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Bruno Vidal, poeta: “Me halaga que me digan poeta facho”
Por Javier García
Publicado en La Tercera, 4 de Diciembre de 2016
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Vive en la comuna de Conchalí. Llega al cantón de reclutamiento N° 25. Impecable se cuadra ante el oficial a cargo. “Tengo 18 años pertenezco a una familia humilde/ Quiero servir a la patria aprovechar los cursos de instrucción/ Aprender la obediencia a los superiores marchar en la parada militar/ Ayudar a mi querida madre ser su orgullo visitarla en uniforme”, dice una de las múltiples voces que integran Rompan filas, el nuevo libro del poeta Bruno Vidal (59), que ahora publica Ediciones UDP.
Un trabajo que cubre 30 años de labor poética creada con diferentes registros, donde destacan las voces de militares, campesinos, prostitutas, agentes de la CNI, víctimas y sobre todo de victimarios. Por ejemplo, se describe el desgarro del que está siendo torturado hasta la voz de mando del que tortura. El paisaje de sus poemas tienen el marco histórico de la década de los 70 y 80, incluyendo los años de la Unidad Popular como del régimen de Augusto Pinochet.
“Su trabajo volado y riguroso se sienta en el piano de las palabras haciéndolo sonar en el buen sentido de la expresión, lo que llama la atención”, escribió de sus poemas Enrique Lihn hace tres décadas en la antología 16 poetas chilenos (1987), donde Bruno Vidal, nacido como José Maximiliano Díaz González en 1957, hacia su estreno en las letras nacionales.
Más tarde llegaría su primer poemario, Arte marcial, en 1991 y después Libro de guardia, en 2004. Ambos títulos autoeditados y de ediciones limitadas. Mientras que con más de 250 páginas, Rompan filas es una selección de ambos libros más una serie de poemas inéditos, que ahora tendrá mayor circulación. “Este libro yo lo siento como el tercero de una trilogía ¡Es como un cierre de campaña!”, dice Vidal, sicólogo y abogado, criado en un barrio de La Chimba y formado en la Escuela de Derecho de la U. de Chile.
Callejón sin salida
“La poesía es un arma de servicio”, “La solución es militar”, “¡Cada uno en su puesto de combate!”, son algunos versos del nuevo ejemplar que incluye poemas como Enemigos de la Patria conformado de 12 nombres: “José Aldunate, Mariano Puga, Carlos Camus, Juan Alsina, Rafael Maroto…”.
“Yo creo que una de las gracias que tiene mi libro es buscar el coro, una puesta en escena, donde me interesa la dicción, por ejemplo, del campesino, del proletario, del tipo de clase alta. No me interesa quedarme con una voz porque se vuelve monótono, me interesa la polifonía”, señala Vidal, quien abre Rompan filas con una estrofa polémica del Himno Nacional. (“Vuestros nombres, valientes soldados, Que habéis sido de Chile el sostén…”). “Es una frase que yo como poeta civil rescato hoy porque fue ninguneada”, dice Vidal, quien alguna vez militó en Renovación Nacional. “Solo fue un gesto ciudadano. Un poeta debe militar en todos los partidos”, añade.
— ¿Qué piensa cuando le dicen “poeta facho”?
— Te digo con toda franqueza vanidosa, que me halaga que me digan poeta facho, porque me inserta en el desprecio infinito por esa gente que es realmente ignorante de la sutileza, de la comedia y de la tragedia. Si alguien me dice facho porque sí, es porque no entiende el Tartufo, de Molière, la tragedia clásica ni la dialéctica de El Quijote y Sancho. Anulan la diversión como espectáculo público y político. Además, yo no tengo vocación de poeta sino de hábito de lectura.
— ¿Un poeta provocador?
— Me siento más bien un outsider de la movilización de la mudanza, de las buenas costumbres, de ponerlas en entredicho. Si yo fuese un catedrático diría “Bruno Vidal: desde la provocación a la redención”. No me interesa descolocar al prójimo porque sí; por el contrario, situarlo en su precariedad, en su vulnerabilidad y decirle: “Mire, guachito pelao, esto tiene salida”.
— ¿Y cómo define su obra?
— Mi poética es fiel a la realidad. Si alguien me relaciona con la antipoesía, yo le digo, sí es cierto, pero se equivoca. Lo mío es un discurso fenomenológico que se agarra de cualquier parte para salir del callejón sin salida. También trabajo en la contradicción, en demostrar que no hay una sola vía.
— ¿Y cuál es su intención con textos como Enemigos de la Patria?
— Estoy poniendo el dedo en la llaga de Cristo. Esos curas nombrados son rojos y al ponerlos de esa manera les digo: “No me vengan con cuentos a mí con la Teoría de la Liberación, que el único que puede hablar de eso es Nuestro señor Jesucristo”.
— ¿Qué le parece el actual reconocimiento a Raúl Zurita?
— Encuentro que Raúl tiene dos libros impresionantes, que son Purgatorio y Anteparaíso, pero después entra en el terreno de la monotonía. Y esa compulsión de repetición para mí es repudiable porque su objetivo es hacerse la víctima en el lenguaje. Yo me alegré mucho cuando lo reconoció la Universidad Federico Santa María porque es su alma mater. Pero su obra es para incautos, ingenuos, y su tono mesiánico y nerudiano es un tono que le viene muy bien a cierta pequeña burguesía progresista que no quiere escuchar otras voces, y eso a mí me indigna. Repudio, no su persona, sino su escenificación político cultural. Ya no es posible ser jacobino en el siglo XXI. Ahora, en el revés de la trama autoritaria, yo me instalo en otro lugar, que es la antípoda misma. Los victimarios en mi obra hablan nuestra propia lengua.