Ángeles, el mundo es redondo, pero lo están volviendo a aplanar
Juan Javier Salazar
I
Leí, con interés y atención (intelectual y sobre todo sensorial), el libro Un fabricante de figuras. Historia y forma en Juan Javier Salazar (Jedeque ediciones & Miguel Cordero, Arequipa 2022), de Mijail Mitrovic; el mismo que, además de perfilar detalladamente los principales rasgos en la dilatada obra de Juan Javier Salazar (1955-2016), se obsequia en una conocida librería miraflorina dedicada a poesía. Gesto este último que empata bien con aquel conocido desprendimiento y toma de posición de Salazar respecto del valor de uso y el valor de cambio de la obra creativa (y las mercaderías en general), intentando siempre revelar la real naturaleza del arte como algo inserto en la cotidianeidad popular, lejos de los extravíos capitalistas del banal y venal mercado de arte local y, más aún, internacional. El título del ensayo, por cierto, me evocó de inmediato al libro La canción de las figuras (1916), del gran poeta postmodernista limeño José María Eguren: una publicación que conmemoró sus 100 años el mismo año del deceso de Juan Javier.
Si en un primer momento temí que las múltiples referencias académicas y teóricas de Mitrovic no solo aplastaran aquella frescura implícita en la poética del quehacer de Juan Javier, sino que al hacerlo contribuyeran a alejar la comprensión y divulgación de su obra, debo reconocer que ocurre algo muy diferente: el aparato teórico, dosificado y pertinentemente elegido, está al servicio de un recorrido crítico que fluye e ilustra bien sobre las claves principales de esta obra. Una trayectoria que cubre, sobre todo, los álgidos y apasionantes (en términos políticos y artísticos) años 70-80, y que tramonta el siglo XX hasta el tramo final del artista hace seis años.
II
Otro de los valores a destacar, en el trabajo de Mitrovic (dividido en 17 breves capítulos, con varias reproducciones gráficas que agilizan la lectura de sus 150 páginas, y donde el lenguaje preciso y ordenado contribuye a lo anterior), es la inserción del análisis de la obra de Salazar en una periodificación que historiza su obra en sus múltiples soportes (grabados, cerámica, escultura, instalaciones, cómic, audiovisuales, acciones públicas). Lo cual incita a atender la creación en los marcos de época donde surge y se concretiza. Es decir, lejos de sentidos esencialistas, en que el arte queda ubicado distante de toda realidad concreta, y mora solo en la imaginación de ciertos individuos elegidos por la gracia de vaya a saber uno quién.
Desde esta perspectiva, se permite y motiva concebir la experiencia artística como la entendieron, por ejemplo, las vanguardias de hace un siglo: un fenómeno cultural inserto en la vida misma de las gentes, en conexión con el proceso social y proponiendo no solo nuevas formas sino un nuevo modo de vida que trascienda presentes rutinarios y previsibles, propios del modo de vida capitalista.
Este fue también un eje central en la poética de Salazar, y el trabajo de Mitrovic contribuye a evidenciar sus razones y argumentos. De ahí que esta suerte de sistematización (que antecedió a la esperada recopilación polifónica que acaba de aparecer, editada por Alina Canziani y Jorge Villacorta: Paraguas existencial / Juan Javier Salazar) es un indudable aporte al mejor conocimiento de una obra pionera en nuestro medio, en tanto el recorrido artístico y el propio discurso (narrativa) de Juan Javier abren vías por donde muchos jóvenes creadores pueden transitar con arrojo y vitalismo fértiles, conectados con el país que los habita, alimenta y rodea. En tal sentido, es un tipo de crítica que bien merece ejecutarse con otros creadores que, al mismo tiempo que abrieron rutas de trabajo, prosiguen descuidados de una teorización y valorización que contribuyan a su difusión y mejor entendimiento.
El arte contemporáneo, así como la literatura, han de beneficiarse siempre con todos aquellos aportes que faciliten su contacto con la gente común, y que de este modo los devuelvan a aquel territorio social de donde parten, sin encerrarlos en los usuales cubículos del academicismo ni para élites privilegiadas en todo sentido.
III
Lo que afirmo me hizo evocar, durante mi lectura, otros casos donde la obra creadora transita por zonas desdeñadas por la denominada alta cultura o, también, por la historiografía oficial y oficiosa. Si Juan Javier, en efecto, pasó de periodos influidos por una izquierda romántica o reformista, en los 70, hacia una propuesta ulterior más directamente vinculada con la imaginería, creencias, mitología y conductas de la cotidianidad popular, sumados sus vínculos en clave antropológica con la historia del Perú y sus culturas milenarias (en industria, arte, culinaria, filosofía, etc), todo aquello me trajo a la memoria otras experiencias afines.
Juan Javier Salazar. “49 grandes no éxitos”, 2014: técnica mixta sobre cartulina 35 x 49.5 cm
Por ejemplo, la de Raúl Zurita quien, para responder simbólicamente contra el fascismo chileno de los 70, tomó por asalto los cielos y desiertos de ese país inscribiéndoles versos cargados de fuerza expresiva como respuesta, amplificada y cósmica, a un proceso de inmensa crueldad y matanzas contra su propio pueblo. O, también, esa conexión leal y permanente de Oswaldo Reynoso con la gente de a pie, su juventud proletaria, y las calles, plazas y provincias que solía recorrer con sus memorables libros que editaba y vendía, él mismo, a precios económicos al alcance de todos. En esa línea de vincular la obra creadora con la vida, y con quienes la habitan masivamente y ponen en marcha las sociedades, se hallan muchos otros autores. Agrego a dos más, de quienes guardo particular memoria: José María Arguedas y Juan Gonzalo Rose. Sé que por el primero Juan Javier tuvo respeto e influencia, y sé también, porque lo conversamos, que apreciaba la potente tradición de la poesía peruana (cuando el vóley local tuvo cierta relevancia internacional, en plenos años 80, me dijo que los poetas eran los voleibolistas de la cultura peruana).
IV
Lo anterior nos sitúa en otra de las zonas que se ha recogido con lucidez en el libro de Mitrovic: el sentido heroico y la tenaz apuesta por un tipo de emancipación socialista, operantes en la poética que anima la múltiple y larga trayectoria de Juan Javier. Al respecto, es verdad que, entre las contradicciones y momentos diversos de la izquierda peruana, resultaría un exceso y error ubicar a Salazar como afín al proceso de "guerra popular" que inició el PCP-“Sendero Luminoso” en los 80. Lo cual no obsta para situarlo en una coordenada revolucionaria: es decir, en las coordenadas que su propia obra expone, siempre dando la contra a una cultura hierática, congelada en moldes individualistas, de exitismo y, en fin, propios de un mercado de arte y cultura locales extranjerizantes; es decir, supeditados al viejo capitalismo imperante (e imperialista). Por el contrario, caminos como los abiertos y transitados por Salazar nos invitan a una experiencia siempre renovada y amable con la vida: con humor, luz y vitalismo, al mismo tiempo que sensualidad y erotismo, de la mano de la calle y sus múltiples personajes que él solía observar y escuchar casi como quien registra una incesante bitácora de trabajo.
Acción en fiestas patrias, 1996 (Lima)
Lo último nos conecta con el título del presente artículo, que recuerda el célebre cuento de Julio Cortázar, "El perseguidor": sobre Charlie Parker y su búsqueda solitaria de plenitud existencial mediante la música y, más específicamente, el jazz. Juan Javier fue un perseguidor tenaz de otra memoria social, otra poética visual y otra marca narrativa en su proliferante trabajo. De ahí que Mitrovic acierte en caracterizarlo como un creador (o recolector nómada) de figuras... figurones y figurantes, bien cabría agregar. Retomando mi asociación libre con Eguren y su mencionado libro, compartió con el poeta esa fantasía creadora de personajes inusuales (o también artefactos, dispositivos y figuras, en el caso de Salazar) que, con muy diverso modo y matriz, simbolizaran la fragmentada condición humana.
V
Todo lo dicho, sin embargo, no nos exime de recusar aquella línea político.ideológica que se cuela en algunas páginas de Mijail Mitrovic; como limitar la experiencia socialista o revolucionaria a la debatible posición y práctica de la izquierda legal de los 70 y 80. Con todo lo que se pueda discutir y decir sobre los años de la guerra interna, es real que esta inédita experiencia provino de aquella misma matriz política, y que no parece objetivo retirarle toda perspectiva utópico.socialista a dicho proceso. El mismo que, como reconoce el propio autor, se expandió en ciertos periodos (para preocupación de intelectuales reformistas como Carlos Iván Degregori y varios otros que, como fue su caso, devinieron en académico.senderólogos y terminaron sus días como voceros de la memoria histórica oficial cifrada en la CVR, políticamente bendecida por el hoy prófugo ex presidente Alejandro Toledo quien recibió el Informe Final).
BILLETE, 31 SOLES, UN MES, 2008. Impresión offset en papel 16 x 30 cm
Esto es lo que deseo, por ahora, expresar sobre mi lectura de este trabajo, que recomiendo a quienes se interesen no solo por la obra de Juan Javier Salazar sino por las múltiples correspondencias entre arte-sociedad-campos de poder, y además en la transición entre los siglos XX-XXI. La misma se complementa, por cierto, con otros aportes míos citados entre las 216 notas a pie de páginas, así como con mi testimonio que aparece en el referido libro colectivo editado por Alina Canziani y Villacorta. Lo demás está en el avizorado "mañana"; el cual, sin embargo, no es “tan solo una cuestión de tiempo” (como concluye Mitrovic al interpretar la instalación & el video “NADAndo”, relievando el sentido contrahegemónico y la persistencia del horizonte socialista en Salazar) sino principalmente de lluvia, de tormenta masiva: para darle otro giro JuanJavierIzadaMente a aquella imagen que cierra este ensayo que hemos comentado.
PERÚ, PAÍS DEL MAÑANA, 1981. Pintura esmalte sobre madera contrachapada 240 x 840 cm
NOTA: La poderosa serigrafía ochentera que abre este artículo (secuencia de 4 tachos con fuego arrojando humo sobre trasfondo andino) me la obsequió Juan Javier Salazar para la portada de mi primer opus en poesía y diseño: El sol a rayas (1989), el mismo que fue producido por mi padre
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UN PERSEGUIDOR DE FIGURAS
Aproximación y debate sobre arte contemporáneo en el Perú
Por César Ángeles Loayza