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“Descalza”, o la poesía atávica de Andrea Fernández
Helena Ediciones, Talca, 2016. 66 páginas.
(Presentación de “Descalza” en sala Emma Jauch, Universidad de Talca, 6 de mayo de 2016.)

Por Bernardo González Koppmann


 “Aroma de cantos rituales

desafiando la estrechez
de la memoria”
AF




.. .. .. .. ..

I

“La poesía como tabla de salvación en el naufragio” solía repetir Enrique Villablanca [1], entrañable amigo poeta quien hoy estaría feliz de ver, escuchar y leer “Descalza”, poemario de AF (Talca, 1967), puesto que aproximadamente hace 20 años a la fecha la incentivaba para que publicara sus ya macerados textos literarios. Y yo agregaría que la poesía no sólo nos salva de todos los naufragios, sino que también nos construye y reconstruye sobre las ruinas de la hecatombe a base de signos y significados, palabra poética en definitiva, insuperable en su capacidad casi biológica de engendrar vida.

AF irrumpe en las lides literarias con un trabajo maduro en cuanto a propuesta escritural. Sólida en el dominio del lenguaje, elabora una temática, más que original, difícil de abordar. Vamos por parte.

En cuanto al dominio del lenguaje, además de su gramática impecable, talón de Aquiles de muchos bardos impetuosos, nos revela un estilo que podríamos relacionar con la corriente metafísica y hermética del Maule, donde el mencionado Villablanca y Matías Rafide han influido tangencialmente en esta escritura. “De origen clásico, el concepto “hermetismo” deriva del dios griego Hermes, el cual había sido asimilado a su vez del dios egipcio Thot durante el antiguo período helenístico, caracterizándose esta deidad por ser el guardián de la sabiduría y los secretos de la vida y sus símbolos. De ahí viene la raíz semántica de estos textos, elaborados acertadamente con elementos de estética moderna” [2].

Felipe Moncada Mijic repara en esta poesía la virtud de lo breve y lo sugestivo. En el prólogo de “Descalza” expresa: “Quizás uno de los atributos más singulares y escasos en la poesía es el de la síntesis, esa magia antípoda de la retórica y el adorno, y que tiene más que ver con el silencio que con el desborde de figuras y palabras. El haikú japonés, el epigrama latino, los dísticos medievales, la imagen china contenida en el ideograma: universales ejemplos de cómo cargar de significado a una pequeña estructura. En toda época ha subsistido esta manera de expresar, donde la contención es más importante que lo que sobrepasa y lo sugerido más vital que lo que exhibe. Menciono esto porque los poemas que presenta AF en este libro se inscriben en la forma de lo breve, no solamente por la extensión de los textos sino, además, por la precisión de lo narrado. Es desde allí donde el hablante se instala y enuncia” [3].

Bien; eso respecto al uso del lenguaje y su estilo en “Descalza”.

II
En cuanto al segundo aspecto que quisiéramos reseñar, la temática y sus motivos, intentaremos aproximarnos con mucha concentración a esta poesía, siempre al borde de emprender el vuelo o de desbarrancarse, según sea cómo la abordemos. Lo notable de estos textos es que invitan a la reflexión y a la interpretación, pudiendo el lector -si quisiera- sacar diez o veinte asociaciones de un solo verso, dependiendo de su capacidad o disposición imaginativa, de su apertura a lo inusitado y de su creatividad. Leamos al azar, por ejemplo: “Mis ríos corren / entre piedras zorzaleadas / burlonas, / atávicas, / silentes” [4].

¿A qué “ríos” se refiere la hablante? ¿A sus sueños, a sus heridas o a sus ríos geográficos amados? ¿O a todos a la vez? ¿Si los “ríos corren”, es porque la vida pasa rápido hacia lo enigmático? ¿Y las “piedras zorzaleadas” trinan, cantan, musitan con su plumaje marrón humedecido por el relente de la madrugada? ¿Qué dice ese gorjeo? ¿En esta poesía las “piedras” son las penas, los tropiezos, los imponderables? ¿Vuelan? ¿Hacia dónde vuelan? ¿El paisaje interior, “silente” a veces o la mayoría de las veces, es una canción sin voz que navega, corre y vuela hacia la profundidad de los mares lejanos? ¿Qué mares?... Y así podríamos seguir estrujando las metáforas-símbolos hasta el hartazgo. Sugerente la poesía de AF.

Bueno, ahora sí veamos la temática y el leitmotiv en cuestión. Para ello vamos a recurrir a un fragmento de “Palabras finales”, anexado por la propia autora como epílogo del libro, donde nos esclarece su universo poético: “El libro se divide en dos segmentos. La pregunta ¿Qué somos? es parte de la mitología. La primera sección -”De mitos”- busca el origen de la mujer, de su pasión y su caída en este mundo occidental. El lector debe buscar su propia interpretación en esta indulgencia del poeta sobre creencias a las que echa mano descaradamente, pues no hay religión sino mito. La mujer es la elegida, la matriarca que desde el vacío deberá llenar cada espacio, pero que finalmente pagará una cuenta muy cara: la soledad como leitmotiv, donde sólo el recuerdo dará un atisbo de esperanza. La segunda parte -“De recuerdos”- obliga al hablante a hacerse presente en este devenir de recuerdos, de las actitudes de las mujeres, que serán diversas ante esta nada cotidiana. Desde el llanto, la mirada perdida, los hijos, los padres, hasta un posible suicidio final, encontramos una mujer fuerte, pero que, poco a poco, sucumbe a un mundo que ella misma ha generado como un recuerdo en que sigue apareciendo esta soledad inexpugnable” [5].

Así, de esta callada manera, AF sucintamente nos establece su verdad esencial: asume la soledad descascarándose en un tiempo y en un espacio indeterminado, donde la mujer se siente y se piensa, más que desde su cuerpo, desde sus circunstancias. “Occidente”, como escenario, alcanza a balbucear por todo punto de referencia; o sea, desde este lado de la historia, con todo lo que ello implica, se asume mujer universal.

III
Ahora, según mi parecer, el primer apartado -“De mitos”- es un preludio de la derrota existencial de toda postura intransigente. Poemas como “Cuervo” y “Caínes” prefiguran un retorno desencantado al soliloquio, al abandono de la manada enervante y pueril. La hablante se deshoja y queda su madera desnuda, doliente, descalza, expuesta a la intemperie de la rosa de los vientos. Leamos un fragmento del poema “Manzana”: “Un sueño vino / a despertar / mis ojos, / un tiempo ajeno / penetró / cadencias, / un vaho añejo / empañó el asfalto, / y, heme aquí, / sentada / en milenarias piedras / sólo / por haber / cogido / el fuego” [6].

En la segunda parte del libro -“De recuerdos”-, y tal como lo expusiera la propia AF en la cita anterior, la poeta se sumerge en su intimidad en busca de aquellos segmentos de un mundo atávico cubiertos de lodo, musgo, ceniza, donde pudiera restituir su humanidad resquebrajada. Llega al borde obtuso del desencanto, pero hurga en la materia desencajada para reciclar acaso el tenue resplandor de un nuevo día. En esa búsqueda existencial la sorprende el último poema de este auspicioso libro, editado por Helena Ediciones de Talca. En tal sentido la ilustración de la portada -una planta de pie estampada en el barro desde donde emerge una manzana- es fiel reflejo de una poética poco abordada por las últimas generaciones en la región del Maule.

Poesía, entonces, de un cierto temple de ánimo que zigzaguea entre las luces y las sombras de un territorio devastado. Temple escéptico, vallejiano diría, por un cuestionamiento permanente a la condición del ser humano -en este caso femenino- asumido desde la soledad, donde las remembranzas como seres míticos vienen de tarde en tarde a visitarla. “Ya es la última estación, / y no es verano. / Soñadora, soñadora, / demoraste en partir / y el mundo / se hizo ajeno” [7].

 

* * *

Notas:

[1] Poeta nacido en Concepción en 1939 y fallecido en Talca en 2001. Autor de “Vacíos”, autoedición, Talca, 1995.
[2] De "Presagios" de Matías Rafide - Poesia-maule.com poesiamaule.com/revista/poeta/ensayos/article_57.shtml
[3] Del “Prólogo” de “Descalza”, de Felipe Moncada Mijic. Página 9.
[4] Del poema “No me gusta el mar”. Página 46.
[5] De “Palabras finales”, de Andrea Fernández. Páginas 60 y 61.
[6] Fragmento del  poema “Manzana”. Página 20.
[7] Fragmento del  poema “Soñadora”. Página 57.



 



 

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