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BERNARDO GONZÁLEZ KOPPMANN: POETA HACEDOR DEL MAULE PROFUNDO


Por Rodrigo Jara Reyes
Narrador y poeta de Talca


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El sol se hunde tras las montañas de la costa. Algo se enciende en el corazón cuando la tarde acaricia los faldeos. La noche nos amenaza y la poesía ilumina nuestro andar. Si queremos conocer la verdad, si queremos adentrarnos a lo maulino, uno de los caminos más expeditos es la poesía de Bernardo González Koppmann.

Cuando hablo de nuestro vate y su trabajo poético, no me refiero a un artista que vive por estos parajes, pero que escribe y sueña con otras latitudes. Se trata de un poeta hundido en nuestra tierra, con las raíces bien clavadas y la lengua afincada en las palabras de todos los días, en las palabras del campesino, del obrero, del pescador, en fin, un poeta que habla con la voz de los que no tienen voz.


POETA DEMIURGO:

La energía poética de González, según mi parecer, se aplica en dos direcciones o movimientos fundamentales, el primero de ellos es el nombrar, como un poeta demiurgo que, con su voz, con sus palabras, hace y rehace el mundo a su imagen. Un poeta-Dios que resucita seres, cosas, los cacharros de mundos desaparecidos o a punto de desaparecer. Este movimiento demiúrgico se puede verificar en muchos de sus trabajos, he aquí un par de ejemplos significativos, primero, citaremos el poema El tiempo es un tren con pasajeros invisibles, allí señala:

“…algunos canastos parecían corderos en el patio / Llenos de maíz para semilla / Los pollos picoteaban la siesta / El techo de la cocina se cubría de zapallos… / Una sombra encendía el carbón de espino / Para acortar el invierno y secar las crecidas / Los faluchos y los almendros colgaban del cielo…”

El poeta va nombrando las cosas dispares de su mundo, un mundo en el que lo rural y tradicional aflora con un lenguaje imaginativo y, al mismo tiempo, sencillo. Y en el poema, Mientras espero silbo, el poeta recrea y se instala a pie firme en su terruño:

“…Creo en el cántaro de barro / en el fuego litúrgico / en la noria / en la porfía de las flores…”


Luego, una escena amorosa que aflora en su memoria y que sirve de impulso para nombrar y recrear, para resucitar lo ya muerto. Apreciemos algunos versos de Piedra de los enamorados:

“…en la última chispa de una fogata, donde / los pescadores separan las redes de las algas / en canastos mojados, ocultos entre almejas / así el sol poniente, tu mirada, cualquier ausencia / una gota olvidada de licor, un cuchillo o cáscaras / de limón sobre los remos cansados todavía…”

LA NOSTALGIA:

El segundo movimiento en el que utiliza su energía poética, expresa la nostalgia por la pérdida del edén: el mundo de los padres, los abuelos, los campos, las siembras, el sol que nace y muere a su ritmo lento, sin pedir permiso. Es el paraíso que va desapareciendo con la llegada del asfalto, el crecimiento de las urbes y el advenimiento de la modernidad. El poeta se duele de lo que se va y celebra lo que permanece, por ejemplo, en el poema Retrato del tiempo:


“Después de tantos años / el río sigue igual / nuevamente pasan jinetes por la calle / con cestos en la grupa / la leña arde en las casas que parecían abandonadas / y los letreros luminosos se descuelgan del edificio más alto del pueblo / otra vez los pájaros anidan en la boina del abuelo…”


Por otra parte, en poemas como Detrás de las costumbres me sentirás silbar, se constatan los dos impulsos principales de la poesía de González, el nombrar, el recrear y, al mismo tiempo, el dolor de la pérdida:


“Oscuro ando por el huerto / tanteando los troncos de los árboles / las piedras mojadas de rocío / el lomo del perro, el mango / de la pala que dejaste en el galpón / como un pámpano olvidado / oscuro ando a tropezones / he dado con los baldes oxidados / con trastos llenos de cachureos / sacos de carbón, una escalera / botellas, un triciclo sin manubrio…”


La oscuridad, el óxido, las partes perdidas de un todo, cada cosa es testimonio de lo que ya no está, de aquel mundo ideal en ruinas. La poesía de Gonzáles se emparenta con el trabajo poético de Barquero, Rubio, Cárdenas y, sobre todo, con la poesía lárica de Jorge Teillier, porque, de alguna manera, como el poeta de Lautaro, disfruta y recrea las ruinas de su paraíso.

LO ESENCIAL:

Sin embargo, a mi juicio, los grandes poemas de Bernardo González, son aquellos en que se mezclan lo sencillo y lo profundo, o la “secreta complejidad”, de la que hablaba Borges. Un ejemplo entre muchos es El poeta, en él señala:


“Nadie sabe, cuando pasas, que llevas / el mapa de un tesoro en el morral… / Seguirás deambulando tras Monet / comprando cigarritos sueltos / preguntando la hora a los gorriones / tomando café bajo la lluvia / pidiendo fuego a las estatuas… / Nadie sabe que la poesía anda / a pie o en bicicleta, a la intemperie / entre cáscaras y sueños, susurrando / el nombre de las cosas verdaderas…”


Con las palabras de todos los días, con imágenes sensibles, verídicas y cercanas, sin grandes aspavientos, construye la esencia del poeta y la poesía. Lo que señalo, también se verifica de manera ejemplar en el poema Los vecinos:


“No compran salud en las farmacias /porque beben toronjil cuyano / las monedas se las lleva el viento / ellos andan tomados de la mano… Por toda propiedad tienen el sol / un libro, un pan, una higuera, un gato / no les alcanza la jubilación / pero andan tomados de la mano…”


La vida común de un barrio, el amor que no termina, la dulzura y, al mismo tiempo, la constatación de que otro mundo es posible, que la magia convive y sobrevive al asfalto, a los edificios, a los supermercados, en fin, a la dura racionalidad moderna.

Hasta ahora, he intentado resumir lo más potente del trabajo poético de González, pero no quiero dejar de mencionar el giro amoroso-erótico que toman sus poemas de vez en cuando, por ejemplo, en Toples o Canción para morder la almohada, apuestas interesantes, significativas. Tampoco, quiero olvidar la veta social y política, en donde poemas como Jécar Neghme, La muchacha de la bandera roja o El profesor fusilado, son hitos de calidad y ejemplos ilustrativos de lo que señalo.

En resumidas cuentas, la poesía de Bernardo González constituye un portal de rescate y reconstitución de lo fundamental de la cultura, la historia y el modo de ser del Maule profundo, pero, al mismo tiempo, la cantidad, calidad de su trabajo y los diferentes registros en los que incursiona su poética, lo instalan como un poeta esencial, a mi juicio, el más importante de los últimos treinta años en nuestra región y una de las voces potentes y significativas a nivel nacional. No creo pecar de exagerado al señalar que poemas como Rodenak, Álbum, Charquicán, El poeta, Los vecinos y otros tantos, quedarán en la retina de las nuevas generaciones y serán un acicate al trabajo creativo desde la provincia y para conquistar el universo.

 

 

 

 



 

 

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