No puedo saber de qué trata este artefacto. Como no puedo saber, trataré de hacer algunas distinciones para intentar aproximarme a él. Pero de esto puede que nada sea proficuo. Instalado como un objeto-libro, que dice, está escrito por Carlos Almonte, parece más bien “un campo” (de atracción). No contiene ni 51 poetas, ni se sitúa en el “Reyno de Chile”. Primeras dos cuestiones que sé que no son. Pero ni de esto estoy seguro.
Aparecen algunos escritores, algunos músicos, algunos cineastas, arrojados aparentemente “al voleo”, como si de una pichanga de barrio se tratara; definitivamente contendiendo, disputando espacios, toponimias en luengas lenguas; incluso una rima (Feliciano en Talcahuano…), solo una, o 1, que completa la promesa (¿agónica, deseperada?) de rimar en poesía. Hay conjuntos, orquestas o “bandas de rock” (1 también, Pink Floyd, que además es incierto… ¿Cuántos son los miembros de Pink Floyd, los de cuál disco, cuál gira, cuál concierto?); aparecen duplas (2), se presentan metonimias de bandas completas (Joey Ramone, Vikernes, Gram Parsons, George Harrison, etc.) trovadores que son multitudes (Dylan, Cave, Lynne, Orbinson), cineastas con sus personajes y obsesiones a cuestas, escritores que aparentemente son expulsados de la República de Chile.
Surge o aparece algo así como “el paisaje chileno” (del territorio político administrativo que comprende el Estado Soberano de la República de Chile, porque el Reyno de Chile, vamos, es otra cosa, en otro lugar), cerros, ríos, valles, ciudades aparecen y desaparecen, porque decir “río” no es hacer aparecer un río… ¿o sí?
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Entre todo esto aparece a ratos Carlos Almonte. Autor público que nos regala un escrito maduro, meditado, literariamente potente, poético... [¿Porque dispone letras en verso, en estrofas, porque cita tradiciones como la poesía china, la sufí?].
Este “campo” (de atracción) poético, además, se podría observar desde una temporalidad de los personajes (del más antiguo al más moderno o viceversa), de un modo geográfico (de sur a norte o norte a sur), distinguiendo entre los convocados por sus géneros, sus orientaciones profesionales, sus filias y fobias, o por su actividad. O por sus compañeros en los textos donde surgen (Simenon viene acompañado de su gato, Ginsberg se arrejunta con Lecuñir…).
Este “campo” (de atracción) desafía el pensamiento organicista; y la diéresis tan cara a Platón, pero el filósofo no está invitado, y si llegara, probablemente sería expulsado, en un acto concreto e indefinido, difuso y violento, pero suave, por deprimido, o sin aspavientos, sin “tanto color”, solo con un dejo de indiferencia perezosa que no lo alcanzaría a incorporar ni a expulsar del todo; acá no hay nada al azar, y como no hay nada, ni “reyno” ni “51” [5 + 1 = 6. 51 = cincos y unos = 511 = 515. Se le considera número de la suerte.], cabe de todo, de todo cabe… (menos el filósofo, remarquemos).
Para una “crítica” parece importante “saber decir”. Y algún pesado que conoce de memoria la discografía de Dylan, o de Los Beatles, podría encontrar apropiaciones, coincidencias, intertextos… chamullos -como decimos en Chile-, o patrañas. En breve, el crítico, cual investigador, debiera anunciar (enunciar parece que gusta más) que este “texto” (porque para el crítico será un tejido, una red que se entrelaza con la tradición, con la literatura, y así lo podrá leer) es su lectura, su sentido y horizonte, su función y rendimiento.
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Pero es que yo todavía no puedo leer nada acá. El título es un radioteatro, y puedo escuchar en mi cabeza (al lado del pitido incesante del tinitus), la voz ronca, profunda y sabia de Almonte recitando los títulos que, ahora sonorizados, cuentan más bien historias de aventuras, anécdotas y sucesos fascinantes del estilo de los que Vallejo y Lobos ponían en la gran revista Mampato (lo que sí era [algún] “Reyno de Chile”, Reyno de la imaginación y la ficción ilimitada).
Así, también estos prodigios de la comunicación, estos trucos de magia que sacó Almonte de su sombrero, están como dentro de un pasquín, de un couché, de un periódico, de un magazine o de un cine; podrían caber en un corto, en un largo, en un LP o en un EP, en una banda magnética o un vinilo, en fonograma o casete, en un MP3 o WAV o en alguna nave espacial que los lleve a galaxias lejanas [Se conoce como “Objeto de Messier” [M51] a una galaxia espiral en la constelación Cannes de Venatici. En el NGC (New General Catalog) astronómico, 51 es una galaxia lenticular localizada en la constelación de Andrómeda con un diámetro de 90.000 años luz.] por el resto del tiempo, infinitos.
Entonces, lo que sea que sea que es o está en este “51 poetas en el Reyno de Chile”, resulta parte de un tiempo infinito lanzado a un espacio infinito; por lo que también están en algún “Reyno de Chile”. Un lugar o “campo” (de atracción), por decirlo así, “Almontesiano” o “Almontesino” o “Almontesianense” (como usted prefiera), de un Reyno del que Carlos sería presidente, porque rey... me late que preferiría no hacerlo.
Con lo anterior constante, ahora no puedo decir, ni estar seguro, que esto es un “campo” (de atracción); o un texto, o un libro-objeto; ni que están o no están o están y no están al mismo tiempo, en algún “Reyno de Chile”, ni que hay o no hay, o hay y no hay al mismo tiempo “51” [Número natural que sigue al 50 y que precede al 52. Es un número compuesto con factores 1, 3 y 17, cuya suma de divisores es 72. Es uno de los pocos números pentagonales centrados, es un número 18-gonal, también es el número de Perrin, de Motzkin, de StØmer. Es semiprimo. En el conjunto de Mandelbrot hay 51 puntos periódicos reales diferentes del orden de 10. Al ser producto de distintos números primos de Fermat (3 y 17) se puede construir un polígono regular con 51 lados. Es el número atómico del antimonio.], ni que son o no son, o son y no son al mismo tiempo “poetas”; pero sí sé que me fascinan y que los seguiré acosando.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com 511 = 515
A propósito de “51 poetas en el Reyno de Chile” de Carlos Almonte
Pareidolia Records. Tenochtitlan, 2024, 78 páginas
Por Cristóbal Soto