escribir uno que otro poema todavía que pueda incluir en él, pero lo más seguro es que muchos de los poemas ahí recogidos hasta hoy tendrán que dejar su lugar al silencio. La versión postrera de Cantos será la definitiva. En cuanto a otros proyectos, tengo dos sueños. Uno, recopilar y publicar mis prosas; llámense comentarios, crítica literaria, ensayos, entrevistas, etc., en un solo texto. Quizá este proyecto lo haga otra persona después de mi partida. No sé. Ahí veremos. El otro sueño, ¿sabes?, es escribir un libro de anécdotas. Creo tener bastantes historias sabrosas que contar.
- Los jóvenes escritores reclaman con frecuencia la falta de fondos públicos editoriales. Tu obra se encuentra mayoritariamente autoeditada. ¿Qué sucede?
- Si una editorial te pide tu obra, bien. Te entregarán el 10% de los libros publicados, y el resto para ellos. Negocio redondo. Puro negocio. ¿Y si no te llaman nunca, significa que no existes? Uno de los poetas mayores de la lírica universal contemporánea, Constantino Kavafis, nunca publicó un libro en vida. Editaba poemas sueltos en hojas de oficios multicopiadas que enviaba a sus amigos. No escribió más de 300 textos, que han dado en llamar poemas canónicos. Pero la calidad trascendió por una eternidad. ¿Cuántos libros lujosos publicados existen que no lee nadie? Creo que me explico, ¿verdad, Ivo?
- La mayoría de los creadores se fue al exilio entre los años 70 y 80; algunos por razones más que justificadas, otros aprovechando la última oferta del día. Tú, en cambio, decidiste quedarte en el mismo sitio de siempre, y publicaste Sin conciencia ninguna, en 1981, esperando me imagino el advenimiento del “hombre nuevo", o “un país sin propiedad privada/ sin elites vanguardistas ni cúpulas ni nada”. ¿Qué nos puedes decir al respecto?
- Te aseguro que si me hubiesen perseguido a muerte, también apreto cueva. No tengo vocación de héroe ni mártir. Reconozco sí que fue muy duro sobrevivir a la barbarie en esos años de terror fascista. Pero, ¿sabes?, y ésta es una cuestión muy importante, nos dolió más la traición de la Concertación, formada por tantos valientes exiliados que regresaron rapidito a negociar con los esbirros patrioteros locales cuando estos ya estaban derrotados por las incontenibles protestas nacionales, a negociar, digo, con nuestros sueños y utopías, con nuestros muertos, torturados y desaparecidos, por mezquinas cuotas de poder. Sus 20 años de gobierno fueron una burla para los pobres del campo y la ciudad que esperábamos un retorno verdadero a la democracia, cosa que hasta el día de hoy (2010) no ha ocurrido; seguimos amarrados por la constitución de Pinochet. La poesía siempre acompañó la lucha de nuestro pueblo; han pasado los gobiernos de turno, pero los verdaderos poetas, como Víctor Jara, son eternos.
- Siempre he creído que el poeta González Koppmann nos privó de su talento en la narrativa. ¿Tienes algún cuento por ahí guardado que puedas compartirnos?
- Escribí dos cuentos para concursos literarios y los dos obtuvieron premios. Uno se llamó “Nununca” y el otro “Biopsia”. Pero no insistí porque me dio vergüenza ajena ser tan puto; participé sólo por la moneda, como vil maraca. Para qué te cuento lo celosa que se puso Doña Poesía… Cualquier día te los voy a mostrar por ahí, en algún barcito místico del mercado de Talca, de Los Ángeles o de Madrid. ¿Terminamos?
(*) Mientras realizábamos esta entrevista recibimos la infausta noticia de la muerte del poeta de Chillán Sergio Hernández Romero.Los Ángeles – Talca, Octubre de 2010