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“La voluntad de estilo como una utopía en la narrativa de Patricio Manns”

Por Bernardo González Koppmann



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“Resignificar el mito sólo lo pueden hacer los poetas”
Benjamín Guzmán Toledo

Sin duda -y tal vez sin proponérselo- Patricio Manns (Nacimiento, Chile, 1937) ha escrito una obra literaria más que sólida, contundente, con alrededor de una docena de novelas posmodernas francamente deslumbrantes. No hablaremos aquí de su cantología, ni de sus poemas, ni de sus ensayos, ni de sus reportajes porque el cuero no me da para tanto. Apenas intentaremos aproximarnos a su “voluntad de estilo como utopía”, acierto teórico conceptual formulado por Roland Barthes; o sea, la vida del escritor asumida como un compromiso ético y estético con la palabra a manera de arma de lucha en pos de un mundo más humanizado. Que harta falta nos hace, por lo demás. “La poesía es un arma cargada de futuro”, como lo resumiera bellamente en un verso Gabriel Celaya.

Podríamos iniciar este comentario de su novelística, entonces, diciendo que PM -con una actitud vitalista impresionante- supera el realismo social y el existencialismo de Sartre y Camus de su primera época (“De noche sobre el rastro” y “Buenas noches los pastores”) con técnicas narrativas novedosas, experimentales, integrando varias corrientes literarias, tanto estructuralistas como deconstruccionistas (Jacques Derrida) en un estilo que ha venido a dar en una propuesta de escritura única e irrepetible en lengua castellana. El estilo Manns. Así, el narrador omnisciente que lo caracterizaba hasta ese instante, toma conciencia de la raíz del dolor colectivo -sin abandonar jamás la ficción o transformación onírica de la realidad-  e ingresa en una segunda etapa de su creación con relatos cuyos motivos serán ahora de índole arcaicos e históricos (véase “Actas de Marusia”, “Actas del Alto Bío Bío” o “Memorial de la noche”, “Actas de Muerteputa” o “Diversos instantes del reino”, “El corazón a contraluz”, “El lento silbido de los sables” y “La conjetura escita”). Posteriormente, en un tercer estadio de su novelística, innova las técnicas literarias y el leitmotiv de sus obsesiones dando forma de este modo a textos acuciosamente contemporáneos (a saber, “El desorden en un cuerno de niebla”, “La vida privada de Emilie Dubois” y “Música prohibida”). Inclusive en el intertanto, acusando gran versatilidad y oficio, nuestro narrador había ingresado cabal y duchamente como Pedro por su casa en la ciencia ficción (“De repente los lugares desaparecen”). Háganme ésa.

Ese estilo, único e irrepetible, al que hacíamos mención en el párrafo anterior -inseparable de una visión de mundo amplia, profunda y socialmente consciente y comprometida con las causas más nobles de la humanidad- es analizado magistralmente por Benjamín Guzmán Toledo en su libro-ensayo “Palimpsestos de una contramemoria literaria: Poética novelística de Patricio Manns” (2016). Nos ilustra Guzmán respecto a la voluntad de estilo de nuestro autor, que es el tema que nos preocupa en esta reseña. Leamos: “Sustentamos la tesis que ella (la novelística mannsiana) ha percibido con singular sagacidad nuestro país, con bellísimas descripciones de sus emplazamientos topográficos, con un lenguaje (experimental) profundamente poético, sugerente, para acercarnos a las cosmovisiones y teogonías de las diversas etnias originarias, pero (a la vez) con una voz narrativa condenatoria de las graves asimetrías sociohistóricas desde nuestro origen como nación, las que enmascaran -desde la propia estructura de institucionalidad estatal- violencia, hechos de sangre e injusticias ejercidas contra las clases sociales más deprivadas” (p. 228). Certeras palabras que nos introducen en la personalidad vertiginosa y multifacética de este porfiado creador que, más temprano que tarde, será considerado como un adelantado entre nuestros novelistas.

El deber del poeta, del narrador, entonces, es desenmascarar y reescribir la falsía canónica. En eso se empeña Manns y su “voluntad de estilo como una utopía”. Por ejemplo, a modo de ilustración, la causa mapuche urge (re)conocerla a cabalidad -desde los orígenes míticos, poéticos y ontológicos- para entender a este pueblo originario que brega siglo tras siglo en la búsqueda de su cosmovisión ultrajada y parcelada, primero, e incorporada al estado huinca, después, a punta de balazos y aguardiente, aguardiente y balazos. El crimen de Camilo Catrillanca ha sido descrito análogamente innúmeras veces en la prosa poética de PM y, sin embargo, se omite e ignora este notable trabajo literario burdamente por los detentores del comercio y el tráfico editorial a gran escala por estas latitudes. Manns debe ser leído urgentemente en todas las escuelas y liceos de Chile por la belleza y contextualización de su propuesta, si es que queremos en serio tener una educación de calidad. Ahora más que nunca. No hacerlo es negar el acceso del pueblo a la cultura; es censura, es violación a los DDHH, es exclusión, es oscurantismo. Ni más ni menos.

Bien. Por todas estas razones brevemente expuestas, PM se ha erigido como un intelectual de fuste en nuestro territorio latinoamericano, bastamente escuchado como cantautor, aunque escasamente leído como escritor. Pero, todo a su tiempo. Calma y buena letra. Hoy el país no está preparado por su escaso nivel cultural, celebrante de la pachanga y de la frivolidad -reparemos en los niveles de comprensión lectora, virtualmente nulos en nuestra ciudadanía, como botón de muestra nomás- para entender a cabalidad la envergadura de la poética mannsiana. Un verdadero despilfarro, una lástima, que su obra literaria marginada intencionalmente por los gobiernos de turno no sea difundida con mayor énfasis en este largo y angosto supermercado llamado Chile; todos sabemos las razones. Un artista que en su vida fue mirista, vocero y creador del himno del FPMR, comunista y que, además, capta de lejos el porqué de las cosas en su momento preciso, no puede ser reconocido ni valorado ni justipreciado por un Estado nazional (con zeta) que asesinó y sigue asesinando la memoria de Víctor Jara y Pablo Neruda, entre otros. Los hechos hablan por sí solos. Se le ningunean absurdamente los premios nacionales de música y literatura, en forma tenaz y sistematizada, como si con ello se pudiera contener o apagar la furia de un volcán que apenas está levemente dormido y -algún día tendrá que suceder- entrará en erupción abruptamente sin Dios ni ley. Tal un nuevo génesis. Paciencia, Maestro. Te lo dice un ferretero. Ese ferretero se llama Raúl Zurita. Escucha Chile: “Escribir sobre PM es escribir sobre la figura cultural viva más extraordinaria de mi país. Si uno ama a su país -con todo su dolor- tendrá que amar a PM. Él ha fundido la palabra, el canto y el amor en la forma más alta de poesía que yo ahora conozca. La poesía de la obra de Patricio nos hace más humanos y más hermosos”. A buen entendedor, pocas palabras.

 


Talca, 25 de noviembre de 2019.



 

 

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