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UN CAFÉ CON CARMEN BERENGUER
Por Sergio Rodríguez Saavedra
Publicado en La Noche, N° 108
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Frente al Río Mapocho, sobre el Metro Baquedano, que cada día absorbe y expulsa miles de personas, se ubica el departamento donde Carmen Berenguer escribe la obra que contempla y actúa, al paso de los años, en la historia social y política de nuestra ciudad. Un trabajo imbuido por el asedio que, desde el lenguaje, señala los cuerpos lanzados al mar y la calle en un mismo gesto que la poesía devela. Este pensamiento identitario se manifiesta tempranamente en A media asta (1988), y su primer libro, Bobby Sands desfallece en el muro (1983), libro que relata la descomposición física y posterior fallecimiento del poeta irlandés, como lo recuerda la misma Carmen: “El golpe militar, me marcó y comprendí que era una testigo muda, sin habla. Sintiendo impotencia perturbadora a la prohibición en aquellos oscuros días. Censuradas palabras y nombres: ‘compañero, Salvador Allende, revolución, pueblo, amigos, pobreza’, un manto de horror y sospecha me embargaba. Lentamente comencé a escribir. Sentía que debía decir: balbuceé el tiempo que experimentaba. Lo intentaba. No me preocupaba si lo hacía bien o mal solo que era ferviente mi deseo de poner de relieve imágenes de una película entrecortada. El grafiti, una manifestación social de la escritura manual, ha sido una herramienta libertaria en momentos de opresión. Cuando escuché que Bobby Sands era poeta y escribía con caca en las paredes de la cárcel de Maze en Inglaterra, pensé en lo orgánico que es la escritura”.
Al autoeditado Bobby Sands… le sucederá Huellas de siglo (1986) y el ensayo Escribir en los bordes (1990), para finalizar una década marcada al mismo tiempo por su irrupción en la literatura y la fuerte opresión que desde el gobierno militar se destilaba sobre la población, en especial, los artistas disidentes que hacían malabares para sacar a la luz su producción: “Toda esa autoproducción de los 80, publicada sin autorización de la ley del libro por DINACOS, fue clandestina, autoediciones de 200 ejemplares se perdían entre amigos y en las ventas callejeras o en recitales”.
Así como se fueron llenando cárceles y centros de tortura, haciendo míticos nombres eufemísticos como el Palacio de la Risa o Villa Grimaldi, para ubicar la geografía del dolor, también Carmen, como la mayor parte de su generación, formará parte de los movimientos que emergen desde la sociedad. Entre ellos la Sociedad de Escritores de Chile, entidad gremial de la cual ha sido presidenta y directora, casa obtenida en los años 60, gracias a la intervención de Pablo Neruda. “Con toda la ciudad cerrada, comenzamos a llegar a la SECH, cuando era resguardada por los presidentes Luis Sánchez Latorre, Martín Cerda. Allí fue un centro de resistencia literaria y cultural, fíjate en la enorme producción de publicaciones, trípticos y revistas como formas de mostrar lo que se publicaba. Un taller que aglutinó cerca de 50 escritores. Dos congresos literarios: De jóvenes escritores y escritoras, autogestionados. Actividad señera como espacio de lucha por la libertad de expresión. En una década fuimos peregrinos de bares. Nos convertimos en parroquianos de la disidencia en nuestro barrio cultural y político”.
Momento gravitante por el vacío que se generó después del golpe, también una época de riesgos para quienes manifestaban abiertamente su opción, donde había que confiar en los amigos y las reuniones eran dentro de un bar, en La Morada, Casa de la Mujer: “El Castillo Francés a principios de los 80, era un encuentro de escritores de la Sech y un futuro literario, en todo el sentido de la palabra y de alguna manera eso ha sido pues los jurados literarios son los que deliberan muchos premios en organismos culturales del Estado, no es menor ser los jueces que dictan la norma literaria en Chile. La generación ochentera ha sido productiva, obviamente que no pensó en estridencias representativas de algún elegido o un Rimbaud, parejitos como pajaritos, pero no han dejado de escribir, han afinado sus plumas en el oficio. Por contraste, el Jaque Matte fue diverso y total. Todo Chile paraba en este bar y fue el chirrido de una puerta que se abrió libre de presagios, libre pensando siempre que la Alameda era nuestra y la Plaza Italia, el centro de la vanguardia revolucionaria en todo sentido de la palabra. En el Jaque se analizaba la última performance, la última protesta, no enumeraré a los artistas porque desde Ortiz de Zárate hasta Teillier y la Stella Díaz Varín decían su último verso y los muralistas al rojo vivo, su última imagen. El Trauko recogía la noche para una nueva versión. Y el Pogo de ‘Los peores de Chile, los Pinochets Boys, Las Panteras Negras, el Prisionero Jorge González hasta La Ley, su última corchea”.
— Un ir y venir entre las urgencias sociales y las de creación, tal vez ese bastión que salva a muchos de la caída ¿Cuáles eran los sitios donde podían gozar de esa mezquina libertad de hablar con los amigos y sentirse viviendo? Le pregunto en un cuarto lleno de recuerdos de todos los amigos, en especial de Pedro Lemebel.
— El Venezia. Allí los sanguches de pernil con ají y un tinto, te cambiaban la vida, lugar de amigos del corazón, de lo que es un boliche con un buen músico de boleros y tangos, cobra un intenso espacio del desencanto, del amor perdido de un lugar viejo y sucio, con sudor a cuerpo, y es que tiene y conserva la vida de lo que es un verdadero bar latino de barrio.
Finalmente, para completar este cuadrilátero, existió el Insomnio, un bar diminuto frente al Parque Forestal. Se llegaba a rematar la noche. La dueña era una hermosa mujer que había regresado del largo exilio parisién. Carla era una anfitriona excelente, te hacía sentir cómoda. Desde las 3 a.m. intoxicados y lúcidos embriagados, bailamos y cantamos y con- versamos desmesurados en madrugadas infinitas, llegamos a los 90. Muy ondero y pitufo de chico. Sin embargo, cabíamos muchos pegados a la noche estrellada febril y meláncolica. La Morada y la radio Tierra, fueron un lugar de encuentro del feminismo y las mujeres por la vida, opositoras al régimen patriarcal de Pinochet y a la cultura de la muerte a que nos sometía. Un lugar que tuvo una radio. Un medio de comunicación tan importante y fundamental que se convirtió en vocera de la disidencia dura.
MI OPCIÓN EN EL ARTE, HA SIDO TOMAR RIESGOS
— Los vocablos, las imágenes que transmite Carmen Berenguer me traen a la memoria la aparición, más allá del conversacionalismo parriano, del rescate de las jergas, los slang de nuevas tribus urbanas, el grafiti, el habla carcelaria como ocurre en Naciste pintada, ese entramado de géneros literarios que publicara en 1999, donde hablan torturadas, prostitutas, mujeres fallecidas. Entonces le pregunto por la oralidad, ¿qué origina ese afán, dónde pretende llegar?
— He recorrido un momento de existencia de la calle, y el hacer activismo político ilegal, en aquellos espacios en el que a veces pensabas que si te moriai y qué. Una loca razón, como dice Gabriela Mistral.
No quisiera etiquetar mi proceso de escritura, sin embargo, puedo decir que mi opción en el arte, ha sido tomar riesgos. No me interesa el copy rigth, lo encuentro flojo a la larga. Además, informada, lectora, escritora, a muy temprana edad infantil leía revistas ilustradas, entonces la visualidad se hizo parte de mi vida. Desde mi niñez vi cine. Ha sido parte de mi formación el cine de vanguardia y de la posguerra como el Camp norteamericano y mucho cine latino del siglo reciente. Fue parte de mi cultura. Las transformaciones políticas y culturales en América Latina y su época de contrarrevoluciones en los años 70, y sus efectos de desintegración social y cultural, han sido fundamentales para apreciar la letra, como un arma importante al crear un espacio disidente. Y la lengua no está ajena, porque lleva en su interior nuestro desastre histórico. Entonces qué escribir en estos espacios desasosegados, impenitentes. Qué se dice en ese ahogo primario, liarse con las complicidades en perpetua rebeldía literaria. No logro entender esta poesía burguesa y chocha, que ha penetrado emocionalmente al yo, chileno.
Mi poesía es escritura, y debido a ello me situo más en una paraliteratura, metaliteratura o fuera de ella; su diferencia es albergarse más en sus significantes y un significado desplazado. Mis apegos son más en los otros otras que en la universalidad occidental del logocentrismo. Por ello Naciste pintada apela más a recontar historias en un documental, en el que hay múltiples capas como torta de mil hojas por no decir “mil mesetas”. Que es y han sido los privilegios de ampliar criterios literarios. Sin ánimo de vanguardismos o transvanguardismos que tanto encanta a los chilenos. Simplemente yo escribo leyendo y leo escribiendo.
— Tú eres la única poeta chilena en recibir el Premio Iberoamericano Pablo Neruda, lo cual es un halago. Sin embargo, ¿hasta dónde crees se extiende la deuda con la mujer en nuestro país?
— No se trata de una deuda con las escritoras mujeres el obtener premios más o menos. Se trata de disputar el terreno perdido, es estratégico, es político, como forma de lograr una convivencia digna de hacer este oficio literario y plural. Se trata de preguntar por las estructuras nacionalistas y chovinistas de la institución literaria, corregir sus supuestos universalistas y canónicos. Es corregir las desigualdades arbitrarias y su espesor en Chile.
EL LENGUAJE, ESE DESCONOCIDO
Sobrepuesta a un cáncer de mama que le hizo perder su cabello, su frondoso cabello con el mechón blanco característico, ahora trabaja un tema que puede ser tan complejo como liviano: el pelo.
“Mis temas literarios son culturales y políticos variados, abordan hablas, sujetos ilegales, marginales desde mi lectura. El cuerpo ha sido una línea transversal dentro de mis temas, pasando por mi experiencia subjetiva. Siempre su medio es: ‘El lenguaje, ese desconocido’. De tal manera que el pelo no es superficial, todo lo contrario, es un tema político, sicoanalítico, cultural muy importante. Dentro de mi investigación acerca del pelo, leí que el ejército norteamericano llegó durante la guerra de Vietnam, a una comunidad indígena con el fin de reclutar muchachos, ya que evidenciaron que eran muy desarrollados para las comunicaciones y leer códigos del enemigo. Al ser reclutados los pelaron, y luego de entrenarlos no sirvieron para esos fines. Finalmente se llegó a la conclusión que al cortarles el pelo perdieron su capacidad debido a que el pelo tiene propiedades que, por medio de sus raíces nerviosas, son receptivos a captar señales del medio ambiente. Ahora, habría que preguntarse por qué los pelan en los recintos militares, porque es un acto supremo de humillación. Y en mi investigación he ido descubriendo por medio de la historia, algunas muy interesantes”.
Así, cuando cae la tarde sobre los puentes que cruzan el río y la habitación de la poeta, se oscurece lentamente, dejamos la conversación literaria, el tiempo que pasa y pesa en las obras, y nos envolvemos, nuevamente, en el tiempo presente de un café con Carmen Berenguer.