Hoja por hoja
Los coscachos de Dios
por Alejandro Zambra
Miércoles
2 de junio de 2004
"No estoy en el poder/ estoy en una cola de chilectra/ no estoy
en el poder/ estoy en una sala de espera/ no estoy en el poder/ estoy
subiendo a una micro", escribe el insobornable Claudio Bertoni
en su nuevo libro, "Harakiri", un legajo de casi trescientas
páginas que Editorial Cuarto Propio acaba de lanzar al ruedo.
Aunque algo queda aquí del poeta distraído y melancólico
que, en "Jóvenes buenas mozas", su anterior obra,
se pasaba las tardes persiguiendo o evocando jumpers (el texto titulado
"Mendigo sexual" proporciona un ejemplo irrebatible al respecto:
"Una ayudita por favor/ una tetita/ una zorrita un culito/ una
corridita de mano/ lo que sea"), ahora Bertoni se aboca, más
bien, a las disquisiciones teológicas y, por lo mismo, a dialogar
con la enfermedad y con la muerte. Allen Ginsberg, Jorge Teillier
y Roberto Bolaño son algunos de los fantasmas que Bertoni convoca,
brutalmente convencido de que la vida es una película muy débil
y muy rara: "Si no estamos/ en los brazos/ de la muerte no/ estamos
en los brazos/ de nadie". Incluso así, cuando cabalga
entre el escepticismo y la desilusión, el autor logra colar
ese humor bobo y asertivo que ya le conocemos: "Cada vez que
escribo/ dios con d minúscula/ el Dios con D mayúscula/
me da un coscacho". Otro trago: "La idea/ de los tibetanos/
de usar banderitas/ es súper bonita/ exista o no dios/ exista
o no el más allá/ exista o no el alma".
Mención aparte merece
la decepción intelectual, tema que se vuelve recurrente en
este libro: "Diógenes, griego mentiroso/ Buda, indio mentiroso/
Mao, chino mentiroso/ Merton, gringo mentiroso". Hay poemas aun
más sencillos, como "Lao Tsé", que simplemente
reza: "Viejo culiao". Menos estupendo, eso sí, es
el enemigo en el texto "3 am": "Maldita pulga/ hija
de puta/ ¡Da la cara!". La risa, desde luego, muy a menudo
cede su sitio a la mueca espantosa, como ocurre en el poema que da
título al conjunto: "Leo y leo este libro./ No sé
si estoy leyendo/ o me lo estoy enterrando".
"Lo que no está en medio de la calle es falso, derivado,
es decir, literatura", escribió por ahí Henry Miller,
y el autor de "Harakiri" se mantiene fiel a ese aserto:
deudor aventajado de Nicanor Parra, inesperado comentarista de Enrique
Lihn, Claudio Bertoni se arrima a la fuente de soda y -mientras espera
el ave palta y el café cortado- se dedica a rellenar una cantidad
considerable de servilletas: "Cuando entré/ en este boliche/
tenía una cerveza/ y dos cigarrillos por delante./ ¡Ahora
no tengo nada!". Está claro: "Harakiri" es un
libro disparejo, pero en el mismo sentido que la vida es dispareja