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PAISAJE Y AMBIGÜEDAD
Sobre libro inhalámbrica de Danitza Fuentelzar por César Antezana/Flavia Lima
Ediciones Andesgraund 2019, 52 pp





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Una mujer, que es decir muchas mujeres, se levanta temprano para desayunar con la muerte. Parecen viejas amigas. Duermen juntas y este dato no es menor. Esta escena marca una seña del tiempo en la escritura. Un cierto recorrido temporal condiciona de algún modo la deriva de Inhalámbricas. Emprendemos, a partir de ese instante inicial, un particular recorrido. Comienza el día, a la vez que asistimos a lo que podemos intuir como el final de un ciclo, como anuncia la voz poética: “me duele la menopausia a los 28”. Entonces los desvaríos caprichosos comienzan. Podemos dar un paseo casi geográfico a lo largo de las páginas del texto. Desierto, cementerio, pampa, humedales, marejada, ciudad y un atisbo incómodo de tan intimista a los espacios que solemos guardar para nosotras mismas. De esos lugares está compuesto el poemario que Danitza Fuentelzar nos entrega hoy. La voz nos interpela: “Tú sentiste también al viajar/imperceptible el ardor en la piel”.

Definitivamente esos lugares de la escritura nos permiten otras descripciones quizás más problemáticas. Porque quizás estos paisajes seamos nosotras mismas. La voz poética nos dice: “roncan las rocas/de miedo y cemento/esconden sus mareas/reprimen sus deseos”. Pareciera que los espacios que se transitan nos habitaran por dentro. Pero también porque esos mismos lugares son ajenos a nuestros cuerpos. Leemos: “sé dónde comienza la ciudad/nadie más lo sabe”, o también este otro verso: “Pachamama absoluta designa humedales /vida manifiesta en furia existencia”.

La transfiguración es profunda hacia un ejercicio que nos traslada desde las dunas de un desierto hasta el centro mismo de una bulliciosa ciudad, adosada de mitades que se repiten en sus márgenes, somos colmadas por la repetición de rituales profanos que se celebran sin la solemnidad a la que estamos acostumbradas cuando de nuestro propio cuerpo se trata.

Quisiera referirme ahora, brevemente, a dos corpus poéticos dentro del libro. Ellos son “Las viudas suicidas 1, 2 y 3” y “De lovesong 1,2 y 3”. Los poemas que componen estas series juegan una suerte de clivajes en el lenguaje y que personalmente he disfrutado mucho. El lenguaje aquí se torna más salvaje que en el resto del trabajo. Se hace grotesco y esto me encanta por supuesto. “Extraño a mi ex amante/porque tiene mujer que le repite te quiero/que le plancha las camisas y le lava los calzoncillos/que le regalé para la navidad/y se los saqué a mordiscos en la escalera del/doceavo piso”. O en este otro verso: “A él no le provoca mi boca/ (solo quiere los versos de mi culo)”.

Es como si todo el texto se permitiera ser, en estos seis poemas, aún más libre, pero esta vez con mayúsculas. Leemos: “Quizás le deje chupetearme un rato/ (hasta que me de asco)” o también: “Usan este hombre-dildo macho/y/desencantadas vuelven/a la oscuridad del recuerdo inevitable/demasiada muerte provoca arcadas/mascan, maman”.

Son evidentes los tonos feministas que adquiere el libro hacia el final o a los atisbos que nos permite de la otredad cultural en el poema “14 de febrero”. Y podemos arriesgar aún más al decir que recoge una viejísima tradición latinoamericana, que trabaja el viaje y la descripción de paisajes y personas para hacer más densa nuestra memoria colectiva, nuestra propia historia, nuestra identidad americana. Estas lecturas son posibles en el poemario.

Pero en estos seis poemas, la voz se libra de lo políticamente correcto, se sacude de la vocecilla que todas y todos llevamos dentro para buscar la aceptación de los demás y practicar la autocomplacencia. Se exorciza de los infinitos deber ser con que nos agobian en el día a día todas las vanguardias políticas de los movimientos que buscan, con buena voluntad por supuesto, nuestra liberación, quizás como lo hace esa huesuda compañera que despierta todas las mañanas a la misma hora para sentarse a desayunar con nosotras.

Cuando la voz poética es libre de estos clichés que nos sobreabundan, entonces tiene algo valioso que decirnos sobre nosotras mismas. Sobre nuestra ambigüedad ineludible como seres humanos atravesados por la contingencia del transcurso temporal, de la ubicuidad geográfica. Somos algo más allá del encuadre de lo que debe ser lo que se considera bueno o correcto. Estamos ante una obra que nos permite esos respiros, que nos restriega su libertad en estos endurecidos rostros que llevamos a cuestas por los pasillos de esta feria, tan cariacontecidos que nos gusta desfilar ante las otras miradas, que siempre presentimos vigilantes, censuradoras.

Una última cita, sólo porque me da la gana:

“Surgen gárgolas eróticas/regios travestis con sus culos paraditos/bocas bien pintadas/sus ojos delineados”.

Vamos a buscarnos la vida en esos lugares que aún pueden dar cabida a nuestra carne y deseos. Vamos a estrellarnos contra estas paredes buscando algo que quizás sólo podamos encontrar en pequeños artefactos como este libro.

Vamos a darle la gracias a Danitza Fuentelzar por su/nuestra Inalámbricas.

César Antezana
La Paz, Bolivia, 2019
Primer Lugar XII° Premio Nacional de Poesía “Yolanda Bedregal”,  año 2017



 

 

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Sobre libro inhalámbrica de Danitza Fuentelzar por César Antezana/Flavia Lima
Ediciones Andesgraund 2019, 52 pp