Proyecto Patrimonio - 2019 | index | Cristián Brito Villalobos | Cristián Vila Riquelme | Autores |
Presentación de Sala de espera de Cristián Brito Villalobos
Lord Byron Ediciones, 2019
Cristián Vila Riquelme
.. .. .. .. ..
En este poemario, marcado por ese poema de Claudio Bertoni, que oficia de epígrafe del libro y titulado precisamente Salas de Espera: la micro es una sala de espera la/ oficina es una sala de espera la calle es una sala de espera/ la sala de espera es una sala de/ espera Australia es una sala de espera/ el baño es una sala de espera el pasillo es una sala de espera/ la tierra entera es una sala de espera, lo primero que llama la atención es la brevedad de los poemas, verdaderos manifiestos de vida, cercanos a los Artefactos de Parra, y por eso no desprovistos ni de humor negro ni de humor político, como en el siguiente poema:
Tema país
a más lluvia
más gotera
La poesía de Brito Villalobos está marcada por el pesimismo y el desencanto, por esa comprobación de que la vida que vivimos es demasiado breve para saber de qué se trata o, como decía maese Sábato: cuando hemos logrado desentrañar lo que es la vida ya uno tiene que morirse. Y por eso alguna filiación con Teillier, aunque parezca extraño, ya que el poeta de Lautaro era un poeta de la nostalgia y de la aldea, es decir, de la infancia, pero, precisamente, por eso, porque Brito Villalobos nos lanza un brevísimo poema, que ya se hubiera querido el grande Ungaretti, y que me parece es clave para comprender no sólo este poemario sino que la poesía que nos convoca:
Niñez
el mañana no existía
Aquí la infancia es ese lugar no sólo del país de Nunca Jamás sino que aquel donde la culpabilización del futuro no es ni siquiera posible ni pensable. A ningún niño, a ninguna niña (pienso en Alicia), se le ocurriría ese estúpido imperativo adulto de mirar hacia el futuro, y digo estúpido no sólo por ese prurito de culpabilizarlo todo sino que si lo pensamos bien, mirar hacia el futuro es acercarnos a la muerte. Y de eso da cuenta Cristián Brito Villalobos en este, su libro Sala de Espera. A veces, como decía, con humor, a veces con desaliento, a veces hasta con la esperanza más irrisoria, como aquella de este poema:
Último deseo
fui feliz
o en los versos finales del poema Cuenta regresiva:
[…]
cuando el corazón se detenga
y el hombre solo
guardado en una caja
sea la memoria
ese día
moriré de risa
por lo inútil y bella
que fue la vida
o incluso en ese poema que sería como la explicación del título de este poemario:
Tome asiento, ya lo atendemos
recordar es un ejercicio
estéril
imaginar el futuro
es una quimera
vivir el presente
es caminar
sobre terreno resbaladizo
esperar
es lo único
que nos va quedando
Por esa razón, nos dice el poeta, esta vida, la única que conocemos, por lo demás, es una especie de levedad que se enciende y se apaga como una vela:
Costumbre
prender velas cuando se corta la luz
prender velas cuando acaba una vida
(Y entre paréntesis, es interesante que la metáfora se juega en la luz de las velas, no en la luz eléctrica ni en la luz ―extraordinaria― del sol, porque la luz eléctrica es automática, rápida, arbitraria en el acto de encenderse y de apagarse; la luz del sol no depende de nosotros, y su luz ni siquiera se va con un eclipse, sólo se va con la noche porque se nos fue del otro lado de la Tierra, pero su potencia está siempre presente en la luz refleja de la luna o en la luminosidad que proyectan las estrellas que son soles lejanos. Las velas se demoran en encender, en mostrar toda su pequeña potencia y, salvo cuando las apagamos con un soplido o con dos dedos húmedos, se va consumiendo lentamente hasta apagarse sin nuestra intervención, lo que ya por sí misma es una metáfora. En fin. Cierre de paréntesis.).
Entonces la poesía se presenta como en el poema Defensa personal:
la poesía
como acto reflejo
porque, como dice al comenzar su poema En las cornisas:
los poetas deben mantenerse
en la orilla
deben leer la letra chica
ver lo que no está a la vista
[,,,]
Aunque como dice en los versos finales del poema Los poetas, o tal vez por eso mismo:
[…]
los poetas
dicen tanta verdad
y tanta mentira
Pero también en esa definición inclaudicable de la tarea de la poesía y del poeta:
¿Por qué escribe usted?
porque sí
porque no
porque tú
porque yo
porque nosotros
porque los muertos
porque Dios
porque el diablo
porque Millán
porque Bolaño
porque Hann
porque el trago
porque el cigarro
porque la tortuga
porque Chuquicamata
porque EEUU
porque el miedo
porque el Ravotril
porque el sexo
porque tus piernas
porque el grito de gol
porque la camiseta naranja
porque las calles vacías
porque la infancia
porque el futuro
porque la nada
porque todo
porque la tumba
porque elegí vivir
este paso por el purgatorio
Sí. La poesía de Cristián Brito Villalobos, como ya lo decía anteriormente, es una poesía marcada por el pesimismo y el desencanto, pero en esa visión desencantada hay al mismo tiempo una porfía de vivir a como dé lugar, lo que hace pensar en el conatus spinoziano, es decir, en ese esfuerzo de perseverar en su ser que tenemos todos quienes habitamos esta tierra y este universo en expansión. Porque lo dice en los versos finales de su Clamor: […] Que alguien salve a los niños/ del espanto de estar vivos, y que no quiere decir que se apuesta por la muerte sino que por la negación del espanto, y que en nuestras sociedades son el resultado de la maldita culpa, de la maldita deuda, de esa maldita invención de la Caída y de las sombras que nos muestran como una condena y no como parte integrante de la luz y de los dibujos dinámicos de paisajes y siluetas que nos conforman, donde todo está presente y vive con sus luces y sus sombras. Tal como lo dice, o al menos como yo entiendo que lo dice ―y con esto termino―, en su poema:
Sombras
a lo lejos páramo baldío
donde las sombras
son el ocaso
hombre solo
andando
a la vista:
tierra licuada
sol apagado
las pupilas
pasan el tiempo
y amanece el crepúsculo.
Algarrobito, julio 5 de 2019