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Presentación de Colores descomunales, Christian Anwandter (LOM, 2013)

Por Carlos Cociña




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Existen distintas maneras de abordar un libro, diversas maneras de leer, y una es adentrarse en forma llana, sin más bagaje que la experiencia con que se nada en la lengua, esa forma de nombrar las cosas, los estados y las sensaciones. Leer para establecer otras conexiones entre lo que ya se ha vislumbrado. En el caso de esta obra, de a poco, se descubren experiencias notables de cómo se construye un lenguaje, que reflexiona y se describe en su propia condición, y en su propuesta de dar cuenta, desde ese imaginario, de lo que se percibe (página 76):

los dibujos del campo
en la loza de la casa,
rota. Mirar los muros,
donde los cuadros
,láminas del XIX espejeando
 casas de adobe, árboles
frutales alineados hasta el fondo
en que emergen los cerros, etc…
olvidando el lugar donde estamos
 el domingo, descansando,
y la película rural,
   una apacible tarde
 de lluvia –mustia,
como desde el hospital el tiempo

lo que se mira no es el campo, no es la geografía, no es la estancia en un lugar, es su imagen, espejeada en antiguas pinturas, que son de un tiempo no vivido por quien accede a ellas, que en sí mismas, desbordan su propio marco en un etcétera que se contiene en los propios dibujos. Esas imágenes son otro lugar, otro tiempo, y el actual estar, ante ese espejismo, se afirma y se refiere, apelando a una descripción, “una tarde apacible”, cuya lluvia es como aquella mustia de un poema de Pezoa Véliz. No se está en el campo, no se está en la tarde, sino a través de una imagen pictórica y de una imagen literaria. Sin embargo, es en esos velos, en esos lenguajes, donde se pretende y se da cuenta de lo que sucede. Así, en este caso, el meta lenguaje y la meta literatura debilitan su condición endógena al referir desde su propia ilusión la posibilidad de dar cuenta de una vivencia. 

Esas casas de adobe, de esos campo, de esos momentos ya han comenzado a desmoronarse, en las páginas anteriores, y los árboles de los campos sólo parecen adquirir nitidez más allá del lenguaje.

Desde otra forma de leer, aquella que recoge otras lecturas de lo de Anwandter, no sólo avala en parte lo anterior, sino que da otros posibles.

Matías Ayala, en la presentación del libro Para un cuerpo perdido, en agosto de 2008, hace referencia a la presencia “de elementos distanciadores de la emoción, como, por ejemplo, fragmentación de la sintaxis y paralelismos barrocos, alusiones privadas –o que lo parecen– y figuraciones narrativas, el retraimiento emocional…”. Ese retraimiento puede ser el detonante preciso de la emoción. El propio Ayala, Matías, engarza luego las posibles conexiones del autor con otros, y señala, de forma lúcida, que percibe que Anwandter está “cerca a la obra de W. Rojas. Rojas y Anwandter, al mismo tiempo, se acercan a cierta poesía francesa y europea que combina la fragmentación de la vanguardia, pero que mantiene al sujeto lírico (de filiación simbolista) como organizador del texto y fuente de emoción, a medio camino entre lo privado y la despersonalización. Pienso en R. Char, P. Celan, E, Montale, entre otros.Y es Waldo Rojas quien prologa la primera versión de este libro, (Colores descomunales (fragmentos) /Couleurs démésurées (fragments). Christian Anwandter. Edición Bilingüe. Tr. al francés de Pauline Hachette, La Guêpe Cartonnière, Paris, 2011). La presentación de Rojas, magnífica, se adentra y percibe los vínculos de este libro con la obra de Rabelais, citado como epígrafe por Anwandter, y destaca que, al decir Manuel de Diéguez, Rabelais sería “el primer escritor francés para quien las palabras son una materia, (escritor) que da una realidad a las palabras en tanto que cosas–no solamente en tanto que sentido.”

Ambos, Ayala y Rojas, destacan una condición que en este libro se profundiza y expande, hablando “naturalmente” al decir de Rabelais:

crisis
“¡cuecen su fundamento!”
caldo
“de echar nueva semilla
-no invitada, se cacha…”
como
“Como plato servido
y que se enfría …
medicamentos
“hechas en China a bajo costo…
Por la transgénica chancaca…”

pero este hablar, constantemente es tensionado por la conciencia del artificio:

indolencia
Al entrar en detalles,
no vemos lo mismo igual, y atestiguan
de esto no nosotros, pobres esponjas de lo real,
sino las cosas mismas, ese árbol
que el temporal botó, la micro que no llega,
la manzana arrugándose, lentamente,
ante la indiferencia de los arrendatarios,
etc.

Por el propio etcétera se cuela aquello que no es lengua.

En un principio señalamos la expresión “abordar” este libro, y si de eso se tratara, nos encontraremos con una nave donde se describe su propia armazón o estructura, y que sin embargo, navegamos en ella, nos hundimos, y flotamos, para descubrir que el cielo que vemos, puede ser un reflejo de las profundidades que están ahí, pero nunca lograremos desentrañar.



 



 

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Presentación de "Colores descomunales", de Christian Anwandter
(LOM, 2013).
Por Carlos Cociña