Proyecto Patrimonio - 2006 | index | Roberto Bolaño | Carlos 
              Almonte |Autores |
             
            
              
            
             
             
            2666: 
              Todos los caminos conducen al desierto
            Por 
              Carlos Almonte
             
            
            
          
          
            Roberto Bolaño se caracteriza, entre otras cosas, por desenlazar 
            sus historias muy cerca del final. En tres o cuatro páginas 
            reúne a los personajes, o los separa; fabrica diálogos 
            notables, interpone situaciones, las desarrolla, las elimina, prepara 
            un final y lo realiza sin apuros, a base de finas y 
precisas 
            estocadas, y a pesar del aparente poco espacio para maniobrar; demostrando 
            así un talento inmaculado que no sólo no deja baches 
            o cabos sueltos, sino que tampoco permite dudas. Bolaño pertenece 
            a la categoría de Maestro, qué duda cabe. Ya lo había 
            demostrado, con iguales o, en mi opinión, mayores creces, en 
            Los detectives salvajes, esa entrañable historia de 
            entrañables personajes, del año 1998.
           Varias son las semejanzas entre 2666 y Los detectives 
            salvajes. Algunas saltan a la vista; otras pueden ser forzadas. 
            Sin embargo, lo que realmente importa, y lo único exactamente 
            igual en ambas novelas, es el personaje oculto, mítico y casi-invisible, 
            que moviliza el resto de la acción. Aquella dupla enorme y 
            neblinosa conformada por Cesárea Tinajero y Benno von Archimboldi; 
            la primera gorda, el segundo altísimo. Ambos escritores (Cesárea, 
            poetisa, Benno, novelista), a los que es casi imposible seguir el 
            rastro por ciudades de México o el mundo, o el desierto de 
            Sonora, a donde parecen -parecemos- llegar todos, indefectiblemente, 
            tarde o temprano.
          ¿Por qué una obra maestra necesita estar oculta, lejana, 
            perdida en el desierto? ¿Qué extrañas fuerzas 
            la arrastran hacia el secreto y el misterio?.
          La sensación de estar en medio de un desierto es indescriptible. 
            Hace años, y acaso como otro personaje de ficción, presencié 
            una tormenta eléctrica en las pedregosas costas del Gran Norte. 
            Fue un espectáculo tan asombroso que todo lo que pueda decir 
            ahora sería un vulgar remedo de lo que en realidad sucedió 
            esa noche. Para colmo de bienes, el día anterior a la tormenta 
            habíamos cocinado un cactus y un par de horas antes del comienzo 
            de la lluvia lo habíamos ingerido en lo más alto de 
            una duna. "A partir de ese momento, la realidad, para Pelletier, 
            para Espinoza, para Liz y para mí, pareció rajarse como 
            una escenografía de papel que al caer dejó ver lo que 
            había atrás". 
          Durante la ingesta, y posterior efecto, bailamos bailes indios inventados 
            por nosotros, conversamos con las plantas y los búhos y, cuando 
            la lluvia se hizo fuerte, corrimos en dirección al mar. El 
            cielo se cerró completamente y vimos a las aves, nada acostumbradas 
            a este tipo de avatares, despedirse de nosotros para ir en búsqueda 
            de abrigo. Fue entonces cuando se nos escapó el control del 
            tiempo. 
          Bajo estos parámetros resulta comprensible el refugio estipulado 
            -soñado, idealizado- para Tinajero y Archimboldi. Un lugar 
            secreto e inexpugnable, sin escritura ni posible huella, y que sin 
            embargo retribuye, en desintegración y trascendencia, en silencio 
            y en vacío. 
          Archimboldi está aquí, y nosotros estamos aquí, 
            y esto es lo más cerca que jamás estaremos de él. 
            Sé que vosotros lo comprenderéis.
           
           
          