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CARMEN BERENGUER

Boletín CRA (Programa de Biblioteca Escolares CRA, MINEDUC), n. 46, julio de 2009.
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Santiago, 1946. Poeta y cronista, Carmen Berenguer es una de las principales figuras de la poesía chilena actual. Ha trabajado también en montajes artísticos visuales. Ha asumido una voz femenina firme y de necesaria ruptura, especialmente con la publicación de su poemario Bobby Sands desfallece en el muro (1983) en el contexto del régimen militar. En 1997 se le adjudicó la beca de creación Guggenheim, que sólo había sido entregada a tres otros chilenos: Diamela Eltit, Raúl Zurita y José Donoso. En marzo de 2008 le es otorgado el Premio Iberoamericano Pablo Neruda (el mayor premio otorgado por el Gobierno de Chile a un poeta iberoamericano).

Boletín CRA – ¿Cómo piensas que ven los jóvenes a la poesía hoy?
Carmen Berenguer – Hoy hay más oferta en el mercado cultural para la gente joven: la televisión, el mundo del ciber espacio. Toda una bisutería de objetos electrónicos ha desplazado la lectura y el libro como espacio de placer y conocimiento. Por lo demás, la poesía ha sido siempre más secular y elitista. Sin embargo, ha surgido toda una generación de laureles, que han escogido el género poesía como lugar y espacio que les permite mayor libertad de exploración verbal, visual y musical.

– Según tu visión, ¿qué tiene la poesía que el resto de la literatura no tiene?
– Nacimos con el verso en la cabeza, como un clon, debido a que la poesía chilena ha sido dicha y leída desde que nacimos como nación. Toda una vida republicana ha sido escrita como canto y semblanza de lo nacional. Desde la crónica La Araucana de Alonso Ercilla hasta nuestros lustrosos días se le ha cantado a nuestro paisaje nacional. Es el género de la lengua, por ello su renovación formal es una constante. La poesía tiene una única misión: presentir la lengua de su tiempo.

– ¿Cómo actúa el humor en tu obra?
– Actúa por superposición a aquello redicho. Entonces, se forma una bisagra en la supuesta verdad de lo dicho. La comedia es la verdadera tragedia de la vida. Es un género que me importa mucho y que está incorporado en mi escritura. Le imprimo algo así como un humor melancólico. Aunque algunos me dicen que hay algo de Búster Keaton. Puede ser. El carnaval, las máscaras, producen humor.

Un crítico decía de Cantinflas que su oratoria dislocada se caía a un precipicio. Utilizaba esa metáfora para definir el uso por Cantinflas de una forma de simular el lenguaje que, en su ímpetu por usar la lengua de la razón (que también era un sinsentido), se precipitaba en un chorro verbal de tal magnitud que provocaba un derrumbe. Por otro lado, se llegó a pensar que ese palote anoréxico del Quijote era un grafo en la página blanca. La comedia de la novela de caballería, en síntesis, su tragedia final. El humor ha servido para desdramatizar la gravedad de los acontecimientos. El humor confirma ese relato trágico, como lugar común. Es un espejo.

– ¿Cómo introducirías tu obra a los jóvenes lectores?
– Fui una muchacha que vivió un tiempo de muchas convulsiones en su tiempo. Una joven inconformista que no le gustaba cómo estaban las cosas y pensaba ayudar a remediarlas. Una chica vital y rebelde a quien no le gustaba estudiar, vibraba con los nuevos sonidos del rock, usaba jeans y leía a Sartre. Le gustaba escribir y soñaba que algún día sería escritora. Una mujer que se atrevió a escribir metáforas de la vida. Una escritora que hizo una obra que ha recreado su tiempo, utilizando todos los recursos disponibles en el lenguaje, por medio del graffiti, la visualidad, los ruidos de fondo. Mi poesía no dice nada. Ése es un rap.

– ¿Te parece pertinente leer tu obra en cuanto “literatura femenina”? ¿Qué implica esta óptica de lectura?
– Creo que al margen de su enunciado, poderoso sin duda, me ha permitido pensar a la mujer como sujeto femenino en un mundo patriarcal. No obstante, debe de leerse como literatura, con sus soportes, sus aciertos y desaciertos. De esa manera se corrige lo mismo que la ha atentado: su encierro. Leerla como un aporte más, para democratizar la literatura. Cada autor(a) recrea su tribu.

– Por favor, cuéntanos cómo fue tu iniciación a la lectura.
– Pienso que me formé en un medio donde se escuchaba mucha poesía, Mistral y Neruda, en la radio. En mi casa, mi madre leía a Rubén Darío, Amado Nervo. Leía novelas. En la radio escuchábamos cuentos, de Edgar Alan Poe, Quiroga, Cortázar, bastante estímulo a la lectura. En la casa, se conversaba de libros y se hacían verdaderos comentarios. Al mismo tiempo, leía el kiosco de revistas ilustradas, novelitas rosa, libros de misterio. Leía sin obligación: me gustaba leer y también sin represión. A los nueve años leí el libro Corazón y a los quince leí Juego de Abalorios (1943) de Herman Hesse, libro difícil, pero que me condicionó a leer libros más complejos más tarde. De la novela chilena, me gustaba Marta Brunett, Manuel Rojas. Cuando llegó a mis manos Memorias de una joven formal (Sudamericana, Buenos Aires, 1959), cambió mi percepción de la vida hasta ese momento. De la misma autora, Simone de Beauvoir, La fuerza de las cosas (1963). Leí todo el boom latinoamericano en Estados Unidos. Mucha poesía. Creo que he sido muy buena lectora.

– ¿Qué obras recomendarías a jóvenes lectores?
– Obras recientes, que permitan que los jóvenes lean lo que la nueva generación está produciendo, como la antología Cantares: Nuevas voces de la poesía chilena (Lom, 2004), Prueba de sonido: Primeras historias del rock en Chile (2008) de David Ponce, Ciertos ruidos: nuevas tribus urbanas chilenas (2009) de Andrea Ocampo, El mundo de Sofía de Jostein Gaarder (Siruela, 1994-95), entre otros. Por cierto, las Crónicas de Bob Dyland y biografías de escritores y músicos como la de John Lennon, Violeta Parra, Victor Jara o Los Prisioneros.

– ¿Te sientes más lectora o escritora?
– Ambas. Son una misma cosa. Soy lectora de mis textos, lectora de otros textos.

– Para terminar, ¿cómo fue tu iniciación a la escritura?
– La lectura a temprana edad, me llevó a desear escribir y comencé copiando, sin duda, el tono de lo que había escuchado y leído. Los 20 poemas de amor y una canción desesperada de Neruda fue como una revelación de un rockstar. Todos se sabían de memoria algún verso. Los poemas de Gabriela Mistral fueron otra melodía y los recitaba junto a unas amiguitas recitadoras en la radio. Más de algún trovador poetizó los poemas de Óscar Castro, en los años sesenta. Luego viajé a los Estados Unidos y conocí poetas y escritores. Verlos de carne y hueso me indujo a comprar mi primera máquina de escribir. Así fui procesando información y lecturas más recomendadas. Ingresé a un taller en los años ochenta y mi estímulo fue aún mayor. ¡Pero qué diablos! Me gustaba escribir y sentía una enorme curiosidad por los escritores.


Algunas de sus obras

Bobby Sands desfallece en el muro (1983)

Huellas de siglo (1986)

A media asta (1988)

Sayal de pieles (1993)

Naciste pintada (1999)

La gran hablada (2002)

Premios y otros reconocimientos
1997 Beca de creación Guggenheim

2008 Premio Iberoamericano Pablo Neruda

 

 

 

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