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Bernardo González Koppmann |Autores |

 

 

 







La épica cotidiana de un escritor exiliado en Malmö
(“Sin ti mi cama es ancha”, de Jorge Calvo;
Editorial Signo, Santiago de Chile, 2020.)


Por Bernardo González Koppmann


“También el cuerpo que se tendió a tu flanco
te busca en esta nada.”
Cesare Pavese



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Leer a Jorge Calvo es un verdadero placer.

Ahora, viene lo difícil; cómo justifico lo que acabo de afirmar en un escenario cruzado trasversalmente por esta crisis de paradigmas morrocotuda, insertos además en un sistema posmoderno y en un país que estalla por estos días en mil pedazos buscando a tientas entre los gases lacrimógenos alguna tabla de salvación en los consabidos grandes relatos, en el humanismo, para hacerla corta, que mira la vida desde la perspectiva de las gentes de buena voluntad, a partir de la sabiduría que nos ha legado el esfuerzo colectivo bregando desde los orígenes de las civilizaciones tras una utopía, parusía o como quiera llamársele, aspiraciones tan legítimas ubicadas en las antípodas de un neoliberalismo miserable que nos cosifica cual insectos, corriente económica y política capitalista ésta ensalzada hasta la saciedad por los imberbes intelectuales del hedonismo individual. Pareciera que Rilke tenía razón cuando dijo que a lo antiguo retorna todo lo perfecto. Las vueltas de la vida, como diría una vecina de mi barrio El Prado, de Talca, viendo a su mascota regresar a casa de madrugada haciéndose el cucho.

“Sin ti mi cama es ancha”, la última novela de Jorge Calvo (Santiago, 1952), nos relata la dinámica de un puñado de intelectuales latinoamericanos, principalmente chilenos, los inefables, en Malmö, apacible ciudad ubicada en el extremo sur de Suecia, a la entrada del estrecho del Sund, frente a Copenhague, donde comparten sus afinidades culturales y artísticas de preferencia literarias con todas las grandezas y miserias del ser humano, durante el destierro al que se ven impelidos por las dictaduras neofascistas de la época, cuyos efectos económicos, sociales, políticos –antropológicos, diría yo– padecemos a más no poder hasta el día de hoy. Estamos hablando de sucesos íntimos y comunitarios de un grupo de amigos acaecidos en los años 70’ y 80’, en Suecia, los cuales serían escritos, narrados, novelados por el autor en Estocolmo y Santiago de Chile, entre 1999 y 2016, retrospectivamente.

La escritura de Jorge Calvo, de un tiempo a esta parte, ha logrado consolidar una cierta madurez de estilo que se viene haciendo sana costumbre en él. Su lenguaje narrativo –notable es el caso de “El viejo que subió un peldaño”, por mencionar su obra anterior, de 2015, a modo de ejemplo– posee algunos rasgos que la distinguen claramente entre la narrativa de sus pares generacionales, sea por el temple decantado, sereno y reflexivo de sus protagonistas, así comopor abordar la difícil temática existencial, llámese ésta vejez, desamor o exilio, desmitificando algunos tópicos que el lector irá descubriendo en la medida que se interne en sus obras. También, nos hemos percatado a la legua que incorpora sagazmente y en su justa medida el humor y el erotismo en sus escritos, deconstruyendo con estos ingrávidos recursos arquetipos y estructuras añejas para una época que exige originalidad y amplitud de horizontes; igualmente, logra crear con pericia en sus cuentos y novelas una cierta tensión en las tramas que, tomadas de la cotidianidad más elemental de sus antihéroes, comúnmente cierran el meollo del asunto en un círculo perfecto. De esta forma, Calvo, consigue hilvanar comúnmente dos o tres historias en sus relatos, los cuales se van trenzando con suma naturalidad, fusionándose y complementándose con una rara maestría, un tanto escasa se diría por estas coordenadas. Apela, en la elaboración de sus ficciones, en la plasmación de su imaginario, a las técnicas contemporáneas más usuales (racconto, intertextualidad, monólogo interior, corriente de la conciencia, por nombrar algunas), pero sin caer en barroquismos, petulancias, culteranismos ni pretensiones mesiánicas que siempre malogran las mejores intensiones. Al revés; la dicción, el habla de sus personajes –artistas, ancianos, periodistas, funcionarios públicos, odaliscas, perseguidos políticos, dados de baja todos ellos en su mayoría e intentando hallarle el cueco a la breva–, expresado tanto en diálogos como en soliloquios es siempre sencillo, directo y concreto, aunque invariablemente atildado, sentencioso, lúcido, cuando no sarcástico y mordaz. Es una prosa para tener en cuenta, por lo que hemos visto, con variados trucos literarios, creativos, que agrada leer y se agradece, sobre todo cuando apremia ir perfilando una nueva sociedad donde se desarrolle un ser humano más solidario, fraterno, tolerante, con quien poder intentar revertir estos tiempos de penurias que ya se prolongan –parece mentira– por cerca de medio siglo instalados en esta franja de nevados volcanes y rojos copihues, como solían decir los compadritos de Malmö.

“Sin ti mi cama es ancha” –título tomado de una canción de amor de Joan Manuel Serrat– se inicia revelándonos el entorno de un novelista chileno exiliado en Marmö (El que Escribe), mientras lucha arduamente con las palabras tratando de encontrar un argumento convincente para su novela, respecto a una nueva invasión de los bárbaros a Europa. El escritor decide bajar desde su departamento, ya atardeciendo, para distraerse un poco en el temible bar Sayonara que significa nos vemos, en japonés, situado en los alrededores de Möllevångstorget, plaza del molino, célebre y bohemia feria muy versátil de la ciudad de Malmö. Después de trabajar todo el santo día decide, entonces, compartir la magia de la noche en dicha taberna con sus amigos de la colonia, un grupo de exiliados chilenos como él, y otros contertulios latinoamericanos; a saber, Arturo López (humilde dios proletario, algo cahuinero), don Poquito a Poco (ex alcalde de La Pintana), Felipe Castillo (cumbiambero, experto en damas de porfiado corazón), Eusebio (guitarrista brasileño), Florencio (porteño de Buenos Aires, cineasta sicalíptico), Lawrence (el de terno de lino blanco), Anitamaría y Querubín Eterno. Otros personajes secundarios destellan y se esfuman fugazmente como la brasa de un cigarro. Las personalidades de estos sujetos son variopintas; van desde misántropos ensimismados hasta pícaros ladinos y bellacos de frentón. De las múltiples temáticas que discuten, donde no escasean las hazañas juveniles, tanto bélicas como eróticas de los compañeros y compañeras, confluyen todos sin embargo en la idea de organizar un show cultural, cuyo objetivo preciso aún está por discutirse; en eso estaban las cosas cuando, de un momento a otro, todo el mundo repara en la ausencia del agente o generador clave para organizar dicha actividad, el cual no llega a la cita. Estamos hablando de Drago (El Enano); es un bajito de metro treinta y seis, de origen iquiqueño, fantasioso y original, nada de casto, cuya historia en racconto y flashback empezaría a desarrollarse desde el segundo capítulo. Así, se irá revelando en la medida que avanzamos en la lectura entre otras tantas ocurrentes aventurasanécdotas antiquísimas de su abuelo nórdico, la increíble travesía de su madre desde Noruega a Chile, noticias de una infancia harto traumática en Antofagasta y, tras cartón, una adolescencia contumaz rebelde y enamoradiza en Valparaíso, para posteriormente pasar a describirnos cómo afectaría el golpe de estado del 73’ los proyectos revolucionarios de un joven poeta, y su posterior exilio.

“Sin ti mi cama es ancha” asimismo se da el lujito de ofrecernos hondas reflexiones sobre arte poética, la soledad existencial de los desterrados, la amistad verdadera a prueba de golpes de suerte, la fe disipada en lugares oscuros, la pedantería consuetudinaria del derrotado, el sectarismo en todas sus expresiones, la crueldad enfermiza de los débiles, la incertidumbre del amor eterno, en fin, todo lo referente a la problemática entrañablemente humana que afectó a quienes se embarcaron alguna vez en un sueño sin retorno, intentado salvarse y salvar este mundo –enfrentado en Oriente y Occidente– que se derrumbaba, y cuyas ruinas aún no terminan de caer sobre nuestros hombros.

Para ir concluyendo estas reflexiones, pienso, a modo de síntesis, que esta novela no tiene final. Así, como la belleza es una alegría para siempre y la poesía no es más que el primer eslabón de lo terrible, lo importante acá, independiente si los protagonistas sucumben o sobreviven, si el evento cultural realizado en Malmö fue un éxito o un fracaso, si El Enano encuentra a la mujer de su vida o debe mascar el duro carozo del dolor, si El que escribe termina su novela o la abandona, lo primordial en esta hora resulta ser que después de haber leído “Sin ti mi cama es ancha”, de Jorge Calvo quedamos con una leve sensación de paz, de felicidad, algo parecido al nacimiento de una certeza dentro de nosotros que ya echábamos en falta en nuestro; ni más ni menos que volver a creer en el ser humano. Así sea.


Talca, 18 de octubre 2020.



 

 

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