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Poesía en una habitación estrecha
«Cero», Claudio Bertoni. Ediciones Overol, Santiago, 2021, 180 págs.

Por Pedro Gandolfo

Publicado en REvista de Libros de El Mercurio, 20 de junio de 2021



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Es un misterio —confirmado por decenas de testimonios biográficos— la predilección de la buena poesía para escoger las circunstancias más adversas en las cuales crecer. Es lo primero que se viene a la cabeza después de la lectura de Cero, de Claudio Bertoni. Es una poesía escrita en una situación extrema, la más extrema para un poeta y una persona, en el borde de la sobrevivencia como sujeto, como hablante, como ser humano, en las "ultimidades”, cuando la subjetividad está a punto de venirse abajo, cuando se siente el temblor cada vez más fuerte antes del desplome inminente. En ese lugar la escritura tiene poco espacio para moverse, porque, precisamente, la conciencia se encuentra casi completamente copada, capturada, obsedida, por el dolor, la enfermedad y la muerte propias que inundan la cotidianidad. Ese copamiento —del cual estos versos dan nítida cuenta— es el núcleo de la angustia: la imposibilidad o casi imposibilidad de salir de sí, de dar con una pequeña holgura ante ese acoso incesante y omnipresente. Ahí, en esa fina y temblorosa holgura, se instala este poetizar que no puede sino tratar de esa circunstancia "última". Cero es un poema agónico, de las ultimidades, de la soledad en la vejez, de lo que es peor que esa soledad, de la extrañeza de seguir viviendo cuando la vida parece carecer de toda promesa de alegría y se ha convertido, como dijo Kavafis, en "una extraña cargante".

Dicho esto, cabe preguntarse cómo es que la poesía se sostiene allí y puede diferenciarse del mero grito desesperado, de la quejumbre acezante o de la confesión y lamento anterior a la muerte y, de ese modo, este libro reclama preguntarse también sobre la naturaleza de lo poético, reflexionar sobre aquello que lo consituye, lo cual queda expuesto en estos versos con desnuda desolación.

Uno de los soportes de la poesía aquí es el uso de la ironía, de un cierto tipo de humor y de dosis importantes de ambigüedad. Este poemario, por momentos, parece que no debió llamarse Cero, sino “Casi Cero”, porque a cada rato el poeta reconoce que lo extremo de su situación se encuentra todavía en el margen de lo tolerable. Esa cuestión, vinculada a la idea del “exagerar”, introduce una saludable ambigüedad. La cita, hermosísima, de Marco Aurelío, respecto a que el ser humano posee virtudes naturales para tolerar males cuya intensidad se mantenga dentro de lo "soportable y llevadero", ambas palabras puestas en cursiva, señala la imprecisión en que se coloca el poeta: ni la muerte (no podría escribir) ni un mal a tal grado insoportable que empujaría a la solución que siempre está a la mano —el suicidio—, a la cual le dedica algunos versos soberbios. Por ese "casi" ("ráfagas/ de malestar/ insoportable/ casi”) se cuelan la televisión, bailar escuchando canciones amadas, regar el jardín, los libros (libros/ que alivian/ librerías/ como farmacia)” y la poesía misma.

El lector de Bertoni se encontrará acá con Bertoni en sus tópicos, aunque le faltarán algunos (como el erotismo) y se sorprenderá con ciertas presencias (Dios y la oración) y también, en lo formal, usa recursos ya empleados en otras publicaciones: el verso breve, el poema corto (aunque el poemario puede ser considerado como un solo poema largo), cuya tradición se vincula con el haiku, la poesía oriental y el epigrama grecolatino. El oficio siempre impecable: Bertoni es uno de los poetas con mejor oído de la poesía chilena.

Acá, un ejemplo:

Nadie
Que tome
Mi temblorosa
Mano de a lo mejor
Ahora moribundo

Cinco versos, todos con una medida diferente, con un ritmo que parte con una sílaba acentuada ligeramente, camina luego dos o tres sílabas titubeantes sin acentuar y vuelve a acentuar, ahora con fuerza —como si se aferrara a ella—, de nuevo en la penúltima. Un poema con un encabalgamiento feroz entre el cuarto y el quinto verso ("a lo mejor/ ahora"), que convierte un "Nadie que tome mi temblorosa mano de moribundo” en un poema poderoso, porque en ese "a lo mejor ahora” está la duda que sostiene y a la vez arrastra, es el maldito "casi" que se estira y estira. El “nadie” inicial, aislado en el primer verso, posee mucha fuerza, porque en su posición indica la soledad en que se ubica el hablante y de la cual precisamente trata el poema, "nadie” que parece ir precedido (en silencio) de un “no hay”, una ausencia, ausencia que, como se entiende a partir de otros poemas del mismo libro, es lamentada y querida a la vez por el poeta. El esquema rítmico y métrico del poema ejecuta él mismo un temblor, y el oído del lector puede percibir un ligero trastabillar que lo recorre y que, de pronto, se convierte en un salto, y que es como la mano temblorosa del moribundo en poesía.

 



 

 

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«Cero», Claudio Bertoni. Ediciones Overol, Santiago, 2021, 180 págs.
Por Pedro Gandolfo
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 20 de junio de 2021