Cómo conocí a Jorge Cid
— Presentación del libro Labia Larvaria. —
Fundación Neruda, Santiago de Chile, 31 de Julio de 2009.
Por Carmen Berenguer
La Misiva de Labia Larvaria
Cómo conocí a Jorge Cid, pues como una comedia de equivocaciones. Primero me llegó por correo la noticia de su libro. El título hizo en mí resonancias etiquetadas por la poética de la poesía escrita por mujeres en los años 80: los primeros tacones aguja, la primera falda y el primer chal, la primera enagua y el primer corsé en conceptualizar las metáforas de la lengua.
Luego su nombre me hizo pensar que yo había escuchado su apellido, sí, por supuesto Teófilo Cid, un hijo tal vez, ¿un nieto quizás? Una vez establecido que él me enviaría el libro su recibo fue otra equivocación, una falla que me hizo cavilar. Como una misiva, una carta, un mensaje en código cifrado que se desvió. El desvío de la misiva, me obligó a hacer que retomara su rumbo. Y la semana pasada me visita Jorge Cid con su hermano y libro en mano, abro una página y dice “No me apedreen la huesa”, invocación a la lengua de varias lenguas anteriores, un palimpsesto de huesas, como torta de mil hojas.
Entonces su designación de larvas, gusanos que terminan en un pudridero y queda blonga la huesa; muerta la colonia y restituida y reconvertida en la fricción de la belleza antigua del hablar colonial del coloniaje de la madre socavada por el trapero sucio y maloliente desde el barro, neobarro y rroso como esquina rosa.
Donde quiera que haya una piedra decía Nietzsche hay una imagen.
Pues, esta forma que se le ha dado por neobarroco como flujo lingual y libidinal que la atraviesa, le da tonos iridiscentes al lenguaje con el fin de descentrar y hacer salir de sí, al logos, a su fétido y bufón dueño de la verdad totalizante del falologocentrismo.
Imagen y posibilidad, del poeta Lezama Lima, al ponerle cercos a la razón, hizo temblar su centralidad, llenando de poros la página como una divinidad restaurada de la lengua poscolonial. O como una Pietá selvática, agreste y divina: “Dios mío ¿Porqué me hiciste nacer si no era para ser absolutamente divina?”, Severo Sarduy en su libro, Cobra (Labia Larvaria, p. 53). Pura lengua cubana devuelta al primer mundo, página de ruidos de fondo, página de colores, mímesis, máscaras, metonimias y códigos de los mensajes provenientes del tambor africano con el fin de hacerla imposible e intraducible a occidente dominante. Qué mejor revuelta de la lengua cubana que en “De dónde son los cantantes” prólogo de Roland Barthes.
Y en esa misma línea en otra geografía, Néstor Perlongher “Alambres” y la crónica de la calle los chongos y “La prostitución masculina”. “Austria Hungría”. Y el Afán loca de Lemebel: “Silencio en su rural fantasear” (Labia Larvaria, p.51).
Y otro, ser de otro, ser otra en una línea reinventada por muchos desde Góngora, Sor Juana, barroquismos y neo barroquismos, barroso hasta barrococó, Roberto Echavarren, Coral Bracho, Eduardo Espina, artífices de una cosmética impura de la lengua latinoamericana, cada uno con una razón de ser la otredad de una lengua minoritaria, la lengua de los otros, de las otras en una diversidad de estilos regionales configurando una cartografía que se le ha denominado neo barroco.
Labia Larvaria
El libro se compone de tres partes, “Labia Larvaria”, “Verba Recia” “Lengua Guarra”. El primer capítulo del libro: “Labia Larvaria” ha recibido el premio “Juegos Florales Gabriela Mistral” de la Municipalidad de Santiago. En el año 2005. El libro fue escrito y organizado gracias a la Beca de Creación Literaria el año 2006 otorgada por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura. Jorge Cid, nació el año 1986 en Cañete de la Frontera. Es profesor de Español de la Universidad de Concepción.
En estado larvario adolescente, escribió sus primeros poemas entre los 17 y 19 años, señala el autor. “Soy Jorge Cid y tengo hambre”, primeras palabras que emitirá el poeta. Sugerente. Y como todo hambriento preñado de deseo va a comer y a emprender una gran cruzada santa de la lengua desde el Mío Cid travestido en lágrimas de doña Magdalena, como máscara para la realización del mito poético. En ellas santiguará la lengua nacional de la poesía chilena y a caballo o en yegua usará el tridente fervoroso de la lengua castellana del siglo de oro español, para luego usando los deslindes fronterizos de la vanguardia chilena, instalarse en la poesía chilena.
Una cruzada creada como palimpsesto excepcional y de gran envergadura ha emprendido con huestes de saberes y lectura inteligente y verbal. Se revestirá de charlatán o charlatana de villorrio. El charlatán, es una figura clásica de un personaje chileno que va de pueblo en pueblo recontando historias propias a la oralidad enriqueciéndolas con su propia cosecha, con guiños y giros del hablar popular. Es un pequeño inventor de la oralidad, que la usa para vender y engañar un objeto casero, podría decirse como un Pedro Urdemales o un maestro chasquilla del lenguaje y se da muchos aires en su inventiva.
Recorrerá campañas en lengua culterana, que entre las capas y espadas del lenguaje hará una performatividad realizada por el sujeto de habla, al introducir la charlatanería como lengua popular travesti. Dice este Charlatán castizo: “Estórbale a uno la vida cuando huye el cuerpo y su espíritu amado del lecho que a uno le abrió para compartir. / Estorba todo lo antes amado, pues es nexo con la vida. / Vienenle a uno las imágenes, las raíces de la infancia, la furtiva añoranza del éxito”.
En este viaje, el tiempo también se desplaza de un siglo a otro. Parado en el siglo XX, lo dice en el XXI “He visto a las mejores autómatas / destruirse ante el infierno de una negación. […] No tuvimos reparo en gemir como perros. / Era también parte del encantamiento un ir en otros roles”.
Y un discurso para hablar de su tribu generacional como el Aullido de Ginsberg, discurso quizá como una re-cita al poeta H. H. emite un aullido y llanto de Magdalena para decir que: “Me postro y que quede claro que me postro ante tus luces, / que como testigo de una revelación prodigiosa lloro ante tu llamada / que es la llamada de una magdalena, pero una magdalena venida en la gloria. / Así, óleo santo y viento santo, vengo a lavar y secar tus pies”.
Ay! Si, Neruda se encuentra por aquí y pienso, ¿Cómo me hubiera gustado a tan temprana edad haber poseído esta lengua prodigiosa, autor Jorge Cid, con el que usted se pasea, sin vestido con el rabo a descubierto, pues a duras penas concebí unos jirones destartalados, sin escuela. Por ello, toda mi admiración.
“Decir es joder”: “Mi labia es una labia travestida / que no haya idiomas para serse. / Se pretende vestidos, / pero no le alcanza para el metro de seda: Se viste con semas malditos a decir la mitad de lo que aman”.
A propósito del travestismo, bastante usado en la poesía chilena posmoderna, quiero dejar instaladas algunas preguntas que hace la flamante filósofa norteamericana Judith Butler, acerca de la performatividad y el género, como el Queer.
¿Cómo se vincula, si es que se vincula de algún modo, la noción de resignificación discursiva con el concepto de parodia o personificación del género?
¿Significa esto que uno se coloca una máscara o un personaje, que existe un “alguien” anterior al momento de colocarse esa máscara que, desde el comienzo es un género diferente?
¿O lo que ocurre en cambio es que esta imitación, esta personificación precede y forma a ese “alguien” y funciona como su condición formativa previa antes que como su artificio prescindible?
De acuerdo con el primer modelo según Judy Butler, la construcción del género como travestismo, parece ser el efecto de una cantidad de circunstancias.
Ya consideré una de ellas al citar el travestismo (movimiento que, para algunos, es el prototipo mismo de esta operación) como un ejemplo de performatividad.
Si bien el travestismo es performativo, ello no significa que toda la performatividad deba entenderse como travestismo, este no debe entenderse sino como un ejemplo de performatividad, según lo apuntado por Butler.
Bien entonces, dejadas en la página algunas reflexiones del uso del trasvestismo del lenguaje literario en este libro, al mismo tiempo paródico que, teatralizada la tragedia, le da unos corcoveos a la lengua de la tradición y sin rechazarla totalmente, despliega una gran sabiduría que porta la lengua previa. Desplaza así mismo, una comedia trágica de su propio devenir en múltiples máscaras femeninas, como máscaras textuales y ecos barroquísimos como larvas de la lengua.