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Luis Cornejo, Alfredo Gómez Morel, Luis Rivano y Armando Méndez Carrasco


Clásicos de la miseria: canon y margen en la literatura chilena

R. Carvacho Alfaro, Oxímoron, 2016, 125 páginas

Por Isamar Méndez
i.mendez@live.cl
Universidad Nacional Andrés Bello, Chile
Publicado en Revista de Humanidades, [UNAB]. N°. 37, 2018.



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R. Carvacho Alfaro realiza un breve estudio sobre un conjunto de obras publicadas entre la década del cincuenta y del setenta, las que son dejadas de lado por la crítica y el canon narrativo chileno. El autor basa su análisis en cuatro autores: Armando Méndez Carrasco, Alfredo Gómez Morel, Luis Cornejo y Luis Rivano. Específicamente se centra en cuatro novelas que considera deben ser estudiadas con el mismo rigor que otras novelas de autores cuya recepción en la época fue mejor que la estos “clásicos de la miseria”.

El texto comienza con un prólogo, una breve presentación y una introducción al tema a tratar. En éstos da cuenta del tipo de estudio que se realizará a lo largo del ensayo, pues se trabajará con obras que no fueron aceptadas por el canon ni la crítica narrativa chilena, lo cual demuestra, según el Luis Hachim Lara, que el estudio literario de los años cincuenta y setenta no está completa, dado que hubo obras que no se consideraron. De hecho, lo que hace Carvacho a partir de este análisis es poner en cuestión el mismo canon, la crítica y todo aquello que mantuvo a esta narrativa fuera de lo ‘aceptable’ en nuestra cultura.

Estos autores son ‘representantes’ de una literatura que da cuenta del mundo que se vive en los sectores marginales. Carvacho realiza su investigación no solo a partir de los análisis de sus obras, sino que también a partir del estudio de sus vidas y de lo que pudo conocer de cada uno de ellos. Su búsqueda fue lo que lo llevó a cambiar su perspectiva, ya que encontró en los libros de estos autores espacios, personajes, sentimientos y emociones que merecían ser estudiadas y conocidas por el público, pues muestran una realidad que está presente y latente en nuestro país.

Carvacho destaca que lo anterior no había sido posible porque en el tiempo en que se llevaron a cabo esas obras y tiempo después hubo un deseo por construir un grupo de escritores que promueven lo nacional, en perspectiva de una patria armónica, pero con limitaciones, puesto que siempre lo distinto al canon es rechazado y marginado, es decir, por sus temáticas, orígenes o formas, un corpus literario distinto al oficial ha sido olvidado en los anaqueles de la historia literaria chilena. (19)

A partir de esto, introduce las problemáticas que surgen como consecuencia de este tipo de literatura. Discute la tradición que se llevó a cabo durante el periodo en que se escribieron estos textos pertenecientes a lo marginal y reflexiona sobre el valor que adquieren en la actualidad y la importancia que pueden tener a futuro.

En el primer capítulo, el autor habla del entorno en que se desarrollaron las narrativas del margen y las diferencias que tiene este corpus con el de realismo social, para así dejar de lado la posibilidad de encasillar a la literatura marginal dentro de éste, pues, en Chile se estaba gestando otro tipo de escritura. Para eso se basa en las mismas disputas que surgieron a partir de escritores como Miguel Serrano, Carlos Droguett, que reconocieron que en Chile se estaba llevando a cabo una nueva generación de escritores, los cuales principalmente eran cuentistas.

A partir de esto, expone a algunos autores y habla sobre la generación del 38, pero solo para contextualizar el periodo en que las otras escrituras también se estaban desarrollando y para explicar las corrientes que surgieron a partir de las vivencias de aquella época. Luego, trabaja con el concepto de ‘narrativa del proletariado’, a partir de lo que enuncia Fernando Uriarte en uno de sus artículos para dar cuenta de la diferencia que tiene esta narrativa con la de la burguesía y para referirse a las fases por las cuales pasa este tipo de narrativa social proletaria, la cual, según José de la Fuente “se puede considerar como una novela de aprendizaje y enseñanza y, en algunos casos excepcionales, como un relato pedagógico orientado al discernimiento moral y ético” (28).

Carvacho expone estas ideas para descartar que la literatura del margen corresponda a esta narrativa social del proletariado que se estaba escribiendo en ese entonces. Sin embargo, esta narrativa comienza a cambiar y se comienzan a ver aspectos de la ‘literatura marginal’ cuando el tipo de escritura que se emplea es más íntimo, personal y refleja las angustias de la vida proletaria, por lo que deja de ser una novela de tipo estrictamente social. Así lo hace Nicomedes Guzmán en La Sangre, ya que, a diferencia de un escritor burgués, éste escribe a partir de su experiencia y no solo de lo que ve, imagina, escucha o piensa.

En el segundo capítulo, Carvacho expone lo que el Canon representa en Chile. El autor utiliza el concepto a partir de la definición de la Real Academia de la Lengua Española, Harold Bloom y Walter Mignolo, para así meditar sobre la recepción de ciertos autores, y, por ende, las obras que quedaron en el olvido por el hecho de no compartir los mismos valores sociales que las novelas que sí fueron aceptadas por el Canon —considerando a éste como a un centro, formado por un grupo dominante, que está en contra de lo que comunica y enseña la narrativa marginal—. Cuestiona los métodos que se establecieron en ese entonces para la elección de las novelas que sí debían ser estudiadas, puesto que se dejaron de investigar y analizar obras que muestran la realidad de la época a partir de otras perspectivas. Para corroborar estas problemáticas utiliza estudios como los Nelson Osorio Tejeda y Ana Gavilanes, quienes tratan sobre este asunto y los emplea para entender dentro de qué márgenes se centran estas narrativas periféricas, como las denomina Osorio, y cuáles son sus características principales.

Carvacho también se sirve de conceptos propios de la crítica literaria para reflexionar en torno a ellos y al concepto mismo de marginalidad. Trabaja con el término de literatura menor de Gilles Deleuze y Félix Guattari, y el de subalternidad de Spivak y Beverly. Sin embargo, concluye que los estudios de las narrativas del margen no pueden ser analizadas ni catalogarse bajo estas propuestas. No se podría hablar de una literatura menor ni de subalternidad, ya que hay varios criterios que no se cumplen dentro de la narración marginal según las características que éstas presentan y por el hecho de que representan a una cultura y tipo de escritura alternativa y no de una minoría, ni de un grupo dominado.

Una vez que deja en claro algunas lecturas o pensamientos posibles sobre este tipo de narrativa comienza con el análisis en profundad y para esto las narrativas marginales “se entenderán como aquella literatura que es producida desde la periferia y/o desde el margen social, por sujetos que, a través de sus narraciones, nos entregan su cariada visión de mundo y una escala de valores funcional a su realidad literaria” (43). Especifica el tipo de voces que estarán presentes dentro de estas narraciones, que son periféricas —prostitutas, homosexuales, niños, ladrones, etcétera—, las cuales claramente son opuestas a las narrativas aceptadas por el canon, ya que dan cuenta de valores, de vivencias y realidades vistas a partir de un panorama distinto, más crudo, más cercano, ya que “el narrador y el mundo narrado se encuentran en el mismo nivel y, por lo tanto, no juzga los hechos, sino que comprende los sucesos” (44).

Luego hace un desglose a partir de cuatro subtítulos dedicados a cada autor y novela a estudiar. Primero, habla un poco sobre la vida de cada uno de ellos —sus inicios, sus publicaciones, etcétera—, luego, hace un breve recuento de la obra, para después finalizar con el tipo de recepción que recibió cada novela. El primero de ellos es Armando Méndez Carrasco con su novela Chicago Chico, el segundo es Luis Rivano con su obra El Apuntamiento, el tercero es Luis Cornejo con Barrio Bravo y el último es Alfredo Gómez Morel con su novela El Río. Cada uno de ellos fue parte, de alguna u otra forma, de la realidad de la cual se habla en sus libros, por lo que no es menor que hayan sido los escogidos para este estudio. Unos fueron más errantes, como Méndez Carrasco —por lo que su narrativa tuvo pros y contras—, otros más destacables, como Luis Rivano —que tuvo una muy buena recepción de sus obras—, otros más toscos, como se podría describir a Luis Cornejo —el cual tuvo un variado repertorio de críticas— y otros más crudos, como se definir la vida y obra de Alfredo Gómez Morel —cuya crítica y recepción podrían considerarse más positivas que negativas, tomando en cuenta el periodo en que fue escrita su novela analizada—.

En el quinto capítulo, el autor propone un análisis a partir de los tipos de narradores y héroes que están presentes dentro de la literatura del margen. Por medio del teórico Gerard Genette, desarrolla los niveles de la narración, los tipos de narradores e identifica que los niveles más utilizados por estos autores es el de autodiégesis, pues es una narración más personal y todo se desarrolla a partir de sus propias vivencias, excepto los cuentos que están presentes en Barrio Bravo, ya que están narrados con una distancia más marcada por el hecho de estar escritos en tercera persona. Luego, se analizan las propuestas de tres autores que hablan sobre el héroe actual, el cual es muy distinto al de la antigüedad y Carvacho concuerda en que, en los tres casos, se encontraría la presencia de un héroe dinámico, que es el que estaría presente en las narraciones del margen, que no necesariamente representa valores, ya que este se adecua al contexto histórico de la época —lo cual se ve representado en cada una de las narraciones escogidas, pues en ellas se analizan a los personajes principales, su vida y lo que representan—.

En el sexto y último capítulo, Carvacho propone una serie de autores que siguen la línea de esta narrativa, por lo que manifiesta las cualidades que sus novelas presentan para que sean estudiadas como tal en investigaciones futuras. Destaca la importancia de los cuatro autores escogidos, puesto que sus narrativas marcan el inicio de esta literatura alternativa, que es del margen, de la periferia, y así como ellos lograron desarrollar esta escritura, muchos más lo están haciendo y lo harán. Con esto concluye definiendo a estas narrativas dentro de nuestro espacio cultural, y que claramente generan más cercanía con el lector. De ahí también la importancia del estudio de estas obras y la de los autores que las crearon, puesto que no se puede comprender una sin los antecedentes de la vida de sus escritores.

No cabe duda de que el atractivo de este ensayo es sin duda la propuesta que hace el autor por recuperar una serie de novelas que están “perdidas”, ocultas como él mismo dice, y que deben ser estudiadas a cabalidad por el simple hecho de ser partes de nuestra tradición. Sin ellas no se puede hablar de una historia de la literatura chilena, ya que, como Carvacho evidencia, ésta no está completa y tampoco lo estará si no nos quitamos el velo y seguimos viendo a esta literatura como algo excluyente a nuestra sociedad. Por eso mismo, explica, cuestiona y debate a partir de teóricos el papel del Canon dentro del estudio de estas narrativas marginales, para que cambiemos nuestra propia visión de las cosas y entendamos, de una vez por todas, que estas narraciones están insertas dentro de nuestra cultura y lo seguirán estando. Es cierto, también, que dentro de esta narrativa han ido surgiendo nuevas técnicas, nuevos personajes principales y nuevos héroes, pero eso mismo demuestra que hubo un cambio en la escritura y, por ende, en la perspectiva de plasmar la realidad.

 

 

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"Clásicos de la miseria: canon y margen en la literatura chilena".
R. Carvacho Alfaro, Oxímoron, 2016, 125 páginas.
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