Volveré y seré la misma
Anti-cuentos, fracaso narrativo, belleza y felicidad
Panorama de nuevas narradoras argentinas. Edición de Francisco Garamona
La Calabaza del Diablo, 2010
Por Claudia Apablaza
http://hermanocerdo.anarchyweb.org/
Volveré y seré la misma es uno de esos libros, llamados antologías, muestras, panoramas o compilaciones que llevan el sello de quien eligió a sus participantes: el editor y poeta Francisco Garamona. Garamona me dijo una tarde en que visité su librería, que él sólo publicaba y compilaba literatura de riesgo, de vanguardia, y quisiera agregar, literatura repleta de fracasos y fisuras. Después de leer algunos de los títulos que ha publicado Francisco Garamona en ediciones Mansalva, puedo dar fe de esa afirmación; como por ejemplo la edición del libro Diez del chileno Juan Emar, Mis escritores muertos de Daniel Guebel, Linaje de la argentina Gabriela Bejerman, Dame pelota de la también argentina Dalia Rosetti, España de Manuel Vilas, Pájaro transparente de Mario Bellatin; un libro del cubano Lorenzo García Vega, ese raro escritor del libro Vilis, único sobreviviente del grupo Orígenes, entre otros; es el caso también de esta compilación, Volveré y seré la misma, que ha publicado Editorial La Calabaza del Diablo y compilado Garamona, libro que reúne a seis escritoras argentinas contemporáneas: Dalia Rosetti (1972), Gabriela Bejerman (1973), Fernanda Laguna (1972), Susana Pampín (1964), Cecilia Pavón (1973) e Inés Acevedo (1982).
Digo escritoras y no narradoras a secas, ya que la mayoría de ellas son poetas, e incluso algunas trabajan en otras disciplinas del arte como la plástica o la música.
El año 2006 la escritora Florencia Abbate publicó la antología Una terraza propia, en que reunía a unas 15 narradoras argentinas, de las cuales tengo que aceptar públicamente que me llamaron la atención tan sólo unas dos o tres de ellas. Al igual que la antología Matadoras publicada en Perú por la editorial Estruendomudo el año 2007, en la que de las trece compiladas sólo disfruté la lectura de unas cinco de ellas.
Para qué decir de las antologías de narradoras chilenas contemporáneas. En realidad y lamentablemente no puedo decir mucho, ya que hoy, al año 2010, a pesar de haber unas quince o veinte narradoras nacidas entre 1970 y 1985, narradoras publicando, con varios libros la mayoría de ellas, no contamos con ninguna de estas muestras colectivas. Aunque sí debo mencionar el aporte de la editorial Simplemente editores de publicar una muestra de narradoras llamada Las mujeres cuentan, pero que van de un rango mucho más amplio de una selección de contemporáneas. Las narradoras chilenas que firman Las mujeres cuentan nacieron entre 1919 y 1978.
Decía que en Volveré y seré la misma me ha sorprendido gratamente, encontrarme con una compilación que del 100% de los textos publicados, un 90% me ha llegado a conmover mucho y he disfrutado enormemente su lectura. Y eso, creo yo, que en estos días en que los jóvenes narradores están más preocupados de ser publicados valga lo que valga, en listitas de mejores narradores menores de pico de años, más que de escribir y de escribir, y de escribir y de escribir, como lo hacen las narradoras que firman Volveré y seré la misma.
Todos los cuentos publicados en esta antología lejos están de esa perfección que suponemos que existe, a modo ideal y a modo de decálogo, en la narrativa. Lejos están esos mundos completos y redondos que se supone sería un buen cuento, un cuento logrado, un cuento de concurso literario, un cuento de mejor narradora argentina; lejos están estos cuentos del Manual del perfecto cuentista de Horacio Quiroga, lejos está de esa advertencia de los talleristas literarios que levantan el dedo para decir: un texto que tiene introducción o planteamiento, luego desarrollo o nudo y una tercera parte: desenlace final; lejos de ese mismo levantamiento de dedo de los talleristas literarios que citan a Quiroga que nos dice: escribe lejos del imperio de la emoción, no pienses en tus amigos a la hora de escribir, cree en un maestro como en un dios mismo, toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, etc. También distante de la definición del cuento que nos dio Hemingway al compararla con la novela… en el que el novelista gana por puntos, y en el cuento el cuentista gana por knockout. ¡No! Nos dicen estas escritoras. No nos quieren con finales asombrosos, con cuentos totales y redondos, quieren escribir, escribir, escribir mañanas y publicar todo ese delirio por las tardes, como nos dice Garamona en el prólogo: “Estas autoras publicaron sus primeros libros en los años 2000, en una pequeña editorial de vanguardia llamada Belleza y Felicidad, dirigida por Fernanda Laguna y Cecilia Pavón. Eran libros artesanales, fotocopias abrochadas de pocas páginas y sin tapas, mal hechos y con cierta cosa punk, pero hermosos. De tan pequeños se volvían inmateriales y era imposible encontrarlos en cualquier librería. Sus escrituras estaban orientadas al placer de lo efímero, a la verdad, a la inteligencia, y con un fuerte tono autobiográfico podían ir de lo sublime a la tontería sin escalas.”
Estamos entonces frente a anti-cuentos, en los que las autoras de estas historias huyen de discursos hegemónicos y se encierran en una intimidad que va levantando capas y capas, donde no hay un miedo a contar, a fracasar en el texto. Porque la narrativa ya viene de regreso y en picada, me dijo esa tarde Garamona en La Internacional Argentina, la librería que tiene en Buenos Aires.
Entonces las escritoras de Volveré y seré la misma no quieren escuchar más ese decálogo, esa llamada de atención de los tremendos, de los grandes escritores universales. No tienen todos los hilos tomados y empoderados como una pequeña parcela. Estas autoras no cierran un círculo, sino que establecen líneas de fuga hacia ninguna parte a veces, toman voces que van mutando y cambiando, provocando todas un cuestionamiento de lo que es la estructura del cuento, que lo conflictúan en su fondo y forma, lanzándose con una cierta bella torpeza a contar, con belleza y felicidad.
Le preguntaban a Garamona estos días por qué no incluyó a narradoras como Samanta Schweblin o Pola Oloixarac en esta muestra. Garmona nos decía que el lector no encontrará acá mundos completos como los de otras narradoras argentinas contemporáneas, por ejemplo los mundos de la cuentista Samanta Schweblin, que recién visitó Chile la semana recién pasada. Ahora bien, sí comparto con Garamona que las escritoras que firman Volveré… no solamente son el opuesto a Schweblin (sin desmerecer la misma), sino que es el opuesto a la vigilancia prolija de una cierta tradición literaria. Es la caída intencional de esa tradición argentina, la burla consciente y el descrédito de Borges, de Cortázar, Bioy Casares, Wilcock, Saer, toda la literatura fantástica que el mundo celebra; burla y descrédito que encierra a la vez la celebración de la libertad e intimidad del ejercicio de la escritura. Pero sí nos encontraremos con un grupo de cuentos complejos, cuentos en que encontraremos una forma de contar más honesta, menos testeada por los exámenes internacionales de control de calidad.
Y como dice Cortázar en Aspectos del cuento, que definir el tipo de narración que le interesa a un lector, no es otra cosa que señalar su especial manera de entender el mundo. Y estas narradoras entienden al parecer el mundo desde esa libertad y desapego a una tradición con la que han cargado no sólo los narradores latinoamericanos, sino que una larga tradición de narrativa de mujeres hecha de abundantes lamentos y quejas.
Acá hay autoficción, hay dispersión narrativa, hay giros inimaginables, hay imaginarios abiertos a que los siga sin temor la pluma de cada una de estas seis escritoras, hay incluso torpeza, falta de tensión narrativa, anécdotas de calle, cuentos que podrían ser para niños o susurrados al oído. Acá no hay vigilancia, acá no hay poder total sobre el texto, acá no hay miedo a la dispersión, acá no hay nadie que quiera guardar en su mesita de noche la etiqueta de la mejor narradora argentina. Como no recordar en este momento el cuento “Piedra del águila” de Susana Pampín, en el que todo se configura alrededor de una familia que tiene a madre que baila. Madre que baila para su hermana, madre que baila para todos, para el novio de su hermana. Un cuento sin nada de tensión narrativa, que se vuelve atractivo sólo cuando ella baila. Un cuento que a ratos parece un cuento de niños.
Creo que para las escritoras que firman Volveré y seré la misma la mejor literatura es la que funciona a modo de ensayo. Como una especie de experimento libre y desbocado. Una literatura que le ha perdido el miedo momentáneo a esas grandes teorías y padres literarios y se los mete al bolsillo o que juega con ellos en la soledad de la escritura. He ahí el concepto de ensayo, y he ahí la estética del posible fracaso, de lanzarse ciegas cada una a su proyecto literario, matando madres, vacas sagradas, desmitificando narrativas que tienen su momento histórico y su contexto de origen.
Ahora bien, si ponemos el foco en cada uno de los cuentos de estas escritoras, encontraremos que hay en casi todas las autoras un saludable cuestionamiento del oficio del escritor o del artista. Una burla al mismo, desarrollado con ironía y cierta sospecha. La ironía y la sospecha es el lugar desde donde se mira el propio oficio, el cuerpo, la vida. Cruzan casi todos estos relatos una crítica severa al medio artístico y literario argentino. Toda la pose que desfila en galerías y ferias. En “Morfan dos”, cuento de Bejerman, que nos habla de los artistas marginales. El lugar del arte y la movilidad del mismo. El narrador nos dice: “El chef era un argentino despistado, un joven que no se sabía si era artista visual, digital, conceptual o experimental.” Cecilia Pavón, en “Durazno reverdeciente II”, narra también de forma irónica la historia del marido de una mujer que odia los libros de su mejor amiga. Hay señas de amor-odio a un poeta chileno, un sutil guiño de admiración. En el cuento “Presupuesto irrestricto”, también Cecilia Pavón narra la historia de una escritora que ha sido invitada a un festival y que insomne en su cama se pregunta acerca del tema que tiene que leer al día siguiente, el tema de la forma: “¿Qué tengo yo que hacer en un lugar donde todo se trata de demostrar que se escribe bien, que se encontró una herramienta lo suficientemente impersonal para que la puedan utilizar los otros?”
Bejerman en “Mi amigo Carlitos” también cae sobre el tema. Un nuevo amigo, Carlitos, que es un mal poeta, un pésimo poeta con el que le gusta tener sexo. Amigo poeta con el que comienzan a salir a círculos intelectualoides… Un amigo que al final, a pesar un pésimo amante, terminará publicando un libro en una editorial que admiraba mucho la protagonista y además al parecer es un libro acerca de las relaciones entre ellos. La protagonista terminará robándole la moto a ese gran poeta Carlitos, y se irá mejor a mirar cómo es que despegan los aviones.
Fernanda Laguna en “No quiero manipularte” nos pone como protagonista a una escritora que está en un maravilloso e irónico monólogo para que un hombre la llame. Monólogo en el que cita irónicamente al escritor Paulo Coehlo. En “Había una vez en una ranura” también de Fernanda Laguna, nos encontramos frente a un cuento que se le irá escapando a la narradora por una ranura mínima. Ironía de la página en blanco, del escritor sin ideas o pasmado frente a un computador.
Como decía hay además de esta ironía hacia el propio ejercicio, una cierta ironía hacia el cuerpo, hacia el ser mujer hoy. Discursos despiadados y amorosos de ello. En “I want to be fat” de Cecilia Pavón, un grupo de amigas que se visten de gordas. Algo que hacer de Fernanda Laguna: una mujer aburrida en su habitación fantasea, como una heroína de alguna novela romántica, con suicidarse, pero delirantemente un suicidio volando con unos ladrillos.
También está presente fuertemente en estos cuentos o anticuentos el discurso acerca del amor y el sexo. En su cuento “Espejismos”, Bejerman nos narra la historia de una mujer se va a pasear libremente y disfrutar a Uruguay con un grupo de amigos y dejar a su novio solo en casa. En “El comandante EA” de Fernanda Laguna: una mujer que está apasionada con su novio en la cama y llegan amigos que les cortan el rollo. Para luego, días después, al estar sola metida en la tina prefiere olvidar a su hombre y fantasear con una historia de naves y comandantes. En el delirante “Electroman” de Inés Acevedo, nos encontraremos con mujer que tiene una descarga en su casa y que llama al electricista para que le arregle la falla. El electricista viene y le arregla la falla, para luego comenzar a sucederse historias acerca de amor y la electricidad, con marcapasos, SMS, etc. Y cómo no mencionar entre estos cuentos a Alejandra de Dalia Rosetti, tal vez la más suelta de prosa de todas estas narradoras, la que desborda una imaginación envidiable, en su texto nos encontramos con cuentos sobre cuentos, personajes sobre personajes, historias de amor sobre historias de amor que se suceden rápido, ágiles. Alejandra o una mujer que le declara amor a su mejor amiga y se van a Brasil y se mete con una brasileña y con otro chico y otro, hasta el infinito.
Destaco así, en todas ellas una prosa delirante y enfurecida, la prosa envidiable, la imaginación desbordando en miles de narrativas, de textos, de cuentos que se cruzan. Por qué no recordar a Bolaño si tengo que recordar a alguien ahora. Tal vez a César Aira, al único cuento que me leyeron de Copi: “Las viejas travestis”.
También está la ecología, la cercanía profunda a los animales, animales que son sus amigos. “Chicho, el bulldog alemán asesino que yo amé” de Inés Acevedo narra la historia de mujer se compra un perro, un perro que adora y que lo lleva a pasear; hasta transformar todo en una realidad historia confusa de perros, conejos, trillizos, hijos propios, fantasía de maternidad y procreación.
Ahora bien, en cuanto a que sea un libro sólo en el que participan mujeres, no sé de qué lugar específico agarrarme. Sé que la literatura es literatura a secas, eso no está en duda, pero intuyo que más allá que un propósito amoroso de Garamona o la deuda de la editorial la Calabaza del Diablo con mujeres escritoras, prima algo más. Pero de las intenciones del compilador y de los editores no puedo referirme.