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La extinción de un proceso creativo: “Diario de las especies”, Claudia Apablaza

Por ANTONIO J. ALÍAS
Afterpost
Junio de 2006


- Anónimo dijo… Claudia, ¿me das una cita para encabezar la reseña?
- Afterpost dijo… Perdón, ése anónimo soy yo!
- claudia apablaza dijo… Lejos de respetar formas inmutables cada nuevo libro tiende a construir sus leyes de funcionamiento al mismo tiempo que a producir su destrucción

(alain robbe-grillet)

Claudia Apablaza es una escritora única y el libro Diario de las especies el registro de su propia extinción. Porque más allá de las formas establecidas por las literaturas en su continua evolución, la autora chilena hace un recorrido a través de ellas -a veces sorteándolas- en el singular devenir de su escritura. Trayecto o proceso creativo, lo cierto es que sus palabras son las huellas de lecturas acumuladas; lugares habitados y experiencias biográficas que, en su lógica efímera, atentan contra la definición inmóvil que, en ocasiones, se quiere hacer de la literatura. En ese sentido, este libro es un lugar de paso donde se desarrolla una especie de escritura errática (en las diversas acepciones) en su digresión hacia otros lugares: 1. como prueba o experimento; 2. como forma inadecuada y fallida; 3. lugar de divagación y 4. en tanto que espacio abierto. Todas ellas se concentran, al final, en esa idea de búsqueda de la que Diario de las especies adquiere su poética trashumante y, quizás, su valor más destacable al asumirse desde una precariedad vitalista. Viaje, movimiento, nomadismo. La literatura de Apablaza escapa, de hecho, a la historia, al tiempo y al espacio por ser estos ya lugares comunes para una crítica literaria oficial. Una subversión puesta en práctica en las sucesivas ediciones por las que el texto ha ido migrando (Chile-México-España). Evolucionando sus formas, hasta dar lugar a nuevos interlocutores allí donde otras voces se extinguieron.

Sí, estamos ante un libro en marcha que crece y se reproduce, pero que persigue un punto final que lo convierta en una especie distinta de novela o, lo que es igual, en un texto literario que se de-genere más allá de los límites reconocidos de la literatura. Para indicar una salida de emergencia, este ejemplo: “Ser persona es dejar de ser libro, de ser cita. Dejar de escribir. Yo nunca quise ser escritora. Yo no sé lo que es literatura.”

No sé escribir, lo he olvidado. Anular fin y comienzo. Manteniéndose en el proceso creativo, el libro de Apablaza parte de tópicos biográficos, de calcos literarios e, incluso, de su exuberante apariencia bloguera para arrastrarlos a una medianía donde han de converger, confundirse, perderse. “Apenas llegué a Barcelona olvidé qué es escribir una novela, entre otras cosas”, comienza así Diario de las especies. La activación del olvido desvela, desde luego, el carácter crítico e inconformista de su autora, aunque también una desmemoria como premisa indispensable para la creación de lo nuevo. Y aquí, precisamente, se encuentra uno de los puntos más interesantes de la obra. Olvido, desmemoria y crítica no son otra cosa que acciones destinadas al desmantelamiento formal y estructural del acervo cultural en el que la obra literaria es partícipe. Todo ese conocimiento (literario: Vila-Matas, Nothomb, Bolaño, Gombrowicz, Fresán, Bernhard, Cortázar…) es cuestionado mediante un declarado desaprendizaje y -lo que resulta más complejo- escribiéndose ahora como un apr(h)endizaje en fábula. La indeterminación del espacio naciente se materializa, pues, en la construcción progresiva de una forma de contar que se desdice sucesivamente, destinada a agotarse. Así el blog que se inventa, las múltiples voces en los personajes que allí se enmascaran. Sin ser este libro la impresión en papel de una escritura digital real –sino la apertura que vincula a uno y a otro: rhizome-, la forma funciona en tanto que ilusión de blog, lo que supone, a su vez, la ruptura de los modelos clásicos imperantes en la narración. Todo, incluso la forma, es ficción en el libro de Apablaza.

Salir del paso: por un blog. El modus operandi de Diarios de las especies lleva a cabo la máxima teórica de una teoría literaria al margen: cada libro se crea al tiempo que se destruye. Por una nueva novela, de Alain Robbe-Grillet, novelista –también cineasta experimental- de la nouveau roman francesa, es para la autora chilena un libro de culto en busca y captura, que se antoja coherente en el fetichismo bibliófilo presente durante todo el proceso creativo. De ser esto así, la obra estaría destinada –teórica e implícitamente- a su desaparición final, a la consumación de su propia estructura. De hecho, la presencia del blog es tan sólo la forma que da pie al soporte libro en pos de su degeneración fragmentaria. Porque el blog es sólo blog en un medio puramente digital, aunque su aprovechamiento en papel provoca que la ficción quede lejos de la habitual imbricación entre temas, personajes, tiempo y lugar. Y es que la escritura resultante es el desglose de esos mismos tópicos, eso sí,  más propios del discurso crítico que de un discurso artístico. Rara avis. De ahí que los capítulos sean, en realidad, la descripción del proceso de escritura que los ponen en marcha: “Partir la biografía”, “Los personajes”, “Tiempo de una novela”, “El final”, “Publicar”, etc. Sin duda, ésta es la nueva forma de narrar que propone Claudia Apablaza: un desplazamiento por formas existentes que signifiquen una nueva manera de escribir o hacer que la literatura se tambalee a cada palabra.

Fin. The end. La escritura de Diario de las especies pasa por el blog para dejar de ser escritura, tal y como la entendemos tradicionalmente. Una evolución darwiniana puesta del revés, en el que las especies escritas involucionan hacia aquello que fueron mediante su adaptación a los nuevos formatos: apenas creación. (Habrá que ver qué es lo que se genera, que especie literaria surge de todo esto). Exploración y experimentación que otros escritores, como es el caso de Cristina Rivera Garza en referencia a Twitter como laboratorio textual o Vicente Luis Mora con su Alba Cromm abierta en red, ya ponen en práctica sin complejos. Es la constatación de que algo empieza a moverse. De algún modo, aquella pregonada contaminación entre papel y pantalla se hace realidad ahora, en un espacio intermedio y formalmente híbrido que los más apocalípticos ven como el fin de la literatura. Tantas veces muerta la literatura, la ficción es un gen en continua mutación.

 

 

 

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