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La Esquina es mi corazón de Pedro Lemebel
(Editorial Cuarto Propio, Santiago, 1994)
Carmen Berenguer
Poeta y artista visual
Publicado en Revista Nomadías, Julio 2016. N° 21.
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El libro La esquina es mi corazón, publicado por la Editorial Cuarto Propio el año 1994, tanto su presentación como el libro mismo, fue un acto de carácter clandestino, por una cantidad de circunstancias derivadas del entorno político y cultural oficial que circundaba a aquellos artistas observadores de una transición de los acuerdos a la euforia de una alegría que no llegó.
El formato del libro se asemeja a una copia a la chilena de la colección ‘Pulp Ficction’. En la portada negra resalta la foto espectacular de Lemebel de una intervención que realizó en el Parade Gay en N.Y. donde corona la cabeza de jeringas con sangre y las agujas como púas, que evidencian la tragedia del SIDA y su participación como performancista activista. En el dorso lleva un peto de imágenes originarias en rojo y la pose… como si estuviera firmando la noche estrellada de su denuncia.
La Esquina es mi Corazón, se presentó en el Museo de Arte Contemporáneo, en 1995, tiempo en el que ‘Las Yeguas del Apocalipsis’ eran resistidas entre los progresistas. Curioso, si pensamos que era apenas un juego para animar el cementerio nacional, ya que el horror que vivimos recién comenzaba a ventilarse en público.
Las puertas se abrieron a la sala del museo, gentileza del Curador Ernesto Muñoz.
Estas crónicas, entonces, tienen un contenido de fondo: su profunda necesidad de libertad de decir; un paisaje pornográfico de la lengua territorial, en esta ciudad latina y local.
El cuerpo de la prostitución es una calle producto del imaginario Lemebeliano en la ciudad de Santiago y su rostredad es la copia de una utopía manchada y sucia.
Pedro le saca punta a su pluma al delinear con precisión sus personajes que en el artificio de su lenguaje lo verosímil se pervierte en las ventajas de la ficción produciendo una mascarada, una mueca, un carnaval ya no crónica, sino otro género por hacerse, Pedro Lemebel, subvierte las formas canónicas de la literatura y es la relación o yuxtaposición entre diversas formas del decir lo que estalla en el texto y fuera, sobretodo fuera del él.
Este recorrido estético más que literario, callejero, brutal, sórdido, se festeja como un refrito en las mismas paradojas en que los ‘chilean New Kids en el Bloc’ son reinventados a partir de aquellos pálidos gringuitos posmodernos, para presentárselos a los buitres callejeros locales. Su nacimiento en socavones, rincones suburbanos parasitarios del centro, en las noches de la mariconería, en el sobajeo carnal de la cuadra chilena. Y Lemebel recogió ese saber popular en el interior de una escritura profana, pagana, que tanta sonrisa provoca a la academia literaria.
Cierto es que el prontuario cultural artístico y literario de Lemebel tiene compañías, concomitancias, lindes, en el mapa nocturno, se encuentra con el artista creador de imágenes fotográficas de la prostitución homosexual chileno, Ernesto Muñoz, el cronista y poeta Néstor Perlongher, el poeta Osvaldo Lanoy, vecinos, el poeta y narrador Eduardo Lamborghini, entre otros. La pasión chinezca del devenir del arte latino en la escandalosa postal del sueño latinoamericano: Simón Bolivar. Los artistas de los eriales cordones pobres de la ciudad: El colectivo de arte Los Angeles Negros, entre muchos otros.
Y en una cartografía literaria más incumbente, la crónica mexicana de Salvador Novo, Josefina Estrada, Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska, entre una larga lista con más nuevos como Vicente Leñero, Carlos Marín.
Por esos rellanos del tiempo existió la importante revista cultural Página Abierta, allí con una pluma novedosa el autor desvestía ácidamente las organzas livianas de la nueva pose política de sus mandos medios en la cultura.
Por ese espejeo “fino y metonímico” atraviesa todo el espectro de las figuras familiares patronímicas ensamblándose lo culto y lo picante de nuestro orgullo nacional. La letra con sangre entra. El remilgo maricón de la consonantes. Los muchachos del bloque. El fantasma del Zanjón de la Aguada. La cosmética nacional de la peluquería del barrio. La loca del estadio y el olor de las barras. Las anacondas de los parques. El perfil cuico de la política nacional. La chilenidad y la empanada criolla, etc., todo el prontuario desarreglado por la Juana Rosa o su pluma como lluvia matinal de la mermelada rica, acamala la letra que por las rendijas, el almíbar sentimental adulzona, la audaz lengua de serpiente, para desamblar el léxico en su violentez radical.