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Mi Lai. Carmen Berenguer

Editorial Mago, Noviembre 2015. 90 páginas

Por Omar Cid
Crónica digital



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La masacre de Mi Lai se perpetró el 16 marzo de 1968, por el ejército norteamericano.  Los cuerpos acribillados, quemados y fragmentados, son parte del museo del horror. De ahí entonces que la (re) semantización del hecho histórico, en un texto poético, es una propuesta audaz, cuyo hilo conductor son los fragmentos.

Desde ese coscorrón en la cabeza, Carmen Berenguer nos retrotrae a su experiencia en América del Norte, donde nos entrega lecturas, fotografías, nombres de diverso tipo  que dejaron una huella en su pensamiento-escritura: Diane Di Prima y su experiencia en las luchas de reivindicación de las mujeres, desde una matriz  cercana al anarquismo;  Gertrude Stein y su sentido de alteración del lenguaje como madre de las vanguardias, Ntozake Shange y su condición de mujer afroamericana, doblemente postergada, Demetria Martínez con el acento en los oprimidos, relatando los conflictos militares en Centro América, eso entre otras propuestas discursivas, provenientes de los márgenes.

Carmen es hija de una formación libre, autodidacta, por lo tanto sin las censuras, las imposturas propias de la formación académica colonizada. La indagación, la intertextualidad, son herramientas fundantes en este texto.  

 “yo soy este plagio/ este plagio es morena/ negrita de una paletada con cariño”.

Estamos frente a un recorrido intelectual canalizado por la poesía, para la autora no es una estrategia novedosa, lo distinto es su sentido explícito, donde la intuición,  en un figurado desorden confronta de manera inmisericorde al lector.

Sus retratos, postales, parecen  establecer un diálogo con la tradición española, en la senda de García Lorca con su “poeta en Nueva York” (1940) o la poesía situada, pulida por Enrique Lihn en “A partir de Manhattan” (1979).  Sin embargo,  es necesario establecer una notable diferencia, Berenguer desarrolla una particular conciencia de su voz reconociéndose como latina, mestiza, una sudaca ubicada en las calles y rincones del país del norte.  Esa dimensión vital, ayuda a su percepción temprana del collage, la hibridez, la disolución de los espacios y cuerpos sociales, fruto de una hiper-modernidad, en el sentido de Lipovetzky, Carmen, nos habla de una sociedad cuyo árbol genealógico es el orden la (hiper) vigilancia. 

“Si hubiera esperado el terremoto de San Francisco, todo se derrumbaría, menos Alcatraz” (Pág. 50 EN EL VAN AL AEROPUERTO)

Alcatraz como símbolo de opresión que permanece -y luego- el paralelo con Valparaíso: “¡Adiós! San Francisco y Valparaíso” (Bis).  Porque la herencia anglosajona, tiene una genealogía carcelaria, cuya disciplina impuesta en el sur-sur, es una estrella por numerar.

Son recurrentes en este imaginario, el rescate de las minorías, para instalarlas en el centro de su construcción estética, “MONALISA NEGRA”  es un bello ejemplo de esta estrategia, dedicado a Jean Michel Basquiat, uno de los tantos exponentes de la contracultura, cuya manera de expresión fue el  Grafiti, a principios de 1980:

 “Tránsfuga celestial del alba o pantalla boreal de la fugacidad lumbre eterna, movimos los labios y nos dijimos ruptura”. (Pág.56)

El gesto transgresor no se limita al homenaje, sino a la propia construcción del fraseo, a su destello y fuerza, bajo el aura de un barroco femenino.

  “En el norte del azur; grafiteros de molles antiguos rozaban el español espejo de la talla de Don Pizarro” (Bis). 

El discurso poético está hecho desde la desazón, el dolor, la necesidad de mantener en la memoria, la suya y la nuestra, esos trozos vertiginosos de vidas lacerantes:

“Dormías en las gradas de esta gran estación de trenes en el centro de Nueva York”. (Central Station. Pág. 58)

American Air es un poema extenso, transformado en arma de resistencia despiadada de un modo de concebir la poesía:

“volar entre las nubes/ es un triste estado para una/ poeta romántica/ devota del paisaje de la poesía chilena/ sin esta ciega cacería actual del ojo que nos/consume” (Pág.60)

El viaje posmoderno del relato poético, es un ejercicio (des) territorializado, donde el poeta debe dar señales constantes de buena conducta y aceptación de la globalidad de las palabras, aquí el uso del chilenismo “cachay” es el dispositivo de tenacidad territorial donde la empanada y el vino tinto operan en las fauces del Duty Free.

“al entrar al aeropuerto/ la imagen desaparece/antes de pasar a la policía internacional/borrándose hasta mi decir ¿Cachay?/este lapsus apegado a la lengua/ esa falla” (Pág. 60-61)

El vuelo moderno a lo Altazor, expresado en otros versos del poema, el viaje por los mares de la existencia, deja su espacio a este habitar sin suelo firme, donde la suspensión corporal y por ende formativa, supone y exige claudicar en la búsqueda de las raíces e ingresar a la nueva esfera, una Babel laberíntica, donde el espíritu fetichista nos traiciona cada día.

“entre las compras del Duty Free enloqueces libre/ por las bagatelas/para los labios/el perfume/en un estado de consumo interior/me viene/repentinamente un deseo de cagar/cagar al aire/al vuelo” (Pág.65)

La reacción es un rechazo visceral, un sacudirse entera, porque la agresión es totalizadora y su poesía –o la poesía- no puede dejarse conquistar y seducir de ese modo.

Mi Lai es un texto que estremece, una galería de espejos que nos invita a volver al origen, porque Berenguer mantiene ese estremecimiento de la palabra, esa insurrección necesaria, ese amor primero, que Albert Camus rescata de su primer libro:

“Cuando se seca el manantial, vemos cómo, poco a poco, la obra se acartona y se resquebraja. Tales son las ingratas tierras del arte que ya no riega la invisible corriente. El artista, de pelo ya ralo y seco, cubierto de bálago, está maduro para el silencio, o para los salones, que es como decir lo mismo. En cuanto a mí sé que mi manantial está en “El revés y el derecho”.

Carmen vuelve a su manantial primero, a esa fuerza inicial que está lejos de agotarse, porque se alimenta de caudales generosos, porque sus sentidos están abiertos a los aullidos de conciencia de ser y estar en la diferencia, en el margen, en estado de rebeldía.

“Vecina sin nombre vecina ronca en la noche
Vecina se enoja en lengua Cherokee
y vecina maldice en lengua Cherokee
Vecina ama en Cherokee”
                          (Mi vecina Cherokee. Pág. 84)



 


 

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