Proyecto Patrimonio - 2021 | index |
Baldomero Lillo | Autores |



 







Baldomero Lillo

Por Rui Reclus

Publicado en La Calabaza del Diablo, N°10, Año 3, abril de 2001


.. .. .. .. ..

Sin duda, uno de los mejores narradores chilenos. Comenzó a escribir pasado los 30 años y casi toda su obra la realizó en un lustro. Desde un inicio debió convivir con una tos convulsiva que finalmente fue la causante de su muerte. Nos legó tres libros de cuentos, dos de ellos publicados en vida, y una novela inconclusa sobre la pampa salitrera. Entre sus trabajos destacan el de administrador de una pulpería que le permitió conocer la explotación de los mineros en toda su magnitud y el de secretario de la Universidad de Chile, que le otorgó el valioso tiempo para escribir. Sus cuentos de comienzos del siglo XX se convirtieron en estandarte de lucha para los explotados y como lo sostiene Ernesto Montenegro: "Por primera vez la alpargata y la blusa hicieron la caminata hasta las librerías del centro para volver al suburbio cargando bajo el brazo una obra del autor".

Infancia, adolescencia y juventud

Nació en Lota un 6 de enero de 1867. Hijo de don Nazario Lillo y doña Mercedes Figueroa. Su padre fue un aventurero que buscó oro en California influenciado por las lecturas de Bret Harte; sin embargo, muchas fueron las enseñanzas que les entregó a sus hijos entre las que sobresalen el hábito por la lectura, ya que reunía a sus hijos en torno a una mesa y les tomaba las lecciones. Luego leía un episodio de Julio Verne o de cualquier otro autor, como resultado tres hijos escritores: Samuel, poeta; Baldomero y Emilio, cuentistas. Junto a sus hermanos vivió gran parte de su infancia en la ciudad minera y realizó a duras penas sus estudios primarios debido a una constante tos convulsiva, "el segundo bautismo de los niños chilenos" como lo sostenía González Vera. Es decir, fue un niño marcado por la tisis. En invierno debía pasar los días en cama, por lo que desarrolló su espíritu incisivo y su imaginación. Muchos escritores de la época lo catalogaron como un hombre tímido y extremadamente afectuoso. Desde niño tuvo dos grandes placeres: leer y cazar. Junto a su hermano Emilio se animaba a subirse a un caballo y salir en busca de codornices, de estas aventuras quedó registrado el cuento Cañuela y Petaca. Todos los que le vieron disparar aseguraban que su puntería era aún más atinada que su narración.

Por falta de aplicación a raíz de la tisis, el escritor sólo cursó hasta 2° año de humanidades, en el Liceo de Lebu. Por esa fecha su familia ya se había mudado a esa ciudad. Sin embargo, el padre de Lillo nuevamente se instala en Lota. Esta vez es convocado para mediar un conflicto entre mineros y empresarios. En pocos días, don Nazario logró zanjar las diferencias lo que le valió obtener un puesto en la administración de la mina. Una vez, instalado en Lota, el coloso pasaría a ser oficial de pluma en la pulpería La Quincena de Buen Retiro (actualmente población Camilo Olavarría). Por aquellos años, Lota era una ciudad minera de tan sólo 6 mil almas sus obreros en vez de dinero, recibían fichas y salarios miserables "las condiciones del trabajo no eran producto del mutuo acuerdo, sino imposición de los respectivos mandamases", como lo sostiene González Vera. En este trabajó Lillo actuó como una gacela, lo registró todo y fue la veta que le permitió años después convertirse en el primer escritor social de la época.

Durante 6 años Lillo estuvo en la pulpería hasta que quedó de administrador. Su padre compró terrenos en Arauco y allá se fue a vivir. Su hermano Samuel se trasladó a Santiago atraído por la figura de don Juan Pancho (el pintor Juan Francisco González). En innumerables ocasiones aprovechó sus viajes a Concepción para comprar libros. Leyó todo lo que cayó en sus manos, desde los cuentos de Rocambole hasta las novelas de Julio Verne y Mayne Reid. Más tarde sus favoritos fueron: La Casa de los Muertos de Dostoyevski, Germinal, de Zola y Humo de Turgueniev. Su gusto literario se encauzó en el más bello método estético y así cayeron en sus manos Maupassant, Eca de Queiroz, Dickens y Balzac, maestros con los que aprendió: "Observación constante, emoción humana hasta el dolor y sobriedad descriptiva". (A. Donoso)

Hacia 1898, casado y con un hijo, Baldomero Lillo —a raíz de una violenta discusión— rompe sus vínculos con la mina y decide emigrar. Instala a su mujer en Coronel, en la casa de sus suegros y decide venirse a Santiago tras el llamado de su hermano Samuel.


El Escritor en la Capital

En la Capital debió emplearse como agente de seguros, el nuevo oficio no prosperó y debió cambiarse como oficial de pluma a una Notaría. Allí, Baldomero recibía un salario por página escrita que, sin duda, no era mucha porque también abandonó ese empleo.

Por esos años escribió algunos versos, de los cuales queda un testimonio importante en la revista Cómica (febrero 1898).

No obstante, el verdadero prosista comenzó a gestarse al participar de las reuniones que su hermano Samuel sostenía con sus amigos intelectuales. A dichas tertulias asistían Pedro Antonio González, Joaquín Díaz Monje (costarricense) y Diego Dublé Urrutia, éste siempre le solicitaba que narrara algunos episodios de su vida en torno a las minas, oía sin interrumpir y lo instaba a escribir. Su primer cuento fue El Ahogado, pero quedó guardado en un cajón por incorrecto. Más tarde, escribió la Compuerta Número Doce, relato trágico de un niño que se transforma en minero. El cuento fue leído por su hermano Samuel en el Ateneo. De allí surgió el relato humorístico Caza Mayor. Augusto D'Halmar lo registró en el índice de la revista Instantáneas. Lo que le dió fuerzas para seguir intentando ser escritor.

Fue nombrado oficial tercero de la Universidad de Chile; trajo a su familia desde el sur; leyó muchos libros franceses; tuvo tiempo para escribir lo que se tradujo en la finalización de su cuento El Pago que sacó aplausos en el Ateneo de Santiago. Asimismo, ya se comentaba que su estilo recordaba al de Zolá y sus cuentos se comparaban con Germinal.

1900 es caracterizado por innumerables jóvenes que se dedican a la literatura y al periodismo, éstos provenían de pequeños terratenientes, funcionarios y profesionales de provincia, quienes opusieron al abolengo su capacidad. Criticaron todo lo relacionado con el poder de la oligarquía: Estado, Iglesia, se acuñó el concepto de crisis moral. Lo mineros, los campesinos y los obreros cobraron simpatía. Hubo un rechazo para las letras y las nuevas ideas que llegaban desde el extranjero y se anclaban en congresos y luchas socialistas. A los puertos llegaban barcos repletos de libros.

Hacia 1904 Lillo decide publicar. Se dice que quien le aconsejó el nombre a su primer volumen fue D'halmar o Dublé Urrutia. El libro causa gran revuelo en el ambiente. Se suceden los artículos de elogio entre los que destaca el de Ejof (Rafael Maluenda). Por primera vez los obreros son vistos en toda su esencia, es decir, como hombres. Asimismo, el libro fue bandera de lucha y su edición se agotó en apenas 3 meses.

En 1905 se traslada a vivir a San Bernardo, vestido siempre de negro viajaba en el tren de las 12:30 a la Universidad, en el cual sufrió el robo de su sueldo y un sándwich. Tenía por vecino a un viejo gallero que lo introdujo en las peleas de gallos. También trabó amistad con anarquistas, entre ellos el panadero Besoain y Alejandro Escobar. Si no se sentía mal se dedicaba a cazar codornices y a oír las historia de los pastores en el Cerro Chena.

Se interesó en el movimiento social, por lo que ayudó a la construcción de la Universidad Popular de Trabajadores, la que ese mismo año se opuso al impuesto al ganado y organizó cientos de mítines, lamentablemente el lema "Instrucción mutua y libre" cayó tras los disparos.

A raíz de su contacto con el viejo gallero en 1906 publicó en la revista Zig Zag En la Rueda, su cuento alarmó tanto a la población que el alcalde decretó el inmediato cierre de las gallerías. Los dueños juraron matar a Lillo quien debió comprarse un revólver. Sigue escribiendo relatos humorísticos para El Mercurio con el seudónimo de Vladimir. Criticado por no tener un estilo purista y una "plasticidad verdaderamente artística", decide escribir varios cuentos entre los que destaca Las Nieves Eternas, que posee "un estilo más cuidado y suelto".


Sub sole y su novela La Huelga

En 1907 apareció Sub sole. La prensa nuevamente dio palabras elogiosas, no obstante, casi todos consideraron que no alcanzaba los méritos de Sub terra. Durante este mismo año, e imbuido por la época, Baldomero Lillo se obsesiona por escribir una novela sobre las oficinas salitreras. Las principales demandas de los pampinos consistían en la supresión de las pulperías, comercio libre, el término del pago en fichas y el mejoramiento de las habitaciones. El gobierno limitaba su acción a supervisar y a mandar al ejército para poner orden, tal fue lo que ocurrió en la Escuela Santa María. Lillo quedó impactado y concibió la idea de registrarlo. La novela que proyectaba debía: retratar la vida del canchero; el desempeño de los trabajadores bolivianos y peruanos; la penetración socialista; y debía terminar con la masacre. Consulta a todo el mundo sobre el norte, lee libros y folletines.

En 1908 mueren sus hermanos Filomena y Emilio de bronconeumonía, queda muy apenado. Lo alegra la noticia de que Sub terra es recogido por una universidad norteamericana para enseñar castellano. Pero al año siguiente debe afrontar la muerte de su madre. Nuevamente se deprime. Ya no escribe. Se encorva aún más. Sólo Carlos Mondaca consigue distraerlo y lo anima a seguir planeando su obra.

En el Liceo de Copiapó existe una disputa entre el rector y los profesores. Baldomero, siguiendo el ejemplo de su padre, parte hacia allá y consigue eliminar las disputas. Aprovecha el viaje para conocer el norte, pero permanece poco tiempo, el que le alcanza para visitar algunas oficinas salitreras y conversar con más de cien testigos de la masacre.


Novela inconclusa

A su arribo se traslada nuevamente a San Bernardo, su mujer sufre una pulmonía. En 1910, dos dirigentes pampinos lo visitan en su casa, aún recelaban de ser vistos porque se perseguía a las víctimas. En marzo dicta una conferencia en el Ateneo. Por la misma fecha comienza a rehacer el primer capítulo de La Huelga, el único que había logrado esbozar.

En la Universidad trabajaba junto a Diego Dublé Urrutia, Rafael Maluenda, Max Jara, Carlos Mondaca, su hermano Samuel y Eduardo Barrios quien, por haber laborado durante años en Iquique -de Contador- hasta el año de la hecatombe, le narra diversos sucesos acerca de la pampa y la matanza.

Años más tarde trazó un segundo capítulo, pero le resultó difícil continuar. A Barrios le confesó: "No sé demasiado sobre ese ambiente, no lo he asimilado como el de las minas de carbón". Estaba metido en una camisa de 11 varas que a ratos le permitía escribir algunos capítulos para luego desecharlos, hacía agregados, quitaba o ponía frases, pero finalmente caía en el desaliento. Sepultaba los manuscritos en el cajón hasta olvidarlos.

Hacia 1912 está abocado en el cuidado de su mujer que finalmente muere en 1912 víctima de una hemoptisis.

En 1913 es entrevistado por Daniel de la Vega al que le cuenta que publicará en un par de meses La Huelga, la que será según sus palabras su obra maestra. Posteriormente admite que su trabajo no representa el norte fielmente, es necesario volver hasta allá.

Hasta mayo de 1917 continúa en San Bernardo. Lo visitan Manuel Magallanes, Federico Gana y Francisco Santa María.


La muerte

Debido a su enfermedad tramita la jubilación que es aceptada en 1917. De allí en adelante se retira definitivamente a su casa de San Bernardo. Junto a sus dos hijos realiza paseos por el Chena, en uno de éstos se cae de un caballo y se quiebra una clavícula. Se resiste a ir al médico por considerarlo una lesera y porque les temía. Escribió algunas páginas, publicó una sátira en contra de los bomberos de su pueblo lo que le valió el odio de los apagafuego. Sus últimos días los pasó leyendo libros de agricultura e inventando gallineros que no fueran devorados por los roedores; tal fue el éxito, que hacia 1920 San Bernardo se repletó de producción avícola.

La tisis lo arreciaba, se puso silencioso y pasaba la mayor parte del día en su cuarto, siempre bebiendo café. Ante cualquier achaque se automedicinaba, jamás acudir al médico. En los momentos de euforia gustaba de hablar con unos de sus hijos. Hizo migas con un librero, ya que al no poder comprar libros, éste se los prestaba. Tenía frecuentes hemorragias, estaba muy delgado, apenas hablaba: ojeroso y ausente, Ante la insistencia frecuente de los sacerdotes que lo buscaban para darle la extremaución, respondía con una sonrisa, y señalaba que: "No era hora de muerto, sino de transformación". Desde el 4 de septiembre vive gracias a las inyecciones diarias pero, finalmente, su corazón no resiste y deja de latir el 10 de septiembre de 1923.

 

 



 

 

Proyecto Patrimonio Año 2021
A Página Principal
| A Archivo Baldomero Lillo | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Baldomero Lillo
Por Rui Reclus
Publicado en La Calabaza del Diablo, N°10, Año 3, abril de 2001