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El impostor en busca de su sombra
(Hugo Villar. Taller de Libros de Cerro Artillería, Puerto de Valparaíso.
2016, 116 páginas.)

Pienso en el tiempo que deja de ser tiempo.
HV


Por Bernardo González Koppmann

 


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I

En agosto de 2015 escribí para la prensa local una breve reseña sobre el primer libro de cuentos y poesía de HV. Dije entonces: “Extramuros (Ediciones La Horca, Talca, 2015), la primera publicación del poeta Hugo Villar -nacido en Talca el año 1981-, nos llama gratamente la atención por el buen uso del lenguaje. El hombre sabe construir sus imágenes sin perder en el intento la hondura filosófica ni la frescura de lo cotidiano; sólo repararía en el ímpetu de algunos de sus versos que no alcanzan a decantar y se van directo al objeto antes que estos se transfiguren y pasen de materia prima o insumo a la condición de esencia, de arte. Además, también me sorprende su propuesta escritural por los tópicos que aborda con total desplante y seguridad; nos referimos a esa actitud lírica de acosar a la ciudad de Talca como tema y motivos de su poesía, más aún en su variante moderna y rural fusionándose. Encontramos así paradigmas culturales que se atraviesan (lecturas, aforismos, ideologías que van y vienen, música contemporánea, arquetipos locales en ruinas e, incluso, la erótica nocturna piduquense), todo lo anterior imbricado en una síntesis, en un sincretismo, que logra sin mayores problemas emprender vuelo poético. ¿Se entiende? Cogollo aparte merecen sus textos en prosa que, aunque escasos, igual se alcanza a atisbar en ellos a un cuentista de fuste que se nos avecina a galope tendido. Nada más por el momento, y quedamos a la espera del próximo capítulo (léase libro).”

Ahora, en plena primavera de este 2016, nos hace llegar un nuevo trabajo literario titulado El impostor, impreso y encuadernado, dice el colofón, en Taller de Libros de Cerro Artillería, Puerto de Valparaíso.

El presente libro consta de 53 poemas y 24 cuentos. Todos ellos, en su conjunto, dan cuenta de una temática ya recurrente en HV; vale decir, la ciudad de Talca como epicentro de fusiones, engrudos y mezclas culturales, en su variante huasolecta, como diría un profeta curicano, incorporando cuestiones del surgimiento y empoderamiento de modos y usos, aunque no costumbres, de los migrantes circunscritos al comercio, la droga y la prostitución en las entrañas de la capital del Maule. Vicios del mundo moderno inevitables, por lo demás, en cualquier ciudad del mundo con cientos de miles de habitantes expuestos en su desnudez total a los garfios de instintos usureros, mercantiles y sibaritas que llegan por estos rumbos en busca de nuevas oportunidades. Y no las desaprovechan.

De este nuevo tiempo y espacio, de esta realidad caótica haciéndose en estado de magma aún, con sus estertores y sismos, con sus paradigmas reciclándose, da cuenta la propuesta escritural de HV, profesor de filosofía y documentalista, quién además ha intentado esclarecer el panorama cultural en la recta provincia con sendas producciones audiovisuales como Talca on the road y Sota.


II

Bien; hablemos para empezar de su poesía, de estos 53 poemas aquí publicados.

El poeta inicialmente, en esta búsqueda del ser humano sensible y racional que se ha planteado como desafío existencial, parte marcando territorio, cual animal en celo: “Yo vengo de lo más profundo de la tierra… / donde se quedó la nostalgia, de ese lugar vengo, / lleno de ríos y de piedras, lleno de volcanes y de terremotos. / Yo vengo de un lugar al que Dios ama, pero le teme.” p7.  Merodea los extramuros y sus vericuetos, deteniéndose comúnmente en gestos sencillos y fraternos de los sufriente, observa y calla: “Se ponen de pie los ancianos, / ella está enferma, / él no recuerda quién es. / La ciudad se va acabando / con más otoños fríos / y menos pan en la mesa, / con más muertos en los cementerios / y menos esperanzas de vida. / Ella lo abraza, / él la besa.” p12.  Pero súbitamente, de sopetón, nos encontramos con un texto bisagra que nos introduce casi violentamente a esta poética, se trata de “The flaming stars”, donde el hablante empieza a desenmascarar la falsía que nos circunda. “Y algún día gritaremos sobre las paredes / buscando la verdad que no nos reconocía.” p13. En un lenguaje, que ya se nos va haciendo habitual en HV, recurre aquí a un coloquialismo íntimo que bordea el realismo sucio denunciando, a su manera, una incipiente cultura kitsch que lo despoja de lo esencialmente humano, ese saber vivir en paz con el entorno y con el prójimo; es el peligro de dejarse envolver por una estética pretenciosa y contradictoria, globalizante, de mal gusto, en un lugar consuetudinariamente rural que torpemente se amonona o moderniza a través de una cursilería y un chovinismo insufrible. Así, en “Hollywood”, apelando al cine y a la intertextualidad como soportes, confiesa: “De Bukowski sólo sé / que le gustan los hipódromos / y las chicas baratas, / sus bolsillos aún están rotos / y los cincuenta dólares / que ganó en las apuestas / se le caen por los pantalones; / ya no le teme a su rostro, / solo le teme a los cuchillos… / Bukowski solo quiere dejar de bramar en los callejones sucios.” p15. La supervivencia o sobrevivencia en la ciudad, extrapolada en este caso desde la Meca de los ilusos (“No olvides que antes de la muerte estás tú / y que en la pantalla eres eterno.” P8), nos revela al habitante del país de las nieblas y las desdichas, de la Talca enmarañada, como un antihéroe de pequeñas hazañas cotidianas, quien salva el día ganando una apuesta en las carreras de caballo, por ejemplo, lo cual le basta para celebrar con sus parroquianos amados hasta el fin de los tiempos, lapso que generalmente no se prolonga más allá de la próxima resaca.

Nuestro poeta, ante el panorama inmenso, no sucumbe. Apela a su memoria emotiva; a los sabores, aromas, sonidos naturales, flora y fauna nativa, la cultura silvestre y campesina, todo un bagaje donde se refugia y fortalece para restaurar las heridas que nos deja la historia reciente. Con temple rokhiano, invocando a las fuerzas del paisaje íntimo y con un diestro manejo de la anáfora y el correlato objetivo, vocifera a los cuatros vientos - norte, surazo, puelche y travesía - como una forma de espantar los fantasmas de la mala muerte. “Cómo no me va a gustar estar vivo, pisando fuerte esta tierra, respirando con fuerza el aire de las / cordilleras, degustando un rico pejerrey frito a orillas del río Maule, leyendo un poema de Jorge / González Bastías, soñando que estoy embarcado en un majestuoso falucho fantasma, / atravesando las tierras pobres, observando los cielos vírgenes de Pichamán y de Nirivilo…” p66.  Notable apropiación del lenguaje para los humildes; precisamente lo contrario al trasvasije o vaciamiento del signo a que nos acostumbran los publicistas del idioma y de la literatura elitista. Aquí cuaja la palabra con una honda carga semántica, antropológica, rural, maulina. Épica de las minucias, algarabía de lo sensitivo, de lo erótico, de lo humilde, natural y pantagruélico al celebrar los pequeños y eternos momentos de estar vivo frente al asombro definitivo que emana de lo elemental, de lo desnudo. Un cercano goce fraternal y democrático al estilo de Walt Wittman, cara al cielo, con los brazos abiertos traqueteando por las intemperies del Maule, rezumando una oralidad imprescindible para rehumanizar los ritos domésticos y comunitarios succionados por la prepotencia y la estupidez de los poderes fácticos. Temple impetuoso, entonces, que logra retrotraerse a los orígenes del Verbo, a los días del Génesis. Sin embargo, estimo, nuestro poeta puede aún decantar más la palabra, elaborar más y más profundas imágenes, porque talento tiene para extraer toda la potencia y sabiduría del lenguaje.

Sin duda, HV denota un original dominio del oficio literario, como así también un vasto acervo de lecturas y buenas influencias. Aparecen cercanas correspondencias de Rimbaud, Baudelaire, Vallejo, los beats, Teillier, Carver, Bolaño, Millán, en ese orden, además los ya mentados Pablo de Rokha y Charles Bukowski.

Bueno; si anteriormente celebramos un temperamento festivo y jocundo cuando el hablante vaga por la comarca rural degustando el aire, el agua, el viento y la tierra salvaje, no acontece lo mismo cuando atraviesa las esquinas o se pierde en las galerías y avenidas de la ciudad. “Ni los aeropuertos, los asientos traseros, / el oro de los tigres, ni las habitaciones vacías / me necesitan. / Nadie me necesita, / y yo necesito tan poco, / comer, dormir, orinar, copular.” p28. Decepción, como temple de ánimo, a veces; si bien se refugia y solaza en sus raíces originarias para ser plenamente maulino, hombre, ser humano, asumido en su singularidad, lo aniquila no obstante la indiferencia, el cosismo y la parquedad de las relaciones sociales urbanas. “Aún sigo sentado en las esquinas / contemplando el latir furioso de las bestias / gimiendo, aullando, escupiendo el ethos.” p29. El ser humano se nos presenta en algunos textos escindido como producto de la cultura postmoderna, dejando entrever la crisis del paradigma binario cristiano occidental - bien vs mal, etc. -, modelo excluyente, conservador, ultramontano, usurero y lucrativo como oferta de vida, sobrepasado por tanto desastre ecológico, económico, político y social que azotan y asolan la inmensa humanidad.

HV echa mano al buen cine con contenido existencial de post guerra como sustentáculo, como apoyo, donde el hombre y la mujer dan la batalla por la vida en una sociedad cruel. Hace mención a Humphrey Bogart, Marcelo Mastroianni, Natasha Kinski, Harrison Ford, Jack Nicholson, Robert de Niro, Faye Dunaway. Obviamente, en esta poesía, Talca es un gran barrio chino cruzado de punta a punta a altas horas de la noche por un taxi driver. Inevitable no pensar en Carahue es China, de Ricardo Herrera. Los blues de Jimi Hendrix “copulando con la guitarra” p32 se oyen patentitos como música de fondo; incluso, la viola da gamba de Sainte Colombe nos deja la piel de gallina cuando oímos sus arpegios antes que se esconda el lucero del alba detrás del Cerro de la Virgen. Pero, yo a mi chiquillo no sé por qué me lo imagino bailando Mariposas amarillas, cantada por Luisín Landáez, en un salón del Zepelín, en el corazón del barrio La Sota. Todo esto como preámbulo a la última parte del poemario, donde HV fusiona con destreza, como hemos mencionado, distintas disciplinas artísticas - música, literatura, cine - buscando reencontrase con la paz y la armonía perdidas después de su migración del terruño natal a Talca. En la urbe el poeta se deprime, se derrumba. “Ciudad desnuda, llena de fantasmas y de traidores, / llena de semen y de líquidos obscenos, llena de agujeros / y de sitios eriazos, llena de ruinas y de espanto… / ciudad furiosa, llena de cal y muertos, / como un motel vacío, lleno de ratas y gusanos, / lleno de gemidos.” p38. Entonces, antes que el colapso arrecie, el autor apela al deconstruccionismo, a la descomposición de los bastiones semánticos anquilosados que pretenden amordazarnos, y acude a los marginales, a esos seres maravillosos que aplauden cuando sale el sol, que hacen de la vida una obra de arte, léase boxeadores, prostitutas, niños de palo, poetas vagabundos, los vencidos, a quienes oye en sus balbuceos elementales, genésicos, para rearmar el léxico, el habla de la tribu, donde nos reencontraremos como hermanos, como compañeros y como seres humanos.

Algunos bemoles. Estimo, humildemente hablando, que son muchos los registros en este libro; encontramos aquí voces cultas, chisposas, rurales, urbanas, culteranas, cotidianas. Bueno sería profundizar en una voz, pero que sea irrefutable, incuestionable, en el concierto regional o nacional. La voz de HV. A su vez, quiero insistir en la importancia fundamental en el buen uso de la puntuación de los textos, defecto endémico en casi toda la poesía chilena reciente, que nuestro autor también comete en grado menor. Estos descuidos son fáciles de enmendar. También me parece que debe calmar las pasiones; debe templar su alma y su sangre, porque pasa con frecuencia raudamente de estados sicológicos, humores o genios que van desde la euforia sibarita hasta la nostalgia lárica, transitando por bastantes matices ya sean de carácter díscolo o apacible. Cuando el poeta decante su estilo, su escritura, sin duda estaremos en presencia de una poesía madura, sólida, definitiva, que vendrá - sin duda, insisto - a realizar la síntesis o suma poética imprescindible que tanto necesitamos por estos andurriales maulinos. No es poco.


III

Refiriéndonos, a continuación, a la prosa de HV, nos encontramos con 24 cuentos, la mayoría breves, que responden a la temática enunciada en los párrafos anteriores, vale decir, la permanente actitud de indefección de los protagonistas frente a la nada, bordeando el nihilismo, en una ciudad enajenada. Son historia escuchadas en sueños, surrealismo piducano, periférico, apocalíptico, que el narrador trascribe trastocando la personalidad de los personajes. Relatos como “Los amantes”, “Ancianos y sombras”, “Sueños” o “Vientos del tiempo” nos dejan de manifiesto el oficio del autor en manejar las alucinaciones dentro de las palabras. Villar hace de una pequeña anécdota algo real maravilloso, fantasmagórico, donde las fuertes impresiones grabadas en el subconsciente - “morbo” les llama el autor - adquieren presencia figurativa en visiones acumuladas en los rescoldos de la memoria. Eficaz recursos para rescatar las ilusiones, porque Villar posee el talento de la descripción breve, exacta precisa, otorgándole tensión y ritmo a sus escritos, a sus narraciones.

En esta prosa distinguimos algunas características que nos llaman la atención, como por ejemplo el manejo de los tiempos; Villar se pasea por la historia como Pedro por su casa. En el cuento corto, cortísimo, llamado “Atenas”, a modo de ilustración, nos enfrentamos a un mito o leyenda griega, donde la inmolación es el precio que se paga en este mundo para mantener la inocencia. El autor se remonta 2.500 años con el propósito de encontrar un paralelismo, un símil, entre la decadente cultura postmoderna y el panhelenismo. Otro acierto que me parece importante en esta prosa es el de subvertir el significado de soledad, entre otros conceptos, como en el caso del cuento “Fotografías”, donde un ex presidiario llora bajo un puente recordando a sus compañeros de celda. También se maneja con soltura en los motivos culteranos. En “El destino de los kantianos” nos enfrentamos a un caso de premonición o el arte de vaticinar de los poeta; el autor incorpora en este relato, en primera persona, elementos filosóficos de una relativa densidad - “Éste era un hombre que se definía como racionalista kantiano, libre pensador y asceta posmoderno.” p77 -, en un afán de dar noticias de la globalización de la cultura; sin embargo, como efecto de la acumulación de los grandes consorcios se hace inevitable el surgimiento del migrantes y yonquis enajenados en los bajos fondos, enemigos viscerales del conocimiento ilustrado cuando de salvar el pellejo se trata. Esto queda demostrado con tres norcoreanos haciendo de las suyas por estas latitudes, perpetrando sendos crímenes, tal vez  provocados por los estupefacientes o el poder o la simple ignorancia y desprecio a lo extraño en esta ciudad controlada por orientales y latinos.

Otro tópico que nunca abandona HV en sus trabajos literarios es el eterno retorno a las materias y los gestos primarios, originales; como cable a tierra husmea en lo rústico elemental, en las costumbres populares urbanas y campesinas, en las reacciones espontáneas que brotan al más insignificante estímulo, como ser la rutilante aparición de un cuerpo hermoso - ver “Mujer fatal” - o el canto de un pájaro en la noche, como se lee en “El conjuro”, por señalar otro caso. Algo parecido se podría decir, respecto a la temática, sobre su contumaz vuelta a los instintos primarios de lo esencial humano; pareciera constantemente querer recordarnos que el llamado de la selva es determinante en algunas personas. Leamos: “El instinto es más fuerte¸ la adrenalina, ese salvajismo, ese sadismo propio del ser humano, es más fuerte.” p96. “Me gusta la aventura, la adrenalina, estar siempre al límite… Creo que la vida debe ser entretenida, ágil, sorpresiva, fugaz.”  p109.

En cuanto a la técnica narrativa, sólo quisiera hacer mención a los distintos empleos que hace el autor del protagonismo tanto de la voz del narrador como de los personajes. Comúnmente usa la tercera persona, como se estila en los relatos tradicionales (“Un hombre pasa caminando cerca del barrio en el cual vivió cerca de cinco años…” p85). En otras ocasiones utiliza el monólogo interior, como en los cuentos “La peste”, “Recuerdos” o “El impostor”, título éste que se hace extensivo al libro todo. Pero lo que sí es novedoso es evidenciar cómo se intercalan personajes y narrador en los relatos “La rata, el perro y la mujer en tres actos” y, especialmente, en “Prefiguración de Sergio Vallejos”, notable este último por el recurso de intercalar las voces de los protagonistas, otorgando distintos puntos de vista a un mismo hecho objetivo; estimo sí, en mi modesta opinión, que las intervenciones del relator sobran, y que ese rol de enlace o mediador debiera ejercerlo el lector.

Referente a los ripios que podríamos hallar en estas “Prosas” reitero lo dicho para el apartado “Versos”. En consecuencia, siendo el autor un diestro narrador, con gran dominio del lenguaje, otorgándole tensión y suspenso a las tramas, con un estilo coloquial, directo, simple, bordeando las historias todas - o casi todas - lo novedoso y sorpresivo, debe y puede sacar mejor partido al uso gramatical de la puntuación de los textos. Un detalle a superar.

Respecto a las locaciones, esta narrativa nos pasea por Valparaíso, el Barrio Puerto, el muelle; por Talca, La Sota, la Alameda, la 11 Oriente; por Santiago, el metro, calles del comercio; pero a su vez nos transporta a la antigua Grecia, Atenas; a África, Sierra Leona, Costa de Marfil, y por supuesto al Maule profundo, Pelarco, San Clemente, Vilches, Mariposas, ya sea como delincuente, como inquilino, como detective, como polizón o sencillamente como un anónimo poeta errante.

Finalmente, y ya para ir terminando el asedio a este excelente libro, digamos, lo no era de extrañar, que el narrador llega serenamente, calma’o, a los temas metafísicos, aunque todo aquí nos parece existencial, abstracto, siempre con una doble o tercera lectura, por más llano y espontáneo que nos parezca el argumento. HV de pronto cala el alma humana con sapiencia y sabiduría, y me arriesgaría aseverar que casi más hondamente en prosa que en poesía. Nos plantea, como idea de fondo, con los recursos literarios que hemos mencionado, la hecatombe de su mundo original, la errancia por la ciudad despersonalizada, su contacto con el coa, las mafias, el crimen y los tráficos que hacen su aparición en las urbes provincianas lenta y meticulosamente, todo ello con conocimiento de causa. Vivir para contarla, aseveró el maestro. Acaso el autor exagera su visión negra, su mirada magra, de las cosas; pero siempre se ha dicho que los poetas son alumbrados, proféticos, adelantados, y que en sus escritos vaticinan los grandes sueños, utopías y sucesos que cambian los paradigmas para siempre, o hasta la nueva revolución, que eso es lo que está ocurriendo hoy en la humanidad, la revolución del vaciamiento de ethos, del pathos, del logos. En esa dimensión leemos El impostor, un libro que nos inquieta y seduce. Bien por Talca, bien por la región del Maule y bien por la literatura.

Talca, 11 de noviembre de 2016.


 

 

 

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(Hugo Villar. Taller de Libros de Cerro Artillería, Puerto de Valparaíso. 2016, 116 páginas.)
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