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        Bosquejando símbolos y piedras
Sobre Viento blanco, de Carlos  Almonte
        
          Por Bernardo E. Navia
          Doctor en Literatura, Illinois University
          
          
        
        
          
        
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        La novela viento  blanco (La Calabaza del Diablo, Santiago de Chile, 2013) del escritor  chileno Carlos Almonte, es no sólo una sugerente invitación a recorrer los  senderos (abiertos y plenos a veces; codificados e intricados, otras) que  encaminan a un ancestral sentido de búsqueda, legendaria e incesante; sino que  es también la trama de un des-encuentro (espiritual y/o no) entre alucinados  personajes (poetas, burgueses citadinos, hombres y mujeres mexicanos y  chilenos; choferes de taxi, escritores y voces narrativas diversas) y una  mítica mujer, poetisa matriarcal, cuya figura inabarcable parece flotar no sólo  a través de las páginas físicas de la novela, sino también a través de la  nostalgia, imposible, posible, que marca a los personajes. Nostalgia, ésta, por  las vivencias urbanas en dos ciudades (Santiago de Chile y México D.F.), cuyos  destinos (reales y soñados) se cruzan en los senderos de aquella búsqueda y  cuyos engranajes podrían muy bien haber estado supeditados a aquella especie de  profecía de Nicanor Parra: “¡sólo que el tiempo lo ha borrado todo, como una  blanca tempestad de arena!”.
        Ya se ha comentado que por la novela Viento blanco desfilan, apareciendo y desapareciendo, personajes de  marcada tradición bolañista. Es así que el propio Roberto Bolaño actúa en la  novela como inevitable detective salvaje,  como una voz o instancia que desentrañara los misterios o que ayudara al lector  a decodificar las pistas que parecen subsistir aisladas en las 168 páginas de  esta edición; o, más bien, actúa él como otro personaje investido de esa misma  viscerealista misión laberíntica a la que se ha entregado Cesárea Tinajero:  “…bosquejar… escombros… piedras y símbolos que nadie encontrará jamás”.
        Años atrás, otro poeta chileno (viscerealista y detective  salvaje a su modo), Enrique Lihn, escribió un verso que, tal vez, resuma esa  misión de ambos, Tinajero y Almonte; misión destinada en realidad a no  desaparecer nunca, puesto que: ‘’Porque escribí estoy vivo’’.
        Chicago,  diciembre 2014