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Sala de espera
Poemas de Cristián Brito
Por Teresa Calderón
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Sabía que algún día deberíamos empezar a despedirnos.
Que no hay caso con el tiempo
y que no vale la pena engañarse.
Y no es cosa de darse la mano y hacer un gesto
que se vea casual.
Ya nos veremos otra vez. Gracias por todo.
Padre. Madre. Hermanas.
Amados amigos y amores. Hijos.
Fuera del azar que nos sorprenda
con alguna jugada desafortunada, la certeza.
Todos. Todos estamos a punto de traspasar
esa puerta. Y debemos aprender a despedirnos.
Lila Calderón
He iniciado mi presentación con los versos de la poeta Lila Calderón ya que “linkea” perfectamente con el libro de Cristián Brito quien señala en su notable poemario Sala de Espera -la misma donde todos nosotros los mortales “condenados como estamos esperamos nuestro turno”.
A Cristián lo conocí en la Universidad Católica cuando nos tocó junto al poeta Rafael Rubio participar como jurados en el concurso para estudiantes de la Pontificia. Desde entonces somos amigos que hemos compartido vida y poesía.
Sala de Espera desarrolla principalmente el tópico de las pérdidas y, por supuesto, el de la pérdida definitiva: la propia vida. Y antes de que ella llegue van apareciendo en la secuencia del libro, los pequeños naufragios cotidianos. Primero perdemos la infancia para siempre; luego los lugares sagrados, los amigos, los amores, las ilusiones y los sueños hasta quedar en aquello que somos hoy, aquí y ahora, después de un camino que se interrumpe de continuo para sortear las trampas habituales o los obstáculos, o bien, cayendo una y otra vez ante las puertas de la ley.
Las encrucijadas y el sendero que tomamos en algún momento y que no sabemos si fue el mejor o el peor, pero fue y es eso lo que determina y construye el quién soy, con el drama de la existencia que nos mantiene de principio a fin en esta perpetua sala de espera, braceando o pataleando como un Samsa Kafkiano, pactando como un Dorian Wildiano o renunciando como una Karenina Tolstoiana o repactando como un ciudadano común en las fronteras de la ficción. De allí, entonces, la innegable fortuna de la intuición poética de Brito cuando indica en su poema Pacto: cuando joven/te joderás a la vida cuando viejo/la vida te joderá.
Y así, cada día el individuo que permanece en esta Sala de Espera que es la vida, está siempre eligiendo, optando, comparando, pensando, decidiendo. Y se nos pasa la vida como una película donde necesariamente somos los protagonistas de nuestra propia existencia atravesada con prisa o con calma, pero el tiempo ya ha pasado. No estamos en la flor de la vida, somos árboles que han ido perdiendo el follaje, se han secado y caído las hojas muchas veces durante los años que tenemos en esta tierra, en este mundo. Y la gran pregunta, el misterio, ¿qué pasará cuando nuestro cuerpo muerto sorprenda a nuestros parientes y a nuestros amigos y a quienes nos aman y a quienes no odian? ¿Qué pasará entonces después de abandonar esta Sala de Espera? Tal vez entrar en otra dimensión a esperar en otra sala, igual o peor que esta?
Así nos deja este poeta cuando cerramos el libro: sintiendo que lo que se nos viene debería ser resuelto por él mismo en otro libro.
Agradezco a Cristián Brito por este libro y los anteriores y los que vendrán, tanto como espero siempre leer los recuerdos de otros momentos de su vida en el gran libro de Facebook.