Las pajitas de Claudio Bertoni
Sobre "Chilenas"
Por Claudia López
Chilenas, es la última publicación del poeta Claudio Bertoni, apuesta de la editorial Ocho Libros que mezcla, no sin dificultad, imagen fotográfica y poesía, tratando de radiografiar el erotismo de las féminas nacionales.
La feminista Rita Ferrer en su prologo, sitúa el libro como una lúdica profanación de la belleza, donde la figura del cazador captura “la fugacidad de un instante, de un gesto, de una pose o un descuido” inscribiendo su cuota de moralidad a un erotismo totalmente arquetípico. Aquí cabría preguntarse qué es lo que atrapan estas imágenes, textuales y fotográficas, para configurar la gramática de este libro. Según Jacques Ranciére “La política trata de lo que vemos y de lo que podemos decir al respecto, sobre quien tiene la competencia para ver y la cualidad para decir”, desde aquí ¿qué es lo que representan las chilenas de Bertoni?.
El cuerpo fotográfico del libro es la bitácora del cazador, una práctica que busca integrar la espontaneidad convirtiéndose en asalto, un lanzazo de erotismo o un buen agarrón en el metro, prácticas que según Ferrer en “otros espacios y salones (sus prácticas) serían probablemente mal vistas”. Entonces la pregunta por aquellos lugares o sectores donde es permitida o sancionada esta práctica, o a quien se le concede impunidad en este accionar, se hace interesante y de carácter político. Por otro lado, hace algún tiempo ésta misma cacería fue puesta en marcha por algunos guardias o vendedores de tiendas, que utilizaban la tecnología de sus aparatos celulares para la obtención de fotos más audaces, de encuadres bastante similares, y la humilde satisfacción personal de quienes fueron sancionados, como lo sería ir de casería a la Dehesa o Casa Piedra, o publicar una foto de la mujer de Piñera rascándose una teta en San Carlos de Apoquindo. Entonces, a quienes pertenecen las imágenes, que Bertoni transforma en obras, o que programas como los docureality de la marginalidad de Mega transforman en sendas remesas.
Estas chilenas son al parecer ignorantes del valor y el poder que ejercen sus cuerpos sobre el cazador, según Bertoni “lo encuentran normal/ mostrar el vientre mostrar/ el ombligo/ así son las mujeres/ mostrar las caderas/ también lo encuentran normal/ mostrar su pelo/ la boca/ los ojos/ las piernas/ los pies/ ¡todo lo encuentran normal¡”, normalidad de mujeres sin conciencia de su cuerpo, reza uno de los mandamientos de la Democracia Cristiana, que se traduce, dentro de las políticas de la Concertación, como una imposibilidad a la hora de ejercer su derecho sobre el mismo, de ahí que no sea extraño ver un domingo al medio día en Plaza de Armas chicas del opus haciendo campaña en contra de la legalización del aborto y cualquier método anticonceptivo bajo la consigna “¡Este cuerpo no me pertenece¡ (Bis)”. A esto Ferrer nos dice sabiamente “Lo masculino se condensa en un sujeto pleno productor de sentido y lo femenino se insinúa exacerbado por su ímpetu desbordado de seducción y fuga sin mirada”. Sin mirada, ni voz ni nada, terminarían cantando las niñitas opus.
La violencia fundamental del acto del cazador se compara, en la justificación de Ferrer, a la de los zoológicos humanos del Jardín d’aclimatation francés donde se ubicaba a mapuches y fueguinos como residuos del nuevo mundo, violencia que se repite reduciendo a las chilenas de Bertoni a huellas eróticas o residuos sexuales enmarcados, claro que poéticamente, de forma unidimensional en las páginas del libro. Esta reducción de las dimensiones del erotismo no se encuentra en el cuerpo fotográfico de Chilenas, sino que es introducida por un culposo discurso poético que no deja de resaltar la dicotomía cazador/presa, fotógrafo/fotografiado o sujeto/objeto, junto a una peligrosa anulación de la visión del otro. Esta anulación se disfraza con la constante cita al ritual de la caza y la simulación de erotismo, en la metáfora forzada de la pequeña muerte, el orgasmo francés, que según Ferrer aproxima a Chilenas al libro La Carta de Sagawa de Juro Kara, donde un tipo se come literalmente a una francesa culpable de ser tan rica diría el poeta. Anulación poética y del otro, que más que enfrentar o tensar las imágenes fotográficas, funciona como el diario de vida de un jubilado cazador que se transforma rápidamente en un solitario masturbador. La pequeña muerte en este caso sería la gran muerte del otro o la otra. Reduciendo a las chilenas de Bertoni en un tema de propietarios o un asunto de hombres: “El huevón me cacho/ mirándole el poto/ a su señora”. Entonces la imagen fotográfica no espejea, sino que atrapa a las chilenas en el interior de un poema que explica la oscura tentación que provoca un cuerpo sin conciencia de sí, y que más que amplificar el sentido erótico de la imagen fotográfica o del cuerpo capturado, lo anula determinando un sentido arquetípico de la mujer y la poesía, en la consumación de la tragedia y su conversión en alegoría, acercando a Bertoni a las formas (a)políticas de la Concertación o la Alianza, formas populistas de expresión que encubren el carácter autoritario de la hegemonía. Entonces si la política trata de lo que vemos y lo que podemos decir al respecto, esta forma ensimismada de hacer poesía, tan posmo, tan derechamente apolítica, se traduce en aquellas pajitas que en la adolescencia mantienen al sujeto encerrado, apartado del otro, con un cuerpo (social) inmovilizado y los síntomas de una práctica (erótica) social individualista.
“Me tocó levemente su mochila/ su mochila tocaba su chaqueta/ su chaqueta tocaba su jumper/ su jumper tocaba su calzón/ y su calzón tocaba su poto/ me di/ por satisfecho”
Claudio Bertoni.
Un libro de fotografías que, sin prologo y “poesía”, hubiera alcanzado el rasgo erótico que le fue tan esquivo a todas aquellas explicaciones.