"Hambre. Hambre. Hambre. Hambre". La palabra se repite decenas de veces, sobrevuela en las páginas en todas las direcciones posibles y quizá sea la que sintetice todo el libro. Hablaba de algo lejano, de un líder del grupo militar irlandés IRA que recién había muerto preso en una huelga de hambre, pero resonaba en lo que pasaba en el Chile de ese momento, 1983.
Bobby Sands desfallece en el muro fue publicado en noviembre de ese año por Carmen Berenguer, que elaboró el poemario como una pieza artesanal: era un cuaderno hecho en roneo copiado en mimeógrafo. "Luego supe que sería ese el modo de enfrentar toda mi vida literaria", contó hace unos años la poeta, cuando ya ese libro estaba inscrito en la historia de la poesía chilena y ella, si bien seguía escribiendo a la intemperie, ya pertenecía a la estirpe de las leyendas de la lírica local.
Combativa, disidente, callejera y experimental, Berenguer murió el jueves recién pasado a los 82 años, tras complicaciones respiratorias que la tuvieron hospitalizada por casi una semana.
Figura sobresaliente de la generación literaria de los 80, fue parte también de una bohemia cultural en dictadura que hizo del centro de Santiago el escenario de un renovado lenguaje literario. "El arte es resistente y político y he elaborado sentidos en los vacíos de la república.
Creo que lo que permanece en mí es el asombro que me hace perder el equilibrio: eso produce un estado desestabilizador al que tengo que agarrarme", aseguró en 2021, cuando presentaba su último libro, Plaza Dignidad, un volumen de crónicas y notas sobre el estallido de 2019.
Ganadora del Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2008 y dos veces postulada al Premio Nacional de Literatura, Berenguer escribió una decena de libros de poesía que, como ella misma contó, provenían de ver "el mundo al revés". También, como añadió en entrevistas y aparece en sus poemarios, es el eco de lecturas de Góngora, Pablo de Rokha, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Kerouac, Enrique Lihn y Gonzalo Millán.
Pero más que los ecos literarios, la sustancia de su escritura da cuenta de los pulsos y urgencias de la calle: "A mí, como escritora, se me dio un tiempo de mucha versatilidad en el país. Mucho cambio. Cambios radicales: socialismo, capitalismo. Todo cambió en todo sentido. Santiago se transformó. A mí me parecía importante escribir sobre eso. Mi poesía es documental. Yo soy documentalista", dijo en una entrevista con este diario.
Nacida en Santiago en 1942, Berenguer creció con su madre y su abuela. Casada con el científico Carlos Jerez, antes de entrar en la escena literaria, lo acompañó por temporadas en Estados Unidos. Estuvo en Iowa en 1969 y en Nueva Jersey en 1979, mientras Jerez se perfeccionaba en sus estudios.
Al regresar a Chile, se sumó a los talleres literarios de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech), donde se encontraba con Pía Barros, Ramón Díaz Eterovic o Rodrigo Lira. "En ese entonces estábamos muy hambreados, en todo sentido. Teníamos múltiples necesidades culturales, pero también poca plata. El medio estaba complicado. Eran años tristes, lo pasábamos mal. Pero a la vez había mucha solidaridad. Recuerdo una energía muy estimulante para un escritor.
Pasaban cosas terribles, pero al mismo tiempo, el hecho de tener ideas y traspasar esas ideas, conversar ideas, nos parecía muy importante", contó la escritora a "El Mercurio".
Fue en esos años que conoció a Pedro Lemebel, un cuentista que luego pasaría a ser cronista. Juntos solían verse en el bar Jaque Mate, un refugio del underground ochentero, donde también llegaba Francisco Casas. Según contaba Berenguer, ella fue parte de las primeras ideas de la creación de Las Yeguas del Apocalipsis, de Lemebel y Casas.
"Punk, Punk / War, war.
Der Krieg, Der Krieg / Bailecito color obispo / La libertad pechitos al aire/ Jeans, sweaters de cachemira / Punk artesanal made in Chile / Punk de paz / La democracia de pelito corto/ Punk, Punk; Der Krieg, Der Krieg / Beau monde. Jet-set rightists / Jet-set leftists", escribía Berenguer "Santiago punk", un poema incluido en Huellas de siglo (1986), su segundo libro.
Por entonces, Berenguer ya vivía en un departamento de los Edificios Turri, frente a la Plaza Italia, un espacio que se convertiría también en un punto de mira de su obra.
"'El lenguaje, ese desconocido', como dice Kristeva, me llevó por sus signos y desvíos, atajos, marcas, ausencias, silencios a largas lecturas que deja escurrir la historia de la mujer", escribió Berenguer comentando su tercer libro A media asta (1988), en el que indaga en las violencias sobre el cuerpo femenino.
Poco antes, había sido parte de las organizadoras —junto a Nelly Richard, Diamela Eltit, Eugenia Brito, Raquel Olea, Soledad Bianchi— del Congreso Internacional de Literatura Femenina. "En los 80 no había nada alrededor que pudiera cobijar a esa escritura ligada a las mujeres. De la única manera que se podía hacer algo era pensando esa escritura", contó en una entrevista.
Ganadora de la Beca Guggenheim en 1997, Berenguer escribió con ese apoyo Naciste pintada (1999), un volumen que cruzando géneros como poesía, crónica, cartas y testimonios explora los márgenes urbanos y sociales en que la voz de los poetas y las mujeres hablan del tránsito de la dictadura a la democracia. "La escritura de Berenguer documenta el nomadismo de este fin de siglo, reinscribe, en la poesía, en los rituales de su ceremonia chilena, la contracorriente de los signos alternos, aquellos que en la calle deja su tránsito herido, su marca de humanidad puesta en duda", dijo el crítico peruano Julio Ortega de Naciste pintada, que en los próximos días reeditará Fondo de Cultura Económica.
Autora también de los libros mamá Marx (2006), Maravillas pulgares (2012) y Mi Lai (2015), cuando en 2008 se convirtió en la primera mujer en recibir el Premio Iberoamericano Pablo Neruda, aseguró: "Hay páginas inolvidables que las hice mías, épicas como Canto General, que trazaron su ethos en la poesía chilena, y que se hizo fundamental en los oscuros momentos que nos tocó vivir. Por eso tuve que recoger los despojos de un sujeto en crisis permanente, crisis contemporánea y en alguna forma encubrir su representación de género.
Pues hay que reconocer que bajo la sombra del bardo, ha sido una tremenda exigencia, destinada a descifrar el infierno cotidiano".
Como si volviera al lugar desde el que surgió, la poeta fue presidenta de la Sech en 2012 y 2014. Debió suspender el trabajo porque sufrió un cáncer de mamas que, sin embargo, superó.
Autora de numerosas crónicas reunidas en libros como Crónicas de la transición (2019), Berenguer siempre insistió en seguir el signo de su época e, incluso, en su libro Plaza Dignidad buscó en las voces de los bordes sociales. "Para mí era fundamental, era casi mi desafío, proponer modos nuevos o llamativos de escritura. Trabajé mucho el reverso de la escritura, conceptos bien feministas: las orillas, los rincones, los márgenes. Yo me preocupé de decir algo de otra forma", aseguró en 2018.
Pese a su vocación por documentar la alteridad, en uno de los últimos poemas de mamá Marx decía "mi voz se pierde en referencias clásicas" y parafraseaba a Neruda, Mistral, De Rokha y Nicanor Parra.
Su último texto publicado apareció como prólogo en Un nuevo relieve (2020), un libro de Ediciones UDP que recoge sus libros Bobby Sands..., A media asta y Sayal de pieles.
Ahí Berenguer relata los orígenes de cada uno de esos libros y cuenta que provenían de luces específicas que la impactaron. "Esa lumbre que se ha encendido me ha permitido ingresar en lugares inéditos y privilegiados de la escritura", anotó.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Callejera y rupturista:
los ecos de la poesía de Carmen Berenguer
Por Roberto Careaga C.
Publicado en REVISTA DE LIBROS, 19 de mayo 2024