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Diario de las especies. Claudia Apablaza. Editorial JUS. México, 2008

LA TERCERA MANO

Por Eve Gil
(La Trenza de Sor Juana, México, DF)



Los fascistas creen que debe haber un tipo de hombre y una sola literatura.

La novela y el blog tienen un probable origen común que es la duda. Una novela donde la protagonista absoluta es la Novela, no hubiera sido posible, quizá, sin el recurso del blog. A esa conclusión llego tras leer Diario de las especies, de Claudia Apablaza (Chile, 1978), y empieza la tarea ingrata del ejercicio crítico: clasificar, si bien se ha visto que cada vez es más difusa la frontera entre los géneros literarios y algunos, de plano, hablan de escribir “literatura” sin especificar si se trata de novela, ensayo, relato, etcétera.

Claudia Apablaza, sin embargo, parece haber creado un género. Literatura llana no puede ser, desde el instante en que se elabora siguiendo el formato blog. Que los comentarios sean dispersos; que no necesariamente perpetúen lo expuesto por A.A, que oscilen entre la necedad, la autocomplacencia, la intrusión por que sí y la interacción honesta, la impregna de un realismo que rebasa lo puramente novelesco. Cómo logra Apablaza un concierto impecable con tantos ritmos a destiempo y notas discordantes… en ello radica la genialidad de Diario de las especies.

No es la primera novela que incorpora la reciente cotidianidad del empleo de los blogs. He leído por lo menos dos, de autores mexicanos y coetáneos de Apablaza: Luis Felipe Lomelí y Jorge Harmodio. Sí es la primera, hasta donde sé, escrita enteramente en estructura de blog, comentarios incluidos. Dichos comentarios, insisto, parecen casuales. Por supuesto no lo son: cada una de estas voces constituye un personaje de que un modo y otro detenta, redondea o complementa la narración de A.A

A.A, según su perfil de usuario, es una joven chilena, 27 años, cuya ambición confesa -¡desmedida!- es escribir una novela. Cosa curiosa: no cuenta con una idea predeterminada para desarrollarla. Diríase que lo único que sabe sobre la novela que desea escribir, es que quiere escribir una novela. Y se supone que el blog es una suerte de planta generadora de ideas. Diario de las especies, hay que decirlo, tampoco es la primera novela cuyo tema es la novela misma. Pienso, por ejemplo, en El libro vacío, de Josefina Vicens, cuyo inolvidable narrador, José García, necesita desarrollar la idea para una novela más que escribir una, pues considera carecer de tema. El caso de A.A es ligeramente distinto. Su problema es más de elección que de iluminación. José García considera que su vida como burócrata y decentísimo padre de familia no es novelable y no parece familiarizado con la gran literatura. A A.A, por el contrario, joven viajera, lo bastante audaz para burlar la vigilancia de una biblioteca y apoderarse de ella por las noches –el “cuarto propio” no le basta a esta émula de Miss Stephen-, con una vastísima cultura libresca, lo que le sobra son temas. Los temas, de hecho, la desbordan. Esto no significa que un caso sea más fascinante que otro. Uno lo es por suponer que nada trascendente tiene que decir. El otro por no saber por donde empezar para darle coherencia a todo cuanto intenta expresar y apresar. En este sentido me recuerda también a Gertrude Stein: la novela que no avanza. Diario de las especies empieza y termina con una niña que juega con sapos.

Las obsesiones literarias de A.A van mutando, adecuándose a lo que intenta decir sobre sí misma, descubriéndose en los anaqueles de aquella biblioteca que la habita. JacRRR, de los comentaristas más escuetos a los posts de A.A, de esos que aparecen como un relámpago que arruina un insípido día de campo, le escribe: “(…) Las novelas se escriben solas. Es como una extensión de tu vida. No hay salida si eres escritor. Es una tercera mano (…)”

Hacia el final, a la joven escritora que es A.A se le ve inmersa en la típica crisis del escritor que de pronto ya no sabe si es persona… o personaje. En ese sentido el circulo termina por cerrarse aunque, y eso es lo mejor, no definitivamente. El escritor o escritora lo es las veinticuatro horas, incluso cuando ejerce como persona, su máscara predilecta, parece decirnos Claudia Apablaza. La duda lo habita, sin embargo, con mayor saña que a los demás, y muchas veces es necesario compartir la duda para que adquiera sentido. Ese es el origen que tienen en común el blog y la novela.

Y Claudia Apablaza ha logrado fusionarlos espléndidamente.

 

 

 

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