Claudio Bertoni:
“Hay gente que vive vidas que nosotros no aguantaríamos ni cinco minutos”
Por Camilo Brodsky
(aparecida en El Descocierto N°2)
http://eldesconcierto.cl/
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Decir que esto fue una entrevista sería exagerar, o tergiversar en alguna forma lo que sucedió, darle un rango que no tuvo ni por asomo. Fue más bien una conversa en la mitad del “living” de la casa, rodeados por bolsitas de té, corontas de choclo, fotos, envases plásticos de botellas y otras cosas que botó la ola. Como a todos nosotros, en todo caso.
- El otro día estuvimos hablando de los malls, de la gente que entra ahí como en procesión, del consumo. ¿Qué te pasa con eso, con esa forma de vivir la vida?
- Encuentro, como mucha gente, que es un disparate, que entregar la vida a eso de que la gente sea lo que consume no puede ser más distinto a la visión que tengo de las cosas. Yo llevo una vida tan distinta. Ya tengo 66 años y cuando veo, ponte tú, a la gente en la calle, lo que hacen, lo que les interesa, cuando enciendo la tele y toda la huevada, es como si ellos fueran hacia allá y yo fuera caminando en una dirección absolutamente opuesta; así que, por ejemplo eso que me preguntas, es algo que ni pienso.
- ¿Pero crees que es gallada que vive secuestrada por una realidad falsa, o que alimentan también la construcción de una realidad que no tiene nada que ver con lo verdadero?
- Eso es simultáneo. Además esto que hablábamos de la gente, hablar siempre es mentir, en la medida que uno generaliza. Es casi seguro que algunos no son como la gente de la que estamos hablando, que cada uno es distinto, que pueden ser heroicos en una serie de sentidos en los que yo no lo soy. Por eso no es un juicio. De lo que sí me doy cuenta es de que existe el mundo, existe la política, existe esa cuestión que llaman el libre mercado y está la zorra. Esa es una visión de la realidad, una manera de ocupar los segundos y los minutos del día. Para mí yo elegí otra gente, elegí otro asunto. Tuve la cueva de nacer donde nací, porque si no, no podría tener el ocio que tengo y vivir. Tengo donde comer, tengo donde dormir. La gran mayoría de la gente está en un mundo donde no puede elegir, en circunstancias que van y vienen, y la gente no se da ni cuenta. Son vidas durísimas. Y lo que más hay, la palabra que mejor definiría al mundo si viene un marciano y me pregunta, es que la existencia es injusta. La injusticia es enorme, es horrenda. Mira la diferencia que hace nacer en La Dehesa o en La Pintana. Hay gente que vive vidas que nosotros no aguantaríamos ni cinco minutos, y no te estoy hablando de ir a Siria. Caminas unos cuantos kilómetros aquí desde Concon para algún lado y te vas a topar con esa huevada.
- Tú has podido eso sí construir tu vida un poco a tu pinta porque has tenido la posibilidad de tomar decisiones.
- Claro. Yo nací en una familia donde había un caballero que es abogado, había plata, tuve libros, me alimenté, fui a un buen colegio. Esa parte es crucial, absolutamente crucial. Si Mozart hubiera nacido en La Pincoya a lo mejor hubiera terminado cantando hip hop en una micro, y hubiera sido lamentable. No tengo nada contra el hip hop, todo lo contrario, hay huevadas el descueve, pero esa es una de las aristas horrendas de la injusticia, que nacen una serie de seres que podrían ser maravillosos y que están cagados.
- ¿Y cómo te relacionas con la realidad dominante, por llamarla de alguna forma? ¿O prefieres construir tu cotidiano desde una no-relación con esa realidad?
- Jamás lo pienso eso, porque las cosas no funcionan así. Todo sucede segundo tras segundo: estoy aquí, tengo esta pieza, me levanto en la mañana, voy y me baño. Todo eso jamás lo pienso. Es como pasa con mi obra también, todo ha sido muy intuitivo; nunca pensé que me iba a dedicar a la poesía, lo hice por necesidad, porque obviamente traía algo en mí, no sé, una huevada que me inclinó a eso y que tiene que ver con una sensibilidad, con la música y mil huevadas más que me gustan.
Si miro la vida que llevo, miro lo que pienso, veo los libros que leo, que ya tengo más de 60 años, creo que si yo tuviera hijos la vida que veo de la mayoría de la gente ―y estoy feliz de no tenerlos por eso, en parte― no se las desearía ni cagando. Pero como te digo, he ido haciendo las cosas en el día a día. De hecho lo que hice fue bien suicida, no me dí cuenta. He tenido la cueva de que tengo esta casa, esta casa chica que es mía, y que tengo qué comer, con qué vestirme, y he tenido la cueva de que mi literatura, ahora no puedo ser falsamente modesto, se lee lo que es un gusto. Todo ha sido muy agradable, en un sentido ha sido como justicia poética, porque ha pasado de la mejor manera posible, que es no perseguir nada y haber conseguido una cosa así, y soy consciente de que en muchos casos de escritores no es así, que la siguen y la siguen y no la consiguen.
- O que están invirtiendo su tiempo en la “carrera literaria”.
- Eso es algo que nunca ha existido para mí. Tampoco es una crítica…
- Un dato de la causa no más.
- Exacto. Así como no me gustan las lecturas de poesía, está perfecto que a los demás les gusten, encuentro que es buena onda que les gusten, porque para la gente joven es importante. Pero dentro del mundo de lo que hago soy como corrido. Son cosas de personalidad también, es una mezcla de mil huevadas. Hace años ya que no lanzo libros, por ejemplo. Yo hago mi huevada, escribo. Lo otro, que el que quiera lo haga, y el que no quiera, que no lo haga. Y eso, imagínate, dentro del mundo de la literatura, que es lo mío. Entonces el otro mundo para mí realmente está en la luna.
La diferencia que hay entre este mundo que mencionas y el mundo en que yo vivo es mucho más grande de lo que incluso la gente que vive cerca de mí cacha, y eso está relacionado con el hecho de que me he enfermado de la cabeza, con la soledad, que es parte del asunto y para mí no es una cosa solucionada. No hago en absoluto la apología de una vida en soledad, porque hay que tener una especie de talento especial, que en parte tengo; pero tengo la otra parte también, que tiene que ver con la ternura y con el sexo, sobre todo con el amor, que me tiene súper jodido porque en mí ocupa un espacio enorme, y eso tiene que ser con otro, con otra, y eso ha sido la historia de mi vida. Ahora, cuando yo miro retrospectivamente mi vida me cago de susto.
- Eso te iba a preguntar, porque estás haciendo un ejercicio completamente retrospectivo, la publicación de los cuadernos. ¿Qué te pasa cuando te metes ahí, en esos “bolsones” tiempo donde hay un tipo, tú, que perfectamente puedes no reconocer a estas alturas?
- Lo reconozco, pero realmente es increíble, es como violento, extraordinario. Tiene mil facetas, como todas las cosas. Es exquisito tener los cuadernos y recuperar huevadas, que es lo que hago con las fotos. Me he dado cuenta de eso, yo recupero, guardo cosas. Porque cuando lo estaba haciendo, cuando estuve en Londres, mis 4 ó 5 años allá fueron de una precariedad espantosa, apenas alcanzaba a anotar algunas cosas, porque estaba en tal estado de precariedad fisiológica y psicológica que no estaba como para ponerme a escribir. En vez de escribir como que rasmillaba el cuaderno. Lo que más hay en todo lo que he leído y lo que me queda es la enorme cantidad de cosas que perdí, eso ocupa un espacio enorme, por la misma cuestión de que siempre estaba en la cresta de la ola. Es como estar haciendo el amor, tú estai lanzado, no podís decirle “mijita, espérese 5 minutos que tengo que ver una cosa”. Lo mismo si te están sacando la chucha, te están pegando o te están torturando. Cuando aparece el dolor, que es para mí el único dios que existe, que arrasa con todo, todo lo demás son puros saltos y peos. Es como en un match y todo es en defensa propia. Mucho de mi escritura fue eso. Ha sido mi alivio y mi equilibrio, en gran medida, y de hecho creo que empecé a escribir por eso.
- Una medida para que no se infecte la herida, para que salga la basura de adentro.
- Claro, es para aliviarse de alguna manera. Es como que la realidad te hace una herida y escribir como que te cura, te alivia en cierta medida, que es lo que pasa también con esto de tomar fotos de mujeres en la calle. Es un alivio enorme cuando logro captar y guardar una cara, un gesto.
Yo tengo una enorme cantidad de cuadernos, la cantidad de material es enorme. Pero hay dos partes que yo quisiera estar aquí en la Tierra cuando las publique: una cuando me enfermé, del año ‘98 hasta el 2003. Creo que ahí hay un material increíble, realmente, porque yo al principio estaba tan asustado que dejé de leer, dejé de escribir, era como si tuviera un plato de tallarines en la cabeza y algo me lo estuviera sorbiendo. Lo que me pasó esos 5 años fue que no veía las cosas como las ves tú ni como las ve tu mujer. Era todo igual, como es para todo el mundo, pero era distinto, y eso distinto era doloroso y a veces bastante difícil de tolerar. Pero esa cuestión pasó y comencé a escribir, escribí harto de eso, y yo que conozco lo que tengo sé que lo que hay ahí es más fuerte que todo lo que he publicado.
Lo otro que me gustaría ver publicado es la relación que tuve con un ser que es la mujer que más he querido en mi vida, que es la Malva, que era muy joven cuando yo la conocí, y también conté toda esa historia. Ahí sí que me zambullí en una cuestión de la que estoy, pucha, dichoso y feliz de haber salido, porque podrían haberme pasado cosas súper fregadas. Si lo pienso, suene como suene, mi vida ha sido eso y nunca lo pretendí. Ha sido querer a algunas personas, a alguna mujer, eso es lo que me ha movido, me ha hecho irme de un continente a otro, literalmente. Mi vida ha sido eso.
- Y en medio de todo esto, que anda más bien en la cuerda del desgarro, ¿cómo te relacionas con tu obra plástica, por decirle de alguna manera, con los palitos, con las corontas, las bolsitas de té, que parecen ser una cosa mucho más liviana, más aliviadora incluso?
- Es que ese lado absolutamente es así, es que esa es la huevada. Lo de los palitos es el lado de la frugalidad, del Tao y del Zen. ¿Qué es el Tao? Es maravilloso, es una huevada abierta. La metáfora de ellos es el agua que se amolda a todo, llenas un dedal con agua y llenas la cuenca del océano también con agua; siempre va a lo más bajo, a lo humilde, es la antítesis de la huevada de la cruz y la sangre, de la huevada sanguinolienta del cristianismo. Y eso son los palitos, y ocupa un enorme espacio en mi vida. Si mira donde vivo, esta huevada es una cabaña, es una mediagua. Pero nada es casual. Yo te he contado de un libro que tuvo un efecto bien fuerte en mí cuando volví de Europa, La vida silenciosa, de Thomas Merton; un libro acerca de la vida de monasterio, de un huevón que era monje cisterciense. Un libro latoso, súper latoso, porque es de la vida técnica en un monasterio, y a mí me encantó. Ese libro me hizo mucho sentido, y me daba cuenta de que no era que me hubiese convencido de algo, sino que era un eco; el estar solo, tranquilo. A mí me gustaba eso desde chico. Me leí a los 16 el Tao Te King y todavía pienso que es el mejor libro que existe sobre la Tierra, y si fuera ministro de Educación o tuviera cabros chicos y niños, encuentro que es la lectura más sana que hay. Y esto es la antítesis de lo que me pasó a mí, la relación con la Malva, la otra cuestión del dolor, que es un desgarro.
- Un desgarro que se produce también por no saber ser agua, por no lograr amoldarse.
- Esa la cuestión. Como decía Breton, el gran punto negro es el sentimiento. Es un poco lo que dice Buda: no seas amigo del mundo. Echa pestes contra los afectos, porque lo deseable es el desapego. Pero a nosotros en Occidente nos dicen que no. Nada es de una manera absolutamente, ni absolutamente de la otra. El Tao es asi. De partida dice que cualquier cosa que digas del Tao es mentira, porque el Tao es inefable, es innombrable, no es ni grande ni chico. Hay un dicho del budismo Mahayana ―que es el que se llama “el gran vehículo”; está el Hinayana, que es “el pequeño vehículo”, y “el gran vehículo”, que es en el que cabe más gente―, y tiene una línea que dice “Nirvana es Samsara y Samsara es Nirvana”. Nirvana, ponte tú, es lo máximo, es el cielo, no el cielo cristiano, pero es a lo que aspira el Buda, terminar con las reencarnaciones, terminar con el dolor, terminar con el deseo; y Samsara es lo que estamos viviendo aquí, es la grabadora, son “las diez mil cosas” que le llaman los chinos. Y eso es el descueve, decir “Nirvana es Samsara” es que cuando voy y tomo la liebre para ir a Viña y voy mirando por la ventana, esa es la huevada. Es justamente esa cuestión, andar en micro mirando por la ventana. Esa es una metáfora muy buena. Nirvana y Samsara para mí es eso: la huevada de siempre, de sentirse pleno aquí en la Tierra, con el Sol, entrando a ese supermercado culiao de cuicos de Bosques de Montemar. Te quiero decir que es imposible sentirse mejor, porque es una huevada absolutamente reposada. Y yo he tenido muchos de esos momentos, cuando estoy bien aquí en Concón simplemente no quiero más.
- Pasando a otra cosa, tú no te relacionas con la “escena” literaria, pero sí te mantienes relativamente en contacto con gente más joven, con poetas que te vienen a ver. ¿Tienes alguna imagen de la poesía chilena en la cabeza, a pesar de estar tan lejos, en cierto sentido, de ella?
- Lo del mundo de la literatura para mí es clarísimo. Estoy afuera y soy consciente de mantenerlo así, porque es sumamente simple: no me agrada. Veo de repente la olla de grillos, que tampoco critico, pero sé que no me gusta, asi que para qué me voy a estar metiendo. No tengo dedos para ese piano.
Sobre lo de la poesía chilena, la hallo súper esperanzadora. De partida, de todos los huevones que se han acercado a mí no hay ni un huevón, voy a exagerar, que no sean huevones adorables; son huevones buena onda, me gustaría que fueran mis hijos, son huevones sanos. Por eso te digo que es realmente esperanzador. Para mí el Pepe Cuevas es top también, realmente lo hallo el descueve. Pero también cabros chicos de 20, de 30 años súper buenos. Si pienso en la edad que tienen, si calculo cómo escribía yo a su edad, simplemente me muero de vergüenza. Los huevones son infinitamente mejores. A su edad, con los libros que me han mostrado, yo escribía mucho peor que ellos, súper simple. Entonces en ese sentido es como buena onda.
- Es tranquilizador.
- Claro, es eso, y tiene una relación con los palitos. Y aquí volvemos a la cuestión del mundo y a la cuestión social, porque es terrible, porque esa huevada es la educación. Eso es impagable, es lo único que haría el cambio.
- Pero eso es inalcanzable para la mayoría.
- Absolutamente. Tiene que ser un país entero el que cambie. Todos los cabros chicos a distintos colegios, pero que sean todos iguales, en el sentido de que exista el mismo nivel. Imagínate. Obviamente los maestros deberían ser las personas más importantes de la polis, de eso no cabe ninguna duda, son los huevones que hacen que salgan las generaciones que hacen que la vida sea vivible, la gente que hace que se pueda pasar bien sobre la Tierra o disminuir hasta donde se pueda el grado de dolor. Es donde uno puede hacer que la gente se eduque como la gente. Eso para mí es un país civilizado, uno que tenga medicina social y la educación gratis y buena. Todo lo demás son saltos y peos, son chivas.