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Una Cartografía de la Sobrevivencia
Caja de cambio de Marcelo Arce Garín, Ediciones Etcétera 2016

Por Christian Aedo J.


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“Vuela como mariposa, pica como abeja”
Muhammad Alí

Más allá de la memoria oficial, de las imposiciones de la señalética y los tránsitos obligados, hay una memoria inscrita en los pliegues de la calle, en el lenguajeo murmurante del  recorrido que se va develando en las tres velocidades que nos propone Caja de Cambio de Marcelo Arce. Como una confesión que escapa desde las trizaduras en el orden ficticio del devenir Patria, y se revela en el presente perpetuo de lo que podríamos llamar una Cartografía de la Sobrevivencia, vamos avanzando en los pliegues del texto. Según Walter Benjamin, en la arquitectura de la ciudad está grabado el discurso de los vencedores, como el testimonio de la derrota y la normativa inscrita sobre el cuerpo de los vencidos, para ambos casos la subjetivación se constituye desde la relación control-resistencia con el poder. Caja de Cambio responde a esta premisa entregándonos una ruta que escapa, en la experiencia de un habitar Otro, del anclaje identitario definido en el binomio vencidos-vencedores, instalando en el dipolo ideológico el cuerpo del sujeto subalterno, testigo y siempre combustible de la Historia, alejado de la lucha por el poder y los protagonismos que esta implica. La poética del libro se vuelve a la experiencia de lo múltiple desde la polisemia vibrante y errática en lo colectivo. Abordado desde el afecto lo colectivo es dos veces desplazado, arrancado de las tendencias y devuelto al lugar de la crisis en la problematización de orden impuesto, la organización o la militancia posible. Así Caja Cambio da cuenta de una interrupción en el flujo normalizador y la disidencia que este mismo permite, en un vuelo vertiginoso que libera las voces atrapadas entre los pliegues de la ciudad-sobrevivencia. Estas voces son el combustible que mueve la maquinaria relegadas en el margen, inmovilizadas en el oficio, el trabajo, la calle, como conciencias atrapadas por la praxis de la sobrevivencia o a la alienación permanente. En Caja de Cambio vuelven como lo haría una barricada en la calle o el encuentro inesperado con ese carnal que rompe las filas militares, como nos dice Arce en FRACTURA, primera entrada al libro. La potencia contracultural de esta cartografía se sitúa más allá del margen siempre usado como dispositivo de reproducción de la misma marginación, y entra problematizando la estratificación en el lugar de la transversalidad, desplazando el concepto de lo Provincial (título con el que comienza cada una de las secciones en el libro) al espacio cómplice de lo íntimo, como devenir de la experiencia común que desactiva la automatización discursiva inscrita en la dicotomía oficializada de la historia y la memoria, para reactivar la respuesta y resistencia a una problemática común[nitaria].

Entre el afecto y complicidad se desplaza Caja de Cambio, como un deambular nocturno con su propio lenguaje, entre el delirio y la fragilidad callejera, leyendo las señales en la oscuridad, los gestos y las intenciones, así como leen las manos abiertas de la ciudad aquellos que habitan la sobrevivencia, a media asta, en los escaños de la plaza, entre la búsqueda y el extravío. También en la desconfianza. La mercantilización trasciende hasta separar el decir del hacer, el cuerpo es desmembrado en sus partes útiles, se diluye entre  el caudal monetario y la explotación. El cuerpo es desprendido de su capacidad de alteración política, en la especialización del superviviente. También en la calle la relación entre el decir y el hacer queda totalmente fracturada y es caldo de cultivo para el simulacro, el cuento del tío, la propaganda electoral o el discurso del mesianismo libertario. El lenguaje de la complicidad, si bien es común, también es filoso como los vidrios de un espejo roto. En Caja de Cambio el lenguaje no se instala inmóvil como jerga o el maquillaje instrumental de la marginalización, sino más bien desde la performatividad de la experiencia, el soporte es el cuerpo y es el cuerpo el que otorga validez a las palabras. Decir y hacer, en el cuerpo Caja de Cambio recuperan su íntima relación, los fragmentos del espejo se vuelven la imagen múltiple de lo otro y lo mismo, condición necesaria de lo colectivo y la sobrevivencia. El cuerpo recupera la posibilidad de intervención como un hacer y se politiza discursivamente como testimonio de su experiencia como un decir.  “Provincial” en Caja de Cambio, más allá de su significación directa en la provincia y su relación con la periferia, se vuelve el espacio de un lenguaje transversal y silenciado bajo el peso de los hechos y las determinantes. Alejándose de la versión sentimentalista y heroica de la injustica inmovilizada en el exhibicionismo mercantil del souvenir, Arce entra en la dimensión material de la experiencia, devolviéndole el movimiento del oficio al gesto poético.

 En la segunda marcha de Caja de Cambio encontramos De dormidos pozos sépticos, vengo desde el fondo/ Asaltado de piojos y lacras en la noche verde, Provincial en LLAGAS. Esta noche verde es la noche del encuentro y así como Marcelo dialoga en la experiencia poética con Yanko Gonzales, Boris Calderón  y Yuri Pérez, secretamente también se encuentra con el canto y el arcano de la lengua callejera, con el llantén ancestral, con el lector distraído que vaga fuera de la gramática de la ciudad. En la comunión del afecto y la complicidad, Arce construye una lengua dentro de un espacio poético que ha sido diagramado como objeto de estudio por el canon, y cartografiado como margen en la búsqueda desesperada de la moda por la vanguardia. Esta lengua traza su propio recorrido desde lo vivencial, desactivando el aparataje despolitizado de las tendencias y el simulacro, desde un estilo que entra en la economía de lo íntimo y sale como un zarpazo disruptivo convertido en obscena actitud y cuerpo impertinente. La dimensión política de Caja de Cambio se abre en el trazo amplio de esa lengua cuerpo que da cuenta y se enarbola como una confesión, consciente de sí, del oficio, de la clase, la sangre y la fiesta; una lengua que también da cuenta de una injusticia que no puede seguir, esta conciencia lengua se vuelve transversal, con la inocencia del canto ancestral y la sencillez de aquel sueño proletario que subyace entre las los fragmentos del proyecto nación,  escapa entre los pliegues de la ciudad resonando como potencia y ruptura, como la vibración de un posibilidad Otra. Arce recupera en el dialogo secreto con la poesía el oficio del dar cuenta sin buscar la revelación o imposición de una verdad, el poeta regresa al anonimato del oficio diluido en el cuerpo social.

El cuerpo lenguaje, el cuerpo caja de cambio,  que es donde todo sucede, que se hiere y cicatriza, daña y costra. El cuerpo como registro y testimonio interrumpe la gramática de una ciudad que le pertenece a unos pocos, como posibilidad de alteración y contracultura.  Costra, la última de las tres marchas del libro se interpone a la borradura ya no solo de la historia, sino que también a las reducciones en el  discurso de la memoria oficializada. Dando cuenta del olvido del pasado y el presente, la rasgadura y la violencia, como una experiencia que se cristaliza en el canto aniñao, pero también de la colocolo, Alodia corral, en los quiltros y el Cuculí. El cuerpo que mastica y es devorado en las animitas del pueblo. Más acá de la resistencia como un cambio de fusta y en oposición al “pintoresco guachaqueo” abajista de la moda, este cuerpo Sobrevive como un golpe que se ha repetido por miles de años en el eriazo de la realidad. Acullicu, nos dice Arce, en el gesto de masticar y escupir la hoja de coca, como un decirse, como esa posibilidad de autodeterminación que corre como un rumor en la intimidad de ese encuentro nocturno que nos propone Caja de Cambio.


Santiago, Octubre 2016

 

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COSTRA
(Fragmento Caja de Cambio,
Marcelo Arce Garín,
Ediciones Etcétera 2016)

on the leeds side-streets that you slip down 
provincial towns you jog
and'round

The Smiths, Panic

Pánico, no resulta pánico, no resulta, pánico resulta no
Recuerda recuerda MEMORIA memoria
UNDOSTRESrecuerda
Hasta que lo vástago de aviso
y convengamos que el susurro es corto pero intenso
fluvial en su rostro y se asemeja a la noche y sus misterios

el bramido del silencio blanquecino chupa cangrejos SALMUERA
 y bailamos juntitos buscando el estandarte de las venas extinguidas ahí estamos y ahí
están y ahí estaremos abusando de cuerdas que nunca llegaran

bolsitas rojas
alcanfor
corazones que van y vienen

 

Se pasean por las ferias libres
tatuando huellas dactilares
tocan su afinado piano en el juzgado menor
y sus ojos arrancan como pájaros en invierno
desvían el púber asombro
mientras túneles penetran sandias consonantes
 esquivando la caspa del litre

sollozan lutos en la cuerera

YESCA

 

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Fotografía Marcelo Arce de Emiliano Valenzuela

 



 

 

 

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