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Conversación bajo la lluvia
con Alikan Rayen
autor de “La Revolución de las Chirimoyas”
Por Bernardo González Koppmann
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En Los Ángeles, Chile, conocí a un extraño escritor bastante ermitaño y con un interesante punto de vista
de quien ha optado por vivir sus últimos años retirado de los centros de poder, sólo con el fin de reflexionar y escribir.
El año pasado (2013) publicó su primera y promisoria novela “La Revolución de las Chirimoyas”
(Serie Cuatro Publicaciones, Santiago de Chile, 2013, 244 páginas).
— ¿Quién es Alikan Rayen?
— No sé si tenga la suficiente capacidad o mi sano juicio en poder responder esa pregunta. AR es Fernando Palacios Echeverría (Santiago, 1956), y vice versa. Ambos estamos en un proceso. “Básicamente hablando, estamos en una blanca cordillera andina, en donde nos acomodamos en perfecta posición fetal y esperamos volver a nacer”. AR nace y vuelve a nacer de una necesidad. Autodefinirme sería condenarme. Por eso prefiero que ustedes o mis lectores me digan quién es AR. Fernando Palacios Echeverría es y viene de un barrio en Santiago, al otro lado del río Mapocho, Bellavista, donde tenía el privilegio de despertar todas las mañanas con el rugido del león que provenía del zoológico del Cerro San Cristóbal. En ese entonces en el barrio mascábamos los chicles; algunos, tachuelas y, otros, palabras. Las escupíamos, hasta que aprendí a tragármelas para luego escribirlas. AR es producto de mi imaginación poética; también le llamo El Ermitaño.
— ¿Cómo describirías tu literatura? ¿Ciencia ficción o realismo mágico? La veo en un permanente estado de "drama humorístico", no exento de prosa poética. ¿Qué opinas?
— “La Revolución de las Chirimoyas”, (Serie Cuatro Publicaciones, Santiago de Chile, 2013, 244 páginas.), mi primera novela publicada en Chile, es una novela coral. Tiene mucho de realismo mágico; sin duda alguna que García Márquez marcó una influencia en mí. El contexto, la trama y todos sus personajes representan una fiesta de parodia, sarcasmo con humor en muchas oportunidades negro. No es ciencia ficción. Sólo juego con los tiempos de épocas. Lo de prosa poética puedo decir que todo es poético; así lo siento. Prefiero no tener opinión de todos mis escritos; repito, autodefinirme sería entrar por las puertas de mi propio infierno.
— ¿Con qué referentes literarios te sientes afín hoy en Chile?
— La poesía es lo único que nos salvará de ahogarnos con la vida; así como el amor. Hay que considerar que he vivido casi toda mi vida fuera de Chile, dando vueltas por el mundo. Si tengo referentes siempre recurro a la misma poesía de Neruda, Mistral, Huidobro, etc. Chile es cuna de poetas. No he tenido mucha oportunidad de leer nuevos escritores chilenos. He leído más a los escritores del boom latinoamericano y europeos. Además, vivo hundido en mis escritos varios; poesía, novelas, teatro, prosas filosóficas. Siempre busco renovar, actualizar y tener una visión al futuro. Me gusta la matemática, la lógica, la cuántica, etc. De todo ello tomo préstamos para mi literatura.
— Me parece que tu novela "La revolución de las chirimoyas", localizada en Quillota, ficciona la realidad, insisto, y crea una historia - aunque utópica - bastante creíble. ¿Cuál sería la función del escritor en la sociedad actual?
— Precisamente, utópica creíble. Pero realista, en muchos aspectos. Las Chirimoyas es para mí la fruta más sabrosa que haya comido. Es sensual, lechosa, blanca como la nieve, refresca; en fin, tiene muchas cualidades curativas y, más aún, es afrodisiaca. Por eso la denomino como la leche de los dioses. La función del escritor es poner al lector en alerta, abrir su imaginación, educar con información, abrir las puertas de la percepción, llevar de viaje, exponer la misma realidad, crear mundos paralelos. Son infinidades de funciones que la escritura aporta a nuestra cultura y educación. Sin escritura estaríamos en otro estado del ser. Quizás se desarrollaría más la telepatía, una comunicación más directa y usando el mínimo de tiempo; quizás seríamos más precisos y parcos en nuestras emisiones. Creo muchas veces los textos de algunos escritores son mal interpretados y mal entendidos. El lenguaje nos limita, por lo general no tenemos suficiente vocabulario para poder transportar ideas, pensamientos. Los pensamientos viajan muy rápido, tan rápido que aún no sabemos su exacta velocidad. La sociedad actual necesita actualizarse, sobre todo en Chile. Aquí todavía estamos pegados en tiempos pasados. Más que nunca necesitamos nuevos escritores, sin miedo a escribir de lo que salga de su imaginación y nos involucren en su propia creatividad. Tampoco queremos monólogos, y ojalá sean más participativas sus propuestas. También, tener visiones del futuro, saber lo que va a pasar aquí en cinco, diez, veinte años más. Para eso, el mismo escritor tiene que estar en alerta constante, limpiar su disco duro y renovar su programa.
— ¿Crees que se puede hacer arte literario desde la provincia? Te lo pregunto porque tú te viniste a radicar a Los Ángeles, Chile, después de una larga, larguísima, estadía en la costa occidental de Estados Unidos. En California, precisamente.
— Lo primero es enseñarle a los niños a amar su lugar de origen; eso facilita todas las cosas. Mucho es lo que se puede hacer en las provincias, ciudades o pueblos pequeños. Aquí nacen las mejores novelas, poesías y todo tipo de escrituras renovadas y llenas de buenas energías. “Cien años de Soledad” es un buen ejemplo. Si escarbas encontrarás que las grandes novelas provienen de pueblos chicos o ciudades de poca población. Aquí es donde todo se concentra en nuestra imaginación, donde está el elixir de toda fuente. Sin embargo, las ciudades grandes nos ponen en otra realidad; la metrópolis nos lleva a otras circunstancias, a otros contextos, y, por lo mismo, a otros mensajes literarios derivados todos del estrés de la vida moderna.
— Háblanos de tu proceso creativo, desde los primeros borradores de una novela o un cuento hasta la difusión de tu obra ya publicada.
— Este proceso creativo me ha tomado más de 40 años. Me refiero a la novela sobre las chirimoyas. Difundirla fue otro duro trabajo de muchas noches y días. Mis primeras escrituras creativas vienen desde que tenía 12 años. Fue en aquellos entonces cuando leía a Kafka, Dostoyevsky, Hess, Sartre y otros. Escribí mi primer cuento corto titulado El Proceso, en homenaje a mis dos grandes escritores (Kafka y Dostoyevsky), que me inspiraron y me dijeron que podía usar mi “locura creativa” sin miedo. “La Revolución de las chirimoyas” es una novela que me transportó al Chile que había dejado, alrededor del año 72, cuando me fui a Inglaterra. Esta novela la fui escribiendo en diferentes tiempos. Escribirla me emocionó mucho y muchas veces reía a más no poder cuando imaginaba los cuadros que describía, esas surrealistas situaciones tan típicas chilenas. Los mismos protocolos de nuestros antepasados, o sea, de mis abuelos. Lo que me ayudó mucho a desarrollar eso que llaman “estado creativo” fue escribir guiones de películas. Escribí un guión de película y lo presenté en un concurso, el cual ganó y, así, pude trabajar con Gabriel García Márquez en Utha, USA. García Márquez me ayudó y fue un gran aporte intelectual a mi oficio de escritor. Me identifiqué plenamente con sus obras. Nos hicimos rápidamente amigos. El me empujó y me recomendó que me dedicara a escribir. Nos volvimos a encontrar en Cuba, en el Festival de Cine Latinoamericano. Difundir una obra ya escrita y publicada es otro cuento, para el cual no tengo muchas habilidades. ¿Entiendes?
— Sí, entiendo. Alikan, dime, ¿cree, que se puede en Chile - y en el mundo - cambiar la realidad con Poesía?
— ¿Qué es la poesía y qué es la realidad?. Sabemos que la poesía es un lenguaje que no muchos manejan, pero no es difícil aprenderlo si lo podemos enseñar, sobre todo a los niños. La poesía nos abre a la otra realidad. En la poesía podemos encontrar una simbiosis de encuentros alineados con el Universo. Es el lenguaje más cercano que tenemos con la naturaleza y, por ende, con Dios. La poesía es la misma realidad vista y descrita con una sensibilidad que nace de la necesidad de expresar la belleza o la gran tragedia expuesta. La poesía es amor no distorsionado. La poesía es el mejor medio de expresar la simpleza de las cosas en su origen y primer significado. La necesidad de la poesía es vital para seguir sobreviviendo en este mundo, donde muchas mentes enfermas necesitan urgentemente de este remedio. Gracias a muchos poetas en el mundo hemos podido avanzar en todo aspecto, hasta las mismas ecuaciones matemáticas, cuánticas, geométricas, científicas, etc. Sin poesía no hay belleza y sin belleza no hay vida, en suma. La realidad es otro concepto que muchas veces es inexplicable. ¿Cuál realidad vivimos o de cuál realidad estamos hablando? La realidad es un laberinto de conciencia. Nada nos dice en el momento ya que la realidad es algo abstracto; aún estamos dudando cuál realidad percibimos. La realidad cambia a otra realidad dependiendo de las circunstancias. No sé nada de realidad, aunque vivo inmerso en ella. Solo sé lo que podemos llegar a ser si mantenemos un equilibrio. Ser coherentes y al mismo tiempo estar consciente. Podemos producir cambios mientras exista la voluntad de poder hacerlo. La poseía hoy en día ya lo ha comprobado. En definitiva, la poesía es la realidad superior.
— Alikan, ¿podrías contarnos la experiencia de tus talleres literarios, aquí en Los Ángeles, Chile?
— Los Ángeles, en el sur de Chile, su majestuoso río Biobío y sus montañas, cordilleras blancas en invierno, hacen de este entorno algo mágico. Su naturaleza es única en el mundo. Pero centrándonos en tu pregunta, te cuento que acabo de terminar unos talleres que hice con los estudiantes de los octavos básicos de todas las escuelas públicas de esta ciudad. Fue una experiencia fantástica, y me dejó lleno de energía como para seguir trabajando y desarrollando más proyectos en todo lo que corresponda al tema educación, en especial con niños rurales, necesitados, vulnerables. Descubrí una gran necesidad de parte de los alumnos: desean expresarse y ser escuchados, y escuchados con máxima atención. Hablé con ellos por largas horas, de igual a igual, lo que me permitió ser aceptado como uno más entre ellos. No entré a la sala como el profesor que venía dar charlas o monólogos de autoridad, sino más bien a enseñarles que existe algo nuevo, con diferentes perspectivas, de cómo son las cosas cuando las trabajas y te sientes libre de toda presión. Entré a romper sus esquemas condicionados, así como hacerlos sentir que no son esclavos o hijos del rigor; los insté a que se sintieran libres de toda indulgencia y pudieran expresar a su manera lo que ellos querían. El resultado fue excelente, con una respuesta casi al cien por ciento; cosa que me dejó sorprendido ya que muchos adultos me dijeron que jamás tendría logros con el dicho proyecto. Entonces, se produjo la misma magia de la voluntad. Demostrar que si se puede educar, informar, dándoles a los estudiantes espacio. En estos momentos tenemos un libro impreso (“Lo que mis abuelos me contaron”), donde se recogen fábulas, leyendas, historias y crónicas escritas por ellos mismo. Estamos hablando de estudiantes de no más de 13 años. Ellos con sus esfuerzos han demostrado que tiene un gran potencial como escritores del futuro. Participaron cerca de 200 alumnos de escuelas rurales. Gran orgullo para nuestra ciudad de Los Ángeles y también para nosotros, los encargados de este sueño, ser los pioneros en estas actividades pedagógicas-literarias acá en la provincia. Esperemos que esto continúe, y no sea sólo flor de un día.
— Respecto a tu "retirada vida", después de haber vivido en otros continentes con estímulos enormes, como haber participado en un taller de guión cinematográfico con García Márquez, ¿crees que la vida ermitaña favorece o dificulta tu creación literaria?
— No me siento en “retirada”, sino dándome un nuevo impulso, renovando energías, buscando nuevos amaneceres, conviviendo con gente más humana y no tan contaminada como la masa informe de seres a la deriva de las grandes ciudades en las cuales viví. Mi taller con García Márquez fue provechoso, por decirte algo. Vivir en otros países me abrió un abanico de diferentes culturas. Asia, por ejemplo, fue muy especial; tan diferente a como somos nosotros los occidentales. Tailandia, Malasia, Singapur, Indonesia (Bali). Inglaterra me entregó lo clásico, sus grandes escritores, sus obras teatrales, películas, actores; en fin, una gran humanidad decantada en una cultura exquisita. También lo fue USA, en su propio estilo tan particular que tienen. Le debo mucho a USA; aprendí casi demasiado de ellos, especialmente de sus artistas que crearon contra el infortunio, su métodos, y lo continúo haciendo. Holanda, Bélgica, Australia, Nueva Zelandia fueron países donde viví por un tiempo; también me entregaron notables enseñanzas. Pero ningún país me ha dejado tanto como cuando viajé por tierra a través de toda Suramérica, pasando por las alturas de Machu Pichu, experimentando mis propias raíces. Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina. Fue el mejor encuentro conmigo mismo. Ermitaño, creo, que he sido casi toda mi vida, a pesar de haber estado entre tanta multitud de gente. Ermitaño es mi “caverna” sagrada, en donde me hundo en esa soledad que no existe como tal; quizás sólo sea un silencio profundo que llevo por todas partes.
— ¿Qué nuevos trabajos literarios traes entre manos, en tu refugio angelino?
— Hoy pienso en realizar una película con “La Revolución de las Chirimoyas”. Hacer obras de teatro. Seguir con los talleres para los estudiantes. Imprimir mis novelas y poesías guardadas en el baúl. Pero todo queda, como siempre, en la espera de los financiamientos. Hasta la fecha el Departamento de Educación de Los Ángeles me financió el proyecto del libro “Lo que mis abuelos me contaron”, escrito íntegramente por los estudiantes. En eso estoy.
— ¿Qué opinas de las prácticas editoriales en Chile?
— Editoriales en Chile, ¿cuáles? Hay muchas, pero siempre prefieren a los escritores que están sentados en la “élite”. Los nuevos escritores, los emergentes, deben esperar. Qué pena; así jamás podremos avanzar a proponer cosas nuevas. Hay muchas editoriales de todo tipo, pero, aunque te publicaran, tenemos que el mayor problema es la distribución, como ya te dije; algo que está monopolizado en Chile. Y no falta quien te descalifique diciendo que eres comunista o derechista, o cualquier cosa. En Chile aún discriminan según el contenido o tus inclinaciones sociales. Más aún, comprar un libro significa una ida al supermercado. No comparto esto del IVA, es un abuso. Como ves, hay mucho paño que cortar en esto de las políticas culturales.
— Tu escritura, intuyo, tiene una mezcla y fusión de los beats, el realismo mágico del boom y el esoterismo o misticismo krisna. ¿Qué nos puedes decir al respecto?
— Todos llevamos ese rebelde “beats” adentro, como tú lo manifiestas. Un ritmo del tiempo que percibes, ése que te moviliza a diario, un eterno soñador de los tiempos pasado, presente y futuro. Todo se mezclan de acuerdo a tus experiencias; en este caso son mis escrituras las que me delatan y me llevan a buscar en mi interior el quién soy y quiénes somos. Si conjugamos los contextos, las circunstancias, los momentos - lo dije anteriormente- eso me lleva a ese mundo imaginario, a ese realismo mágico, adverso, irreal, y que al mismo tiempo es tan coherente y fidedigno; así pasas a la otra realidad de un mundo fantasioso, lleno de acontecimientos. El misticismo que envuelven mis escrituras se lo debo a los grandes pensadores, desde los griegos hasta lo más actuales. Recuerdo que desde muy pequeño me hacía preguntas sobre mi existencia aquí en la tierra. Quizás hayan sido las influencias católicas de mis padres lo que me hizo hurgar en lo místico, en lo espiritual. Pero las respuestas nunca me fueron suficientes. Tenía que haber algo más, algo fuera de toda relación con el ser humano. Leí libros sobre estos temas de preferencia filosóficos, metafísicos, biográficos, hasta encontrar lo que buscaba. En esta búsqueda me topé con Lonsang Rampa, Carlos Castañeda, Herman Hess; luego, más tarde, fue Ouspensky, Guirdijeff, pero aún no daba con lo que buscaba o me colmara ese vacío. Hasta que hallé a la persona que llenaría todas mis inquietudes, y fue Krisnamurti. Él me habló de amor, y me lo repitió; o sea, puso en reversa todas mis preguntas y me dijo que las respuestas estaban en mí. Pero debía hacer las preguntas correctas. A Krisnamurti lo vi dos veces en mi vida, antes que se fuera. Una en Sussex, Inglaterra, y la otra en Los Ángeles, California. Fue una experiencia maravillosa. Escucharlo era hablar conmigo mismo, pero en la forma correcta. A fin de cuentas, él me dio la llave y pude abrir otro mundo maravilloso, que es el amor al prójimo, a la naturaleza y a todo el Universo. Finalmente me transformé en UNO, pequeño e indivisible, como un fragmento que, sin embargo, se reencuentra armoniosamente con el TODO. ¿Complicado?
— No; nada de complicado. Por último, y agradeciendo tu tiempo y deferencia, ¿por qué y para qué escribes?
— Escribir es entrar al amplio universo de todas las experiencias vividas o por vivir. Soñador en su propio mundo, rumbo a un desenlace que te conduce a lo desconocido. Escribir te lleva a crear otra dimensión; crear personajes, darle vida a las cosas que muchas veces pasan desapercibidas, conectar con otros y crear otros paradigmas. Entrar al laberinto que nunca terminas de imaginar. Pasar al futuro, jugar con el presente y usar el pasado como referente. En realidad, no tiene límites ni fronteras; construyes un mundo de igualdad sin otro interés que comunicar, entrelazar y compartir experiencias. Escribo para seguir educándome, creciendo y compartiendo con los ciegos del camino.
Los Ángeles, Chile, Invierno 2015.