Cuando recién
comenzaba este invierno que cubrió el Hemisferio Norte, el escritor
Roberto Bolaño (Santiago, 1953) pasó una semana por Madrid para
ofrecer un taller literario en el recién inaugurado centro cultural
La Casa Encendida. Fue durante esos días, caminando
por las calles del multicultural barrio de Lavapiés, cuando le propuse
lo de la entrevista. Claro que sí, me dijo, pero te respondo por
correo. Durante el resto de la semana tuvimos tiempo para hablar de
innúmeras cosas, de degustar las legendarias croquetas del Bar Melo y
de demorarse ante más de una taza de infusión bajo el solemne cielo de
Madrid. Algo de lo que no alcanzamos a hablar fue sobre su poesía.
Desde Blanes, Cataluña, me envió sus respuestas con una prontitud
inesperada. Transcribo ahora lo que comenzó con la cita de un cuento
escrito por un amigo que dice: "La idea central es que hay güeyes que
escriben sobre la vida y güeyes que la viven. La idea central es que
no se puede hacer las dos cosas al mismo tiempo sin terminar
convertido en un pobre pendejo a medio camino entre ser y no ser,
entre estar y no estar. La idea central es que o eres o te haces, no
hay un punto intermedio".
- ¿Tú cómo lo
ves, Roberto? Tengo la impresión de que la ficción literaria nunca
sabe de sus límites respecto de lo real. ¿Cómo ves en tu caso esta
posición entre ficción y realidad, en general, y entre tu vida y tu
obra literaria, más específicamente?
"Es difícil para mí
separar la ficción de la autobiografía, salvo en casos muy concretos,
casos en los que, además, percibo un cierto aire de pastiche. Durante
mucho tiempo se dijo yo lo dije- que la única patria de un escritor
era su lengua. Ya no lo creo. Tampoco creo que mi patria sea mi
literatura ni la literatura. Más bien diría que mi patria es mi vida,
es decir, decir, que mi patria es algo frágil y débil e
insignificante. También podría decir, siguiendo esta línea, queestoy
exiliado de mi patria y que vivo en la patria de los otros, como
emigrante sin papeles, y que procuro no molestar ni estar demasiado
tiempo en un lugar".
- Le doy otra vuelta de
tuerca al tema. ¿La literatura vive a través de uno? ¿Hasta qué punto
estamos siempre dándole vida, encarnando, la letra (de
otros)?
"La literatura siempre vive a través de uno. Del escritor o del
lector: llegado a un cierto punto de ebullición, ambas figuras se
confunden".
"De aquí pueden salir unos equívocos espantosos, por cierto,
unos egos hipertrofiados, una literatura aquejada de raquitismo, pero
me temo que así es la cosa".
¿Inventarse a sí mismo?
- Pero, por
otra parte, ¿no se transforma uno mismo, la propia vida, en proyecto
literario? Tal vez, al mismo tiempo que creador de personajes, uno se
inventa a sí mismo como autor.
"No, eso no lo creo. Puede
que alguna vez lo creyera, pero ya no. Uno puede aprender miles de
cosas, puede - y esto es tal vez lo más importante- aprender a ser
mejor, más bueno, puede adquirir buenos modales, puede convertirse en
un ser más civilizado, puede aprender a sumar y a dividir, pero no se
inventa a sí mismo. Te inventan, es posible, a hachazos, en una o dos
ocasiones a lo largo de toda tu vida. Te iluminan de forma misteriosa,
y casi nunca te das cuenta; en ocasiones eres tú el que da la lección,
aunque más generalmente eres tú el que recibe la lección, pero
inventarse a sí mismo no. Además, ¿para qué? ¿En base a qué lecturas?
En realidad, si nos inventáramos a nosotros mismos tendríamos los pies
de barro. Y probablemente el planeta se parecería mucho más a un
manicomio de lo que parece ahora".
- Hablando de
poesía, Rimbaud, el ejemplar, después de haber sido un ángel, ¿qué
crees que fue a hacer a Abisinia?
"África, para Rimbaud, fue el
orfidal, el tranxilium que necesitaba. La puesta en práctica de ser
otro. La vuelta al orden. Un rayo misterioso. La inauguración del
Museo de la Amnesia. Algo que no comprenderemos jamás".
Belleza, Amberes y Parra
- En este tema
- la relación entre vida y obra- , ¿cómo acomodas tu poesía? ¿Sientas
a la belleza en tus rodillas?
"Más bien ha sido la
belleza la que me ha sentado en sus rodillas. Aunque en esto de la
belleza, como se solía decir a principios del siglo XX, siempre he
sido un hombre liberal. Es decir, he visto belleza en todas partes,
incluso en los sitios en donde era evidente que no estaba, pero
incluso allí, en la ausencia de belleza, había algo, un hueco o un
vacío infinitamente triste que testimoniaba una presencia perdida, y
que con su testimonio, digamos, con su psicofonía, volvía a hacer
visible el fantasma de la belleza".
- ¿Cuál es, a
tu juicio, la relación que existe entre tu poesía y tu prosa?
¿Complementaria, comunicante, tangente,
impronunciable?
"Son dos primas hermanas
que se llevan bien. Mi poesía es platónica, mi prosa es aristotélica,
ambas abominan de lo dionisiaco, ambas saben que lo dionisiaco ha
triunfado".
- Me sorprendió
tu libro "Amberes" (Anagrama, 2002). Es prosa, pero dados algunos
tópicos de tu poesía da la impresión que comparten obsesiones y
formas. ¿Me equivoco?
"No, cuando escribí Amberes
la distancia formal, o mejor dicho estructural, entre poesía y prosa,
para mí no existía. Amberes, por otra parte, es uno de los pocos
libros que, tras publicarlo, no me resulta bochornoso, o bochornoso
del todo, releer. Tal vez, aunque esta explicación es posible que
desvirtúe los méritos que el libro pueda tener, porque veo en sus
páginas que el joven que fui permanece y dura. Y eso siempre es un
consuelo, un consuelo de apenas treinta segundos, pero consuelo al fin
y al cabo".
- ¿No habría
que hacerlo al revés: en lugar de partir escribiendo poesía, como
muchos, culminar en ella?
"La culpa la tiene el verso
libre. Y el número de páginas por llenar. La poesía, incluso la mejor,
no sé si estarás de acuerdo conmigo, siempre tiene cara de joven. La
mejor prosa siempre tiene cara de viejo o de tipo madurito. En
cualquier caso, de tipo preocupado, de tipo que tiene que llenar
muchas páginas y sobre el que pesa una responsabilidad. Incluso, y
esto es lo peor, una responsabilidad mercantil. Hoy, por ejemplo, es
difícil imaginar a Victor Hugo, con menos de treinta años, afiebrado
escribiendo versos. En cambio es fácil verlo de barba blanca
consultando mapas y enciclopedias, o mirando Francia desde una roca de
la isla de su exilio, con una preocupación 'política' y no 'poética'.
A Byron, sin embargo, siempre lo vemos joven. Es decir, lo vemos
irresponsable, nadando por el gran canal de Venecia o buscando con una
irresponsabilidad soberana la muerte en Venecia. A Whitman también, un
viejo con un cuerpo juvenil, dando grandes zancadas. Y Baudelaire: un
yonki veinteañero, lúcido como una enana roja. En realidad, todos los
grandes poetas aparecen en el imaginario de los lectores como
adolescentes eternos, salvo dos, que son dos de mis poetas favoritos.
Homero, al que nos cuesta imaginar joven, y Borges, que escribió sus
mejores poemas en la edad adulta o ya en la ancianidad. En la poesía
de ambos, sin embargo, es dable percibir una nostalgia feroz por la
juventud, por el vigor de la juventud. Ambos son enormes,
inabarcables. Curiosamente, los dos son ciegos".
- En el prólogo
a "Los perros románticos", Pere Gimferrer menciona en las primeras
líneas a Parra y la antipoesía. También están tus "Pasos de Parra".
¿Te consideras, en algún punto, antipoeta o heredero de sus artes?
¿Qué importancia tiene la antipoesía para tu
trabajo?
"La antipoesía, no lo sé. Probablemente mucha. Nicanor Parra,
la persona y el poeta y la presencia, toda. Qué más quisiera yo que
parecerme a Parra. Lamentablemente sólo me parezco a
Bolaño".
- Muchas de tus
poesías, y quizás vuelvo a repetir la pregunta, descartan la
abstracción, no parecen despegarse del suelo. En este sentido, parecen
relatos evocatorios, listados de posibilidades. ¿Debe la poesía
proponerse lo sublime suprimiendo toda metáfora? ¿Debe proponerse lo
sublime, si tan siquiera?
Creo que la poesía debería
intentar ser clara, eso para empezar. Los desmanes líricos o
metafóricos suelen ser aburridos y no soportan las
relecturas".
Poesía policiaca
- A veces,
leyendo algunos de tus poemas tengo la impresión de que eres el primer
autor de "poesía policiaca". ¿Tú qué piensas?
"Yo creo que el primer
autor de poesía policiaca fue Poe, no en sus poemas, sino en sus
cuentos, que poseen más densidad poética que sus poemas. La verdad es
que lo que solemos llamar 'policiaco' recorre toda la literatura,
desde sus orígenes, y no es otra cosa que la búsqueda de la imagen del
enigma y la posibilidad subsiguiente de descifrar ese enigma. La
poesía religiosa es poesía policiaca, la poesía metafísica, la poesía
simbolista. En realidad, lo policiaco, como especificidad, no existe.
Llamamos literatura policiaca a aquellos textos que nacen con Poe y
siguen con Conan Doyle y que llegan hasta Hammett y Chandler y ahora
el magnífico Ellroy, pasando por autores tan dispares como Borges o
Dürrenmatt o Robbe-Grillet, pero en realidad lo hacemos por comodidad,
la comodidad de lo etiquetado. Que tampoco está mal".
- Otra
instancia que aparece con frecuencia es el coito, el amor carnal como
un intento desesperado. ¿Es necesariamente el sexo un "territorio
invadido por el amor", como decía Kundera, o hay que pensar que es el
primer intento por iniciar la salvación? De la lectura de tus poemas
se puede ver que amor-sexo-mujer aparecen reflejados como un elemento
de rescate, un salvavidas, ¿o no?
"Ah, sobre el sexo no tengo
nada que decir. Me callo la boca. Sobre los salvavidas puedo decir
algo: suelen hundirse en el fondo del mar. En mi defensa puedo añadir
que nunca quise poseer a nadie ni ser poseído. No tengo esclavos.
Mucho menos, esclavas".
- Finalmente,
algo que se repite es el cansancio, la fatiga melancólica de la
derrota, una sensación crepuscular. Hay que salir a luchar aunque sea
inútil, aunque la derrota no sea placentera, ni evitable, ni
postergable, aunque todo vaya a transformarse en memoria, a lo más.
¿No es eso dulce, "poeta troyano"?
"Yo soy de los que creen
que el ser humano está condenado de antemano a la derrota, a la
derrota sin apelaciones, pero que hay que salir y dar la pelea y
darla, además, de la mejor forma posible, de cara y limpiamente, sin
pedir cuartel (porque además no te lo darán), e intentar caer como un
valiente, y que eso es nuestra victoria. En términos menos abstractos
y menos pugilísticos: es como salir de noche, digamos, como salir en
Asia, como ser pastor errante en Asia y contemplar la noche, y no
ceder al deseo de la muerte. Aunque ser pastor y estar en Asia y
contemplar las múltiples estrellas son casi sinónimos de la muerte,
¿no?".
Roberto Bolaño
Nació en 1953, en Chile. En 1998 ganó el Premio Herralde de novela con
"Detectives salvajes". Su propuesta se había iniciado antes con
"Estrella distante", "Llamadas telefónicas", (cuentos) y "La
literatura nazi en América"; y continuó después con "Monsieur Pain",
"Nocturno de Chile", "Putas Asesinas" (cuentos), y "Amberes". Pocos
días antes de su muerte vió la luz "Una novelita lumpen" (Random
House-Mondadori).