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Mi Lai o la reescritura de la memoria en Carmen Berenguer
MAGO, 2015

Por Jaime Lizama






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Estamos, sin lugar a dudas, ante un libro decisivo dentro de la trayectoria poética de Carmen Berenguer. Habría que partir diciendo sobre MI LAI (Libro publicado por Berenguer  en el año 2015), que se trata de un texto que construye ardorosamente una ruta, una especie de road movie, a la manera de “Busco mi destino” de Denis Hooper, un diario de viaje, pero más que un diario de viaje es un desplazamiento de la escritura por dentro, biográficamente, una indagación en la memoria. Incluso puede entenderse, como una especie de contraparte o contrapunto de Mei Kampf, ese gran proyecto del poeta Raúl Zurita que anuncia dar a luz; una lucha donde el posesivo Mi, en este caso, es escasamente mesiánico, escasamente globalizante, en sintonía con lo que dice Fancine Masiello en el prologo al libro: “Mi LAI, dice Masiello, es el homónimo en inglés de mi mentira, la mentira que es la ficción”. He aquí un cuerpo poético tras la huella de su propio autor.

Pero sobre todo el título “Mi lai” apunta y apela a la memoria de una masacre particularmente infame en pleno holocausto vietnamita, en marzo del mítico año 1968, en el exacto punto donde se cruzan la miseria y el esplendor humano, esplendor que se regodea y se despilfarra desmedidamente en el mayo del 68.

Desde “Bobby Sands desfallece en el muro” hasta esta última publicación de Berenguer, existe por cierto una voluntad de desplazamiento del discurso poético, es decir, de correr sus límites y asumir cabalmente sus riegos, donde la palabra hablada ejecuta su disección del buen decir lineal, hegemónico y políticamente correcto, donde el género poético naufraga en el narcisismo. En este plano, Berenguer ejecuta y lleva a cabo una inscripción cultural que corre paralelo a la escritura plebeya de Lemebel, pues ambas desbordan, rebeldemente, el oficio como una mera antesala a la academia, como el preámbulo de una construcción metafórica volcada a la autocomplacencia y la negociación simbólica, mediante la cual se establece el tráfico de la no beligerancia y del no comparecencia disruptiva. El trasvasije de la política de los acuerdos a la cultura y sus sistemas de legitimación, no está operando en este tipo de escrituras nómades y de pliegues plebeyos y transgresores. De esas huella que objetan y transitan entre alambradas.

Así las cosas, en MAI LAI, Berenguer se sumerge en los años sesenta, reconstruyendo su antes y su después, el de la derrota, del esplendor y la utopía en permanente errancia; una errancia eso sí que va instituyendo pliegues y repliegues de una singular memoria Norte-Sur, que en Berenguer se trafica inversamente, sin el mínimo asomo de genuflexión, al modo como se textualiza en la crónica inicial e introductoria de “Mi Lai”: “Yo aprendía a manejar un playmouth azul en el highway ir al supermercado y adquirir una máquina checa en un sale por un dolar aprendía a escribir me sentía en una rutina nueva pensaba que esa sería mi vida futura en las academias norteamericanas de los programas de español que van a buscar las experiencias a los países negreados por el mismo imperio”.

Una crónica, qué duda cabe, de la desolación y, al mismo tiempo, de un intenso aprendizaje que se desplaza, se fuga y vuelve a retornar en una memoria que parece que se cierra y se expande en torno al año 1969, una vez que la autora ingresa en pleno a los “estados unidos” e inicia su recorrido por la palabra; esto, por cierto, mucho antes que una pléyade de oficiantes de escritores se prosternaran ante la “patria imperial” como el perfecto domicilio para reconstrucción correctamente académica, volviendo posible y personalmente utópico, el trafico seudo multicultural, hoy transformado en una aspiración sin ningún trazo de intransigencia.

A continuación se nos viene IMPRINTING, una segunda crónica que opera aquí como pastiche de citas a la muerte, la lectura y las drogas, de la mano del insurrecto Timoty Leary, en medio de un desacato a las normas de una intertextualidad que se rige habitualmente en el respeto de los planos y de la autoridad de las hablas. IMPRINTING es, más bien, el fragmento que busca exponer el cruce del dolor, la enfermedad y la muerte mediante el efecto gatillante de las drogas y su adicción productiva.

Al mismo tiempo, MUJERES se instala en uno de los recorridos ineludibles de Berenguer en su construcción como sujeto cultural; cita, lectura, ironía y alusión fragmentaria, transcripción también a medias para hablar de la errancia política de la mujeres y que en “Mi Lai” puede desembocar, sin ningún tipo de fisuras, en la comparecencia de una de las escasas poetas beatniks de los años sesenta, Diane DiPrima, comparecencia que no puede ser entendida como una mera transcripción de citas de acompañamiento, sino también como la partitura de una refriega que moviliza la escritura contra el poder.

“Mi Lai” hasta este punto de su recorrido, que va desde una intensa habla que se repliega en una construcción de lo textual, al tiempo que sugiere ir de la crónica, el pastiche, el fragmento y sus señas de complicidad, se circunscribe y también avanza como una puesta en escena, como un texto que en cualquier momento se despliega como otra cosa y se extravía en una mera nomenclatura de autores y transcripciones, donde la memoria y la biografía pasan a un parcial y defenestrado segundo plano. No obstante, la puesta en escena, en este caso, lleva consigo una definida señal de ruta, un habla que no ha extraviada el norte de su indagación inicial, en un punto donde lo transcurrido no ha invalidado la huella de los pliegues conversos de la propia memoria y de una biografía que no ha establecido ningún plan de aparcamiento o de instalación en el lugar de lo adecuado y lo pre-escrito.

Por el contrario, Mi Lai como un apasionado  artefacto de ese transcurso, a partir del texto “CHICOS, VAMOS A HANGEAR” comienza a desplegar su poética en su sentido más estricto, nos encontramos aquí, desde este punto de repliegue de la escritura, con un conjunto de textos poéticos que, sin quererlo en forma expresa, abren o explicitan un cruce de la memoria, un allí que esta acá, un antes y un después, que Berenguer pasa y repasa lugares donde estuvo, estuvieron, Janis Joplin, Basquiat o el comité chileno antifascista, una yuxtaposición intensamente lírica, donde la estadía primera, en los lejanos años sesenta, se reescribe, sucesivamente, en los 80, los 90 y el 2000, en el cual el texto estrictamente fechado nos parece inducir en aquella retrovisión donde lo lejano es visto desesperadamente como próximo.

Es más, en Mi Lai, Manhattan o Nueva York, en su biografismo, va mucho más allá que aquellos inefables textos icónicos, ya sea el de García Lorca o el “A partir de Manhattan” de Enrique Lihn, pues Berenguer es capaz ahí mismo de llevar a cabo esa doble visión de volver a ver, de repasar la gran urbe por su poética de ahora y de antes, como si fuera el Santiago de aquí y de ahora, al lado de plaza Italia.

Esa visión en Mi Lai aparece de pronto y de forma intensa en un puñado de textos: “Solamente Manhattan”, “Penn station”, Central station”, “La 108 con la 7ª Avenida”, donde queda suficientemente claro que el discurso sobre la ciudad no era patrimonio de un género en particular, el que parecía ser afanosa y celosamente custodiado en el Canon.

A partir de esa zona, los atajos de Mi Lai se vuelven recurrentes, uno de ellos tiene que ver con la tribu, un potente texto de glorificación colectiva que lleva por título “Nevada”, donde un grupo de mujeres viajan de un estado a otro, cruzando las hablas y su mestizaje y rememorando el road movie de los beatniks, de San Francisco al desierto de Arizona, acaso sin querer también homenajeando ese gran viaje alucinante hacia el fin de “Thelma y Louse”. Al mismo tiempo, “Paisaje de cristal en Iowa” o “Misissipi blue”, son el registro de la memoria en clave de revisitación nostálgica, de volver a ese mismo lugar que nos vislumbró, que nos dejó atrapado en ese instante y nos deviene remotamente aunque estemos ahora mismo en su presente que imaginamos y retocamos.

No obstante lo dicho, estamos frente a un cuerpo poético que explicita aquí, desde un comienzo, sus lecturas y sus recortes interpretativos, donde el ejercicio de las citas y las fechas constituyen la unidad conflictiva y limítrofe de “Mi Lai”; pliegues y yuxtaposiciones que hacen de este texto-artefacto una forma no inocente de leer, de incursionar dialógicamente en lo biográfico, sin estar domiciliado a punto de vista único: la biografía del padre, la madre o la abuela santa; se trata, más bien, de una cierta nomadía huacha y plebeya, que se escapa de la norma y de la herencia siempre unívoca y puritana de lo sagradamente familiar. Esto es, la familia poética chilena y todo su parentesco tristemente conservador.

En suma, Mi Lai, en forma muy significativa, viene a consolidar, a partir de una escritura al borde de lo biográfico y de no menor espesor lírico, una de las trayectorias poéticas más descarnadas y limítrofes de este lado del continente, atravesando los territorios siempre conflictivos y minados de las políticas del género y de su represión, sin temor a conflictuar y recusar el espacio cultural, cuestionando desde dentro la habitualidad transigente y patriarcal de una tradición poética consabidamente hegemónica. He ahí la rebeldía y el desacato de “Mi Lai”.



 



 

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