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“DONDE TODO TERMINA ABRE LAS ALAS”

RÉQUIEM POR BLANCA VARELA

 

 

Patricia Colchado (Chimbote, 1981)

Los poemas de Blanca Varela son como lirios de belleza inmaculada, pura, aromada en ritmos. El silencio de su poesía sabe desnudar las palabras. Una poeta que siempre ha preferido la soledad y escribir, como pocos lo hacen, con honestidad, “los extremos del alma se tocan”.

 

Ana María Falconí (Lima)

Detrás de aquella “reja” desde donde la luz y la sombra se confunden en Blanca, su aliento da vida a miles de palabras, pero ella las convierte en una única y sola: la poesía. “Hoy hablé con ella/ Me dije, los muertos también se sienten solos”.

 

César Panduro (Ica, 1980)

Esa mujer existió, ella será un puerto. La leí junto al mar, y los versos olían a olas, a un viaje de alga, que muere en una hoja. Cada vez que mire al mar la leeré otra vez.

 

Denisse Vega Farfán (Trujillo, 1986)

Atraviesas la brújula, y son todas nuestras voces las que van contigo, ásperos y rientes fantasmas de infancia. Maestra de la luz y del dolor, de la travesía y del justo escarnio a los durmientes. Las sales se hicieron de óleo azul. Trataremos de aprender tu lección, y reencontrarte en las barcazas.

 

Víctor Ruiz (Lima, 1982)

Por qué debería precipitar mis deseos/ si todo me lleva a ser siempre una consecuencia/ de lo que dejo de ser previamente/ para tenerme aquí como dicta tu voluntad,/ en este mes de marzo, por ejemplo,/ sin liebres ni celebraciones lúgubres (…) el silencio y el grito; el grito, la voz y el canto/ callado casi casi silencioso.

 

Andrea Cabel (Lima, 1982) 

Este poema, incrédulo número de tantas olas que solo te buscan, el fruto del techo sobre el mundo, las luces desnudando el trigo que no es dorado, sino concéntrico y verde, fuera de todo lo que sabe caer, los remos, las almas, la demostración de una galaxia sin morada, la ceñida noche que expulsan tus manos. Blanca, la eternidad es un caleidoscopio, es la inmortalidad de una escalera de caracol.

 

Diego Lazarte (Lima, 1984)

Aquí en la costa, Blanca, tu poesía tiene raíces como las del guarango. Tu recuerdo es una dama de blanco que deambula toda una larga noche entre la arena y las olas, que se refugia en las lanchas y bolicheras encalladas, que camina por los solares y el viejo astillero de Supe. Eres la neblina que cubre toda la costa.

 

Giancarlo Huapaya (Lima, 1979)

Blanca Varela es muchas posibilidades de danzar, su Canto Villano es imprescindible para nuestra lengua. Varela fue una mujer de silencios profundos, versos eficaces y lenguaje contundente.  Blanca guerrillera de la poesía, tu silencio me enseñó tu largo aliento

 

Luis Zúñiga (Lima)

El primer poema de Canto Villano, siempre me ha sonado como un grito en silencio, una mueca dibujada. La sensación de que todo lo humano está allí: el no saber a dónde ir, el no saber por qué sufrir o existir. Blanca Varela parece cantar el poema. Lo humano se seguirá cantando así a través de su obra viva.

 

Rafael Robles (Lima, 1982)

Escribía bien y hablaba poco de lo que había escrito (cosa rara, sabrá usted). Antes que poeta, fue mujer, madre, abuela querida. No nos corresponde a nosotros cargar el féretro, pero sí podemos encender una velita en su nombre y cerrar la bocota.

 

 

Fotografía: “Puerto Supe” de Diego Lazarte.


 

 

 

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