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TRES POEMAS DE SAGRADO CORAZÓN
DE CÉSAR ÁNGELES LOAYZA

 

LOS BRAZOS DE MI PADRE 

En los brazos de mi padre
aprendí a amar / si de amor se trata

caminaba o corría en su pecho
como en bosques corren las niñas
buscando al lobo feroz

entre sus brazos con sabor a pelos
de montaña
escuchando la honda voz de la quebrada
rumor del mar
y botes infinitos

donde las estrellas dormían
como liebres en mi paz

y no había entonces
palabra que no pudiera domar
ni soledad que me asustase

/fango, vidrios quebrados, arenas movedizas,
rosas carnívoras/

todo eso fue el centro
de mi padre
cuando yo era aún más pequeñita
y cantaba feliz en la mañana

 

 

EL VIENTRE DE MI MADRE 

El vientre de mi madre
era, claro, una casa / ¿ya lo dije?
donde alargaba cómodamente mis patitas

Sembrada como estuve en ese barro
crecía alerta a todo
ese líquido azulino fue la bóveda
que dividía mi presencia de la otra realidad
ese temblor ahora lo recuerdo
golpeaba mis mandíbulas nacientes
mis ojos ovalados en su noche

¿Qué hacía esa mujer inflada
.. . .. .. .. .. .. esperando en esta costa
el barco sin tripulación que me trajera?

Madre, ¿qué fue de nosotras?
Tu amor no lo recuerdo,
solo el chirrido
y mis uñas rotas
pegadas a tu carne
¿Fuiste tú en verdad mi madre?
¿Aquella de la foto?
¿La que tomó a su recién nacida
en brazos
y dijo las palabras de bienvenida
a este mundo hórrido
con jardines, olas y arco iris sin embargo?

madre, madre:
¿qué demonios significa esta palabra?

A ver si acaban de una vez
empaquetan mi dolor y lo que sea necesario
y me envían lejos
donde mi odio no los pueda exterminar

 

 

E L  Ñ O B A  R I T U A L  

En un sueño lobo me perdí contigo, padre, un sueño donde me
abrazabas de la cintura dejándome suavemente en el agua tibia del
cántaro partido, donde todo estaba listo para mi baño en leche
miel y flores silvestres halladas bajo la panza de los cervatos. No
temas, me dijiste, rozando mis oídos con tu piel tosca, arena de
playa, lastimando rosa de mi rostro tu barba recién podada por
la mañana. Sujeta a tu pecho hondo te dije no me sueltes, papá,
quiero quedarme contigo. Sonreíste en silencio y tomándome por
entero en el cuenco sin fondo de tus manos me fuiste
introduciendo en el agua cada vez más tibia y cercenada. “Eres mi
niña veneno” musitaste, y mi largo pelo mojado revoloteó sobre
púberes pechos, y yo sólo quería quedarme así parasiempreunida
a tu inmensocuerpodesnudo. ( R u i d o s a f u e r a ). “No es para
siempre” agregaste, “un día ya te irás”, y yo pensé que era otro
juego cruel de las palabras, mi cuerpecito temblando entre tu beso
y el agua que no cesaba de llenarme, limpiando cada mancha o
cada ojera, aquel instante eterno, cuando una mano tuya penetró
de lleno el agua y abrió la llave para que frío el chorro
terminara de cortar mis quejas y palabras, y estuve muda de
miedo alegría y gritos ( A h, q u i e n l l e g a )
me dejé secar todita en un paño grande y blanco como esta luz
que nos llenaba, hasta sacarme en vilo del cántaro por fin vacío.
Una voz conocida golpeó la puerta de nuestro bosque de
mayólicas y fluorescentes, y pájaros negros picotearon
otra vez mi limpia soledad. Entonces bajo el pardo eco de esos
gritos luminosa juré que nadie tendría poder para arrancarme de
tu piel. Me miraste sin pausa, herido gigante, y en el punto de
decir una palabra que no venía besaste cada gota de agua que
chorreaba larga por mi pecho. Te paraste, dos tres pasos, para
abrir la puerta. La maldita puerta negra, de la inmensa noche
madre.

 

 

 

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