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PERÚ ANTE LA SEGUNDA VUELTA ELECTORAL
¿Y DÓNDE ESTÁ EL PILOTO?

Por César Ángeles L. [1]


1.
LA RECIENTE VOTACIÓN PRESIDENCIAL EN EL PERÚ, acabó con los dos candidatos más votados, de los diez que se presentaron, para una próxima segunda votación este 5 de junio. Los peruanos, desencantados una vez más de un modelo económico que, para no variar, beneficia principalmente a ciertas minorías, optaron, en cierto modo, por patear el tablero de la política tradicional y apostaron por los dos que parecieran expresar los polos opuestos de las preferencias. Desde entonces,  en un clima tenso y de película de terror, se han decantado diversas posiciones a favor y en contra de ambos candidatos presidenciales: Keiko Sofía Fujimori, por Fuerza 2011, y Ollanta Humala Tasso, por Gana Perú.

La primera, a todas luces (o mejor dicho, sombras y sobras), representa la continuidad del régimen corrupto y mafioso de su padre, Alberto Kenya Fujimori (presidente de 1990 al 2000), actualmente sentenciado a 25 años de prisión (en una suerte de cárcel dorada, la verdad sea dicha) por los delitos de asesinatos con alevosía, secuestro agravado y lesiones graves, tras ser hallado culpable como autor intelectual de las matanzas de Barrios Altos, en 1991, y La Cantuta, en 1992, perpetradas por un escuadrón del ejército conocido como el “grupo Colina”. El 20 de julio de 2009, Fujimori fue condenado a otros 7 años y medio de cárcel por peculado doloso, apropiación de fondos y falsedad ideológica en agravio del Estado.

A la mencionada continuidad del fujimorato, apunta también la vasta campaña mediática en marcha (que involucra al Canal 4, Grupo El Comercio, Canal N, Canal 2, el actual presidente aprista Alan García, el ex candidato peruano-norteamericano Pedro Pablo Kuchinsky: “PPK”, el escritor y periodista de televisión Jaime Baily, diversas encuestadoras, la Bolsa de Lima, el empresario minero Roque Benavides, propietario de Yanacocha: una de las mineras de oro más importantes del mundo, la Empresa Periodística Nacional S.A.: EPENSA,  con los diarios Ojo, Correo, Ajá y El Bocón, que agrupan al mayor número de lectores a nivel nacional; y un largo etcétera). De este modo, al mejor estilo retro-noventero de la salita del Servicio Nacional de Inteligencia: SIN (con Montesinos al lado o, más precisamente, al frente, con fajos de dinero del Estado comprando voluntades y poderes fácticos), se quiere adormecer y confundir a la población peruana para que olvide los crímenes cometidos en dicha década, además de los robos al Estado peruano, y que vote por la hija del ex presidente. Ella misma ha repetido, en más de una oportunidad (aunque ahora pretenda desdecirse), que su padre dirigió el mejor gobierno de la historia del Perú. Esto último, en la práctica (y no se necesitan estudios de doctorado para saberlo), significa que de llegar a la presidencia hará todo por excarcelarlo, y con él a muchos otros perpetradores del fujimorato, hoy presos por delitos y abusos de poder cometidos en los años 90.

Para tal efecto, al igual que entonces, no se duda en poner al servicio del retorno del fujimorato-3 (recordemos la reelección de 1995, luego de promulgarse una constitución a la medida del régimen y su presidente) a los personajes mediáticos de diversos órganos de comunicación, así como los lobbies del capital nativo orquestan una campaña destinada a demoler lo que tildan como el gran peligro para el “crecimiento económico” y “la democracia peruana”: el candidato del la alianza Gana Perú, el comandante EP, en retiro,  Ollanta Humala.

Este candidato, por su parte, tiene una trayectoria sinuosa, ya que pesan sobre él acusaciones de matar a peruanos en la zona roja, bajo el seudónimo del “capitán Carlos”, desde cuando prestó servicio en Tingo María (Huánuco) combatiendo al PCP “Sendero Luminoso”: la organización alzada en armas desde 1980. En 1992, en la zona selvática de Madre Mía, se cometió una serie de abusos contra la población civil, por lo que fue investigado judicialmente. Años después, el caso fue cerrado ya que, oh misterio, el testigo principal, Jorge Ávila, se retractó de su declaración inicial. No obstante, en marzo de 2011, en el juicio que se lleva a Amílcar Gómez, hombre de confianza de Humala, por intento de soborno a testigos del caso Madre mía, Rubén Gómez, uno de los implicados, declaró ante el juzgado que en el 2006 Amílcar Gómez le pidió que convenza a su cuñado Jorge Ávila para que varíe su declaración, a cambio de dinero. Humala ha aceptado su cercanía con Amílcar Gómez, pero ha negado todas las imputaciones. Por su parte, Gómez entró en contradicciones ante el juzgado cuando se le preguntó sobre el tema (las referencias son tomadas del diario Perú21). Esto pasa en un país como el Perú,  con un Poder Judicial que se cae a pedazos de corrupto, con jueces que se compran y con testigos que se amedrentan, o que simple e impunemente desaparecen.

Humala Taso hizo carrera política desde que, siendo militar en actividad, se levantó en Locumba (Moquegua) junto a su hermano Antauro, contra el régimen de Alberto Fujimori. Este hecho ocurrió el 1 de octubre de 2000, el mismo día en que el ex asesor presidencial Vladimiro Montesinos fugaba del país en el velero "Karisma". Luego de la caída del régimen fujimorista, Humala, sin embargo, se mantuvo rebelde; pero al poco tiempo solicitó una entrevista al presidente Valentín Paniagua para entregarse. Su abogado, el aprista Javier Valle Riestra, presentó un hábeas corpus en favor de su representado, el cual devino en una amnistía para Humala por parte del Congreso de aquel entonces. Durante el posterior gobierno de Alejandro Toledo, Humala regresó a sus funciones militares, primero como agregado militar en Francia y luego en Corea del Sur. En diciembre de 2004, fue pasado al retiro, lo que dio origen a la sublevación de su hermano Antauro Humala, y posterior asalto a la comisaría de Andahuaylas, aunque él ha rechazado cualquier vínculo con dicho incidente. (Información tomada de diarios peruanos).

Desde entonces, en una ruta electoral que lo puso cerca de la presidencia del Perú, en el 2006,  Ollanta Humala recibió respaldos de presidentes polémicos de la región como el boliviano Evo Morales y el venezolano Hugo Chávez. Al fundar el "Frente Nacionalista Democrático", incluyó  a viejos sectores de la izquierda peruana como Patria Roja y el Movimiento Nueva Izquierda. Desde entonces, la extrema derecha le fabricó ese retrato robot como “el Mal” que acabará con el bienhadado crecimiento económico, volviendo a las recetas estatistas y colectivistas, al viejo estilo de los regímenes militares del 70, como, por ejemplo, el del general EP Juan Velasco Alvarado.

2.
PARA LA MENCIONADA CRUZADA POR EL RETORNO DEL FUJIMORATO-3, Fuerza 2011 ha sumado, como era de prever, los votos de electores que esperan obtener beneficios económicos y sociales mediante el modelo neoliberal dependiente que dicho movimiento representa. Así, por ejemplo, muchos seguidores de las agrupaciones derrotadas en la primera vuelta  (empezando, claro, por sus dirigentes) se han unido a esta opción, como es el caso de los votantes por PPK (los tristemente célebres ppkausas, quienes desataron campañas racistas por internet al conocerse los resultados de la primera vuelta); así como los del otro derrotado, el ex alcalde de Lima Luis Castañeda Lossio, de Solidaridad Nacional: un personaje opaco, de parco hablar, y a quien la actual alcaldesa Susana Villarán acusa de peculados durante su gestión. Dicho conglomerado de votantes, azuzados también por la campaña mediática mencionada, hizo subir porcentajes a quien representa el lado liberal a ultranza y garrote del gris espectro político del Perú.

En verdad, ambos candidatos representan fracciones distintas por el control del Estado peruano. Fuerza 2011 y sus aliados de turno pretenden medrar poniendo el Estado al servicio del gran capital multinacional; Gana Perú y sus aliados buscan ponerle ciertas regulaciones al gran capital y a las transnacionales, lo que traería mayores ingresos al Estado que, a su vez, podrán ser utilizados para consolidar su proyecto político. Así, Humala continuaría con un remozado modelo económico neoliberal (ha jurado en todos los idiomas que eso hará), evitando incómodas explosiones sociales que pongan en riesgo el sistema de poder establecido. Para sosiego de los neoliberales,  basta ver cómo funciona el extractivismo en Bolivia, Ecuador o Brasil. Allí, las transnacionales de la minería, gas y el petróleo siguen trabajando a toda máquina, contaminando y arrasando cuanta selva, bosque y río encuentren en su camino.

Con ambos candidatos se refuerza el modelo económico: el que no está en discusión. Pueden haber divergencias en las maneras  políticas, pero no en el trasfondo económico (y como decía el “Amauta” José Carlos Mariátegui, ambos ámbitos nunca son indesligables, sino que se soportan mutuamente: no zanjar con uno es no hacerlo con el otro). En este sentido,  deslindar con “lo negativo” del fujimorato, con sus maneras políticas autoritarias y encanalladas, termina siendo retórica, cortina de humo, un falso deslinde. Es útil volver sobre el agudo análisis del periodista y activista uruguayo Raúl Zibechi: “Falta de debate sobre el modelo. Tensiones entre extractivismo y redistribución en los procesos de cambio de América Latina” (en línea: http://attac-info.blogspot.com/). Y es que,  justamente, el modelo económico implementado en países como el Perú es el problema para las mayorías, cada vez más empobrecidas y con sectores en miseria endémica
http://www.larepublica.com.pe/

Esta realidad es así, aun cuando la llamada clase media haya ensanchado en algo su base (cuando no su cintura), sobre todo merced al chorreo por las ganancias de la extracción y exportación mineras.

Como en los viejos tiempos de la “República Aristocrática” (Jorge Basadre dixit), a principios del siglo XX, el Perú sigue siendo un país básicamente exportador de materias primas, porque no existe un proyecto de crecimiento moderno y autónomo. No podría haberlo, en tanto sus élites gobernantes medran legal, e ilegalmente, del negocio con el capital extranjero y las condiciones más que serviles que se les pone a favor de sus intereses e inversiones. He ahí el sentido profundo del divulgado cliché “Perú país seguro y atractivo para la inversión extranjera”.

3.
EN FIN, NO HAY DUDA, A MENOS QUE SE OPTE DE MANERA VOLUNTARIA POR LA TRADICIONAL AMNESIA COLECTIVA PERUANA, o, más francamente, por estar a favor del régimen corrupto del fujimorato, de que la candidatura de Keiko Fujimori es nefasta en todo sentido para la vida cívica  política del Perú. Si triunfa, significará un retorno del viejo manejo mafioso desde el poder político. El narcoEstado peruano habrá hecho su mejor elección. El mismo que tuvo en los años 90 su mejor periodo de crecimiento y consolidación, y que durante el segundo régimen aprista no ha hecho más que profundizar su presencia en todo el país. De ahí que el actual presidente Alan García, otro criminal político de gruesa monta y con deudas de sangre aún pendientes, pasando por encima de sus obligaciones constitucionales acordes con su cargo, no dude en apoyar a la candidata del fujimorato. (Tal práctica no sorprende a nadie, en un país donde la criollada política campea a discreción desde las alturas: el Cardenal de la Iglesia Católica y miembro del Opus Dei, Juan Luis Cipriani, acaba de utilizar este domingo 22 de mayo, en Lima, la liturgia de la misa para publicitar una declaración abiertamente política a favor de la candidata del fujimorato y en contra de quienes se le oponen. Cipriani, por lo demás, es conocido como el obispo del régimen fujimontesinista; una de cuyas frases más célebres, que parafrasean hoy varios voceros (o ya ex voceros) de la candidata Keiko, fue: “Los derechos humanos son un cojudez”, cuando era obispo de Ayacucho en 1991).

Pero la complicidad entre el Apra de Alan García y el fujimorato data desde la lejana campaña presidencial de un recién llegado a la política, el ingeniero Alberto Fujimori Fujimori, cuando postuló a la presidencia en 1990 con la agrupación Cambio 90, creada el año anterior. Su candidatura fue apoyada al principio por sectores marginales de la sociedad peruana, los informales y algunas iglesias evangélicas, que hacían su ingreso en la vida política peruana. Así, obtuvo un 20% de los votos en la primera vuelta en abril de 1990, pasando a segunda vuelta contra el escritor Mario Vargas Llosa, líder del Frente Democrático (Fredemo): agrupación de los principales partidos de derecha del Perú.

Para esta segunda cita electoral, Fujimori recibió, además, el apoyo de varios grupos de izquierda, así como el respaldo implícito del gobierno aprista de Alan García. Al mismo tiempo, una serie de asesores –entre ellos el citado abogado y ex capitán EP Vladimiro Montesinos– empezó a trabajar en su campaña (Montesinos es un siniestro personaje y el abogado más célebre del narcoEstado peruano al final del siglo XX, que se halla preso desde junio del 2001 cuando fue encontrado en Venezuela, y deportado al Perú para enfrentar juicios por narcotráfico, enriquecimiento ilícito, asesinatos y lavado de dinero).  

El 8 de junio, usando la popularizada imagen del “chinito buena gente” (gente como uno), Fujimori venció al escritor Mario Vargas Llosa con el 60% de los votos. La primera medida económica del ingeniero fue aplicar el temido shock que anunció contra viento y  marea el laureado escritor, ante la protesta pública de su rival. Esa fue la primera mentira de Fujimori. Desde entonces, arreciaron las protestas sociales, la guerra civil entre el Estado y la guerrilla maoísta de “Sendero Luminoso” cobró nuevos bríos, y Fujimori decidió “disolver” el Congreso, iniciando un régimen autócrata, en lo interno, pero siempre vinculado, principalmente,  al poder norteamericano en el escenario externo. Dicho régimen se caracterizó, como se dijo, por sus manejos mafiosos, que han quedado inmortalizados merced al videasta espontáneo del fujimorato, el asesor presidencial Vladimiro Montesinos, encargado de “engrasar” a diversos representantes del poder económico, político y cultural en el país desde la sombría salita del SIN. El Apra de García había culminado su apoyo, poniendo su vieja maquinaria partidaria al servicio de la candidatura triunfadora. No extraña entonces que vuelvan a juntarse los dos movimientos políticos más conspicuamente vinculados al narcotráfico.

En realidad, tanto el Apra –más específicamente, su plana dirigencial mayor– como varios conocidos miembros del fujimorato que están en Fuerza 2011 (Rafael Rey, Jaime Yoshiyama, Martha Chávez, Luz Salgado, Jorge Trelles, entre otros), representan la faz más oscura del poder político en el Perú, y son evidentes testaferros de la usura más servil, en favor de los poderes multinacionales y los lobistas del gran capital en el país. Hay que ser un desmemoriado, o no tener víctimas bajo el fujimorato, o haber medrado, de alguna manera, en aquella década aciaga de los 90, para votar por la candidata Keiko Fujimori, quien, por otro lado, ya era mayorcita –e improvisada “primera dama de la nación”, desde que en 1994 se produjo el divorcio, con maltratos incluidos por parte de Alberto Fujimori, entre sus padres– cuando este último cometía crímenes y abusos de la mano (negra) de su compinche Vladimiro Montesinos.

4.
A PROPÓSITO DE LOS CRÍMENES DEL FUJIMORATO, en una reciente entrevista televisiva, en Lima, uno de los periodistas acólitos, o geishas mediáticos, de este régimen, Jaime de Althaus, pasó por encima de la flamante presidenta de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, Rocío Silva Santisteban (en línea: http://www.youtube.com/watch?v=zVmghqTMT90). Entre otras perlas, nunca rebatidas con contundencia por Silva Santisteban, Althaus le enrostró, ante una masiva audiencia en el horario de noche, que el gobierno de Fujimori mató  menos (una afirmación semejante le costó el cargo al ex vocero Jorge Trelles: uno de quienes reveló el mensaje verdadero, pero tácticamente reprimido, de esta agrupación). Dicho periodista afirmó, además, que ese gobierno fue ejemplar, y un modelo para el mundo, ya que en su guerra contrasubversiva derrotó a Sendero Luminoso con inteligencia y prácticamente nulo derramamiento de sangre. Al respecto, debe aclararse lo siguiente.

Si bien es cierto que Fujimori cambió la estrategia y se cometieron menos masacres que bajo los regímenes de Belaúnde y García, también es cierto que las violaciones de derechos humanos continuaron siendo el eje de la estrategia antisubversiva. Hay que recordar la legislación “antiterrorista”, que negaba principios fundamentales de un Estado de Derecho, y que, dicho sea de paso, hasta hoy existe en los sustancial; una continua práctica policial y militar que violaba las “garantías constitucionales”; se usó la tortura y la violación como prácticas sistemáticas de interrogatorio; las cárceles se llenaron con inocentes en condiciones infrahumanas (más de 10,000 presos); en 1991 se produjo la masacre del penal Canto Grande, donde se asesinó selectivamente a los miembros más importantes de la dirigencia de Sendero en la cárcel; asimismo, se produjo la masacre de San Gabriel, con 18 personas asesinadas; hubo secuestros y matanzas cometidos por el Grupo Colina; se produjo la esterilización forzada de 300,000 campesinas; además de la movilización y organización forzada de comunidades campesinas para que luchen contra Sendero.

Las rondas campesinas –uno de los estandartes contrasubversivos agitados por Althaus– fueron, en parte, forzadas a combatir a Sendero. La organización de rondas no se dio de manera tan lineal como afirmó este periodista. Fue algo mucho más complejo y dependió de la región y el momento. En suma, el hecho de que Fujimori cambiase la estrategia y que se cometieran menos masacres que, por ejemplo, durante el primer gobierno aprista, no significa que no las haya cometido. Fujimori se concentró en el asesinato selectivo, básicamente a través del Grupo Colina. Resulta desconcertante que alguien como la presidenta de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, Rocío Silva Santisteban, no dijera nada acerca de estos y otros detalles de la pasada guerra interna.

5.
SIN EMBARGO, CON TODAS ESTAS CONSIDERACIONES, DESLIZARSE HACIA DEFENDER LA LLAMADA DEMOCRACIA PERUANA, el actual modelo económico y el orden legal constitucional, llamando al “voto responsable” por Ollanta Humala, es desviar el norte del pueblo peruano; el que jamás puede significar comprometerse con las estructuras del poder establecido, menos en un país como el Perú, cuyos políticos, militares, empresarios, y autoridades civiles y religiosas, han demostrado, a lo largo de su historia republicana, que de honestidad y democracia no tienen más que la etiqueta y la verborrea.

Este punto es clave, porque so pretexto de las legítimas marchas y acciones contra el retorno de las aves de mal agüero, y peor aspecto y praxis, del fujimorato, no se puede pasar de contrabando la defensa de valores demoburgueses llamando simplemente a votar por el otro candidato. No se puede poner al pueblo peruano, y su real y urgente necesidad por una transformación verdadera, a convertirse en furgón de ninguna alternativa nacida para este proceso electoral ni de ningún otro. No se debe poner al pueblo peruano y sus postergados intereses históricos, de democracia auténtica, a la cola de ninguna candidatura electoral, y contar el cuento de que así no solo se frena la dictadura fujimontesinista en marcha, sino que además se garantiza la defensa de la democracia, los derechos humanos y la gloriosa civilización. Hacer esto, como propician algunos colectivos ciudadanos, incluidos algunos grupos de intelectuales (ver, por ejemplo: http://pe.globedia.com/), significa, consciente o inconscientemente, dejar de lado una vez más el camino socialista, de poder y autonomía popular, que es el único capaz de enfrentar y refundar un Estado en el Perú. Tal camino nunca ha nacido, ni se garantizó, por una votación electoral. De ahí que la coyuntura peruana actual encubre, vistas así las cosas, el verdadero dilema político.

¿Qué sentido tiene agitar la trasnochada consigna “dictadura o democracia”? ¿De cuándo acá, para los demócratas auténticos, defender el Estado peruano, y sus supuestas conquistas económicas y políticas post guerra civil de los 80-90, se convierte en “la tarea” urgente e impostergable? ¿De cuándo acá, en principio,  defender el Estado equivale a defender la democracia? ¿Cuándo el Estado –cualquiera que sea– dejó de ser la dictadura de clase que, por su naturaleza intrínseca, es? ¿Acaso con los otros gobiernos del país se ha vivido en democracia realmente? ¿A qué se debe el confundir este justo anhelo por una democracia popular, con el de una patria hecha a la medida de las minorías y el gran capital? ¿De cuándo acá, por último, un candidato acusado de abusos y matanzas en las zonas de emergencia, con juicios extrañamente abortados, es garantía de liderar un camino transformador y revolucionario?

Una cosa es frenar a los representantes del fujimorato, acción digna y valiente, otra distinta es tergiversar la realidad. No se trata de sacar a un gobernante, ni a un gobierno, para poner a otro. No es un  problema de quiénes tienen las riendas del gobierno, o quiénes representan temporalmente los poderes económicos reales en el Perú. La cuestión de fondo es cómo está estructurado el aparato de poder en este país, cuál modelo se está aplicando, y en beneficio de quiénes. Se trata de identificar sus resortes principales y atacarlos, en consecuencia, sin tregua. En suma, se trata de liquidar este Estado mafioso y, simultáneamente, construir otro.

6.
UNO DE LOS ACTIVOS AGITADOS POR LOS TESTAFERROS DEL FUJIMORATO, pero también por otras fuerzas como Gana Perú, es que en los 90 se liquidó “el terrorismo”. Un eufemismo internacional, reciclado en el Perú para combatir, en el terreno del lenguaje y el imaginario colectivo, la lucha armada que inició “Sendero Luminoso” en 1980, y que culminó a mediados de la década siguiente. Véase, por ejemplo, la confesión de parte de Fernando Rospigliosi, cuando era Ministro del Interior en el gobierno de Alejandro Toledo, en entrevista con Abelardo Sánchez-León:

-No sé si es factible elaborar una definición de terrorista hoy en el Perú y en el mundo.
-En lo que respecta al Perú, el concepto de terrorista también tiene un significado político, porque en la década del 80 hubo gran debate sobre si se calificaba a Sendero Luminoso y al MRTA como terroristas. No cabe duda de que ellos cometían actos terroristas, pero también se les calificaba de subversivos, de guerrilleros. Pero a fines de los 80 significó un triunfo que gran parte de la sociedad, los medios de comunicación y los políticos empezaran a calificar como terroristas a estos movimientos subversivos. Eso le dio una connotación política distinta; es una batalla que no sólo se libra con operaciones militares y policiales sino también en el campo ideológico y social. La definición de terrorista para estos grupos fue muy importante en el camino de aislarlos. En el Perú tiene esa connotación. Recuerdo que como periodista fui cambiando también la manera de calificarlos. Calificarlos como terroristas era ponerles una lápida encima, políticamente. (Revista Quehacer Nro. 143 / jul–ago. 2003. En línea: http://w3.desco.org.pe/).

Lo que, sin embargo, suele obviarse, es que junto con lo anterior el movimiento popular  y estudiantil fue descabezado. Los 90 fueron una aplanadora ideológica, y también militar, que al ritmo del salvaje neoliberalismo (y del baile del “chino”) de fines del siglo pasado golpeó a las últimas generaciones y las dejó sin dirigencia (considérese el certero análisis que, al respecto, ofrece el profesor de Política y Estudios Sociales de la Universidad de Harvard, Steven Levitsky, en esta larga entrevista: http://peruanista.wordpress.com/). De ahí que quienes hoy suman fuerzas –aunque se opongan en el juego electoral– para reforzar el modelo económico celebran sin chistar las principales banderas del fujimorato: haber acabado con la insurgencia senderista, y junto con ello haber sido un régimen tecnócrata. ¿Acaso Fujimori es detestable por cerrar el Congreso en 1992? Esta fue una medida que celebró el pueblo peruano, conocedor de los robos y engaños desde el Parlamento. El camino democrático no puede quedarse en este nivel chato del análisis.

Fujimori y su gente son detestables porque son el lado ultraderechista, con rasgos fascistoides inclusive, del poder económico y político del país. Lo que significa que para imponer dicho orden tuvo que aplacar, con métodos legales e ilegales, la protesta social, la capacidad de movilización popular; todo lo cual fue consentido, por obra u omisión, por diversas facciones y actores de la sociedad peruana. Lo anterior lo califica, sin duda, como más autoritario que otros gobiernos anteriores o que le sucedieron; pero todos, sin excepción, con diferentes ritmos y tácticas, han servido y sirven estratégicamente para la legitimación, mantenimiento y reproducción del mismo Estado que arroja a las mayorías del Perú a la pobreza y a condiciones de miseria secular, en pleno siglo XXI.

Por eso, el dilema de fondo, en que una vez más se ve enfrentado el pueblo peruano en estos días, no es votar por uno u otro candidato. El dilema real es cómo reorganiza sus fuerzas para plantarle cara al Estado peruano. ¿Cómo hacer para crear otro país (sin calco ni copia), a la medida de las necesidades masivas e históricas de los explotados de la tierra, en este pedazo del planeta? En esta época aciaga, no hay una organización política verdaderamente  alternativa aún. Hay eclosión social, pero sin dirigencia consolidada, lo cual demanda una serie de tareas urgentes. En este limbo que se vive entre una vuelta  y otra, entre unas batallas y otras, al parecer muchos pierden fácilmente el horizonte de que la dictadura del Estado peruano, del narcoEstado peruano montado desde los 90, solo se acabará con la organización firme y sostenida de las mayorías. Y que, de ese proceso, al mismo tiempo, nazca el liderazgo que se necesita; con todo lo cual se podrá fundar y sostener un nuevo país dentro de un mundo nuevo.

7.
COMO SUELE PASAR EN CADA CONTIENDA ELECTORAL, KEIKO FUJIMORI Y OLLANTA HUMALA SON DOS FORMAS DIFERENTES PARA LEGITIMAR EL ESTADO y el sistema económico-político. Humala representa, en el mejor de los casos, una fracción populista. De no tener claro este panorama, se recaerá en el reformismo que ya probó sus verdaderas intenciones, por ejemplo, durante el velascato. Y la próxima segunda vuelta electoral será, tarde o temprano, una segunda sacada de vuelta, otra más al alborear un nuevo siglo.

Si una opción comprensible y hasta cierto punto válida, como táctica coyuntural, es votar por Gana Perú y Humala para cerrarle el paso al retorno del fujimorato, para evitar que dicha historia pase por impune y se golpee la moral de los demócratas sinceros que aún hay en el país, no se puede soslayar todo lo dicho hasta aquí. Ni perder de vista, so pretexto de lo anterior, las tareas y objeticos estratégicos del pueblo peruano. En este sentido, conviene tener en cuenta la posición crítica expresada por el cáustico filósofo esloveno Slavoj Žižek, quien recientemente visitó y dio conferencias en el Perú:

 [Esto es] lo que la izquierda ha venido haciendo en las últimas décadas: seguir brutalmente el sendero de rendirse, de acomodarse, de hacer los “compromisos necesarios” con el enemigo declarado…por medio de la reconciliación con los opuestos, es decir, de su propia posición  con la del oponente declarado: representa el socialismo, pero puede suscribir plenamente el thatcherismo económico; representa la ciencia, pero puede suscribir plenamente el imperio de una multitud de opiniones; representa la democracia popular verdadera, pero también puede jugar el juego de la política como espectáculo y de los pactos electorales; representa la fidelidad a ciertos principios, pero puede ser totalmente pragmática (“Más allá de la democracia”, en Violencia en acto, edit. Paidós, 2004: 153-154).

De ahí que, en tanto se sienta posición y anuncia el renacer de la movilización autónoma y verdaderamente transformadora del campo popular, otra opción válida es No Votar este 5 de junio. No es votar viciado ni en blanco. No votar, ya que así no se participa del circo electoral de cada cinco años en que se ha convertido, para muchos, la democracia constitucional. Un circo y escenario patrios que precisa obligar a los ciudadanos a acudir a las urnas bajo amenaza de multas y sanciones. No votar es salir de dichas coordenadas del orden imperante, no acatar su tradicional y tramposa forma de legitimación, recambio y reproducción como dominio. De este modo, también se sienta posición.

Para seguir con el punzante razonamiento de Žižek:

…habría que juntar coraje para afirmar que, en una situación como la de hoy, el único medio de permanecer abiertos a la oportunidad revolucionaria es renunciar a los llamados fáciles a la acción directa, que necesariamente nos involucran en una actividad en la que las cosas cambian para que la totalidad  siga siendo la misma (…) La tarea es mucho más ardua: repensar por completo el proyecto izquierdista, más allá de la alternativa del “acomodamiento a las nuevas circunstancias y la persistencia de la vieja actitud (op.cit.: 156-157)

Y, por último:

El primer paso ya ha sido dado: de la multitud de luchas por el reconocimiento al anticapitalismo; lo que queda por delante es el próximo paso, “leninista”, hacia el anticapitalismo políticamente organizado (…). Qué entendemos por utopía: la utopía no tiene nada que ver con imaginar una sociedad ideal imposible; lo que caracteriza la utopía es literalmente la construcción de un espacio u-tópico, un espacio social fuera de los parámetros existentes, de los parámetros de lo que parece “posible” en el universo social existente. “Utópico” es un gesto que cambia las coordenadas de lo posible. (op. cit: 181 y 194).

En tal sentido, es perfectamente pertinente debatir cuál es el sentido de no votar. ¿Acaso significaría caer en una fácil postura nihilista o de absoluta negatividad? ¿O resulta, más bien, en la línea de lo expresado arriba por Žižek, una posición que es simultáneamente de destrucción y construcción, frente al Estado, y que abre puertas para cambios de verdad sin ceder a chantajes ni cuentos desde el poder dominante? ¿No se abre, de este modo, un verdadero camino para la autonomía política y el trabajo desde las bases por una nueva organización colectiva eficazmente renovadora?  

La única razón práctica que pone en cuestión la opción de no votar, en la coyuntura peruana actual, es que, en efecto, tal gesto deja abierta la posibilidad de que la opción del fujimorato-3 sume y gane la próxima contienda presidencial. Este posible escenario final, pondría en el gobierno a una mafia sin escrúpulos y con experiencia de gobierno, y dejaría las puertas abiertas para que delincuentes comunes organizados vuelvan al poder y acaben con las últimas reservas morales del país. Es decir que, directamente o por ósmosis, se impulsaría la generalización de la decadencia moral y la corrupción que ya tienen en vilo la viabilidad de una sociedad como la peruana. Cabe considerar, asimismo, que Fuerza 2011 es el movimiento político mejor organizado actualmente en el país, lo que haría que cualquier organización o proyecto que se le oponga la tenga bastante más difícil. Por sus contradicciones internas, por sus juramentos y pactos públicos por la legalidad constitucional, la victoria electoral de Gana Perú y Humala puede abrir un escenario político más manejable en los términos arriba expuestos. Pero hay que reiterar lo expresado: este es el dilema que planea,  por encima, en la difícil hora actual. Que sea importante, no cambia su carácter.

 

(1) Escritor y periodista peruano.
http://www.picosearch.com/cgi-bin/ts.pl?index=70458&calln=3&lastq=&doc0=0&opt=ANY&query=ángeles


 

 

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