“La Partida”, o aproximación a la intimidad
de una generación pulverizada
Jorge Calvo, Editorial Signo, Santiago de Chile,
septiembre 2023, 216 páginas.
“La Partida”, novela publicada en 1991 por Jorge Calvo (Santiago, 1952) y reeditada por cuarta vez en esta primavera del 2023 por Editorial SIGNO, con motivo de cumplirse medio siglo del Golpe de Estado de 1973, viene a “hacer memoria” de aquellos hechos que cambiaron la historia de Chile y de Latinoamérica para siempre. "La palabra es el fundamento y la significación de toda existencia humana; y ese fundamento es testimoniado, esa significación se hace historia concreta, a través de la praxis, de la acción humana", escribió Gustavo Gutiérrez en el fervor de los años 60, y es precisamente echando mano a este recurso —el verbo, el logos— que el autor intenta poner(nos) las cosas en su lugar narrando en forma ficcionada, pero bastante realista, los sucesos que le tocó vivir en carne propia antes, durante y después de aquel nefasto día de septiembre.
Jorge Calvo en esta nueva versión de “La Partida”, de 216 páginas divididas en ocho capítulos, nos narra con un estilo ágil, chispeante, profundo y cotidiano el mundo interior y la praxis colectiva de una generación que está palpitando el sueño y la locura de una utopía al alcance de la mano: los prolegómenos de la victoria, los mil días y la derrota de un convulsionado proceso político, económico, social y cultural, todo ello relatado simultáneamente, al unísono, donde el autor da cuenta con pericia —tanto en lenguaje culto como en coa popular, con giros inesperados, intertextos, coprolalias, jerigonzas, anglicismos, galicismos y mucha poesía— aquellas estremecedoras jornadas de amor y horror protagonizadas por jóvenes rebeldes que soñaban con un mundo más justo, fraterno y solidario que se haría realidad durante el proceso revolucionario iniciado por el gobierno de Salvador Allende.
Si tuviéramos que hablar de tramas o argumentos diríamos que es una profunda historia de amor entre dos adultos muy jóvenes, conscientes y comprometidos con los cambios sociales que en ese momento se estaban llevando a cabo. Se conocieron en una marcha, donde él (llamado Simón, o Heredia según fueran las actividades) salvó a una bella desconocida del proyectil lanzado por los pijes de la araña negra, un miserable cuesco de durazno que durante el transcurso de la novela se va a trasformar en un apreciado talismán. El protagonista principal, quizá el alter ego del autor, padece todo lo que un sobreviviente pudo soportar ante los esbirros del General: represión, persecución, detención, tortura y la desaparición forzada de La Flaca, esa muchachita de las manifestaciones callejeras que con el tiempo llegó a transformarse en su inseparable compañera. Desde entonces se va a sumergir en la clandestinidad, desde donde tejerá relaciones conspirativas inmiscuyéndose con historias paralelas y personajes secundarios de la más variada índole, con los cuales va imbricándose en el desarrollo “La Partida” como si una mano misteriosa estuviera tejiendo la firme trama de un choapino. Así, este hombre (Simón de día y Heredia de noche) decidido a descubrir a los asesinos del pueblo y darles de su propia medicina, conoce en el Club de Ajedrez de la ciudad a un sicario, con quien juega sus lances como rival circunstancial; éste, por su parte, participaba en un grupo de contrainsurgencia dirigido por un tétrico militar de alto rango experto en inteligencia quién, a su vez, había acribillado a un joven poblacional, as del fútbol, contacto de un amigo y compañero de nuestro protagonista. Así se va estructurando una novela muy dinámica con oportunos flash-back o raccontos, donde llaman poderosamente la atención los distintos registros que maneja el autor. De esto último quisiera decir algo.
Respecto a los tipos de lenguajes que coexisten en la novela, o “distintos registros” como ya lo mencionamos, nos sorprende el alto dominio que maneja Calvo de los diversos estratos culturales que formaban la sociedad de Santiago durante los tiempos de la Unidad Popular. Por ejemplo, es notable como emplea los conceptos del deporte ciencia, su nomenclatura, la historia de los grandes maestros, los tics o manías de los contendores, en fin; se nota que estudió a los personajes porque manifiesta amplio conocimiento sobre lo que escribe. Lo mismo, nos llama la atención cuando el Teniente, jefe de la cuadrilla, en agudos soliloquios da cuenta de sus perversos demonios interiores; nuestro narrador lo escudriña con sapiencia, en forma meticulosa. Es realmente sorprendente como nos va revelando las triquiñuelas y justificaciones morales que usaban estos sujetos para lanzar vivos, libres de toda culpa, a cualquier “enemigo interno” desde un helicóptero al mar sin que se les moviera un músculo de la cara. Por otra parte, dando cuenta del mundo poblacional, Calvo nos hace vivir un formidable partido de fútbol de una liga de barrio, con entrevistas al borde de la cancha, comentarios deportivos, chispeantes consejos comerciales y una que otra salida de madre del relator del encuentro, todo expresado carnavalescamente con ese léxico de la calle o habla de la tribu que denota una honda sabiduría popular, lo cual a estas alturas de “La Partida” emociona al comprobar en vivo y en directo cómo el crimen organizado —que nos legó la Dictadura— ha destruido intencionalmente en este país las organizaciones sociales más nobles.
“Ellos esperaban el fusilamiento, pero los desnudaron, les vendaron los ojos y los amarraron a trajes metálicos, les aplicaron electricidad, los obligaron a tragar cucharadas de caca: ¿Así que ustedes eran los huevoncitos que venían a cambiar el sistema? Les arrancaron las uñas, les quebraron los dedos. Esperaban una lucha limpia y les dieron una guerra sin cuartel; les patearon los testículos, delante de sus ojos violaron a sus madres, esposas e hijas. Les extirparon de un tajo los sueños. Y los pusieron a vivir en esta pesadilla que se llama “el nuevo orden nacional”.
Se podrían mencionar también otros elementos estilísticos que hacen más que interesante la lectura de “La Partida”. Considero, por ejemplo, el humor y el erotismo, dos recursos literarios que Calvo maneja con una destreza que se ha venido confirmando fehacientemente en sus obras posteriores. Igualmente, el uso de letras o versos del cancionero latinoamericano intercalados oportunamente para empatizar o hacer más humanas, más profundas, más sensibles, algunas situaciones de diario vivir. Asimismo, la ironía, la decontrucción, la dialéctica, la minuciosa descripción de ambientes y estados sicológicos de los personajes son recursos que de una u otra manera enriquecen bastante esta novela.
El desenlace del libro es de película. Cuando todos habíamos olvidado el origen de esta historia de amor; cuando el protagonista ha madurado su dolor transformándolo en consciencia revolucionaria; cuando Simón a veces desprendido de Heredia entra en profundas cavilaciones —“¿debo emigrar para poder seguir respirando en paz o debo permanecer clandestino arriesgando la piel junto a mis compañeros que aún resisten?—; cuando todo daba a entender que sería otro día sin novedad en el frente, en ese preciso instante en un café céntrico a media mañana, mientras espera un contacto para intercambiar informaciones, siente el frío cañón de un pistola en su sien: “Cagaste, Heredia”. Simón sorprendido tantea los bolsillos de su chaqueta y encuentra un pequeño bulto. No es un corvo, tampoco un arma corta, ni siquiera un mísero miguelito o un encargo por entregar; no, nada de eso; es simplemente la leve y definitiva compañía —de aquí a la eternidad— de su fiel e insobornable cuesco de durazno, que permaneció callado y atento durante todo el desarrollo de la novela, único pasaje de ida sin retorno que en un abrir y cerrar de ojos lo llevará ante la inalterable presencia de La Flaca.
Novela clave de Jorge Calvo para empezar a recuperar el alma de Chile.
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“La Partida”, o aproximación a la intimidad de una generación pulverizada
Jorge Calvo, Editorial Signo, Santiago de Chile, septiembre 2023, 216 páginas.
Por Bernardo González Koppmann
mano a este recurso —el verbo, el logos— que el autor intenta poner(nos) las cosas en su lugar narrando en forma ficcionada, pero bastante realista, los sucesos que le tocó vivir en carne propia antes, durante y después de aquel nefasto día de septiembre. 
