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Bernardo González Koppmann, escritor
El poeta maulino que habita en su obra
Por Víctor Rojas
Publicado en NOSMAGAZINE. 9 de Octubre de 2019
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—¿De dónde viene Bernardo González Koppmann?
—Cuando nací en Talca en 1957, en la Uno Sur entre 14 y 15 Oriente, la calle estaba empedrada con bolones. Era una ciudad donde la ruralidad se vivía en las calles y en los hogares. Mi padre era ferroviario oriundo de Nirivilo -sobrino del poeta Jorge González Bastías- y mi madre profesora normalista, descendiente de alemanes. Me crié viendo pasar frente a mi ventana ganados de ovejas, cabras, vacunos y caballares rumbo a la feria. Somos cinco hermanos y tengo cuatro hijos, todos humanistas y con un pensamiento más social que individualista. Soy creyente y profesor de Historia y Geografía.
—¿En qué momento se interesa por la poesía y por qué?
—Me intereso por la poesía precisamente en esa primera infancia; agrégale al entorno pueblerino descrito el canto, el dibujo, la pintura y los poemas que declamaban mis padres mientras huerteaban o alimentaban a las gallinas, y entenderás como la belleza de vivir se nos metía por los poros. Además, mi abuelo hacía volantines, vendía huevos, queso, leña y te darás cuenta que era ese un universo armónico hecho a escala humana, apenas interrumpido por una inmensa radio Telefunken que anunciaba la muerte de Marilyn Monroe, Luther King, el Ché Guevara, John Kennedy, los goles de Leonel Sánchez en el Mundial del 62, la nueva ola, rancheras y boleros. Si todo aquello ya era maravilloso, imagínate cuando escuchábamos los cuentos de Pedro Urdemales que nos contaba la tía Carmela -madrina de mi abuelo- mientras mateaba en el corredor y cruzaban las campanadas de la parroquia por el patio; por ahí creo me empezó a seducir la poesía.
—¿Y cómo se define esa poesía?
—La poesía que me ha acompañado desde entonces la definiría como neo-larismo, porque si bien he tomado el lar, el hogar, como referente directo y tema central de mi escritura, le he ido añadiendo con el tiempo algunos elementos de mi cosecha. Por ejemplo, una mirada fraterna y solidaria de la vida, un cierto vitalismo extraño en Rilke y Teillier, junto con una toma de partido franco y directo por la ecología, la desigualdad social y la discriminación, todos ellos motivos que me han conducido casi espontáneamente a una defensa inclaudicable por los derechos humanos. Como ves, del larismo original, nostálgico y existencialista, me queda repoco. ¿Se entiende?
—¿Qué necesita para poder escribir?, ¿dónde encuentra temas e inspiración?
—Escribo cuando logro decantar alguna emoción fuerte y me queda adentro una sensación extraña de desorden o inquietud; entonces aplico ciertos conocimientos empíricos o intelectuales y afloran imágenes que resuelven mis cuestionamientos. Luego el poema florece y perfuma mi contexto, llenándolo de algo parecido a la paz, a la felicidad. En suma, fusiono razón y sentimiento logrando así respuestas a interrogantes que la ciencia o lo epicúreo nunca me dieron por separado. El motivo más recurrente de mi canto ha sido desde siempre el ser humano inserto en la naturaleza, bregando contra tanto fundamentalismo que quiere cosificarlo y transformarlo en objeto desechable.
—¿Entonces, qué es la poesía para Bernardo González Koppmann?
—La poesía para mí es la expresión de lo bello a través de la palabra. La belleza en su acepción clásica, aristotélica; vale decir, cuando el ser, la creatura, el poema, se sostiene en la verdad (logos), en lo bueno (pathos) y en lo que permanece en la memoria de los pueblos (ethos). Como dijo Rilke, «a lo antiguo retorna todo lo perfecto». O Rimbaud, «avanzamos, ¿no será mejor retroceder?
—¿Y cómo observa el desarrollo literario de la Región del Maule?
—La Región del Maule tiene una gran tradición literaria, con un premio Nobel (Pablo Neruda) y varios premios nacionales (Pablo de Rokha, Mariano Latorre, Ricardo Donoso, Francisco Antonio Encina, Max Jara, Eduardo Anguita, Guillermo Blanco, Efraín Barquero y más de alguno que se me escapa), amén de muchos literatos más que no menciono por razones de espacio. Cuesta sostener esta trayectoria, sin embargo, hoy sobresalen Matías Rafide, Naín Nómez, Isabel Gómez, Américo Reyes, Mario Meléndez y Felipe Moncada, entre otros, que nos permiten mantener en vilo esta impronta y abrigar esperanzas ciertas en el devenir de las letras maulinas. Ahí vamos.
—¿En qué proyectos está actualmente?
—En lo personal, por estos días estoy preparando -con Helena Ediciones, de Talca- una versión completa de mi poesía. Se llamará «Cantos del bastón», tercera edición, donde cada uno de mis 17 libros publicados por separado (se pueden leer en bernardogonzalezkoppmann.cl) se congregarán todos ellos en su conjunto -algunos corregidos, otros reescritos- en esta obra o corpus poético. Esperamos fervientemente que «Cantos del bastón» aparezca el próximo año 2020, revisado desde sus fundamentos. Ojalá nos suene la flauta; soñar no cuesta nada.
—¿Con qué se desconecta el poeta de su creación?, ¿tiene algún pasatiempo?
—Sí, creo que es bueno desconectarse de vez en cuando para ir haciendo síntesis, nuevos aprendizajes de vida. Dejo en claro eso sí que, ante todo, me gusta compartir en familia y con mis amigos. Bien, te cuento. Practiqué durante muchos años montañismo; todavía lo hago de vez en cuando. Me gusta trotar; hago un poquito de pesas, lo mínimo para no tullirme. Leo mucho. Escucho música del folclor latinoamericano y algunos compositores clásicos. Veo el buen fútbol. Sus películas, especialmente cine arte. Participo un cachito en política y otro tanto en la Parroquia Los Doce Apóstoles, apoyando en la catequesis de adultos. A veces colaboro en la realización de documentales, presentaciones de libros, lecturas, charlas, talleres. Por último, hago clases en un liceo público. Lo demás es silencio.