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Para una comunidad imposible:
sobre Industrias CHILE S.A. de César Cabello S.

Por Manuel Illanes




 

 

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“La creencia popular del Uno: la patria, Dios y la poesía”
Espíritu de trabajo, Cesar Cabello

 

El arribo de la modernidad a América Latina ha conllevado una serie de desafíos que, desde el mismo momento de la llegada de los conquistadores al continente, se han ampliado hasta convertirse en piedras de tope para la construcción de una identidad propia. Uno de los conflictos todavía irresolutos para la formación de este pensamiento latinoamericano es el desarrollo de un discurso que sea capaz de aunar la tensión existente entre los elementos impuestos a la fuerza por los colonizadores europeos y aquellos rasgos que serían parte de una raíz autóctona: la búsqueda de este lenguaje se hace patente a partir del trabajo de las vanguardias en las primeras décadas del siglo XX, encontrando en J.L. Borges a uno de sus representantes más destacados en su obsesión por establecer el diálogo de ambos márgenes, y desde ese momento halla eco en las obras de los principales autores del continente.

Industrias CHILE S.A. se sumerge dentro de este esfuerzo por aprehender las raíces últimas del ser latinoamericano de una manera subversiva: Cabello toma como base el discurso que idealiza el pasado indígena e introduce la ironía y el sarcasmo dentro de este contexto de “mundo intocado”: “A veces pienso, hermano, que los poetas mapuches somos como esos pequeños difuntos de los que nadie se quiere hacer cargo: a un lado, la raíz, la memoria  y el hospicio; al otro, la fuente ajena de la que bebemos para transformarnos en hombres en busca de una piedad dudosa ¿Has visto la miseria a la que llaman algunos de nuestros versos? ¿El llanto que precede, incluso, a la poesía? (…) Yo no creo que haya que morir tres veces o vestir de fiesta en la desgracia: aquí no hay inteligencia, sino una compasiva vocación de hablar por otro y lamer sus heridas como si fueran las nuestras” (Epístola, pag. 56). El escepticismo que presenta el hablante con respecto a la posibilidad que tiene la poesía (y en este caso, un género específico de poesía, la poesía mapuche) para exhibir los conflictos y vaivenes de la comunidad completa es parte de una estrategia mayor que adopta el texto para romper con el binarismo del tipo “blanco/negro” que este mismo discurso propone: “Esto puedes observarlo en las marcas que punzan nuestras escrituras, como opuestos o soluciones fáciles de dos mundos que no terminan nunca de encontrarse (…) me pregunto, hermano, si habrá un mundo más allá de estas dos opciones? Escribimos usando las armas de los victimarios, reflejándonos en ellos para negociar un cuerpo o una identidad falsa” (Epístola, pág. 57). En ese sentido, Cabello utiliza la fábula de una aldea indígena que vive de la venta de los huesos de sus antepasados como epítome de esta identidad falsa o postal (en tanto reduce sólo a dos polos) que se vislumbra en mucho de este discurso indígena y apunta a su impostura a través de una serie de reflexiones metapoéticas: “Yo escribo con esta pulsión, no creo en la herida ni en el idealismo mapuche que, hasta antes de la llegada de los colonizadores miraba desnudas bañarse a las hermanas / con manojos de quillay en el arroyo, sin sentir deseo o impulso de la carne. O la dignidad amorosa y compasiva con que se tapa la miseria y el despojo de los campos. Lo suyo es el adorno y la celada, la palabra india vaciada de sentido.” (La vida en tierra, pág. 67).

Este desligamiento respecto al discurso indígena tiene su réplica a un nivel más amplio en la distancia que adopta el hablante de Industrias… respecto de la noción de “patria” (“Mejor retírate y deja tus huevos en los libros de ciencia, / así comprenderemos que la literatura es injusta, / que no existe una patria ni seres maravillosos”, Mito elegía del cóndor, pág. 15). Desde un primer momento, el texto presenta la geografía fracturada de un país que está constituido por retazos en ruinas como escenario central de las historias y relatos, un lugar donde no existe autoridad o punto de referencia: “Entonces capitán, ha visto  a mi país flotando entre sus ruinas? Festejan las palabras: el amuleto de los locos. La ciudad es nuestra, reclaman los ancianos que han venido al norte a morir en sus alcobas. Un solo jabalí nos basta para alimentarlos. Pero ya es tarde, los viejos presidiarios acabaron con todo.” (Las tierras imaginarias, pág. 116). En uno de los mejores poemas del conjunto, “Un lugar de sangre”, se define esta “patria” (y el territorio que ella tendría que ocupar) como el cruce entre la ficción y los fragmentos de una nación indígena ya desgarrada y caduca: “Hasta ahora hemos creado / un lugar de sangre, / es decir, un pueblo / lleno de fantasmas / y de historiadores lúgubres que trafican / con las almas de los indios” (Pág. 48). Este topos que se funde y separa del Chile real sería, de acuerdo a esta perspectiva, una construcción imaginaria en cuya elección el discurso poético tiene gran importancia: de ahí los poemas dedicados a Alonso de Ercilla y La Araucana, que constituirían una primera manifestación de este “Chile heroico”, el doble ilusorio del territorio devastado que se dibuja en el texto: “A ti te di un país, un teatro de sombras / un lugar donde pasear tus críos carcomidos / por las aguas (…) Yo te di un país, tú la letra virgen /  de tus cantos de extranjera” (Alonso de Ercilla, pág. 87). Es contra este mito de Chile, fundado ya desde La Araucana misma, contra el que Industrias… se alza: “Hemos dicho que no nos gusta el Chile actual, del que dinamitamos y cortamos un buen pedazo de territorio, donde hemos fundado nuestra “patria-industria”. (…) A falta de una tribuna más amplia sólo aspiramos al desmantelamiento de la voz de mando, dejándola incapacitada para fiscalizar y aplicar normas de civilidad en las cloacas y extramuros de la ciudad” (Discurso del presidente y capitán de Industrias Chile S.A, pág. 9). La propuesta de sería entonces la de presentarnos la verdadera cara de este territorio, a todas luces, fantasmal, “país ahogado y fronterizo” en que habitan sólo muertos y sombras: en dicho sentido nos encontramos con un texto como Nometulafken (palabra mapuche que alude al lugar al que viajan las almas de los mapuches fallecidos) que da cuenta de la calidad de “descenso a los infiernos” que tiene gran parte del texto: “Otra tierra , otros reinos lúgubres que atraen a los peces. Hasta allá los siguen los marinos mercantes, la industria de los frigoríficos que ha echado su raíz en las Tinieblas (…) Son vastas llanuras, seres de carbón esculpidos en la niebla” (pág. 120).

Los puntos antes enumerados, si bien filian o emparentan a Industrias con una problemática acorde a nuestras latitudes, no limitan las distintas modulaciones que el texto propone: se podría afirmar que Industrias… escenifica todos los conflictos que surgen en cada una de las zonas en que el Capital se manifiesta, en su intento de suprimir la multiplicidad y reducir la tierra a despojos (como muy bien se refleja en “Colección” donde se nos muestra la rutina de un prostíbulo regentado por el padre de Antonio Romano Montalbán, protagonista de la obra de Cabello: las prostitutas que trabajan en dicho prostíbulo-barco, viven también en él, hecho que da cuenta de la pretensión del capitalismo de identificar de manera absoluta vida con ganancia); en tal sentido, la invocación a Derek Walcott no es casual en tanto revela el esfuerzo realizado en el texto por ampliar sus rangos de significación y buscar ecos de esta denuncia contra el Capital más allá de los límites de nuestra lengua; es apelando a este gesto –que en última instancia podemos denominar político-, a esta escritura del desastre, si seguimos a Maurice Blanchot, donde Industrias… alcanza una fuerza extraordinaria: en su afán de construir desde las carencias y las mutilaciones esa comunidad imposible que la modernidad sigue negándonos.


 

 

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