Experiencia y ruptura, una aproximación a la rebeldía de Kurapel
"Por haber visto", poesía de Alberto Kurapel. Cuarto Propio, 2012. 79 págs.
Por Christian Aedo J.
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En su nuevo libro Por haber visto, Alberto Kurapel nos entrega un artefacto. Un aparato estético y crítico que opera, en una primera instancia, constituyendo las dimensiones espacial y temporal necesarias para el encuentro o mejor dicho, la colisión de las texturas, discursos y formas que habitan el libro. Es de ese primer encuentro que el autor logra la aparición de las imágenes, una colisión con la intensidad de una explosión, algo germinal de carácter estelar, ya que el resultado es la aparición de una cosmología de significantes. Kurapel nos presenta un libro melódico, plástico, performático, de formas que habitan híbridas, transitando libremente el texto, en una dinámica que pareciera ser anterior a la lectura. Es en este punto donde se produce un segundo encuentro, la colisión del lector y el transitar de las imágenes.
Kurapel logra poner en movimiento un sistema que pareciera solo poder describirse como el devenir estético del libro, generando un flujo de formas que cruzan con total naturalidad el texto, creando recorridos propios de un habitar y un equilibro, que se podría comparar con la complejidad de un sistema orgánico, con la anterioridad de una forma de vida. Es frente a este espacio donde la entrada del lector interviene, en un intento por establecer un recorrido sobre el flujo y la dinámica existente, provoca un impacto entre el dentro y el fuera del libro. Impacto del que se desprenden nuevos encadenamientos de significación, recorridos o trayectos, que dejan al lector perplejo como las posibilidades que muestran los rayos de una tormenta. En este punto se logra fracturar el recorrido planteado por el hablante, el flujo y equilibrio del libro quedan suspendidos por un momento, momento en que el lector trata de establecer alguna ruta y se van liberando por partida doble las formas, en el sentido que Artaud le daba al montaje o la expresión teatral. La ruta se va trazando de manera experiencial, en aquellos vasos comunicantes que comparte el lector y el hablante, voy a usar la figura hablante, solo por convención, para situar o graficar los sujetos del movimiento, ya que la transferencia sucede entre dos formas mucho más amplias, son formas experienciales, absorbidas una en la otra desde antes incluso de la lectura. Estas rutas solo se visibilizan como trayectos discursivos, posibilidades formales, potencia y virtualidad textual que termina en un camino incierto, dentro de un entramado de rutas que convierten a Por haber visto en un dispositivo discursivo, que devuelve en el cruce, el texto al lenguaje.
“Quedaron incalculables puertas/ por abrir/ nunca supo/ lo que era estar/ satisfecho de sí/ iba muriendo tranquilo/ tenía/ la esperanza intacta” son los versos con que cierra el poema “Ya devuelta”. Y son justamente aquellas puertas por abrir, esas esperanzas intactas, las que salen del interior del entramado y visión crítica Kurapel. Una crítica que sin importar la distancia, se sitúa desde lo más profundo de lo cotidiano en el sentido intimo de la palabra, reflejando aquellas puertas que aún quedan por abrir y que habitan en la conciencia popular o la memoria colectiva. Aquí la experiencia mutua se vuelve complicidad, creando un territorio lingüístico de vocablos y grafemas, fragmentos que se incrustan las relaciones de control buscando la fractura de la cadena. De esta forma, Por haber visto escapa a la dinámica de la victimización que es dirigida a un sujeto lector acrítico, despolitizado o en el mejor de los casos “políticamente correcto”. Cambiando la dirección hacia una crítica de carácter rebelde, subversiva para el canon establecido. Es precisamente en este gesto que se desacraliza la memoria, desmonumentalizándola y devolviéndola a un estado experiencial y colectivo, libertad fuera del mercado o del clientelismo estético. Un ejemplo de este accionar es la fractura que genera el libro con la relación centro-periferia, ya que al interior de esa estética, a ratos más arraigada al canto popular, hay un discurso polisémico y transversal, que se escapa a las particularidades del corsé identitario, amalgamándose a la movilidad de un sujeto que se construye junto y por su contexto, en el sentido en que Judiht Butler enuncia la imposibilidad de una identidad absoluta.
“El cuerpo se ha convertido en un kit, una suma de partes eventualmente separables y puestas a disposición del individuo…El Cuerpo es hoy un alter ego, un doble, otro sí mismo, pero disponible para todas las modificaciones, prueba radical y modulable de la existencia personal y exhibidor de una identidad provisional o permanentemente elegida”. José Jiménez.
Entonces no resulta extraño que la lectura de Por Haber visto se presente más como una experiencia, que como un ejercicio de simple lectura, ya que este libro se plantea más como un escenario colectivo, una performance, un cuerpo que se amalgama con otros cuerpos, como los soportes de una geometría variable, de una identidad elegida y totalmente revocable, una proclamación momentánea de si mismo, frente a una realidad condicionada donde como decía Breton, pensar el cuerpo, es también pensar el mundo. Lo que hay detrás del gesto de disidencia en Por haber visto, es la idea de que si no se pueden cambiar las condiciones de existencia, se puede al menos, cambiar el cuerpo de múltiples maneras, una modificación de carácter revolucionario, que existe precisamente en el momento en que se encuentran las miradas.